Introducción
Se ha definido el tabaquismo como la gran epidemia silenciosa del siglo xx que causa la muerte a millones de personas cada año1. Actualmente, más que hablar de factor de riesgo deberíamos considerar el tabaquismo como una enfermedad2 crónica, ya que, mientras una pequeña parte de los fumadores consigue la abstinencia permanente en el primer intento, la mayoría atraviesa diversos períodos de recaída y remisión3. La condición recidivante de este trastorno hace aconsejable una atención continuada, como ocurre en otros procesos crónicos (hipertensión arterial, diabetes, entre otros).
La eficiencia de las intervenciones sobre este hábito está claramente constatada4-6, siendo los profesionales de atención primaria, por la accesibilidad y continuidad en la asistencia, los que ocupan una posición privilegiada para el tratamiento y seguimiento de los fumadores.
En los últimos años se han ido extendiendo programas y experiencias de deshabituación tabáquica en atención primaria7-9 y sociedades científicas han elaborado guías para el abordaje de este problema en pacientes que acuden a los centros de salud10. Son menos los trabajos publicados sobre experiencias de tratamiento de pacientes fumadores hospitalizados11,12.
El problema del tabaquismo excede el ámbito sanitario y requiere la adopción de normativas frente a los distintos intereses creados en torno al consumo de tabaco; sin embargo, ante la evidencia científica de los efectos nocivos del tabaco sobre la salud y la eficiencia de las intervenciones sobre el tabaquismo consideramos, coincidiendo con otros autores3,13, que debe institucionalizarse la identificación y el tratamiento del tabaquismo en los centros sanitarios.
En el Área Sanitaria VIII de Asturias, hace 4 años se puso en marcha un programa de deshabituación tabáquica14. Teniendo en cuenta la efectividad del mismo15, consideramos pertinente la propuesta de la Dirección General de Salud Pública de nuestra comunidad autónoma de extenderlo a pacientes que van a ser sometidos a una intervención quirúrgica. Este programa quedaría enmarcado en uno más amplio: el Programa de Aire Saludable en los Centros Sanitarios16.
Algunos autores señalan que sería aconsejable que el abandono del tabaco ante cualquier cirugía se produjera 6-8 semanas antes, ya que sus efectos nocivos pueden aumentar las complicaciones postoperatorias17,18.
Objetivo
Favorecer el abandono o la reducción del hábito tabáquico en los pacientes fumadores que van a ser sometidos a intervención quirúrgica programada de cirugía general o traumatología en el Hospital Valle del Nalón, y que tengan su médico de familia en el Área Sanitaria VIII de Asturias.
Programa
Actividades
Todos los pacientes que vayan a ser sometidos a una intervención quirúrgica programada serán interrogados sobre el hábito tabáquico por la enfermera de la consulta de cirugía general o traumatología; si no fuman, se les felicitará y animará a seguir con esa conducta. Si el paciente es fumador, se cuantificará el consumo, se le informará de las ventajas de abandonar el hábito y del riesgo añadido que éste supone para la intervención. Se realizará el test de Richmond y si la puntuación obtenida es >= 7, se le derivará al centro de salud para ser seguido en el Plan de Ayuda al Fumador14.
A todos los pacientes fumadores se les dará consejo y se les entregará folletos sobre los beneficios del abandono del hábito.
Intervenciones
Una vez que el paciente acude a su médico de familia, éste valorará su actitud, le realizará el test de Fagerström y, con el resultado del mismo y del test de motivación, se clasificará al fumador y se elaborará un plan de tratamiento individual en función de la fase en la que se encuentre.
Durante el ingreso una enfermera del servicio de cirugía o traumatología visitará al paciente para reforzar su cesación. Una vez que éste ha sido dado de alta, el seguimiento se realizará, igual que al resto de fumadores que siguen el plan de ayuda al fumador, mediante visitas quincenales durante los tres primeros meses y luego cada mes o mes y medio hasta los 6 meses, opcional a los 9 meses y una final a los 12, aunque el plan de visitas se adaptará a las características del paciente.
Evaluación
Se llevará a cabo anualmente, coincidiendo con la evaluación de cartera de servicios. Se cuantificarán los fumadores intervenidos quirúrgicamente que han sido aconsejados, número de ellos derivados a atención primaria, número de pacientes visitados en planta y fumadores que durante el ingreso han abandonado o reducido el consumo de cigarrillos. Respecto a la evaluación del seguimiento en atención primaria, se cuantificará el porcentaje de pacientes con número de visitas adecuado. También se medirá el porcentaje de abstinentes al mes, a los 6 meses y al año del alta.
Discusión
No está prevista en el programa la financiación del tratamiento farmacológico o la terapia sustitutiva con nicotina, lo que puede motivar, en caso de ser prescrito por el médico, el rechazo al tratamiento por parte de algunos pacientes, si bien no suele ser éste el motivo de la falta de cumplimiento terapéutico11.
Parece lógico pensar que durante el tiempo de espera para una intervención se produzca ansiedad en el paciente y, en este sentido, no sería el mejor momento para abandonar el hábito, pero también es cierto que conocer que el tabaco puede entorpecer la recuperación puede ser una motivación adicional para intentar el abandono. Otra limitación del programa es el tiempo de que se dispone para intervenir, que vendrá condicionado por la fecha de la intervención quirúrgica.
No hemos encontrado en nuestro medio ningún programa que se asemeje al aquí descrito, aunque en otros países sí hay experiencias de intervenciones en fumadores que van a ser sometidos a cirugía17,18.
La restricción de fumar en los centros sanitarios hace que, cuando un enfermo es hospitalizado de forma aguda, deba interrumpir este hábito sin que nadie le ofrezca ayuda, lo que sin duda puede agravar la angustia que ya por sí genera la hospitalización. Si este ingreso es previsible, parece lógico que ayudemos a nuestros pacientes a abandonar el hábito con antelación.
Existen experiencias de ayuda a los fumadores hospitalizados para que no fumen durante la hospitalización12, pero la intervención a medio plazo no resulta eficaz, probablemente por la falta de seguimiento después del alta.
En nuestro caso la experiencia y formación de los profesionales del Área Sanitaria en el tratamiento de la deshabituación tabáquica19, la efectividad del programa de ayuda al fumador que se está llevando a cabo desde hace años en el ámbito de Atención Primaria y la continuidad en la atención que ofrece este nivel asistencial, que favorece que si el paciente sufre una recaída se aprovechen otras demandas de asistencia para revisar las circunstancias que la han motivado pudiendo brindarle ayuda para un nuevo intento, hacen que hayamos considerado que el marco idóneo para esta intervención sea la atención primaria.
Lógicamente, este programa se realiza con la colaboración de atención especializada, ya que el seguimiento durante la hospitalización lo lleva a cabo personal de enfermería del hospital.
Transcurrido un tiempo desde su puesta en marcha, y una vez que la experiencia haya sido evaluada, podrá valorarse su extensión a pacientes que vayan a ser sometidos a intervenciones quirúrgicas de otras especialidades.