Introducción
Las nuevas tecnologías de la información están afectando de muy diversas formas a nuestra vida cotidiana, la mayoría de las veces de manera sustancialmente positiva. Internet, por ejemplo, ha supuesto abrir una ventana al mundo de la información con un sinfín de posibilidades de acceso a contenidos de todo tipo para un buen número de personas y desde los lugares más lejanos e insólitos.
Las posibilidades de uso de la red con fines sociales, culturales, económicos o científicos se multiplican anualmente, del mismo modo que el número de internautas crece todos los años. No hay que extrañarse, por tanto, de que Internet se haya convertido también en una fuente de información sanitaria para los profesionales, que encuentran en esta herramienta una valiosa ayuda1,2, y que el número de ciudadanos que recurre a la red para obtener datos o resolver sus dudas sobre salud y enfermedad vaya en aumento. Se ha propuesto el término de «cibermedicina» para referirse a la «nueva ciencia que aplica las tecnologías de Internet a la medicina y a la salud pública, al estudio del impacto e implicaciones de Internet, y a la evaluación de oportunidades y cambios de los cuidados sanitarios»3 o, de acuerdo con la reciente definición de Jadad y Delamothe, «cualquier utilización de información electrónica y tecnología de la información para la promoción o mejora de la salud»4; asimismo, se ha propuesto el término de «ciberpaciente» para los internautas que navegan por Internet en busca de información sanitaria5.
En una reciente encuesta, Sigouin y Jadad6 preguntaron a 1.998 enfermos de cáncer de la zona de Ontario (Hamilton, Ontario, Canadá), a 871 médicos de primaria, a 30 oncólogos y a 44 enfermeras de oncología si usaban Internet habitualmente como fuente de información sanitaria. Los resultados que obtuvieron fueron que un 47% de los pacientes, un 64% de los médicos de primaria, el 100% de los oncólogos y un 72% de las enfermeras declararon navegar por Internet en busca de información sanitaria. Sin embargo, el estilo de navegación de cada uno de estos colectivos era bien diferente. Sigouin y Jadad encontraron que eran los oncólogos quienes buscaban los portales con información más fiable, seguidos de los médicos de atención primaria (aunque sólo un 13% de los médicos de atención primaria conocía la página de la Fundación para la Lucha contra el Cáncer de Ontario, promotora del estudio). En este estudio, sólo un 1% de los pacientes conocía las páginas con contenidos sobre oncología de Cochrane Collaboration, un 13% sabía de la existencia del Medline y sólo un 3% había visitado el programa de información sobre cáncer de Ontario basado en la evidencia, desde donde se realizaba el estudio.
Aunque el médico sigue siendo la principal fuente de información para el paciente (seguido de las amistades) sobre salud y enfermedad, Internet va ganando popularidad7. Así, en Estados Unidos, casi un 43% de las consultas por Internet son realizadas por internautas que buscan información biomédica. Otros datos apuntan a que, en 1998, un 36,7% de internautas visitaron páginas de contenido sanitario, dato que extrapolado a España supondría que 730.000 españoles consultarían anualmente en la red información sanitaria. Es más, se estima que 3,87 millones de personas en Estados Unidos que hablan español y tienen acceso a Internet, y 40 millones de hispanoparlantes en el mundo, usaban Internet en español en el año 2000. Si nos circunscribimos a nuestro país, el Estudio General de Medios de febrero-marzo de 2003 refleja el incremento de internautas en España, con nueve millones de españoles con acceso a Internet, lo que supone el 25,5% de la población mayor de 14 años y un incremento del 16% respecto al año anterior8.
Es entre los jóvenes, sin duda, entre quienes las posibilidades de Internet están más presentes. La encuesta presentada por la Sociedad de Medicina para adolescentes9 de Estados Unidos refleja que 3 de cada 4 adolescentes utiliza la red para buscar material de salud, para información personal (principalmente sobre enfermedades de transmisión sexual, dieta, conductas sexuales, ejercicio físico y alcohol) o para trabajos escolares. Este dato refleja un cambio drástico en el acceso a la información de los futuros pacientes que debe ser tenido en cuenta.
La experiencia de muchos profesionales es que ya no es sólo anecdótico el caso del paciente que acude a su médico con información obtenida en Internet para pedirle
explicaciones sobre sus decisiones diagnósticas o terapéuticas.
