Empecé a escribir esta columna en altitud de crucero en un vuelo desde Frankfurt a Chicago. Cuando disfruto de mis trayectos, siempre hay algo especial al volver a casa. Esta vez era algo más. Esta vez, volvía como paciente.
El horario frenético y los fondos limitados para los viajes hacen que sea poco frecuente para el presidente de WONCA poder asistir a los congresos de los colegios nacionales. Normalmente, asisto a congresos regionales, de la OMS u otros compromisos similares que consumen la mayor parte del tiempo y de los recursos disponibles para el presidente. Pero había decidido utilizar fondos personales y de WONCA para viajar a Bilbao, España, y asistir al congreso anual de la semFYC.
Mis razones para asistir al congreso español eran varias. España es una de las mayores y más influyentes organizaciones miembro de WONCA, y envía muchos delegados a los congresos en Europa y Latinoamérica. El sistema español de salud ha demostrado que un cambio de la genérica atención primaria hacia la medicina de familia produce mejores resultados y una mayor satisfacción en el paciente. Lo más urgente era que la economía española estaba en crisis. Así pues, fui con el deseo de aprender más sobre cómo la crisis económica estaba afectando a los servicios de salud y mostrar solidaridad y apoyo global a los médicos de familia de España.
Poco después de mi llegada a Bilbao el martes por la tarde, estaba escribiendo un e-mail en mi habitación del hotel cuando repentinamente tuve varios ataques con episodios cercanos a un presíncope. Los episodios duraron entre 3 y 5s y en ningún momento perdí la consciencia, ni tuve malestar en el pecho, ni problemas respiratorios u otras dificultades. Mis pulsaciones eran regulares y por debajo de 60. Entre estos episodios y después de ellos, me encontré bien. Atribuí mis síntomas al jet lag y la deshidratación, así que tomé líquidos.
A la mañana siguiente tuve varios episodios similares más. Ese mismo miércoles más tarde, en la recepción, se los mencioné al doctor Basora, presidente de semFYC. En un momento, estuve en manos de varios médicos de familia, que me llevaron a un centro de salud donde me examinaron y los resultados de mi electrocardiograma fueron normales. La doctora Carmen Aranzabol, la médica de familia que me atendió, fue concienzuda y compasiva. Me recomendó beber más líquido, perder peso y hacer más ejercicio.
Después de un día y una noche de mucho trabajo durante el jueves, mis síntomas volvieron mientras estaba visitando otro centro de salud el viernes con los doctores José Miguel Bueno y Ana Rubio. Me hicieron otro electrocardiograma, que mostró fibrilación auricular con una respuesta ventricular controlada a 90. La doctora Ana me llevó al Hospital de Basurto (Basurto Ospitalea, en Euskera) para una evaluación más profunda. Con relación a mis antecedentes, debo mencionar que he sido afortunado al no tener ningún problema significativo de salud. Nunca había sido diagnosticado de diabetes o presión arterial alta. Mi colesterol alto había respondido bien a las estatinas durante años. Mis factores de riesgo más importantes eran la muerte repentina de mi padre a los 51 años mientras corría, y la angioplastia que sufrió mi madre a los 61 años. Además, había ganado cerca de 40kg de peso en 10 años de viajar intensamente, con demasiadas ingestas y demasiadas reuniones en demasiadas zonas horarias. Mi rutina de ejercicio había ido disminuyendo de forma continuada desde correr de manera regular, a caminar, y finalmente intentar dormir más que caminar.
En el hospital, recuperé de nuevo el ritmo sinusal normal a los 20min de mi llegada. Me sentí bien el resto del tiempo que estuve en España. Mi troponina era normal, las pruebas y el recuento sanguíneo, las radiografías de pecho y el electrocardiograma. Fui monitorizado durante varias horas y se me recomendó la realización de más pruebas a mi vuelta a los Estados Unidos. Desde el hospital, llamé a mi médico de familia para explicarle lo ocurrido en los últimos 4 días. Me indicó que me programaría las pruebas necesarias tan pronto como volviera a casa. Esas pruebas me condujeron por un camino que nunca hubiera imaginado en mi vida, pero esa es otra historia.
Así que quisiera compartir algunas reflexiones de mi experiencia como paciente en España. Los médicos de familia españoles fueron maravillosos. Fueron muchos los que dieron un paso adelante para ayudarme. En sus caras podía ver una mezcla de sincera preocupación y esperanza de que no muriera en su guardia y en su país. Varios doctores merecen una especial mención y agradecimiento: las doctoras Ana Rubio y Susana Martín Benavides, los doctores José Miguel Bueno, Iñaki Martínez Numatuj y Pascual Solanas. Durante mis 4h en el Servicio de Urgencias del hospital todo el mundo fue muy amable y profesional. Observé varias similitudes con mi propio sistema de salud. Pasó demasiado tiempo hasta que me hicieron entrar (los pacientes cardiacos deben ser evaluados rápidamente). Parece que la burocracia debe ser protagonista, no importa donde sea. Noté que las luces brillantes a través de los pasillos y las áreas de examen del hospital parecen tener el objetivo de crear la máxima incomodidad para quien yace en la cama de un hospital. Quizá los ingenieros eléctricos deberían pasar algún tiempo en posición de decúbito supino en el hospital.
Un tanto sorprendentemente para mí, los profesionales que se revelaron más importantes que los doctores de urgencias fueron los de enfermería. Sus cálidas sonrisas, trato amable y ayuda frecuente tuvieron el doble efecto de darme la seguridad de que estaba siendo bien atendido y recordarme que estaba mucho más ansioso de lo que me había dado cuenta. Mi viaje a Bilbao supuso mucho más que mis experiencias médicas personales. Aprendí que los médicos de familia españoles mantienen una razonable buena moral ante las dificultades económicas. El efecto más inmediato de la crisis financiera era que se estaba a la espera de dejar de contar con los doctores suplentes. Los dolorosos recortes que temía para el sistema español de salud todavía no habían ocurrido. Me conmovió el cauteloso optimismo de los doctores españoles, pues sabía que tenían la desafiante tarea de dar tranquilidad, estabilidad y esperanza a sus pacientes y comunidades. Discutimos estrategias para llegar a las poblaciones locales y ayudarles no solo con su salud, sino también con su futuro económico.
Así pues, mi plan para reconfortar a los médicos de familia de España no funcionó como esperaba. Más bien, fueron ellos quienes me reconfortaron a mí. Y por ello, les estaré eternamente agradecido.
http://www.globalfamilydoctor.com/News/PresidentsMessages.aspx