Soy el extraño en el Congreso. Porque no soy médico. Aunque no tan extraño porque alguna vez he sido paciente. Y porque soy ciudadano. Por eso me afecta muy directamente todo lo que en el Congreso se hace, se dice o se deja de hacer y decir. En la sociedad podemos ser meros súbditos, simples clientes y verdaderos ciudadanos. Los súbditos obedecen y se callan. Los clientes analizan y transaccionan. Pero los ciudadanos piensan, opinan, critican, participan, deciden y exigen. Yo pretendo ser un ciudadano en el Congreso. Un ciudadano feliz al ver a tantos profesionales de la salud pensar, dialogar y tratar de comprometerse con la mejora de la salud pública en una sociedad democrática.
Mi participación consiste en hacer la evaluación etnográfica del XXIV Congreso. Es necesario hacer evaluación porque no tiene sentido navegar a toda máquina sin saber qué dirección lleva el barco. No hay viento favorable para un barco que va a la deriva. Dicho con palabras más lapidarias: no hay nada más estúpido que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada.
Evaluar es, sobre todo, comprender. No es tanto (aunque a veces lo sea) medir, controlar, comparar, clasificar, seleccionar, jerarquizar o ajusticiar. Evaluar es aprender para mejorar. Las palabras pueden servir para entender, pero también para confundirnos. El lenguaje es como una escalera por la que subimos en ocasiones a la comprensión y a la liberación, pero por la que muchas veces bajamos a la confusión y a la dominación. El problema no está en que no nos entendamos. El problema reside en creer que nos estamos entendiendo cuando no es realmente así. Por eso quiero explicar, antes de entrar en el Informe de la evaluación, lo que quiero decir cuando digo que he realizado una evaluación etnográfica. Sostengo que la evaluación etnográfica es un tipo de evaluación:
1. Está atenta a procesos y no sólo a resultados. También a resultados, pero no exclusivamente. Permitidme contaros una simpática y divertida anécdota: en un pueblo italiano viven dos personas del mismo nombre pero de diferente oficio. Los dos se llaman Giuseppe Nervi. Uno es el sacerdote del pueblo. El otro es el único taxista de la localidad. Ambos mueren el mismo día. Cuando llegan al cielo, San Pedro pregunta al primero que se acerca a su puerta:
¿Cómo se llama?
Giuseppe Nervi.
¿El sacerdote?
No, el taxista.
San Pedro analiza con suma atención su expediente. Le dice que se ha salvado y que, afortunadamente, le ha correspondido llevar en el cielo un mando de lino y un bastón de oro con incrustaciones de piedras preciosas. Seguidamente se acerca el sacerdote, que ha sido testigo de la conversación anterior. Se presenta, muy ufano, como el sacerdote del pueblo. San Pedro estudia su expediente y le dice que también se ha salvado, pero que le ha correspondido llevar un manto de esparto y un bastón de madera con pequeños trozos de piedra incrustados. El sacerdote, con firmeza y cierta indignación alega:
Permítaseme mostrar mi desacuerdo por este agravio tan evidente. Yo he sido el párroco de esta localidad durante 15 años. He cumplido siempre con mi deber, he visitado a los enfermos, celebrado misa, administrado los sacramentos y pronunciado con fervor las homilías cada domingo. Sin embargo, el taxista era un desastre conduciendo: se subía a las aceras, chocaba contra los árboles, aparcaba en cualquier sitio, superaba la velocidad establecida, frenaba a destiempo, tenía accidentes cada dos por tres...
Sí, dice San Pedro, lo sabemos. Pero en el cielo hemos aprendido a evaluar como se hace en la tierra. Ahora sólo nos fijamos en los resultados. Y hemos visto que mientras usted pronunciaba las homilías todo el pueblo dormía, pero mientras el taxista conducía, los pasajeros rezaban.
2. Da voz a los participantes (en condiciones de libertad). No es muy honesta la manifestación de aquel empresario: «A mí me gusta que mis trabajadores me digan la verdad, aunque eso les cueste el puesto».
3. En la que nadie tiene el privilegio de la verdad. Ni los patrocinadores, ni los organizadores, ni los evaluadores, ni los evaluados. ¿Para qué sirve entonces la evaluación? Para construir una plataforma de debate conducente a la comprensión del fenómeno evaluado.
