Sr. Director:
Hemos leído con gran interés la carta al director publicada por Reguero Llorente et al1 en su Revista. En ella se hacía referencia al tratamiento del seudoquiste pancreático mediante drenaje percutáneo transgástrico. No obstante, en su artículo no se comentan los detalles clínicos, por lo que desconocemos si se trata de un único caso y, de ser así, la edad, el origen del seudoquiste, el resultado del tratamiento, etcétera.
Durante la XV Reunión Nacional de Cirugía, celebrada en Sevilla en 2005, tuvimos la oportunidad de presentar nuestra experiencia en el tratamiento de un seudoquiste del páncreas de origen traumático en un paciente joven (16 años), en el que se demostró laceración mayor del ducto pancreático2. Este quiste fue drenado de forma percutánea mediante un abordaje transgástrico, con buenos resultados y sin recidiva casi 3 años más tarde.
El tratamiento de los seudoquistes traumáticos pancreáticos, cuando se demuestra laceración mayor del ducto, ha sido clásicamente la cirugía, con diferentes recursos quirúrgicos. Sin embargo, en los últimos años, gracias a los avances en técnicas de imagen, se han publicado casos similares al nuestro en los que la lesión mayor del conducto pancreático no condicionaba un tratamiento quirúrgico. Así se observa en los trabajos de Shilyansky et al3, Ohno et al4, Burnweit et al5, Jaffe et al6 y Lucaya et al7, entre otros, que reservan la cirugía para casos en los que el drenaje percutáneo no es eficaz. La vía de abordaje para situar el drenaje varía según la preferencia de los autores. Jaffe et al6 recomiendan situarlo entre el lóbulo izquierdo del hígado y el estómago o entre el estómago y el bazo, ya que, según ellos, el emplazamiento transgástrico sería más fácilmente desplazable a causa de los movimientos respiratorios o peristálticos. Por el contrario, Burnweitt et al5 prefieren el transgástrico. En nuestro caso, el abordaje transgástrico, que se realizó de forma obligada por el gran tamaño del seudoquiste, dio buenos resultados y no hubo evidencia de peritonitis, hemorragia, fístula o complicaciones por su desplazamiento, por lo que lo consideramos una buena opción en situaciones similares. El papel de la colangiopancreatografía retrógada endoscópica (CPRE) se ha referido en numerosas ocasiones como una buena opción para conocer la integridad del conducto pancreático. Sin embargo, si se opta por una actitud conservadora mediante drenaje percutáneo, saber si éste está lesionado no cambiará nuestra actitud, por lo que podría evitarse en la mayoría de los casos7.
Por otro lado, el uso de octreotida está menos extendido y su utilidad en la edad pediátrica/adolescencia es poco conocida. No hay estudios comparativos entre el drenaje percutáneo con administración de octreotida y sin ella. La octreotida es un octapéptido análogo de la somatostatina, con una acción similar a la de ésta pero con una semivida de 90-113 min, lo que permite su administración subcutánea o intravenosa. Se ha demostrado que la octreotida, entre otras acciones conocidas, inhibe la secreción pancreática exocrina, por lo que, como en las fístulas pancreáticas posquirúrgicas, disminuye el débito por el drenaje de un seudoquiste8. La dosis inicial recomendada es de 0,1 mg/día, aunque puede incrementarse si en 2-3 días no se evidencia disminución de la producción. En nuestro caso hubo que aumentarla hasta 0,4 mg/día. Se han descrito complicaciones con el uso de octreotida, como el dolor en el lugar de inyección, litiasis biliar o alteraciones en el crecimiento, que nosotros no apreciamos en nuestro paciente.
En resumen, felicitamos a Reguero Llorente et al1 por su artículo y coincidimos con ellos en que el drenaje percutáneo por vía transgástrica es una buena opción para el tratamiento de los seudoquistes pancreáticos. Según nuestra experiencia, puede ser una alternativa también en los casos en que el seudoquiste sea de origen traumático en pacientes jóvenes. Asimismo, el uso de octeotrida puede ser de utilidad en estos casos.