En el momento de cerrar este número del Boletín nos encontramos empezando el proceso para salir del confinamiento al que nos ha obligado la pandemia de la COVID-19. Quiero dedicar las primeras líneas de este editorial a la memoria de todas las personas que nos han dejado y enviar un fuerte abrazo a aquellas familias que han sufrido pérdidas irreparables. La Sociedad Española de Cerámica y Vidrio no ha sido ajena a todos estos acontecimientos y lamentablemente también hemos sufrido el azote de la pandemia. También es necesario transmitir nuestro apoyo a quienes aún están afrontando la enfermedad y a sus familiares, para que con la fuerza de todos puedan superar este momento. Ojalá cuando este número vea la luz, aunque aún nos quede mucho camino por recorrer en esta lucha contra la enfermedad, ya no tengamos que estar pendientes a diario del número de fallecidos por culpa de la pandemia.
En este contexto mundial, el mundo de la ciencia ha cobrado una inusual trascendencia a nivel mediático. Ante una amenaza desconocida, la sociedad ha vuelto la mirada a la ciencia, a los científicos. La necesidad urgente de conocimiento sobre el nuevo virus y cómo combatirlo ha puesto en primera línea a todos aquellos científicos que trabajan en el campo y eso ha generado proyectos, trabajos y muchos datos, pero ¿son buenos y por tanto útiles todos esos datos? A la pregunta, que es procedente, cabe responder que no.
Al final del pasado mes de enero se puso en circulación un artículo científico que afirmaba que entre el virus del sida y el coronavirus actual había una semejanza anómala. De hecho, sugería que esta similitud no era natural y por tanto era posible considerar que el coronavirus en cuestión fuera diseñado por la mano del hombre. El texto se incorporó en bioRxiv, que es un repositorio abierto de artículos especializado en el campo. En pocos días, el artículo recibió innumerables críticas científicas negativas por su metodología y conclusiones infundadas. A consecuencia de ello, el artículo se retiró el domingo 2 de febrero. Pero a pesar de los pocos días que estuvo en el repositorio, la retirada llegó tarde. Fue el trabajo más visto de bioRxiv superando 200.000 descargas y se difundió en tuits que llegaron a millones de personas. El resultado es muy negativo porque durante un tiempo un “error” parece no serlo y estar apoyado en conclusiones científicas. Podríamos recordar aquí el origen del pensamiento anti-vacunas, basado también en un artículo retirado por sus imprecisiones. En Francia, las autoridades fueron víctimas de esta ola de “errores”. Se hicieron eco de la advertencia de que tomar ibuprofeno podía ser muy peligroso en caso de contraer la COVID-19. La información salió de un artículo muy inicial y bastante especulativo que planteaba esa hipótesis e indicaba que habría que estudiarla en profundidad. En realidad el artículo no probaba que eso fuera cierto, pero fue necesario rectificar y calmar a los ciudadanos ya que corrió una información incorrecta nada más y nada menos que con el apoyo inicial de las autoridades.
Estos ejemplos no son los únicos desgraciadamente, pero sirven para centrarse en dos aspectos esenciales del avance científico. El primero es que las prisas se llevan mal con la ciencia. Si se quiere tener avances con la mayor rapidez posible, lo mejor es haber invertido durante los años anteriores en un sistema de ciencia poderoso, bien engrasado con fondos y recursos humanos en la vanguardia del conocimiento. De este modo se tendrán los laboratorios y grupos más adecuados para abordar el desafío. Aun así, la ciencia tiene sus tiempos y los estudios rigurosos y concluyentes necesitan un tiempo mínimo. Es mejor carecer de datos durante un tiempo que tener malos datos, ya que los malos datos llevan a conclusiones catastróficas.
El segundo aspecto esencial que remarcan los hechos comentados anteriormente está relacionado con la publicación de los datos, con las publicaciones científicas. Actualmente la publicación en abierto ya no tiene discusión posible, la comunidad científica apoyada también por las políticas científicas europeas, exhibe un consenso generalizado sobre la necesidad de que los datos que se obtienen en proyectos científicos con recursos públicos sean de libre acceso. Sin embargo, al hilo de esto, surge un nuevo problema relacionado con la publicación en repositorios abiertos de estudios poco rigurosos. La revisión por pares de los trabajos científicos previa a su publicación es el sistema que nos ha permitido hasta ahora garantizar la calidad de los trabajos publicados. No es un sistema perfecto y en los últimos tiempos se discuten posibles variaciones para perfeccionarlo, pero de momento es la manera que tenemos para evitar que estudios incorrectos o inconsistentes se publiquen como parte del conocimiento científico establecido. Las publicaciones excesivamente rápidas sin tiempo material para que otros expertos validen los trabajos, la publicación en repositorios abiertos, muy apreciados por la comunidad científica, pero a los que también acceden personas sin la formación adecuada para entender y analizar los trabajos, pueden convertirse en una fuente de “errores”, imprecisiones o bulos muy importante. Las comunicaciones y las redes sociales pueden hacer un daño muy significativo al avance de la ciencia si transmiten informaciones falsas con apariencia de “verdades científicas”. En estas situaciones, la difusión acelerada e indiscriminada de datos no contrastados es lo peor que le puede pasar a la comunidad científica y a la sociedad en general. Toca por tanto extremar el rigor de las publicaciones científicas aunque eso nos lleve un tiempo cada vez más escaso. Parafraseando el conocido aforismo, vistámonos despacio que llevamos prisa.