Introducción
El DSM-IV reconoce que hay trastornos mentales relacionados con la ingesta alimentaria, caracterizados por una fuerte preocupación por el peso, los alimentos y las alteraciones de la figura corporal1. Estos trastornos conforman una categoría diagnóstica: «Trastornos de la conducta alimentaria» (TCA). Se subdividen en: anorexia nerviosa (AN), bulimia nerviosa (BN) y TCA no especificados.
Los TCA constituyen actualmente un problema de salud propio de países desarrollados y su incidencia y prevalencia están en aumento2. Esto ha llevado, incluso,a considerarlos como una verdadera epidemia. Entre los adolescentes son la tercera enfermedad crónica más común3. Las edades en que se manifiestan con especial preferencia (12-25 años) son por sí mismas aspectos que originan una gran preocupación, y se tiene constancia de que la edad de presentación cada vez es más temprana. Afectan fundamentalmente a la mujer en una proporción de 10:1 respecto al varón.
C. Saldaña4 proporciona datos epidemiológicos de varios países que indican que la anorexia se presenta en uno de cada 250 jóvenes de 12-14 años. M. Cervera5 hace referencia a que actualmente hay una joven anoréxica de cada 100. Han bastado 10 años para que las cifras sobre incidencia de anorexia y bulimia en nuestro país se equiparen a las del resto de los países europeos, convirtiéndose así en la tercera enfermedad más frecuente en los adolescentes6-8. Por último, J. Toro9 afirma que en la actualidad, en el mundo occidental, hay un 0,2-0,8% de pacientes con anorexia9.
Niños y adolescentes constituyen uno de los principales grupos de riesgo nutricional, sobre todo en los últimos años, debido a los cambios culturales, demográficos y sociales que han experimentado los países industrializados, y que han influido en la alimentación y sus pautas.
Ante esta situación, y de acuerdo con S. Moraleda et al10, es necesario desarrollar estrategias de prevención y búsqueda activa de casos de TCA, debido a la elevada prevalencia y alto porcentaje de adolescentes con estas conductas
de riesgo.
El objetivo general de este estudio es detectar los factores de riesgo relacionados con TCA en una comunidad de escolares. Los objetivos específicos son: evaluar el estado nutricional y el tipo de alimentación en una población de escolares de 10-15 años; explorar las situaciones y hábitos familiares y culturales alimentarios, e identificar el grado de influencia de los medios de comunicación en los hábitos de los escolares.
Material y métodos
Diseño
Estudio descriptivo, transversal, realizado durante el año 2001 en la provincia de Sevilla.
Población de estudio
La población muestral estuvo constituida por 789 escolares de primero y segundo de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO), con edades comprendidas entre 12 a 15 años, ambas inclusive, de 5 institutos adscritos a las áreas hospitalarias de Virgen del Rocío y Virgen Macarena. En función de la localización rural o urbana, el nivel socioeconómico y el área sanitaria, los centros seleccionados fueron los siguientes:
Instituto Pablo Neruda (135 escolares). Castilleja de la Cuesta. Distrito Sanitario de Camas.
Instituto Beatriz de Suabia (213 escolares). Sevilla (zona centro). Distrito Este-Oriente.
Instituto Fernando de Herrera (179 escolares). Sevilla. Distrito Este-Oriente.
Instituto Pablo Picasso (119 escolares). Barriada de Alcosa, Sevilla. Distrito Sur-Guadalquivir.
Instituto Torre del Rey (143 escolares). Pilas Distrito Aljarafe.
Recogida de información
Previamente se mantuvieron contactos con la dirección de los institutos seleccionados y con los miembros de las asociaciones de padres de alumnos de aquéllos, solicitándoles autorización para la participación de su hijo/a en el estudio.
La presentación y recogida del cuestionario se relizó en horario lectivo. Se han utilizado 3 cuestionarios.
