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Vol. 17. Núm. 7.
Páginas 429-431 (abril 1996)
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Vol. 17. Núm. 7.
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Generalistas/especialistas: del intrusismo al entendimiento
General practitioners/specialists: from encroachment to understanding
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M. Melguizo Jiméneza
a Vicepresidente semFYC.
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Los médicos de familia/médicos generales hemos sido blanco durante el último año de imputaciones de intrusismo por parte de sectores de la propia profesión médica. En ocasiones estas acusaciones se han circunscrito al ámbito de la prensa médica, en otras han llegado a instituciones como colegios de médicos y sociedades profesionales, y en último lugar, desgraciadamente, hasta los Tribunales de Justicia.

Hasta la fecha el término de intruso en la profesión médica se había destinado a aquellos profesionales que ejerciendo actividades dentro del campo de la medicina no disponían de la titulación legal correspondiente. La licenciatura en medicina y cirugía y el alta en el Colegio Oficial de Médicos eran, y son aún, elementos necesarios y suficientes para el ejercicio profesional. En la práctica profesional de la medicina de familia/medicina general o de cualquier especialidad, sólo la manifestación ante el paciente de la posesión de una titulación que no se detenta puede ser considerada como intrusismo, fundamentalmente por el componente de ocultación a la verdad.

La definición de las competencias profesionales por parte de cada facultativo corresponde a la entidad proveedora de los servicios sanitarios (sistema público de salud, aseguradora o entidad mutual), a su buen ejercicio profesional y a la confianza depositada por el paciente de mutuo acuerdo con el médico. En ningún caso médicos a título individual (o a través de grupos corporativos) pueden restringir las actividades, definir los campos de actuación, o ejercer de acusadores particulares de otros facultativos.

El centro del ejercicio médico son los ciudadanos y la sociedad, los pacientes y sus familias. La introducción de informaciones que produzcan descrédito y reflejen conflictos interprofesionales comprometen gravemente el conjunto de la profesión médica. Fragmentar a los pacientes por órganos y aparatos, o dividir artificiosamente la atención en función de la sintomatología expresada, supone «ponerle puertas al campo» en el ejercicio de la medicina. Esta situación afecta particularmente a los médicos de familia/médicos generales que fundamentamos nuestro trabajo en la confianza, la integridad, la continuidad y la responsabilidad hacia nuestros pacientes. Sentirnos «vigilados y acechados» por invadir supuestas competencias ajenas compromete el libre ejercicio de nuestra actividad, debiendo ser en todo caso nuestros pacientes quienes pusieran límites a ésta.

Los médicos de familia/médicos generales hemos sido el colectivo que más acusaciones de intrusismo ha recibido, siendo dos las causas principales que han originado esta situación.

En primer lugar, la posición de debilidad dentro de nuestra profesión, la tradicional tutela del resto de especialidades y el carácter global y generalista de nuestras competencias profesionales nos hacen fácil diana ante estos reproches. En este sentido gran número de «especialistas» se sienten autorizados para definir qué actividades les son propias (en ocasiones hasta exclusivas) y cuáles les son ajenas, entendiendo que el papel del médico de familia/médico general no es otro que el de asumir lo prevalente, lo burocrático o lo que las «especialidades» no desean asumir.

En segundo lugar, la indefinición entre las competencias profesionales entre los médicos de familia/ médicos generales y el resto de médicos especialistas no es más que la traslación a la medicina del problema generalista/especialista que afecta a la mayoría de las organizaciones de la sociedad moderna. Cualquier organización que desee progresar debe conseguir un adecuado equilibrio entre generalistas ­aquellos que tienen una perspectiva completa de la organización­ y los especialistas ­aquellos que desarrollan habilidades y conocimientos parciales pero de alta cualificación­. Siendo las fronteras entre ambos colectivos permeables y mal delimitidas, junto al añadido de problemas de competitividad laboral, demografía médica e interferencia entre el ejercicio público-privado de la profesión, es cuando menos normal la existencia de fricciones.

