Agradecemos el interés que muestran los autores de la presente carta al director sobre nuestro trabajo1 y las consideraciones al respecto.
Nos congratulamos de que otros estudios como el de los autores de la carta2 vayan en línea con el nuestro respecto a la incidencia de la neumonía adquirida en la comunidad (NAC) encontrando también una incidencia superior a la de estudios previos probablemente debido a que, aunque el ámbito del estudio es un servicio de urgencias (SU) hospitalario, además recogieron datos de neumonías tratadas en Atención Primaria (AP), siendo este aspecto determinante en nuestra opinión en la infraestimación de la incidencia de las NAC, ya que estos pacientes (en nuestra serie el 42,3% del total) no han sido incluidos en la mayoría de los estudios realizados.
En cuanto a la tasa de ingresos por NAC, el 28,5% en nuestra serie, es parecida a las descritas en la guía multidisciplinar del 20133 que referencian los autores de la carta, el 32% en un estudio nacional y el 17% en uno del Reino Unido. Sin embargo, difieren de los de su estudio2 entre el 36,5 y 43% de ingresos en función de los grupos. Pensamos que la diferencia está en el lugar de realización del estudio, recogiendo en su caso ingresos de pacientes procedentes del SU, con mayor frecuencia de criterios de gravedad que la globalidad de los pacientes con NAC, como es nuestro caso, en el que también ingresaron el 37% de los procedentes de los SU hospitalarios frente al 15,5% de los diagnosticados en AP.
La tasa de mortalidad por NAC obtenida por nosotros (2,7%), es cercana a las encontradas en otros estudios, como el 3% de un estudio del Reino Unido4 o el 4% de otro que incluye también diagnósticos extrahospitalarios5. En su estudio2, la mortalidad de los pacientes con NAC atendidos en el SU varió entre el 5,5 y 15%. Igualmente pensamos que las diferencias en la mortalidad se justifican por las características de los pacientes que acuden a los SU, con mayor prevalencia de factores de riesgo de ingreso y de mortalidad. También en nuestra serie, la mortalidad de los pacientes que acudieron al hospital fue del 3,7 frente al 1,2% de los seguidos en AP, concordando nuevamente con lo expresado en la guía de 20133 que apunta que la mortalidad de los pacientes atendidos en AP es baja, inferior al 1%.
Respecto a los factores asociados a la mortalidad en nuestra serie, aunque los pacientes con insuficiencia cardíaca, EPOC, enfermedad renal crónica y cardiopatía isquémica tuvieron mayor mortalidad, en el análisis multivariante ninguno de ellos resultó estadísticamente significativo, siendo la edad la única variable asociada a la mortalidad. Coincidimos también en este punto con la citada guía3 en identificar a la edad como el factor de riesgo más significativo de mortalidad. Sin embargo, tal como expresamos en el artículo, estamos de acuerdo en que no podemos descartar que con una muestra mayor alguno de estos factores pudieran relacionarse con la mortalidad.
El estudio publicado por los autores de la carta2 no tenía como objetivo principal conocer las tasas de ingresos y mortalidad por NAC como era nuestro caso. Pensamos que la diferencia en ingresos y mortalidad es que estos datos corresponden a pacientes atendidos en el SU, no extrapolables a la totalidad de los pacientes con NAC. Por tanto, coincidimos en afirmar que la incidencia de la NAC está infraestimada, pero pensamos también que las tasas de ingresos y mortalidad están sobreestimadas en la mayoría de los estudios a causa de la dificultad de incluir en los estudios la totalidad de las neumonías diagnosticadas en la comunidad.