Se utilizó el EAT-40 (Eating Attitudes Test), diseñado por Garner y Garfinkel11, en su versión validada al español12, para evaluar conductas y actitudes respecto a comida, peso y ejercicio. Es un inventario compuesto por 40 ítems, que cuenta con seis posibilidades de respuesta, puntuables de 0 a 3, de las que se debe escoger una sola. Para su evaluación se valoró el punto de corte de 30 puntos, que presenta una sensibilidad de 67,9% y una especificidad del 85,9%.
El CIMEC 26 es un cuestionario elaborado por Toro, Salamero y Martínez13 para evaluar la influencia que sobre el individuo ejercen los agentes y situaciones que transmiten el modelo estético prevalente de figura corporal. Para su evaluación estimamos su punto de corte >= 23-24. Una puntuación superior sería indicativo de una gran influencia y receptividad del sujeto hacia agentes externos.
El FES (Family Environment Scale)14,15 evalúa y describe relaciones entre todos los miembros de la familia, elementos de desarrollo que tienen mayor importancia en ella y su estructura básica. Está formada por 90 elementos agrupados en 10 subescalas que miden tres dimensiones: a) relaciones (comunicación y libre expresión en la familia); b) desarrollo (importancia dentro de la familia de ciertos procesos), y c) estabilidad (organización de la familia y grado de control de unos miembros sobre otros). Su puntuación máxima es de 9 puntos en cada una de las 10 subescalas.
Los cuestionarios EAT y CIMEC los cumplimentaron los propios alumnos y el FES les fue remitido a los padres en sobre cerrado a través del hijo, y éstos los devolvieron cumplimentados a su tutor.
Tras recogerse los cuestionarios, cada alumno/a fue pesado y tallado para calcular el índice de masa corporal (IMC).
Análisis estadístico
Los datos se introdujeron en una base de datos del programa informático SPSS, versión 10.0 para Windows. Para su tratamiento se utilizaron técnicas de estadística descriptiva (distribución de frecuencias y medias, con intervalos de confianza del 95%) y la prueba de ji-cuadrado (*2).
Resultados
Se obtuvo un total de 764 respuestas válidas (97%): 334 mujeres y 430 varones.
La distribución por centros fue: IES Pablo Picaso, 13,5%; IES Pablo Neruda, 17,5%; IES Torre del Rey, 15,2%; IES Beatriz de Suabia, 27,6%, e IES Fernando de Herrera, 23,2%.
El 37,5% de las familias contestó adecuadamente el cuestionario. Se invalidó el 13% de los cuestionarios por haber sido mal contestados. Las personas que cumplimentaron los 286 cuestionarios fueron: padre, 6,9%; madre, 55,9%; ambos progenitores, 25,3%, y otras personas, 1,9%.
La media de edad fue de 13,2 años, y la desviación típica de 0,9.
La situación parentofiliar era: hijo único, 3,2%; un hermano, 52,5%; 2 hermanos, 23,7%; 3 hermanos, 7,1%; >= 4 hermanos, 3,5%.
El estado nutricional se resume en la tabla 1. El 0,3% presenta un IMC < 15 o desnutrición, y un 7%, desnutrición ligera (fig. 1).
En relación a la conducta de sus hijos ante las comidas y respecto al ejercicio y el reposo, la opinión de los padres es: estudia o trabaja mucho (42,6%); está casi siempre de pie, andando o corriendo (35,1%); falta de apetito (22,5%); es muy caprichoso o selectivo con las comidas (19,8%); se queja por la excesiva cantidad de comida (19,1%); realiza atracones (7,7%); corta la comida en trocitos muy pequeños (6,9%); se muestra tenso durante las comidas (5,5%); se queja de su imagen corporal (5,2%); come a solas o en secreto (5,3%), y muestra interés por los productos dietéticos o light (4,2%).
Por lo que respecta a las relaciones familiares, los padres opinan que: se concede importancia al hecho de tener éxito o triunfar en la vida (32,4%); se establecen comparaciones entre ellos sobre sus éxitos (31,3%), y existe escaso apoyo entre los distintos miembros de la familia (26%).
En relación a los hábitos familiares respecto a la compra de alimentos, se elabora una lista de lo necesario en el 83,5%; se decide viendo lo que hay en la tienda un 12%, y cada uno elige según sus gustos en un 2%.