4. Utiliza métodos diversos y, además, métodos sensibles para captar la complejidad. Por eso, he observado sesiones de trabajo de cada tipo (mesas, conferencias, talleres, actualizaciones...). Por eso he preguntado (oralmente y por escrito) a diversos participantes: médicos congresistas, miembros de Comités, azafatas, personal de secretaría, pacientes... He analizado los documentos preparatorios, algunos documentos de trabajo y otros producidos por los congresistas. No puede haber una evaluación rigurosa en la que se aplica un solo tipo de métodos. No se puede captar una realidad compleja con métodos simplificados.
5. No se expresa sustancialmente con números sino con descripciones. Utiliza el lenguaje de los participantes al hacer la valoración. Hay evaluaciones que consisten en un robo del conocimiento que tienen los participantes y del que se apropian con un lenguaje críptico los evaluadores. Parece que donde hay número hay ciencia. No siempre es así. Un señor tenía un hamburguesería en la que anunciaba que elaboraba y vendía «hamburguesas de pollo». En una inspección descubrieron que utilizaba otro tipo de carnes. Le preguntaron al responsable. Dijo:
Hacemos hamburguesas de pollo, pero mezclamos con carne de caballo.
Y, ¿en qué proporción hacen las mezclas?, inquiere el inspector.
Ya le digo, a un 50%: por cada pollo, un caballo.
6. Está encaminada al aprendizaje y a la mejora. Digo mejora, no solamente cambio. Un amigo le comenta a otro:
Qué pena esta vida, nadie cambia.
No digas eso, porque yo he cambiado mucho desde el año pasado.
Me refería para bien.
Y es que se puede cambiar empeorando. Un tema importante para la reflexión.
7. Está atenta a los valores y, además, está comprometida con los valores de una sociedad democrática. El evaluador ha de ser la voz de quienes no tienen voz.
8. No sólo tiene en cuenta a las personas. Porque, como dice Crönbach, en la dinámica de las instituciones hay también espacios, tiempos, leyes, condiciones, costumbres...
9. No se focaliza exclusivamente en los fallos y errores, en los desaciertos, en los fracasos. La práctica está llena de dimensiones positivas. No me gustan los evaluadores pesimistas. La práctica sanitaria parte de un presupuesto radicalmente optimista. El ser humano puede mejorar, puede sanar. La ministra de Educación de Bolivia me contaba que los habitantes de una zona de su país sólo veían los aspectos negativos de la realidad. Tanto es así que se dice de ellos que cuando alguien se marea no vuelve en sí, vuelve en no.
10. Es democrática porque los evaluados tienen el control del proceso. Está negociada, no tiene carácter jerárquico y es transparente en el proceso y en la difusión de los resultados.
Hace unos años publiqué en Buenos Aires un pequeño libro sobre evaluación externa. Se titulaba «Como en un espejo». Lo que hace la evaluación es poner un espejo en el que los evaluados puedan verse. Sencillamente dice: «Mírate, así eres». Y añade: «Mira lo que tienes que hacer para mejorar». Por eso la evaluación no es una amenaza, es una ayuda.
Aquí está el espejo. Un espejo que debería estar sostenido por un equipo, no sólo por una persona, como ha sido nuestro caso.
Estructuro el informe en categorías y subcategorías, de modo que el lector pueda entender mejor lo más significativo de lo que ha pasado.
La preparación del Congreso
Algunos piensan que los 8.000 asistentes, los numerosos ponentes, las autoridades, las azafatas, los músicos, los camareros, los técnicos de sonido... han caído desde el cielo en el momento preciso de su participación. Hay quien cree que el programa del Congreso, las bolsas con los diversos materiales, las tarjetas de identificación y los presupuestos necesarios... han aparecido por arte de magia en el momento preciso. Pero no. Ha habido una larguísima preparación. «Han sido 2 años de intenso y apasionante trabajo», dice un miembro de la comisión organizadora. La preparación de un Congreso como éste ha consumido miles de horas de trabajo, nada brillantes, muy silenciosas, llenas de generosidad.
