La pandemia de la enfermedad por coronavirus SARS-COV-2 (COVID-19) ha provocado una importante crisis sanitaria, económica y social que, muy posiblemente, persistirá en el tiempo. Para frenar la propagación del virus, los diferentes países instauraron medidas de contención y mitigación restringiendo la movilidad de personas, incluyendo el confinamiento domiciliario a nivel estatal. Las medidas de confinamiento aplicadas en España han sido muy severas, con un primer estado de alarma aprobado el 14 de marzo de 2020 y prorrogado hasta el 21 de junio, con el cierre de todas las actividades no esenciales y confinamiento domiciliario y un segundo estado de alarma entre el 25 de octubre de 2020 a 9 de mayo de 2021, con importantes restricciones, aunque sin confinamiento domiciliario1.
El inicio de la pandemia marcó un cambio en el funcionamiento de los servicios sanitarios, centrándose mayoritariamente en la atención de los pacientes con complicaciones de la COVID-19 y disminuyendo e incluso cancelando los servicios sanitarios no esenciales. Los diagnósticos y tratamientos de los pacientes se redujeron a los casos urgentes y se dejaron de hacer la mayoría de las actividades preventivas rutinarias. En atención primaria se primó la comunicación de los pacientes con los médicos y enfermeras de forma telemática (teléfono, e-consulta, videoconferencia), desaconsejando las consultas presenciales. A la vez, hay estudios que señalan que algunos pacientes no acudieron a los centros sanitarios por miedo a contraer COVID-192.
Las medidas para reducir la mortalidad y controlar la pandemia, han conllevado una demora en la atención y seguimiento de muchos pacientes, con importantes daños colaterales. Con relación al cáncer, se aplazaron los programas de prevención primaria (deshabituación tabaco, vacuna del virus papiloma humano) y también se pospusieron los cribados (mama, colorrectal y cérvix), lo cual ha ocasionado un descenso de la detección de canceres asintomáticos. En atención primaria, la dificultad de evaluación de los signos y síntomas de sospecha de cáncer a través de la telemedicina y la escasa accesibilidad a pruebas complementarias supuso un descenso en el diagnóstico de los cánceres sintomáticos. En los pacientes oncológicos hubo una disminución de las visitas y procesos diagnósticos de seguimiento y de los tratamientos.
Un estudio de series temporales realizado con los registros de la historia clínica informatizada de atención primaria del Institut Català de la Salut, entre marzo y septiembre de 2020, estima una reducción de 8.700 casos nuevos (IC 95%: 4.135-13.397), lo que representa un 34% menos de los cánceres esperados3. Durante marzo, abril y mayo de 2020, los meses con las medidas restrictivas más duras, las reducciones estimadas fueron, respectivamente, del 36, 59,3 y 45,5%. Al evaluar los tipos específicos de diagnóstico de cáncer, la mayor educción ha ocurrido en los cánceres de piel (melanomas y no melanomas) (43,7%), seguido del cáncer de próstata (33,3%), colorrectal (CCR) (27,3%), pulmón (20%) y mama (17%). Los efectos negativos sobre la incidencia del cáncer se han dado en todos los grupos de edad, sexo y clase social, especialmente en los mayores de 64 años y en los hombres. La persistencia y mayor lentitud de recuperación se ha observado entre los colectivos más vulnerables. En este estudio y en este mismo periodo de tiempo, las pruebas de detección de cáncer estándares como la colonoscopia y la mamografía disminuyeron en un total de 16.219 y 15.099 casos, respectivamente. Contrariamente, el número de radiografías de pulmón aumentó, en el contexto de pruebas diagnósticas para descartar infecciones asociadas a la COVID-193.
Otra visión complementaria del retraso diagnóstico del cáncer en España, desde una perspectiva hospitalaria, es el estudio realizado a través de un cuestionario dirigido a 78 departamentos implicados en la gestión de pacientes oncohematológicos de 37 hospitales públicos de tercer nivel4. Se estima que entre marzo y junio de 2020, la reducción del número de nuevos pacientes visitados fue de un 20,8%. El número de biopsias específicas para el diagnóstico de cáncer se redujo un 21,2% y el de citologías un 30,2%.
Estos estudios al igual que los estudios de otros países5,6 muestran un alarmante descenso en el diagnóstico de nuevos cánceres, lo que potencialmente podría aumentar el número de pacientes diagnosticados de cáncer en fase avanzada. En muchos cánceres, el retraso en el diagnóstico y tratamiento conlleva un riesgo real de pasar de ser cánceres curables (cirugías en estadios iniciales) a convertirse en incurables7. A la vez, con más complicaciones, peor calidad de vida, mayores costes y sufrimiento de las personas.
Un estudio de modelización del impacto de la infección por COVID en la supervivencia del cáncer realizado en el Reino Unido, estima que para diversos cánceres como colorrectal, esófago, pulmón, hígado, vejiga, páncreas, estómago, laringe y orofaringe, un retraso de tres meses en el diagnóstico provoca una reducción de la supervivencia a largo plazo (10 años) por encima del 10% en la mayoría de los grupos de edad y un retraso de seis meses, en muchos de estos cánceres, en más del 30%8. Otro estudio de modelización, también del Reino Unido, estima que comparado con las cifras prepandémicas, las muertes por cáncer de mama hasta cinco años después del diagnóstico aumentaran entre un 7,9 y 9,5%, por CCR entre 15,3 y 16,6%, por cáncer de pulmón entre 4,8 y 5,3% y para el de esófago entre un 5,8 y 6,0%9.
En las últimas décadas, la mortalidad por cáncer en España a pesar del aumento en la incidencia, había experimentado un fuerte descenso, aunque no de forma uniforme para todos los cánceres10. La pandemia actual ha afectado a la capacidad de prevención, diagnóstico precoz y tratamiento del cáncer y, en consecuencia, las futuras estadísticas podrían modificarse. Durante la pandemia el sistema sanitario ha mostrado algunas debilidades (carencia de materiales, falta de anticipación, hospitalocentrismo, descoordinación, entre otros ejemplos), pero también ha demostrado su capacidad resolutiva y de adaptación, con formas de trabajo novedosas y dinámicas.
La vacunación contra la COVID-19 supone el principio del fin de la pandemia y es el momento que el sistema sanitario en su conjunto, con los cambios necesarios para favorecer su sostenibilidad, vuelva a funcionar con la mayor normalidad posible. Los programas de prevención y cribado se han ido reanudado y se espera que alcancen su completa recuperación, a la vez que puedan asumir el retraso ocasionado durante la pandemia.
Lograr un diagnóstico precoz del cáncer en atención primaria sigue siendo una prioridad, a la vez que recuperar la carga residual de los cánceres no diagnosticados durante la pandemia. A pesar de un protagonismo de la teleasistencia en la atención primaria post-pandemia, para poder asegurar una correcta evaluación de los síntomas y signos de sospecha del cáncer es importante recuperar la consulta presencial (apreciación de cambios físicos, lenguaje no verbal, percepción subjetiva de que algo no va bien) y recobrar el acceso sin demora a los procedimientos y pruebas diagnósticas solicitadas desde la atención primaria, garantizando el correcto funcionamiento de los circuitos de diagnóstico rápido del cáncer. Abordar la acumulación de retrasos diagnósticos, quizás requiera una provisión de consultas y servicios adicionales. También es importante implicar a los pacientes en el cuidado y responsabilidad de su propia salud y que ante la presencia de cualquier signo o síntoma no pospongan ni renuncien a consultar a su médico de atención primaria.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.