Hemos leído con gran interés el artículo de Mora-Guzmán et al.1 sobre el rendimiento del sistema Bethesda en el diagnóstico citopatológico del nódulo tiroideo. A propósito de este trabajo creemos conveniente completar la información de los autores comunicando nuestra experiencia2.
La estandarización de la terminología empleada para la descripción de la citología tiroidea es fundamental para poder adecuar con la máxima precisión la actitud terapéutica. En nuestra experiencia, los resultados de la punción aspiración con aguja fina (PAAF) tiroidea analizados antes de la implantación del sistema Bethesda fueron de muy baja calidad, de tal forma que en el 27,7% de los casos no existió concordancia entre el resultado de la PAAF y el estudio anatomopatológico definitivo, con un 54,5% de falsos negativos y un 13,9% de falsos positivos en 112 pacientes analizados. Esto se tradujo en un valor predictivo positivo (VPP) del 57,7% y un valor predictivo negativo (VPN) del 79,1%, valores muy pobres comparados con los resultados obtenidos por Mora-Guzmán et al., que presentan un VPN del 99,5% y un VPP del 93,5%.
Una de las dificultades que plantean los autores, es la importancia de la diferenciación entre la categoría III y la categoría V, aunque ellos describen unos resultados que se acercan a lo recomendado3,4. Respecto a la categoría I destacan el escaso número obtenido y lo adjudican al hecho de que todas las PAAF se han hecho guiadas por ecografía y sin aspiración5. Nuestros resultados solo se clasificaron en positivos o negativos según si se encontraron o no indicios de malignidad. La PAAF fue negativa en el 76,8% y positiva en el 23% de los casos. En nuestro caso, raramente se empleó el ecógrafo, excepto en nódulos no palpables, por lo que puede hacernos pensar que este hecho también podría tener relación con los malos resultados obtenidos. Actualmente estamos pendientes de una nueva evaluación de resultados tras la estandarización de la técnica con el sistema Bethesda, pero a priori, tras un análisis preliminar y nuestra impresión clínica, parece indicar una clara mejoría.
En resumen, podemos concluir que resulta imprescindible la implantación del sistema Bethesda, ya que se trata de una clasificación fácil y sencilla de usar que permite discriminar con ciertas garantías el riesgo de malignidad de un nódulo tiroideo aunque, como siempre, existen factores como el del profesional implicado, en este caso citólogo, difícilmente medibles y comparables.