Sr. Director: La lectura de las reflexiones de V. Grenzner sobre «Medicina de familia y listas de espera», donde defiende en un marco teórico las bondades de un modelo de alta accesibilidad (MAAc) como método de control de las listas de espera de atención primaria (AP), despierta cierta inquietud e ideas que siento la necesidad de comunicar y compartir. El contraste de opiniones y pensamientos siempre es enriquecedor.
Evidentemente, listas de espera en AP de 3-4 o más días son poco justificables e inadmisible.
También es cierto que el concepto teórico «lista de espera cero» es, por definición, ineficiente, ya que supondría aumentar la posibilidad de tener a profesionales y/o medios parados, a la espera de demanda, con la correspondiente pérdida de recursos. Además, conocemos que sólo un 15-20% de la demanda diaria en AP no es demorable.
Dicho todo lo anterior, el propio Grenzner comenta los múltiples interrogantes que se abren ante el MAAc, y entre las condiciones necesarias para la implantación de este modelo consta, en primer lugar, y pienso que no por casualidad, listas de pacientes (cupos) no abultados y con una proporción adecuada de ancianos.
Si este primer punto se lograra, tendríamos parte del problema resuelto, con independencia del modelo que aplicar.
Pero deberíamos también afrontar los «cuellos de botella» que se forman en la solución de problemas. De poco sirve una lista de espera sin demora en AP si después una interconsulta o una simple ecografía pueden tardar 3-6 meses en realizarse. ¿No es incongruente? Nuestro Sistema Sanitario origina un gigantesco embudo con boca amplia en AP y salida estrecha con los medios diagnósticos que facilitan una resolución centrada en el hospital. Encima, nos extrañamos de que se utilicen puertas falsas (urgencias) en la búsqueda de soluciones.
En mi opinión, el problema de la medicina de familia no está tanto en la accesibilidad como en la falta de capacidad resolutiva, por la suma de diversos factores: escaso tiempo por paciente en consulta, escasos medios diagnósticos, escasez de aparatos e instrumental, falta de conocimientos y habilidades en los profesionales, tendencia a la comodidad --«lo fácil es derivar y encima no me equivoco y evito posibles reclamaciones»-- y, por supuesto, no olvidemos los listados de personas/médicos no adaptados, etc.
A ello hay que añadir que una parte importante de la agenda ofertada se consume en tareas administrativas que obligan a consultas repetidas y absurdas, como renovación de facturas-recetas, partes de baja, certificados e informes para viajes del Inserso, balnearios, informes para la tramitación de determinadas prestaciones, recetas de tóxicos, informes visado de fármacos, informes-certificados para colegios, ingreso en la Universidad, informes-certificados para realizar oposiciones, informes certificados para firmar contratos laborales, informes para tramitación de préstamos bancarios, informes, informes,... informes.
¿Hay algo más absurdo que un paciente-cliente-usuario que ha sido atendido en urgencias (por motivo justificado o no) tenga después que acudir a su médico para que éste les haga las recetas de los productos indicados en las urgencias y adelantados en la farmacia?
Todos conocemos que hay quien cree que una forma de controlar la demanda es dificultar la obtención final del servicio, creando a tal fin circuitos interminables (similares al padecido por Juan L.M.), con la esperanza de que en el camino alguien se aburra, abandone o busque la solución total o parcial en sistemas paralelos, generalmente privados.
Para finalizar, y resumiendo, son precisos listados-cupos ajustados, tiempos por pacientes adecuados en agendas dinámicas y medios técnicos adecuados para aumentar la resolución (si algo se puede resolver en 1-2 visitas mejor que en 3).
No olvidemos que los recursos son limitados y, en consecuencia, la oferta de prestaciones también, lo que obliga al control de demandas.
La educación es fundamental, pero los resultados no son inmediatos y consumen recursos, no surgen de forma espontánea. Por tanto, se precisan técnicas de organización que, en definitiva, prioricen y establecen un orden (primero, segundo, tercero...), originando una demora lógica y razonable que se asume por el bien de todos.
No entendemos por qué no puede haber una lista de espera, razonable, en medicina ¿No la tenemos a veces en casa para usar el aseo? ¿O para comer en un restaurante?
«No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» es un buen lema. Tampoco es malo «Si por hacerlo hoy lo puedes hacer mal, aplázalo a mañana».
Imaginemos por un momento un diálogo entre un usuario/a y el administrativo/a del servicio de admisión de su centro de salud:
Usuario: ¿Visita hoy mi médico?
Administrativo: Sí, señor, su médico tiene hoy consulta, su agenda está bastante cargada, como es habitual; si usted lo precisa podemos buscarle unos minutos, pero en 1-3 días podemos concertarle una cita normal de 15 minutos. Usted dirá qué hacemos.
Pongámonos en lugar del usuario y contestemos.