Tras leer el artículo de Ferrer et al1 publicado en su Revista nos gustaría realizar algunos comentarios sobre éste.
Los autores refieren realizar un seguimiento de los pacientes (incluida radiología) a la semana, al mes, al tercer mes, al año y posteriormente cada año.
Ignoramos la causa tan exhaustiva de seguimiento, así como la necesidad de control radiológico pasada la primera semana del alta hospitalaria pues, como sabemos, el neumotórax es una enfermedad aguda y, por tanto, imprevisible. Prolongar las revisiones más allá del alta médica no hace sino multiplicar las consultas con muy bajo rendimiento.
En cuanto al procedimiento quirúrgico, contrasta el hecho del tiempo de cirugía (30-175 min) con la práctica ausencia de complicaciones intraoperatorias y de conversiones a toracotomía. Aunque entendemos el lógico período de aprendizaje, tenemos la opinión de que es preferible la conversión al hecho de prolongar el tiempo quirúrgico y los riesgos asociados a la videocirugía de forma desproporcionada.
En referencia al postoperatorio inmediato, los autores comentan que el dolor fue aceptable, ya que no se necesitaron analgésicos mayores, aunque en 91 casos fue necesario el uso de metamizol magnésico. Creemos que la analgesia es fundamental en las primeras 24-48 horas postoperatorias para facilitar la tos y la fisioterapia respiratoria, lo que favorecerá la adecuada reexpansión pulmonar y, por tanto, la sínfisis pleural. En nuestro protocolo de cirugía videotoracoscópica en el neumotórax tenemos pautada la analgesia para evitar las molestias propias de la cirugía y facilitar la colaboración del paciente2 desde el punto de vista respiratorio.
En cuanto a las complicaciones quirúrgicas, los autores comentan la reintervención por una fuga aérea al décimo día del postoperatorio, y el tratamiento del resto de pacientes con fugas mantenidas con drenaje (en 1 caso hasta 23 días).
Es un hecho aceptado entre los cirujanos torácicos3 que se debe valorar la reintervención por fugas aéreas persistentes a partir del quinto día de la cirugía. Esperar más tiempo no hace sino reducir la pronta incorporación del paciente a su actividad diaria, finalidad del tratamiento de una enfermedad benigna en un sujeto jóven4 .
Los autores explican la colocación de 2 drenajes torácicos tras la cirugía. En nuestra experiencia, ello es excepcional y es suficiente la presencia de 1 drenaje apical. Los autores no comentan las ventajas de su protocolo frente a los que utilizamos 1 solo.
En el seguimiento postoperatorio, y de forma protocolizada, refieren pinzar los drenajes antes de su retirada. Tampoco explican las ventajas de dicho procedimiento cuando está aceptado que la ausencia de fuga es suficiente para retirarlos con seguridad5 , agilizando así el alta, y de nuevo, evitando exploraciones radiológicas que podrían obviarse, al menos de forma sistemática.
Por último, señalaremos una discordancia en los datos, que no entendemos: los autores comentan que realizaron TVA de forma bilateral (4 simultáneamente y 8 en 2 tiempos). Sin embargo, en la tabla 1 señalan, como causa de cirugía, el neumotórax bilateral simultáneo en 1 caso y no simultáneo en 11 pacientes.