En la familia se sigue una dieta vegetariana en el 2% de casos; de adelgazamiento en el 7,3%, y de otro tipo en el 6,6%.
En el 38,4% de casos no se elimina los alimentos ricos en grasa; en el 52% no se restringe los alimentos azucarados; en el 16,5% no se controla la ingesta de chucherías; el 18% de las familias suele «picotear» entre comidas, y el 23,5% de las familias no vigila que exista reequilibrio entre lo que se consume fuera y entre el almuerzo y la cena.
Los miembros de la familia se reúnen para comer: tres veces al día en un 17,2%; dos veces en un 56,5%; una vez en un 16%, y los fines de semana sólo en el 5%.
Las relaciones durante las comidas se traducen en: motivo de discusiones (4,6%); intercambio de noticias (14%); comunicación entre la familia (66,4%); momento de dar órdenes (1,1%), y ver TV o leer prensa (12%).
Sólo el 12% de los escolares realiza un desayuno fuerte, y un 43% lo hace ligero (un dulce o una tostada y leche) (fig. 2).
Puntuaciones en las escalas
EAT. La puntuación media fue de 15,27, con una desviación típica de 9,99. Un total de 68 sujetos (8,8%) presenta una puntuación superior a 30 (si no presentan la enfermedad se considera población de riesgo) y 25 (3,3%, 20 mujeres y 5 varones) podrían diagnosticarse de TCA según criterios del DSM-IV.
CIMEC 26. La puntuación media fue de 16,55, con una desviación típica de 11,17. Un total de 104 sujetos (13,5%) se muestra significativamente vulnerable a la presión de los medios de comunicación y 85 (11,1%) se consideran muy vulnerables.
FES. Las puntuaciones obtenidas no aportan resultados de interés (tabla 2).
Hay relación entre las observaciones de los padres sobre la conducta alimentaria de los hijos y las puntuaciones en las escalas EAT y CIMEC (p = 0,01).
Los alumnos de los institutos situados en zonas rurales (Pilas y Castilleja) o barrios periféricos (Alcosa) presentan puntuaciones más altas en el EAT (p = 0,04) y CIMEC
(p = 0,01).
Discusión
Se considera que el EAT es un índice de estado, más que de rasgo13, y no es posible considerarlo como criterio diagnóstico, pero es muy apropiado para detectar ciertas conductas de riesgo relacionadas con trastornos en la conducta alimentaria.
Nuestros resultados muestran una puntuación positiva en el EAT-40 en un 3,3%, más baja que en estudios similares16-19.
La escala de clima social FES no ha aportado datos de interés sobre las relaciones familiares y la participación de los padres ha sido escasa (37,5%). Esto puede deberse a que se trata de un cuestionario con muchos ítems y repetitivos, y a la forma que se utilizó para entregar y recoger los cuestionarios.
Los TCA pueden prevenirse y/o detectarse precozmente20. Por esto, una evaluación sobre pautas de alimentación, con los propios sujetos y familias, constituye el medio más eficaz para detectar precozmente la población de riesgo y prevenir problemas de salud subyacentes a TCA.
Esta responsabilidad de un diagnóstico precoz recae en los profesionales de atención primaria, que han diversificado sus actuaciones comunitarias en educación para la salud, pero se siguen métodos variados y no estandarizados y, sobre todo, poco inmersos en el mundo de la alimentación, y su campo de acción más frecuentemente se dirige a prevención de enfermedades como vacunaciones, sida, diabetes, etc. Sin embargo, no podemos obviar que unos criterios de calidad deben llevar implícitos actividades de educación de la salud, y como los hábitos alimentarios se desarrollan desde temprana edad es importante comenzar con la educación nutricional cuando las conductas y actitudes todavía no se han fijado definitivamente, utilizando los nexos que atañen a las personas, es decir en su contexto social y con una dimensión comunitaria (familia, barrio y escuela), ya que el ambiente facilitará que esta acción sea eficaz y efectiva.