Y, lo que se ve menos, ha habido momentos de duda, de ensaño frustrado, de intentos fallidos, de promesas incumplidas, de angustia ante el error, de miedo al fracaso... Nada de lo dicho aparece en las Actas de los Congresos. Pero existe. Y es importante.
El lema «Tendiendo puentes hacia el futuro»
Ha sido un acierto el lema del Congreso «Tendiendo puentes hacia el futuro». El puente de Triana que aparece en la portada es una hermosa y profunda metáfora. Las metáforas iluminan una parte de la realidad y dejan en la oscuridad otras, pero son un medio excelente para comprender las ideas. El XXIV Congreso ha tendido puentes entres orillas de diferente naturaleza:
Entre presente y futuro.
Entre teoría y práctica.
Entre médicos tutores y médicos residentes.
Entre autoridad y profesionales.
Entre docencia e investigación.
Entre enseñanza y aprendizaje.
Entre medicina y sociedad.
Entre pacientes y profesionales.
Entre universidad y sistema de salud.
Entre recursos y resultados.
El puente ha podido ser recorrido en ambas direcciones y ha constituido un excelente medio de aproximación de las diferentes orillas.
El número de asistentes
El número de asistentes ha batido un récord: 8.000 participantes han convertido este Congreso en el más grande de Europa y en el segundo del mundo. Esto tiene ventajas e inconvenientes. Muchos informantes han hecho alusión al agobio del número, a la magnitud de la oferta, a la desmesura de la experiencia. «El desbordamiento ha sido la principal limitación. Hay más personas de las que se puede acoger», dice un congresista.
Los 8.000 asistentes, por una extraña ley, distribuyen presencias y ausencias para no desbordar los 3.000 puestos de trabajo simultáneo del palacio de Congresos de Sevilla. Como las olas del mar, los congresistas llegan y se van, dejando siempre mojada la playa del programa. A las 11 de la mañana puede estar lleno el comedor del hotel y, al mismo tiempo, estar abarrotadas las salas de trabajo. Hay una misteriosa ley de vasos comunicantes: cuando sube la presencia en la ciudad, baja la asistencia en los lugares en que se desarrolla la actividad congresual.
Los que no han venido
Hay médicos y médicas que no han podido venir. Hay profesionales que no saben cómo conseguir una ayuda que les permita afrontar los cuantiosos gastos que comporta la asistencia a estos eventos, hay médicos y médicas que, aunque querían asistir, no han podido hacerlo por las demandas asistenciales. ¿Qué piensan del Congreso? ¿Qué sienten?
He llamado a varios centros de salud y he preguntado a médicos y médicas sobre el eco que estaba teniendo el Congreso. Alguno ha dicho con cierto retintín: «Nos estamos acordando mucho de los congresistas». Otro ha comentado: «Estamos desbordados». «Me hubiera gustado acudir para encontrarme con muchos compañeros y amigos», comentó otro consultado.
La presencia de pacientes
La presencia y participación activa de pacientes en el Congreso ha sido, a juicio de muchos informantes, una magnífica iniciativa. Pretendemos «ceder la palabra a la población, que tenga voz activa», dijo el Presidente del Congreso al comentar esta pionera actividad.
La participación de los pacientes en el Congreso ha permitido conocer qué sienten, qué piensan, qué esperan, de qué se quejan. «Pero también pueden ellos conocer lo que sentimos y pensamos los profesionales», dice una médica. Los pacientes han podido escuchar a una profesional durante una sesión de trabajo: «Yo sabía que una paciente hablaba mal de mí en la puerta de la consulta. Me sentía dolida».
La presencia de los pacientes da al Congreso un sentido democrático, un tono abierto y ascendente, una dimensión profundamente participativa.
Modalidades formales e informales de trabajo
Las modalidades de trabajo han sido múltiples y diversas. Cada una ha tenido una peculiaridad en función de las finalidades que se perseguían, del número de participantes que la integraban, de la metodología que la presidía.
1. Talleres interactivos.
2. Talleres de actividades.
3. Actualizaciones.
4. Maratones.
5. Ponencias.
6. Mesas.
7. Foros de debate.
8. Aulas docentes.
9. Foros de investigación.
10. Pósteres.
11. Comunicaciones.
12. Espacios informáticos.
Numerosos asistentes han hecho referencia a un sentimiento de pérdida. «Parece que es más lo que dejas que lo que coges», dice un informante. Piensan muchos que la posibilidad de asistir a talleres era muy pequeña ya que, al estar integrados por 30 participantes, no había mucha posibilidad de que tocase (teniendo incluso en cuenta que algunos se repetían).