Este auge de las visitas a los portales sanitarios coincide con una mayor implicación de los pacientes en la toma de decisiones relacionadas con su enfermedad. Dicha implicación no sólo se produce en los términos actuales de la práctica del consentimiento informado, sino que observamos que su alcance se ha ido incrementando en los últimos años. De este modo, se van acumulando las evidencias publicadas en la bibliografía sobre preferencias de los pacientes a la hora de tomar decisiones, y también los problemas éticos que se plantean a la hora de asumir los riesgos de determinados tratamientos. Si tenemos en cuenta que en los países democráticos occidentales el papel del ciudadano (y del paciente), desde hace algunos años, está dejando de ser eminentemente pasivo para pasar a ejercer una función mucho más activa, se entenderá que las tecnologías de la información estén acelerando la velocidad con que está cambiando el modelo de relación entre pacientes y profesionales sanitarios10. Desde esta óptica, el estudio pormenorizado de cómo afectan a la interacción entre los profesionales sanitarios y los ciudadanos (y pacientes) estas informaciones constituye uno de los retos al que deberán responder los gestores de los sistemas sanitarios en el futuro inmediato.
Los pacientes y los ciudadanos en general pueden asesorarse a través de Internet para elegir entre varias opciones terapéuticas, informarse sobre cómo conservar o mejorar la salud, consultar una segunda opinión sobre cualquier enfermedad y acceder a noticias sanitarias, casos clínicos, foros y chats de pacientes, resultados asistenciales de la mano de los denominados report cards, datos de calidad asistencial de centros hospitalarios (incluidos ranking y top de hospitales), etc. La incorporación de Internet al mundo sanitario (e-salud) se vislumbra como un motor para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Se sabe bien poco sobre ella y el concepto, en su definición más reciente, incluye cualquier utilización de la información electrónica para promoción y mejora de la salud. Ante tanta información, el problema con el que se encuentran muchos internautas es bien sencillo: cómo elegir el rumbo de navegación, en qué portal atracar, de qué páginas fiarse. El reto es que esta tecnología sea la base sobre la que se implanten aplicaciones verdaderamente útiles11. En este sentido, adquieren gran relevancia las actividades de investigación y de transferencia de resultados al sistema de salud en entornos de colaboración entre todos los agentes implicados en la asistencia sanitaria.
Difusión de resultados asistenciales en Internet
Entre las informaciones que los pacientes pueden encontrar en Internet se encuentran los resultados de los centros asistenciales. Estas informaciones les permiten, por ejemplo, valorar a qué centro dirigirse. Por un lado, pueden visitar los denominados report cards, compendios de indicadores de resultados referentes a un período con los que pueden comparar la calidad asistencial de varios centros. Por otro lado, pueden encontrar ranking de hospitales, de residencias asistidas o de servicios asistenciales sobre la base de una serie de parámetros supuestamente objetivos12 (p. ej., el que publica anualmente la revista USNews sobre «Los mejores hospitales»13, que puede ser consultado en la página web de la citada revista).
La difusión de resultados asistenciales se debe a un doble propósito14. En primer lugar, a la creencia de que el paciente tendrá la oportunidad de elegir con esta información aquellos servicios sanitarios de mayor calidad, lo que, además, incrementará su satisfacción. Y en segundo lugar, porque se cree que, a la vista de los datos y pudiendo establecer comparaciones con otros, las organizaciones sanitarias harán todo lo posible para mejorar sus resultados, realizando comparaciones con los mejores y promoviendo así la mejora de la calidad asistencial.
Sin embargo, a la vista de los resultados de un reciente estudio, en el que se describen las ventajas y desventajas de la difusión de resultados, así como la manera en que afectan a la capacidad de decisión de los pacientes15, puede decirse que los datos no son concluyentes. Entre las principales ventajas cabe señalar que actúa estimulando la introducción de cambios en los centros sanitarios, que favorece la mejora de la calidad o, al menos, identifica las áreas en las que incidir para introducir mejoras, permitiendo reducir costes y realizar comparaciones. Entre sus desventajas encontramos la complejidad y laboriosidad de su diseño y su construcción y, sobre todo, del cálculo de los parámetros de comparación. Los datos en los que se basan no siempre son fiables, ya que muchas veces cuentan con la información disponible y no con la información más adecuada. Al mismo tiempo, parece que los pacientes no terminan de comprender toda la información que se les facilita y que pueden guiarse por ideas estereotipadas para interpretar los resultados, o bien atender sólo a una parte de la información desechando la que les cuesta más de entender. De hecho, suelen interesar más a los profesionales que a los pacientes.
