Hemos leído con gran interés el artículo «Aislamiento social y soledad: ¿qué podemos hacer los equipos de atención primaria?»1. Ante todo, celebramos que se publique sobre la soledad desde atención primaria de nuestro país, y es que en España se sufre más soledad que en el Norte de Europa, precisamente por la gran importancia que han tenido tradicionalmente las redes de soporte familiares y sociales.
¿Qué están haciendo ya los equipos de atención primaria?En Catalunya, varios equipos de atención primaria (EAP) están implicados en la detección, derivación y algunos en la intervención de la soledad y el aislamiento social. Son claros ejemplos su implicación en las iniciativas comunitarias «Escoles de salut» y «Baixem al Carrer» promovidas por la Agència de Salut Pública de Barcelona y «Radars» del Ayuntamiento de Barcelona. Desde el campo de la investigación, el proyecto «CAMINS: de la solitud a la participación» ha implementado y evaluado una intervención grupal en 3 EAP, llevada a cabo por trabajo social y enfermería con implicación comunitaria para conectar entre ellas a personas solas de un mismo barrio promoviendo el apoyo entre iguales y la participación social2. Entre otras cosas se favorece que los participantes compartan sus propias y diversas vivencias relacionadas con la soledad, por ejemplo trabajando con imágenes. Para conectar a las personas mayores con los recursos del barrio, profesionales y personas voluntarias elaboran un mapa de activos en salud que sirve de punto de partida para que las personas participantes decidan qué 5 recursos del barrio quieren ir a conocer junto a las personas voluntarias.
Actualmente, la intervención de CAMINS forma parte, junto a otras temáticas, del ensayo clínico AEQUALIS que se está aplicando en 16 centros de primaria de Catalunya3.
Cómo (no) abordar la soledadMientras que las intervenciones mencionadas tienen como eje central el empoderamiento de las personas mayores y su conexión con oportunidades que tienen a su alcance, los autores se refieren al metaanálisis de Masi et al. que «concluye que las intervenciones que actúan sobre los pensamientos sociales maladaptativos son las que mejor reducen la soledad»4. Sin embargo, los resultados favorables a las intervenciones cognitivo-conductuales se fundamentan en 4 estudios eficaces, 3 de los cuales están dirigidos a jóvenes y solo uno a personas mayores institucionalizadas, basado en terapia de reminiscencia. El resto de ensayos clínicos eficaces en personas mayores que incluye el metaanálisis se basan en la estrategia de aumentar el apoyo social. Así, la propuesta de abordar la soledad como trastorno maladaptativo mediante una terapia cognitivo-conductual para efectuar «una reestructuración cognitiva de estos sentimientos distorsionadores» nos parece poco fundamentada en la evidencia científica.
Existe un ensayo clínico finlandés de alta calidad metodológica que ha demostrado que una intervención grupal dirigida a promover el apoyo entre iguales, la participación y el empoderamiento era coste-efectiva, reducía la mortalidad y el uso de recursos, y mejoraba la cognición y la calidad de vida de aquellas personas mayores que se sentían solas5.
Por último, queremos destacar que el hecho de que la soledad tenga un impacto patofisiológico no significa que la solución sea redireccionar los mecanismos alterados, como por ejemplo mediante un medicamento. En realidad, sabemos que el apoyo social afecta la salud mediante procesos macrosociales dinámicamente conectados con procesos psicobiológicos6.
Concluyendo, los problemas complejos requieren soluciones complejas. El ser humano es multidimensional, con sus dimensiones física, psíquica y social estrechamente interrelacionadas. Así, como en parte también apunta el artículo, abordar la soledad desde la atención primaria debería fortalecer la implementación del modelo biopsicosocial, la perspectiva de salutogénesis y la intervención comunitaria, y no la biologización de lo social, es decir, la medicalización de la soledad.