Sres. Directores: Agradecemos los elogios que M.A. Prieto, J.C. March y N. Pascual realizan de nuestro artículo, así como que sus comentarios nos permitan exponer mejor nuestro escepticismo ante los equipos de soporte. Cataluña ha sido pionera en la implantación de equipos de atención domiciliara de soporte a los de atención primaria, los denominados PADES. Aunque he de reconocer que no hemos encontrado publicada ninguna evaluación de este programa, la impresión subjetiva es que no han sido plenamente aceptados por los profesionales de las áreas básicas de salud, lo que no deja de ser sorprendente, dado su carácter de equipo de soporte. La razón fundamental de esta cierta impopularidad es que en muchos territorios, entre los que se encuentra el de nuestro centro de salud, se ha utilizado el PADES para realizar el seguimiento domiciliario de los pacientes terminales dados de alta del hospital, esquivando la cooperación de los equipos de atención primaria. En repetidas ocasiones nos hemos encontrado con que las familias de los paciente terminales que seguíamos en sus domicilios recibían llamadas periódicas del médico del hospital recomendando el servicio PADES y cuestionando la labor que realizábamos como médicos de cabecera. Sucede que, como en tantos otros casos, el hospital, alegando incapacidad ignorancia o falta de tiempo de la atención primaria crea servicios paralelos para cubrir la asistencia que preocupa al jefe de servicio. Este nuevo servicio extrahospitalario suele utilizarse como instrumento de poder del hospital dentro del ámbito de la atención primaria.
Como pacientes, nos gustaría disponer de un médico de cabecera que administrara nuestras primeras vacunas, nos previniera de las enfermedades prevalentes, nos aconsejara sobre la salud a lo largo de la vida, nos curara los procesos agudos, cuidara nuestras enfermedades crónicas y no nos abandonara al encontrarnos en el difícil momento de la fase final de mi vida. Precisamente, en este período es cuando más importancia tiene el vínculo afectivo que se ha forjado a lo largo de la vida, y en cambio menos dificultades técnicas presenta el tratamiento clínico del paciente1. Si realmente los servicios de atención primaria no pueden hacer frente a la misión que tienen encomendada dentro del sistema sanitario, deberán recibir los recursos o la formación suficiente para lograrlo. En ningún caso esta situación ha de ser una excusa para relegar al equipo de atención primaria a la tarea de realizar los trámites burocráticos (repetir recetas, derivar, etc.) y encomendar la labor clínica que le es propia a servicios paralelos como el PADES, el Programa de Atención a la Mujer, etc. estrechamente vinculados a servicios hospitalarios. Hemos de superar la fase de que la administración sanitaria, los hospitales o los colectivos profesionales tutelen la atención primaria indicando cómo debe organizarse. El ámbito de atención primaria ha conseguido el nivel de madurez suficiente para asumir la responsabilidad de cubrir unos objetivos asistenciales en función de los recursos que tiene asignados. Dejemos que los equipos encuentren la mejor forma de organizarse2.