Ha habido, a mi juicio, otras tantas modalidades informales de trabajo a las que no se suele hacer referencia oficial y que los asistentes valoran de forma entusiasta. Por ejemplo:
1. Mesa del comedor.
2. Tertulia de café.
3. Encuentro en el pasillo.
4. Paseo por la ciudad.
5. Reunión del grupo de amigos.
6. El viaje en el autobús.
7. Conversación en la antesala de trabajo.
8. La habitación del hotel.
9. Conversación en torno a una copa.
10. El viaje fugaz del ascensor.
11. El comentario a la salida de la sesión.
12. Los informes sobre el Congreso al llegar al trabajo.
La discusión, el intercambio, las palabras de aliento y, en definitiva, el aprendizaje significativo y relevante pueden encontrarse en las actividades formales y en las informales.
Las expectativas generadas
Las expectativas que genera un Congreso son infinitas. Y muy diversas. Claro que a un Congreso se le debería pedir lo que puede dar. No más. No menos. La frustración que en ocasiones desencadena se debe a que las expectativas respecto al mismo no estaban ajustadas. O eran ilimitadas. O eran inexistentes. He aquí algunas expectativas expresadas por los Congresistas.
«Quiero adquirir conocimientos útiles», dice un médico residente en el que observo una gran inquietud por la competencia profesional.
«Vengo a encontrarme con mis amigos», dice una médica que ha asistido a otras ediciones anteriores. En la misma línea se manifiesta otro informante: «Es un lugar de encuentro, un espacio para intercambiar experiencias».
«Quiero encontrar aquí lo que no se puede encontrar en los libros», dice un joven congresista con una lógica aplastante. Por una extraña razón suelen, quienes enseñan, explicar lo que todos podríamos encontrar en un libro. Otro asistente puntualiza: «Quiero ver lo último en conocimientos». Esta idea de estar al día tiene un peso importante en las manifestaciones.
«Nos hemos inscrito para aprender nuevas técnicas», dice en plural un médico que viene con otros compañeros formando un grupo.
Otro bloque de intenciones, expectativas y finalidades se aglutina en el referente social que entraña un Congreso de esta naturaleza: «Quiero sentir que formo parte de un grupo».
También los organizadores tienen sus propósitos que esperan sean satisfechos por el desarrollo de las actividades y por el clima que se genera. «En este Congreso dice su Presidente, los médicos de familia quieren hacer una propuesta de futuro basada en 4 principios: atención centrada en los ciudadanos, humanización del sistema, potenciar la prevención como eje del sistema y alcanzar un compromiso con los profesionales».
Algunos vienen a exponer sus experiencias, a través de mesas, ponencias, comunicaciones o pósteres. Quieren compartir con otros lo que están haciendo o investigando.
Qué duda cabe que habrá algunos que vienen con motivos menos nobles y quizá inconfesables. Uno de los que con seguridad no falta es el de hacer currículum a través de las correspondientes acreditaciones.
Si las expectativas son ajustadas es más fácil que se encuentre la satisfacción. Si son desmesuradas es probable que se genere frustración. Por eso es muy importante plantearlas con acierto.
La periodicidad del Congreso
La periodicidad anual les parece a muchos informantes adecuada. Piensan que la necesidad del encuentro tiene así buena respuesta, que el avance del conocimiento es acelerado, que se hacen notar en la sociedad de forma más constante...
Aunque en minoría, algunos apuntan a la periodicidad bianual, teniendo en cuenta que hay un Congreso autonómico que supone otro lugar de encuentro y de actualización.
Algunos proponen que, para evitar los problemas de masificación, se podía elegir una sede central y varias sedes subsidiarias que trabajasen temáticas determinadas.
Entienden estos últimos que el Congreso requiere muchas horas de preparación, hace que se pierdan muchas horas de trabajo, resulta muy caro y que ese gran derroche económico podría tener otro destino.
