El envejecimiento de las sociedades de nuestro ámbito geográfico y social y el progreso en los cuidados médicos evitando muertes prematuras, han ocasionado una prevalencia cada vez mayor de las enfermedades crónicas, en este caso de la diabetes. Además, en este caso concreto, se une el cambio de hábitos alimentarios y el sedentarismo, que nos han llevado a un incremento espectacular de la obesidad y, en consecuencia, de la prevalencia de diabetes. Nuestro sistema sanitario está razonablemente bien preparado para el manejo de la enfermedad aguda, pero ni los profesionales ni los circuitos de derivación ni, probablemente, los pacientes estamos preparados para este nuevo escenario. Por ello, deberemos formarnos en el manejo de la enfermedad crónica, potenciar la participación del paciente en la toma de decisiones y animar el resurgimiento de una nueva manera de relación médico-paciente menos paternalista. Las experiencias promovidas desde la Universidad de Standford o, en nuestro medio, por el Foro Nacional de Pacientes pueden ser modelos a seguir. La figura del paciente experto será, sin duda, en los próximos años de gran ayuda. En general, médicos y pacientes confiamos mucho en la aportación de nuevos tratamientos y tecnologías en el alivio o manejo de la enfermedad. Negar esa posibilidad sería ridículo en pleno siglo XXI, pero todas las posibilidades que nos aportan sólo muestran resultados positivos en pacientes debidamente formados. Y ésa es una tarea que nunca debemos descuidar.
Because of population aging in our geographical and social setting and progress in preventing premature death, there is an ever-increasing prevalence of chronic diseases, in this case diabetes. In our environment, the dietary changes and sedentariness that have led to the spectacular rise in obesity have increased the prevalence of diabetes. Our health system is reasonably well prepared to manage acute disease but neither health professionals nor referral circuits —nor probably patients— are prepared for the new scenario. Consequently, we should prepare ourselves for the management of chronic disease, encourage patient participation in decision-making and promote a new, less paternalistic, paradigm of the doctor-patient relationship. The experiences initiated by the University of Stanford, or in Spain by the National Patients’ Forum, could serve as models. In the next few years, the figure of the expert patient will undoubtedly be highly useful. In general, physicians and patients place a great deal of faith in the contribution of new treatments and technologies to the relief or management of disease. To deny this in the XXI century would be ridiculous, but all the possibilities of these treatments and technologies only show positive results in suitably educated patients. This is a task that should never be forgotten.