Editado por: Dr. Luz de Myotanh Vázquez Canales. Grupo de Investigación en Atención Primaria, INCLIVA, Valencia, España
Más datosEl día 13 de marzo de 2020 la vida de cientos de personas cambió. Fue el inicio de un confinamiento que con los meses y los años traería el debate público de la salud mental. Desde entonces, son cientas las noticias de prensa oral y escrita que hemos visto en torno al tema: España es de los países del mundo que más benzodiacepinas consume; el número de suicidios ha incrementado en España, el número de casos de enfermedad mental aumenta entre los niños y los adolescentes1,2. Los partidos de índole social-progresista han utilizado la salud mental para abanderar sus políticas y tener un sustrato bien estudiado para justificarlas. Pero los expertos en salud mental llevaban años advirtiendo del aumento de los malestares de la vida cotidiana y de la enfermedad mental propiamente dicha3,4.
La prevalencia global de los problemas de salud mental en atención primaria es del 27,4%. El trastorno más frecuente en nuestro medio es el trastorno por ansiedad y todos sus espectros, habiendo más afectación entre las mujeres5; sin embargo, cuando se observa el número de prescripciones de benzodiacepinas y de antidepresivos en España, ambos utilizados para el manejo de estos trastornos, no se correlaciona con la prevalencia de estas enfermedades. El consumo global de benzodiacepinas se ha incrementado de 50,88 DHD en el año 2012 a 58,09 en 2022. Si se comparan las cifras con Alemania, en España se consumen 2.750 veces más benzodiacepinas6–8. Con el consumo de antidepresivos no nos quedamos atrás, la venta de antidepresivos aumentó un 10% en el 2021 con respecto al 2020. Con estos datos en la mano se podría llegar a la conclusión de que se está realizando una medicalización de los malestares de la vida que pueden venir acompañados de síntomas de ansiedad, sin llegar a ser un trastorno propiamente dicho3. Estos malestares hasta hace no muchos años se resolvían en casa o en la comunidad y ahora requieren de la actuación sanitaria3. La intervención en estos malestares provoca, en sí mismo, una yatrogenia debido a la medicalización/psicologización innecesaria que invalidan las estrategias que el paciente tiene para hacer frente a la situación3,4,8.
Cabría preguntarse por qué han aumentado tanto las enfermedades mentales y los malestares de la vida cotidiana en el último siglo. El modelo neoliberal impuesto en la sociedad en palabras de B. Chul Han9 hacen que la sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento donde no hay tiempo para el aburrimiento ni la tranquilidad. Este exceso de rendimiento provoca una importante infelicidad en los individuos dado que el sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso que lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo, víctima y verdugo al mismo tiempo. Este fenómeno lo estamos viendo con el teletrabajo donde las personas están más horas trabajando que las establecidas o la inclusión de los psicólogos o las oficinas del wellness en las grandes empresas, donde el objetivo es ser todavía más productivos. Para este pensador y otros, el origen de este exceso de enfermedades psíquicas es el modelo social impuesto donde hay un exceso de hiperactividad y escasas políticas sociales que ayuden a contrarrestarlo.
Por tanto, la mejora en la prevalencia de las enfermedades mentales, así como el consumo de psicofármacos, no pasa solamente por la prevención, el consejo médico o el aumento de la presencia de la psicología en la atención primaria, sino en mejorar el modelo socioeconómico mediante políticas sociales que permitan a los individuos tener trabajos dignos, derecho a la vivienda, ayudas sociales a los que las necesiten, contribuir a tejer redes de apoyo en la comunidad y ayudar a la conciliación familiar10.
FinanciaciónNinguna.
Conflicto de interesesLos autores declaran que no tienen intereses financieros ni relaciones personales que pudieran influir en el trabajo divulgado en este artículo.