Educación sanitaria en Internet
Ante la típica situación de un paciente con un diagnóstico clínico, la imagen tradicional del paciente consultando la enciclopedia o preguntando a sus conocidos ha cambiado. Internet ofrece ahora nuevas posibilidades que obligan al profesional de la salud a considerar que el entorno de relación con el paciente al que está acostumbrado está cambiando rápidamente.
Los portales sanitarios que pueden visitar los internautas influyen cada vez más en la información y toma de decisiones de los ciudadanos (y los pacientes)16,17. Según se deduce de algunos estudios, la credibilidad de las páginas de estos portales es elevada y puede llegar a afectar a las expectativas y a las decisiones de los pacientes18. Aunque la telemedicina plantea infinitas posibilidades, deben establecerse mecanismos legales de control.
El uso de los segundos diagnósticos médicos para contrastar el ya existente es uno de los valores que más debate provoca. Recientemente, la Asociación de Defensa del Paciente (Adepa) denunció la oferta de teleconsultas en Internet sin aparentes garantías; ahora, el Grupo Europeo de Ética de las Ciencias acaba de alertar sobre la pérdida de la confidencialidad de los informes y pruebas por correo electrónico y las consultas en la Red19.
Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta el precio: Internet, para muchos, implica gratuidad. Así, en un estudio llevado a cabo desde la página web de una sociedad científica se recibieron más de 300 consultas médicas por correo electrónico20. Al principio, contestarlas no supuso un gran esfuerzo, pero a medida que aumentaba su número fue haciéndose más difícil responderlas con la rapidez y con la extensión que en el inicio de esta tarea se había propuesto el comité científico, por lo que como manera disuasoria de consultas banales se probó un sistema de pago por consulta de 12 euros, que produjo una drástica disminución de éstas. Parece, por tanto, que los ciberpacientes no consideran justificado pagar por las consultas médicas a través de Internet, a pesar de su escasa cuantía.
Además, al considerar esta información no debemos olvidar que se ha sugerido que casi un 60% de los pacientes sobrestiman la probabilidad de que las recomendaciones de un determinado tratamiento tengan efectos manifiestamente positivos en su caso, desatendiendo las explicaciones sobre posibles efectos secundarios de los tratamientos21.
Por estas razones, entre otras, se ha defendido que el cambio deseable hacia modelos que ponderen la autonomía de los pacientes debería producirse en condiciones que no sometan a un mayor riesgo al paciente y en un contexto que facilite la participación activa en la toma de decisiones sobre su salud a partir de información contrastada22. No hay que olvidar que tomar decisiones no es sencillo y que, si bien se ha comprobado que tiene efectos positivos en algunos casos, y que son bastantes los pacientes que desean participar de esa toma de decisiones, hay otros casos en los que, sencillamente, los pacientes no desean asumir la responsabilidad de las decisiones.
Internet tiene un indudable valor como fuente de información sobre salud y enfermedad y sus límites se extienden casi a diario. Algunos datos parecen darnos a entender que buscar información de salud es una de las actividades preferidas de los internautas. Un informe del Pew Internet and American Life23 constata que más de 50 millones de americanos han buscado en la red información médica. Esta organización, que se dedica al estudio del impacto social de Internet, ha descrito el comportamiento de ciertos internautas como «buscadores de salud», caracterizados por rastrear información sobre salud en la Red con una frecuencia mensual24.
Sin embargo, ni todos los portales reúnen siempre las condiciones mínimas de validez de la información que serían deseables, ni todos los motores de búsqueda son capaces de diferenciar entre portales o páginas con información válida de otros menos fiables. En Internet conviven portales que experimentan cambios y actualizaciones periódicas conjuntamente con otras páginas que no son actualizadas pero que, por residir en algún servidor, resultan aún accesibles. Hablar de calidad de los portales sanitarios implica hablar de la calidad y de la accesibilidad de la información y de la credibilidad del proveedor25, sin olvidar que el acceso a la información en Internet consume mucho tiempo26.