Núcleos temáticos interesantes
Hay, en este XXIV Congreso, núcleos temáticos especialmente valorados por los asistentes:
La reflexión ética que supera una mirada meramente técnica de la profesión.
La detección precoz de la violencia doméstica.
La prevención y el retraso de la dependencia en población mayor.
El maltrato como un problema de salud pública.
La atención a la población inmigrante.
La telemedicina como un instrumento que ayuda a humanizar la atención sanitaria.
No es fácil entresacar temas de mayor interés en un programa tan extenso y tan variado. No obstante, las dimensiones éticas, sociales y psicológicas inherentes a la tarea han sido consideradas núcleos temáticos de especial interés.
Tipología de congresistas
Tipología de congresistas. Hay dos tipos de congresistas. Sólo dos. Los inclasificables y los de difícil clasificación.
Es apasionante encontrarse por pasillos, salas de trabajo y actividades lúdicas con tan variada y atractiva gama de personajes.
El «congresista abeja», que va picando de flor en flor durante escasos minutos para elaborar luego el néctar del conocimiento sintético.
El «congresista evanescente», que va buscando la sede del Congreso por calles, paseos, comercios y museos de la ciudad, consiguiendo el curioso éxito de no pisar el umbral del Palacio.
El «congresista autárquico», que no se ha tomado la molestia de analizar el programa, de anotarse en los talleres, de elegir actividades, pero que luego está donde quiere estar porque se cuela, porque se las ingenia para burlar las reglas que la mayoría siguen.
El «congresista pragmático», que se lleva todas las acreditaciones posibles y alguna más porque está obsesionado con su currículum.
El «congresista avaro de saber», que nunca interviene porque considera que, al hacerlo, está perdiendo el tiempo ya que lo que él puede decir ya lo sabe.
El «congresista archipiélago», que se desplaza en grupo tanto para las actividades de trabajo como para las de ocio. Ya se sabe que el archipiélago es un conjunto de islas unidas por aquello que las separa.
El «congresista ponente», que aprovecha cada oportunidad de hacer una pregunta para impartir una conferencia.
El «congresista primerizo», que se pasa el Congreso asombrándose de la oferta, haciendo cábalas para el aprovechamiento máximo, tratando de establecer el máximo de conexiones provechosas.
El «congresista veterano», que se las sabe todas. Con el menor esfuerzo saca el máximo partido. Todos, a lo largo de la vida profesional, vamos construyendo nuestra biografía congresual. Y vamos aprendiendo a bandear todo tipo de situaciones.
El «congresista vanguardista», que acude a las conferencias para leer el periódico La Vanguardia o cualquier otro documento de su interés que nada tiene que ver con el Congreso.
Concepción jerárquica del aprendizaje
Todo habla en el Congreso. Hace falta saber escuchar para percibir ese incesante discurso de las cosas, de los escenarios, de los tiempos, de los itinerarios, de las prácticas, de las relaciones... Voy a detenerme en una cuestión que es, para mí, llamativa. Me refiero a la construcción jerárquica y descendente del aprendizaje.
1. En la articulación de los tiempos: los tiempos se distribuyen en el Congreso en función del conocimiento de los intervinientes, que tiene mucho que ver con su jerarquía epistemológica. Los ponentes tienen hora y media, los miembros de mesa veinte minutos, los autores de comunicaciones ocho minutos y los asistentes, si tienen suerte, reciben esta recomendación desde la mesa: «Sea usted breve al formular la pregunta. No hay tiempo». La mayoría no puede formular ni ese apresurado interrogante.
2. En la estructuración de los espacios: los espacios tienen mucho que ver con la concepción jerárquica del aprendizaje. Quien imparte la conferencia está elevado en una tarima, tiene un micrófono permanentemente abierto y cercano, dispone de medios para comunicarse. Los demás están alineados en sus asientos, unidireccionalmente situados, sin medios para expresarse...
3. En la concepción del proceso de aprendizaje: véase esta idea reflejada en lo que sucede al acabar la mayoría de las conferencias. Finalizado el tiempo de exposición, se ausenta un 80% de los asistentes. Se terminó el tiempo de aprender. Ahora vienen las preguntas de quienes nada saben.