Curiosamente los reproches hacia los médicos de familia/médicos generales tienen en ocasiones un sentido justamente opuesto al comentado sobre intromisión en actividades propias de médicos especialistas. La imagen que se recoge en el hospital de atención primaria es la de poca capacidad resolutiva por desidia o ineptitud, siendo imputadas al nivel primario gran parte de las deficiencias del nivel hospitalario como la masificación de urgencias, las listas de espera, la asistencia a patología banal, etc. Siendo el hospital, amparándose en supuestas deficiencias extrahospitalarias, quien llega a apropiarse de la legitimidad para «invadir» el nivel primario con hospitalizaciones a domicilio, ordenación del conjunto de las urgencias, creación de consultas externas duplicadas, etc.

Como observamos, no es posible ser reduccionista en la interpretación del enfrentamiento cordial entre generalistas/especialistas. Pero para entender mejor la situación puede ser útil en este momento deshacer algunos de los tópicos más extendidos entre la profesión médica.

El especialista está siempre más capacitado que el médico de familia

El médico especialista está en disposición de ofertar un tipo de asistencia mucho más cualificada en aquellos problemas infrecuentes o que requieren apoyo de alta tecnología. Pero el médico de familia/médico general aportará una asistencia de mayor calidad para las enfermedades frecuentes y en la detección precoz de las que requieran consulta con el especialista. La cooperación entre ambos, desde el respeto, es la mayor contribución para su eficacia profesional y eficiencia de la organización sanitaria.

La tecnología resuelve directa y rápidamente más problemas de salud

La tecnología ha contribuido y facilitado el progreso en la atención sanitaria, pero ha generado perversiones por su carácter despersonalizador e inflacionista no reemplazando en ningún caso la atención individualizada. La tecnología no es privativa del médico especialista sino de aquel que puede acercarla y aprovecharla mejor en beneficio de sus pacientes.

El especialista posee más conocimientos que el médico de familia porque ha profundizado más en un campo

El médico de familia es un profesional con alta responsabilidad. Observa la enfermedad en toda su historia natural, atiende a los pacientes y sus familias a lo largo de todo su ciclo vital, realiza actividades superpuestas de promoción, prevención, curación y rehabilitación, y tiene acceso al ecosistema en que viven sus pacientes. Su campo de conocimientos es mucho más amplio que el de cualquier especialidad médica. No parece justo valorar más la profundidad en el detalle respecto a la comprensión global.

Los pacientes desean ser atendidos directamente por médicos especialistas

Nuestra sociedad ha identificado calidad y eficacia con especialización y tecnología. Nuestros pacientes son también cautivos de estos valores sociales. Los médicos de familia no deseamos reproducir a pequeña escala el mismo modelo biomédico de las especialidades, nuestra aportación ha de ser cualitativamente diferente. Desde nuestra proximidad y continuidad en la atención a los pacientes ofrecemos cercanía, accesibilidad, cuidados, tiempo, comunicación, trato humanizado, abordaje integral y atención sanitaria de calidad.

 

La apuesta final de los médicos de familia/médicos generales ante esta situación no puede ser otra que actuar en distintos frentes que bien podían ser los que a continuación se apuntan:

 

1. Hacernos necesarios ante los ciudadanos y la sociedad: trasladar a las instituciones políticas, organización sanitaria y colectivos ciudadanos la importancia social del médico de familia/médico general, así como su alta rentabilidad.

 

2. Colaborar con el nivel especializado: no pretender el exclusivismo y la apropiación de pacientes sino la complementariedad con el resto de especialidades.

 

3. Constituirnos en un grupo de presión dentro de la profesión: actuar como grupo con implantación en sindicatos, colegios profesionales, consejo de especialidades, etc., en correspondencia con el peso de un colectivo que constituye el 40% del conjunto de la profesión.

 

4. Unidad de acción entre todos los médicos de atención primaria. En la definición del campo profesional del médico de familia/médico general es imprescindible la unidad absoluta del conjunto del colectivo, contribuyendo sin duda esta situación a acercarnos al horizonte no muy lejano de la unificación absoluta de los médicos de atención primaria.

 

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