La Health On The Net Foundation (HON)27 es una de las asociaciones más preocupadas por estas cuestiones. En su serie de encuestas sobre la evolución del uso de Internet con fines médicos se constata que un 63% de los pacientes ha discutido con su médico la información de salud que ha encontrado en la red, un 33,74% ha recurrido a consultas médicas on line y un 43% ha utilizado Internet para buscar segundas opiniones sobre diagnósticos médicos. Un 77% de los médicos encuestados reconoce que sus pacientes discuten con ellos la información de salud encontrada en Internet, mientras que el 44% mantiene correspondencia electrónica con sus pacientes y un 71% recomienda a sus enfermos los sitios de salud como un medio válido de información médica (en cambio, un 71% desaconseja los grupos de discusión).
Fiabilidad de los portales sanitarios
Cuando se habla de portales fiables se suelen citar algunas de estas características28: que la información sea actualizada periódicamente, que se citen las fuentes y que éstas sean de cierta reputación, que utilicen un lenguaje accesible para los internautas no especialistas, que citen a los autores de los trabajos comentados y sus centros de trabajo, o que ofrezcan una información imparcial sobre los tratamientos y su eficacia.
Uno de los primeros trabajos publicados que revisó la fiabilidad de los portales sanitarios en Internet fue el realizado por Impicciatore et al29 en 1997. Estos autores, al analizar portales con información general sobre qué hacer en caso de que el niño tenga fiebre, encontraron, tras revisar 41 páginas, una gran variabilidad en las recomendaciones: sólo 28 describían qué se consideraba fiebre en el niño, 36 informaban de cuándo era conveniente avisar al médico, 26 comentaban dónde tomar la temperatura y en 31 casos se afirmaba que el tratamiento adecuado era paracetamol. Conviene resaltar que, en esta revisión, 32 de las páginas consultadas eran propiedad de empresas farmacéuticas.
En esta línea, otro trabajo pionero es el de Wyatt30 de 1997. Este autor describió las ventajas que, a su juicio, reunía Internet, y también los aspectos que deben evaluarse para determinar la fiabilidad de los contenidos de estas páginas. En España, los trabajos de Sanz sobre los medicamentos milagro31 y la calidad de los portales con información sobre medicamentos32 sugieren también que la información en Internet presenta problemas de fiabilidad. En el primer caso, se señala la posibilidad de que, involuntariamente, Internet ayude a difundir publicidad sanitaria ilícita. En su estudio a partir de motores de búsqueda estándar encontró lo que denominó publicidad engañosa de 22 productos milagro de administración sistémica. En el segundo estudio, tras revisar 372 páginas con información sobre medicamentos y compararla con la disponible en los prospectos de los medicamentos que se venden en las farmacias españolas y las fichas técnicas del registro de dichas especialidades, encontró un porcentaje medio de información errónea del 2,5%, cifra no excesivamente elevada, aunque hay que considerar que un 5,3% de los errores eran sobre la posología del fármaco y un 4,3% sobre dosis y frecuencias de administración, precisamente donde el error resulta más perjudicial.
Otros estudios muestran datos semejantes. Sólo un 12% de los portales con información sobre dolor cervical han sido evaluados positivamente33. En el caso de la artritis reumatoide, y tras revisar 531 páginas, Suárez-Almazor et al34 encontraron que sólo un 51% contenía información relevante, que un 17% de estas páginas había sido escrito por un solo autor, un 28% pertenecía a organizaciones sin ánimo de lucro, un 51% a la industria farmacéutica y un 5% a universidades. A la vista de sus resultados, estos autores concluían que probablemente sea necesario desarrollar habilidades en los ciudadanos para que adopten decisiones responsables y puedan seleccionar con mayores garantías los contenidos a los que atribuyen mayor credibilidad.
Investigaciones recientes, sin embargo, ofrecen unos resultados más optimistas. Mientras que la puntuación asignada a la fiabilidad de estas páginas con información sanitaria en 1997 era de 2,6 ± 1,19 puntos29, la puntuación asignada en 2001 siguiendo la misma metodología era de 3,4 ± 0,81 puntos25. Estudios de este mismo año cifran en un 93% los portales que describen sus fuentes y en un 18% los portales que presentan evidencias de forma jerarquizada35. Sin embargo, la fiabilidad de los portales sanitarios es un tema que preocupa y que precisa de un análisis riguroso en el que se detallen las características que deben poseer estas páginas para considerarse ciertamente fiables35-37.