Inquietud por la acreditación
No cabe duda de que las acreditaciones actúan como cebo para muchos asistentes. Una azafata, interrogada sobre lo más llamativo que había sucedido en su sala, me contesta que «la preocupación de muchos asistentes por el sistema de control que garantiza la asistencia y la consiguiente acreditación». Me dice que también le preguntan muchos cómo se va a controlar la asistencia en las salas donde el sistema no funciona (para lectores no participantes quiero aclarar que, en algunas salas, había un lector óptico de tarjetas que controlaba las entradas y las salidas de los asistentes).
Alguno que fue a reclamar su tarjeta perdida fue informado de que estaba siendo utilizada por otra persona en el Congreso, como podía comprobar en el sistema de control.
Cuenta Gelner, ironizando sobre las acreditaciones, que por las afueras de la ciudad de Edimburgo paseaba un individuo excéntrico que se entretenía en preguntar a la gente lo siguiente:
¿Está usted bien de la cabeza?
Todos contestaban afirmativamente.
La siguiente pregunta era más desconcertante:
¿Me lo puede usted acreditar?
No, no sé cómo se acredita ese hecho.
Y él decía con aplomo que podía demostrar que estaba cuerdo. Y sacaba de la cartera un documento que decía: Certificado de alta del manicomio.
«No todo es ciencia en el Congreso»
No todo es ciencia en el Congreso. Éste es uno de los titulares aparecidos en el periódico forum, correspondiente al día 10 de diciembre, editado para reflejar la actividad del Congreso. «Variedad y diversión son los argumentos principales de un programa social en el que se incluye desde una obra de teatro hasta la actuación del conocido cantante Kiko Veneno», dice el cronista.
En el auditorio del Palacio de Congresos se representó la obra ¿Qué he hecho yo para merecer esto...? Gracias y desgracias de la atención primaria. Y el último día, después de la clausura, se celebró una fiesta de despedida en la Hacienda San Miguel, un amago de Feria de abril en la que los abrazos de despedida se veían iluminados por las farolas y por las sonrisas del encuentro.
Algunas limitaciones
Se puede aprender de las limitaciones y de los errores. Hay un magnífico arte en la vida profesional (y personal) de los seres humanos. Es el arte de saber convertir dos signos menos en un signo más.
1. He echado de menos, tanto entre los asistentes como en las referencias al trabajo, a enfermeros y enfermeras que trabajan en los centros de salud codo con codo con los médicos y médicas. Sé, y creo que es difícilmente rebatible esta opinión, que el trabajo que se realiza en los centros es (ha de ser) un trabajo de equipo. Por eso considero importante que las enfermeras y enfermeros participen en la reflexión compartida, en la planificación sanitaria y en la evaluación del proceso.
2. He visto que hay poca atención para evitar el lenguaje sexista. He oído a una médica decir: «durante un tiempo fui enfermo». He oído que se utiliza el genérico médicos para referirse a médicos y médicas. Y he visto muchas veces decir, al referirse a mujeres, «un médico dijo», «un médico hizo...», «un médico pensó...».
Sé que no hay cuestiones menores cuando se trata de combatir una actitud que ha sido el origen de muchas injusticias y desigualdades.
3. Las fuentes que he visto utilizar en intervenciones y las que he visto reseñadas en escritos sobre y para el Congreso son casi exclusivamente anglosajonas. ¿Nadie ha investigado en Portugal? ¿Tan pocas experiencias aprovechables hay en Francia? ¿No hay médicos/as argentinos, mexicanos, venezolanos que hayan aportado conocimientos de interés a la medicina?
4. Es interesante ver cómo se hace frente a las dificultades, a los problemas que surgen sobre la marcha. La mala insonorización de algunas salas (con el techo descubierto) hacían difícil la escucha en algunos talleres. ¿Cómo reaccionan los asistentes? ¿Qué posturas adoptan los organizadores? La presencia a pie de trabajo de los miembros de los comités organizador y científico permitieron afrontar los imprevistos con rapidez y eficacia.
Entramado de sentimientos
Hay un intenso entramado de emociones en un Congreso de este tamaño. El tapiz que se teje en la urdimbre de las relaciones está lleno de intensos colores y de motivos sugerentes.
La alegría de ver a un compañero.
