res. Directores: Tradicionalmente se ha concebido la situación de drogodependencia de un sujeto como una realidad propiciada por la interrelación de las características personales del individuo y las de la propia sustancia.
Dada la proximidad que proporciona la relación médico-paciente, nos hemos encontrado en más de una ocasión con una demanda de ayuda por un problema de drogodependencia y no necesariamente por parte del drogodependiente, sino por aquella persona que más cerca tiene: el cuidador principal, también llamado co-adicto o padrino1,2 por los distintos autores.
En nuestra sociedad es frecuente el abordaje del problema de las drogodependencias desde la perspectiva de tratamiento del sujeto afectado; dentro del proceso deshabituador y rehabilitador, se hace en muchos casos también un abordaje familiar, que se ve salpicado de la conducta desadaptativa del drogodependiente quedándose sus miembros al margen de la ayuda que en el mejor de los casos se deposita en un profesional.
Cocores1 publica en 1989 un trabajo sobre los co-adictos, a los que define como aquellas personas, ya sean familiares, amigos o voluntarios, que se dedican a cuidar, corregir, salvar, etc. al adicto, involucrándose en las situaciones conflictivas de la vida del mismo y sufren y se frustran ante los repetidos fracasos, llegando a adquirir características y conductas tan anormales como las del propio adicto.
Posteriormente Kalina3 retoma el término y señala que muchos co-adictos son el producto de una familia disfuncional por la problemática del alcoholismo. Se caracterizan por presentar una baja autoestima, tener dificultad para establecer límites yoicos, presentar ansiedad, miedo al abandono, sentimientos de inseguridad...; sin embargo, y aunque en la terapia comienzan presentando una conducta similar a la del adicto, tienen una mayor capacidad para modificarla y/o aprender nuevos modelos de conductas.
En los últimos años se ha publicado un volumen notable de reseñas sobre la influencia familiar en el proceso de la drogadicción, ya sea como desencadenante o en el mantenimiento o su tratamiento4,5. Así Kandel et al, en 19766, sugieren que hay 3 etapas en el uso de drogas, y cada cual tiene sus particularidades. La primera es el uso de drogas legales como el alcohol, y constituye principalmente un fenómeno social. La segunda implica el uso de marihuana, y también está influida por el grupo de pares. La tercera etapa, el uso frecuente de otras drogas ilegales, parece depender más de la calidad de las relaciones padres-adolescentes que de otros factores. Así, se concluye que el abuso de drogas más serio es predominantemente un fenómeno familiar.
Dada la frecuentación del co-adicto en nuestras consultas, os presentamos un cuestionario (anexo 1), que hemos adaptado de Kalina, que nos parece útil para realizar un perfil y tener una herramienta a la hora de abordar a este tipo de pacientes.