En el estudio de Berland et al38, en el que 34 médicos revisaron 25 portales web, los autores encontraron que el porcentaje de portales fiables en inglés era de un 45%, mientras que la fiabilidad de los portales en español alcanzaba sólo el 24%. Los investigadores también llegaron a la conclusión de que un 86% de los portales en inglés y el 100% de los españoles requerían para su comprensión un nivel de bachiller superior.
En el análisis de Kunst et al35, realizado el pasado año sobre la credibilidad y fiabilidad de 121 portales web (con contenidos sobre esterilización femenina, trastorno obstructivo pulmonar crónico, píldora del día después, torcedura de tobillo), los autores hallaron que el 93% describía las fuentes, aunque sólo un 18% presenta evidencias de forma jerarquizada para facilitar la comprensión de la información al internauta. El 24% de las páginas satisfacía más de dos tercios de los requisitos para considerar fiable la información, el 35% satisfacía más de un tercio y el 41% menos de un tercio de los requisitos. El 93% citaba las fuentes, el 49% las fuentes de financiación y el 18% mostraba evidencias jerarquizadas para una mejor comprensión de los internautas. En este estudio, los autores llegaron a la conclusión de que los portales web con una apariencia creíble no necesariamente ofrecen niveles altos de fiabilidad.
Credibilidad de los portales sanitarios
Otro tema interesante para analizar y que se encuentra directamente relacionado con el de la fiabilidad es el de la credibilidad. Entendemos por credibilidad de la información sanitaria en Internet el grado en que los internautas confían o creen que la información de los portales o páginas sanitarias se corresponden con los conocimientos y evidencias científicas del momento. La credibilidad es determinada por los propios internautas tras visitar y comparar varios portales o páginas sanitarias. Algunos de los criterios utilizados para valorar la credibilidad de una página, según el estudio realizado por Eysenbach y Köhler18 mediante entrevistas y grupos focales a un grupo de 21 internautas, fueron: la fuente (fundamentalmente, que las páginas fuesen de autoridades sanitarias), la imagen del portal (que tuviese una apariencia «profesional»), el lenguaje comprensible aunque técnico, que se citasen referencias científicas y, aunque menos importantes, aspectos de accesibilidad y la facilidad de uso (como mapa del sitio, gran capacidad de búsqueda, interfaz rápida y posibilidad de ponerse en contacto a través de correo electrónico con el responsable de la página web). Hay que considerar que, como media, los internautas dedican unos 5 minutos 42 segundos a buscar información sobre lo que buscan18 y en este tiempo deciden a quién atribuyen mayor credibilidad.
En el análisis de Kunst et al35 llegaron a la conclusión de que portales web con una apariencia creíble no necesariamente ofrecen niveles de fiabilidad altos.
Calidad de los portales sanitarios
Sin embargo, uno de los problemas con que nos encontramos a la hora de evaluar la información de calidad es la gran variabilidad respecto a qué se considera como tal. Para definir la calidad de una página encontramos trabajos que hablan de unos pocos indicadores básicos, como que esté basado en la evidencia, con información clara y que el usuario esté implicado en el proceso39; pero también hay trabajos donde, a través de una revisión de publicaciones referidas a la evaluación de la calidad de la información médica publicada en la web, se encuentra más de una treintena de criterios organizados en criterios técnicos (cómo la información es presentada o qué información es dada), diseño (aspectos visuales de la página), legibilidad (nivel de complejidad de un documento basado en la complejidad y longitud de las palabras y de las frases), exactitud (grado de concordancia de la información contenida en la página web con la mejor evidencia clínica o la aceptada por la práctica médica) y alcance/cobertura40. En otros casos se utilizan como indicadores cibermétricos28 el número de enlaces que recibe desde otras páginas (factor impacto) y el número de páginas hospedadas en el portal, e indicadores cualitativos derivados de la guía AMA: accesibilidad, actualización, acreditación (suscripción a principios de ética), autoría, dirección de contacto, facilidad de uso (elementos que facilitan la navegación), patrocinio, revisores externos, confidencialidad, publicidad (consta la política de contratación de publicidad), si hay anuncios diferenciados del texto.
