Hemos leído con atención la carta de Linares y Guedez1 sobre las consecuencias negativas del síndrome de burnout (SB) en la salud de los profesionales en atención primaria. El SB se define como un síndrome tridimensional caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y realización personal disminuida. En el actual contexto de la pandemia de la COVID-19, el SB cobra mayor relevancia por su elevado impacto en la salud de los profesionales sanitarios, debido a que las demandas que atiende el personal médico y de enfermería son superiores a las habituales en su entorno de trabajo y porque, a menudo, los recursos que disponen son insuficientes. En un estudio realizado en plena pandemia con 3.537 profesionales de la salud de cuatro países, se destaca que el 67% presentó resultados positivos para el SB2.
Las repercusiones laborales del desgaste profesional no solo inciden en el propio profesional sino también en los pacientes, con especial relevancia a los efectos adversos (EA), definidos como accidentes inesperados que causan algún daño y que son consecuencia directa de la asistencia sanitaria que recibe el paciente y no de la enfermedad que padece3. La etiología de los EA es multicausal y en su origen están implicados factores relacionados con la prescripción de fármacos, con la comunicación, con la gestión y con los cuidados. Los EA están vinculados, en mayor medida, con los factores estresantes a los que está sometido el médico de familia como son la sobrecarga de demandas asistenciales y los refuerzos percibidos, la falta de autonomía profesional, el deterioro del clima laboral y la falta de apoyo de la organización2.
En el estudio Minimizing Error, Maximizing Outcome (MEMO) se reportó que los médicos estresados e insatisfechos laboralmente tienen una mayor probabilidad de cometer errores y de ofrecer una atención subóptima al paciente4. Asimismo, la ansiedad duplica el riesgo de burnout entre el personal de los equipos de atención primaria, cifra que llega al triple en el caso de los médicos de familia5. En un metaanálisis de 47 estudios sobre 42.473 médicos, se indica que el burnout se relaciona con el doble de probabilidades de estar involucrados en incidentes de seguridad del paciente6.
De lo expuesto, se infiere una relación causal entre el SB y los EA; de este modo, la prevención de estos últimos en atención primaria se debe perfilar como una estrategia prioritaria para los gestores sanitarios dado que el 70% de los EA son evitables, y hasta un 80%, cuanto mayor es su gravedad2. La prevención del agotamiento físico y emocional de los profesionales sanitarios debe focalizarse en dos direcciones. A nivel de los grupos profesionales, promoviendo el desarrollo de relaciones de apoyo mutuo y favoreciendo espacios de convivencia y el desarrollo de códigos de buenas prácticas que impulsen el cuidado entre los profesionales. En relación con la organización sanitaria, promover aquellas medidas que favorezcan la reducción de los factores de riesgo del entorno laboral, el control de la excesiva sobrecarga laboral, del escaso tiempo para la atención al paciente y proporcionar la formación en habilidades de comunicación y en el manejo de conflictos5 a las direcciones de los centros de salud.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.