Sres. Directores: La lectura del editorial de A. Gómez titulado «Los aspectos científicos en la organización de congresos. El comité científico»1 nos ha motivado a reflexionar sobre algunas dudas que, desde hace algún tiempo, nos asaltan sobre el buen hacer de los comités científicos que deciden la aceptación o rechazo de trabajos para su publicación en congresos o revistas de medicina.
Recientemente hemos repetido la desagradable experiencia de haber visto rechazado un trabajo que habíamos enviado al XV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC). En la escueta carta en que se comunicaba que éste no era aceptado, sólo se nos informaba de la decisión adoptada por el comité científico (quien, por cierto, no era el remitente de la carta) y se nos agradecía nuestro «interés y participación»; en absoluto, en disonancia con lo expresado por Gómez en su editorial, se reflejaban las causas del rechazo y tampoco se nos remitía a ninguna instancia donde pudiéramos conocerlas. Cabría suponer que dicho trabajo adolecía de lo que Gómez define como pertinencia o calidad; sin embargo, la aceptación y ulterior publicación en el libro de ponencias del congreso de un trabajo de tema y características similares2 nos hace dudar de que tales motivos fueran la causa real de rechazo.
Previamente, en el XII Congreso Nacional de la semFYC, también vimos rechazado uno de nuestros trabajos. En aquella ocasión la calidad fue avalada por su posterior publicación en la revista Atención Primaria3 y su pertinencia no debía de ser poca cuando al mismo congreso se aceptó una comunicación con tema similar4.
Sin embargo, de lo anteriormente dicho podría deducirse que los comités científicos de los congresos actúan con más ligereza que los de las revistas biomédicas. No nos parece que esto sea así: en enero de 1994, el secretario de redacción de la revista Atención Primaria nos comunicaba la decisión de no publicar una carta al director nuestra dada la tendencia de la revista a «desechar las que citan casos clínicos aislados». Dicha justificación contrasta, sin duda, con la aparición en el mismo número de la revista en el que figura el editorial de Gómez y al igual que en otros muchos números previos de una carta al director sobre un caso clínico5 cuyo interés no parece ni mayor ni menor que el de nuestro trabajo, que finalmente fue publicado en la revista Medifam6.
No creemos que razones de «amiguismo», proximidad «cultural» o geográfica u otras de naturaleza aún más maligna puedan ser las causas que justifiquen estas decisiones de los referidos comités. En cualquier caso (y suponiendo que el comité de esta revista tenga la suficiente capacidad de autocrítica como para permitir la aparición de escritos como éste), valgan estas reflexiones para animar a todos nuestros colegas médicos de atención primaria a que ejecuten trabajos de investigación, de mayor o menor nivel, que luego, y a pesar de los vaivenes a que puedan ser sometidos por los respectivos comités científicos, puedan ser hechos públicos en congresos y revistas médicas.