Otro tema a considerar es la necesidad de mantener activo y actualizado un portal web y todos sus contenidos, lo que resulta laborioso. Al revisar portales sanitarios con un lapso de 5 años se ha encontrado41 que un 43% sigue operativo y, de éstos, el 33,67% no ofrecía nueva información. Otro de los puntos señalados es que un 20% de los enlaces a otras páginas no estaban operativos.
El crecimiento del número de portales sanitarios y la diversidad de sus contenidos (desde la descripción de las enfermedades y de las alternativas terapéuticas hasta los ranking de hospitales) nos invita a considerar la importancia de ofrecer una información de calidad.
Ayudas para los internautas
En los últimos años han surgido algunas compañías que han establecido un sistema de consulta médica a través de Internet42 o han abierto un portal en el que los pacientes pueden obtener una segunda opinión43 e incluso se pueden adquirir fármacos que no requieren prescripción (e-farmacia)44 en, al menos, 132 países con más de 100 fármacos disponibles.
De igual forma, han surgido en revistas de conocido prestigio, como el Journal of the American Medical Association (JAMA), páginas especiales de información al paciente, o revistas especializadas, como el Journal of Medical Internet Research, u organizaciones que procuran ofrecer información contrastada, como Health Summit Working, Internet Healthcare Coalition o el Centro para la Calidad de la Información Sanitaria (C-H-i-Q) en el Reino Unido.
El número de portales donde pueden realizarse consultas se ha incrementado. Ejemplos de algunos muy visitados pueden ser: New York Online Access to Health (NOAH); MEDLINEplus; CancerNET; DrKroop, Food and Drug Administration; Healthfinder; Physician Data Query; Centro Médico Virtual; Ecomedic; Mi Pediatra; Observatorio de Salud y Mujer, o la enciclopedia de salud del Martin Memorial Health System de términos sanitarios (que tiene su sección en español). Han aparecido también los ranking de las mejores web de salud, con actualización semanal45.
Ahora bien, hay que ser prudentes, ya que al revisar 47 motores de búsqueda se ha encontrado que sólo 14 describen el criterio que utilizan para realizar búsquedas y sólo 5 muestran instrucciones de cómo usarlos para aprovecharlos al máximo46.
Por ello, el desarrollo de un código ético que ofrezca garantías a los ciudadanos sobre los contenidos de estas páginas aparece como una necesidad de la práctica clínica. Éste ha sido el enfoque de algunas organizaciones donde podemos consultar algunos ejemplos de códigos éticos (tabla 1).
Conclusiones
Internet tiene como principal característica la accesibilidad. Desde cualquier punto puede accederse y navegar por la red y también desde cualquier punto puede «colgarse» nueva información. Aunque en la práctica la fiabilidad de la información no sea la que nos gustaría y debemos trabajar para lograr un mayor rigor en los contenidos de los portales sanitarios en la búsqueda de consenso para establecer un código ético que asegure la fiabilidad de la información, no debemos olvidar que la información escrita también queda obsoleta y que también puede contener información incorrecta47.
Los estudios muestran que hay gran variabilidad en lo que se considera una página con información sanitaria de calidad40,48, y es necesario un esfuerzo por aunar criterios que permitan que los usuarios de esta información puedan emplearla con garantías. No debemos olvidar que cada vez es mayor el número de personas que, teniendo fácil acceso a Internet, buscan este tipo de información, y se ha demostrado que la información incompleta o inexacta puede perjudicar a los usuarios que confían en la bondad de la información contenida en la red49.
A pesar del afán por establecer determinados conceptos, tales como fiabilidad (grado en que los contenidos de las páginas sanitarias se corresponden con los conocimientos y evidencias científicas del momento) y credibilidad (grado en que los internautas creen que la información de las páginas sanitarias se corresponden con los conocimientos y evidencias científicas del momento), que ayuden a clarificar qué información debe contener y de qué modo debe estar organizada una página web sanitaria, todavía existen lagunas importantes que clarificar mediante estudios sobre esta temática.
Así pues, a pesar de que hay autores que postulan que no es necesario establecer unos criterios unificados de calidad de la información sanitaria y que debería ser el propio paciente el que decidiese a qué información atender47,50, la mayor parte considera que se deberían encontrar unos pocos criterios consensuados que puedan entender y emplear todos los internautas.