Se presenta el caso de un varón de 72 años, natural de Guinea Ecuatorial, residente en Madrid y con estancia reciente en su país de origen. Como antecedentes personales destaca una cardiopatía isquémica corregida con 2stents, glaucoma y diverticulitis. Su medicación crónica consiste en enalapril (5mg), atenolol (50mg), atorvastatina (40mg), ácido acetilsalicílico (100mg), nitroglicerina en parche transdérmico (5mg/24 h), omeprazol (20mg), brinzolamida en colirio y bimatoprost en colirio también.
Acudió a la consulta de Atención Primaria sin cita previa por prurito en el ojo izquierdo. Su hija había objetivado algo que se movía en la superficie del ojo. Negaba dolor ocular, no presentaba legaña ni alteraciones de la visión. La exploración física del ojo izquierdo mostró una inyección bulbar sin alteración de cámara anterior ni de la pupila. A la eversión del párpado superior se observó un cuerpo extraño subconjuntival de forma alargada y sinusoide, blanquecino (ver fig. 1). Se estableció el diagnóstico de visum (gusano Loa loa), se tomó fotografía y se remitió al Servicio de Medicina Tropical de referencia. Allí ya no se objetivó el cuerpo extraño en el ojo, por lo que fue preciso aportar la fotografía. Oftalmología descartó alteración del fondo del ojo e inició tratamiento con albendazol. En revisiones posteriores la clínica había desaparecido y la exploración física no mostraba alteraciones.
Loa loa es el nematodo responsable de la loiasis, una parasitosis endémica de África central y occidental1. La infección se transmite por la inoculación de la larva durante la picadura de un tábano; tras un período de unos 5meses, la larva se convierte en gusano adulto en el tejido celular subcutáneo2. Es habitual que los nativos de zonas endémicas no desarrollen síntomas a pesar de tener niveles elevados de microfilaremia; en cambio, la población visitante infectada suele presentar síntomas y alteraciones más marcadas en los parámetros de laboratorio (eosinofilia y niveles elevados de IgE)3. La sintomatología clínica es variada y suele consistir en reacciones de hipersensibilidad desencadenadas por los antígenos alergizantes de las secreciones del parásito (angioedema de Calabar, urticaria) y, menos frecuentemente, migración subconjuntival del parásito adulto (fotofobia, dolor, picor, sensación de cuerpo extraño móvil en el ojo). Otros posibles síntomas son inespecíficos: mialgias, artralgias, fiebre, fatiga y astenia2. El diagnóstico se realiza por el antecedente de estancia en zona endémica, por la observación del parásito adulto bajo la conjuntiva o mediante la detección de microfilarias en sangre periférica2. El tratamiento farmacológico es complejo y debe orientarlo personal con experiencia4. Algunos autores recomiendan la extirpación quirúrgica del gusano adulto si se desarrollan síntomas oculares, ya que la muerte del nematodo tras tratamiento puede producir una intensa respuesta inflamatoria local2.