La emoción al escuchar a un paciente angustiado.
La tristeza que produce el conocimiento de la enfermedad grave de un colega.
El temor al fracaso en una comunicación que se va a presentar.
La indignación porque no se puede escuchar bien al ponente.
La alegría por el éxito que ha tenido una actividad cuya preparación ha supuesto un gran esfuerzo.
El descubrimiento de una nueva amistad.
Quizá el advenimiento del amor.
Nada de esto se suele recoger en las actas. Nada de este impresionante caudal de vida y de emociones. Pero ahí está. Dándonos o quitándonos felicidad. Llenando la mente de ideas. Es verdad que existen, los corazones inteligentes. No hay que despreciar la inteligencia emocional.
Y ahora llega el poscongreso. Los efectos irán llegando. Bien podríamos bautizar este momento con el título de la famosa película de Bertrand Tavernier Hoy empieza todo. Cuando lleguemos a los centros nos espera el trabajo acumulado del puente y del Congreso. Nos esperan los compañeros que no han podido o querido venir. Y nos espera la práctica cotidiana. Ojalá sea mejorada por lo que aquí hemos aprendido y estimulada por el aliento que aquí hemos encontrado.
Epílogo para profesionales
comprometidos
Permitidme cerrar este Informe con un regalo y una despedida. Tiene que ver con estas últimas líneas. Es decir, con la esperanza de que todo lo que aquí hemos hecho y aprendido mejore las prácticas profesionales que estamos desarrollando. Se trata de una leyenda jasídica, que dice así:
«Cerca de la ciudad de Alejandría vivía un hombre honrado en una casa solariega en la que había un jardín. En ese jardín había un pozo, al lado del pozo estaba plantada una higuera y en la fachada de la casa había un reloj de sol.
»Ese hombre, durante cuatro noches seguidas, soñó que, detrás de una losa más oscura que las otras que había en el templo de Alejandría estaba escondido un tesoro de incalculable valor. Y guiado por los sueños hizo un viaje a la ciudad, esperó a que cayera la noche y, a la luz de la luna, buscó la losa. Esa losa, más oscura que las otras, detrás de la cual esperaba encontrar el tesoro. Con mala fortuna. Porque fue sorprendido por la policía, encarcelado durante la noche y, muy de mañana fue conducido ante un juez, que le preguntó:
» ¿Se puede saber qué hacía usted en el templo a esas horas de la noche?
»Él contestó, sincera y claramente:
» Durante cuatro noches seguidas soñé que detrás de una losa más oscura que las otras del templo de Alejandría estaba escondido un tesoro de incalculable valor y he venido a buscarlo.
»Y el juez le dijo:
» Pero, hombre de Dios, ¿cómo es usted tan ridículo, tan ingenuo? ¿Por qué le hace caso a los sueños? Hágale caso sólo a la realidad, que es la que nos habla de forma clara y verdadera. Olvídese de los sueños. Porque yo también he soñado que en una casa solariega, cercana a la ciudad de Alejandría, en la que vive un hombre honrado, en la que hay un jardín, en el jardín un pozo, al lado del pozo una higuera y un reloj de sol en la fachada de la casa, al lado del pozo, en dirección al norte y a tres metros de profundidad, está enterrada una arqueta de hierro que contiene quinientas monedas de oro. Qué ridículo sería pensar que esto es verdad. Váyase para su casa. Olvídese de los sueños y yo me olvidaré del incidente del templo.
»El hombre agradece al juez el consejo, se despide de él, va para su casa precipitadamente y, cuando llega, coge un pico y una pala y comienza a cavar allí donde el juez había soñado que estaba escondido el tesoro. Y, en efecto, a tres metros de profundidad, al lado del pozo, en dirección al norte aparece una arqueta de hierro con quinientas deslumbrantes monedas de oro.»
Ni qué decir tiene que la casa solariega es vuestro lugar de trabajo, vuestro centro de salud. Y que este lugar en el que hemos trabajado durante estos cuatro días es sólo el templo de Alejandría. Cavad allí, porque allí está escondido el tesoro. Lo he soñado muchas veces en mi vida. Y la última vez que lo he soñado ha sido en esta Palacio de Congresos de Sevilla, con todos vosotros y vosotras.