Recientemente, la Society of Critical Care Medicine (SCCM) y la European Society of Intensive Care Medicine (ESICM) alcanzaron un consenso que modificaba las definiciones de sepsis y shock séptico, mediante una compleja metodología basada en 3 estudios retrospectivos desarrollados principalmente en EE. UU., además de en encuestas que utilizaban la metodología Delphy y en una revisión de la literatura1.
Lo más destacado de estas nuevas definiciones es la exclusión del síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SRIS) del concepto de sepsis. Esta quedaría ahora definida por un cambio ≥ 2 en el Sepsis-related Organ Failure Assessment (SOFA) o un Quick SOFA (qSOFA) modificado con infección conocida o probable1.
Los autores del consenso basan esta decisión principalmente en un estudio retrospectivo en pacientes ingresados en UCI en situación de sepsis grave2. De estos pacientes, uno de cada 8 (12,5%) sufrió un cuadro de sepsis y disfunción multiorgánica sin presentar al menos 2 criterios de SRIS. Sin embargo, no se puede desdeñar que en 7 de cada 8 casos (87,5%) sí se cumplieron al menos 2 criterios de SRIS, y que fueron considerados como tal3. Si bien es cierto que el SIRS no es una herramienta perfecta, su utilidad está ampliamente fundamentada. Dada la alta mortalidad de la sepsis, debiera primarse una herramienta de screening de alta sensibilidad, como ha sido el SRIS, frente a la especificidad, algo mayor con el SOFA4. En múltiples estudios se ha objetivado una relación directamente proporcional entre mortalidad y el SRIS5–8. Además, su uso, así como las definiciones de sepsis previas y las intervenciones asociadas han reducido significativamente la mortalidad global por sepsis2,6,9–12.
El nuevo consenso basa la definición de sepsis en la disfunción de órganos. La escala SOFA fue diseñada para identificar de forma objetiva la disfunción de órgano establecida en el contexto de sepsis en el paciente crítico11, y dicho score no incluye, por ejemplo, la coagulopatía, una de las disfunciones orgánicas más frecuentes en enfermos sépticos7,11. Su uso, pese a ser habitual en las unidades de cuidados intensivos, es anecdótico en otros contextos4. Su poca aplicación fuera de la unidad de cuidados intensivos, como pueden ser las urgencias quirúrgicas o las plantas de cirugía, donde surgen y se diagnostican habitualmente los casos de sepsis en origen, así como su dependencia de estas definiciones de fallo de órgano, situación que acaece en la sepsis grave y que impediría un diagnóstico precoz, no parecen aconsejar su uso en nuestro ámbito.
Es por ello por lo que coincidimos con otros autores que también manifiestan su preocupación por el cambio de paradigma3,4. Creemos que sustituir una definición de sepsis —que sumada a la homogenización de los paquetes de intervenciones ha supuesto una disminución global de la mortalidad, y ha bajado las cifras de sepsis grave alrededor del 7-16% y del shock séptico del 20-25%3,9,11,12, y que está ampliamente extendida y validada (mayor precocidad con menor mortalidad)—, por otra de uso marginal, sin estudios prospectivos en diferentes tipos de pacientes, entornos y regiones que respalden este cambio, supone un ejercicio de riesgo al que no debiéramos exponer a nuestros pacientes.
«Good clinical care is grounded in common sense and carefully considered intervention, not in esoteric renderings of biology» John Marshall8.