El presente artículo rinde un pequeño homenaje a Gary Stanley Becker debido a su reciente fallecimiento y por ser considerado “el principal responsable de lo que se ha llamado imperialismo de la economía”. Por tal motivo, se presenta una breve descripción intelectual de Becker, algunas de sus aportaciones para la comprensión de la llamada “teoría del capital humano” y las reacciones ante su deceso en la comunidad, principalmente en los diarios de circulación más reconocidos en México y a nivel internacional.
This article pays tribute to Gary Stanley Becker due to his recent death and for being “primarily responsible for what has been called economic imperialism”. Therefore, this article presents a brief intellectual description of Becker, some of his contributions to the understanding of the “human capital theory” and reactions to his death in the community, especially in the most renowned newspapers in Mexico and around the world.
El pasado tres de mayo del año en curso el ámbito académico se vistió de luto con la muerte del profesor estadounidense de economía y sociología de la Universidad de Chicago Gary Stanley Becker. Parte de su trabajo lo dedicó a extender los resultados de la teoría económica, principalmente de la microeconomía, a un gran número de explicaciones sobre el comportamiento humano y su interacción con el entorno y que antes habían sido tratadas por otras vertientes de las ciencias sociales, lo que le valdría ser galardonado por la Real Academia Sueca de las Ciencias (rasc) en 1992 con el Premio en Ciencias Económicas que otorga el Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel. Una breve descripción intelectual de Becker, algunas de sus aportaciones para la comprensión de la llamada “teoría del capital humano” y las reacciones ante su deceso en la comunidad nacional e internacional, motivan las siguientes líneas.
I¿Quién fue Gary Becker?Pottsville, Pennsylvania, fue el lugar donde nació Becker el 2 de diciembre de 1930. Obtuvo el grado de licenciado en la Universidad de Princeton en 1951 –con el reconocimiento summa cum laude– y recibió los grados de maestro y doctor en la Universidad de Chicago en 1953 y 1955, respectivamente, en la cual fue nombrado profesor asistente durante el período 1954–1957. A partir de 1957 empezó como profesor asistente y como profesor asociado de la Universidad de Columbia, en 1960 ascendió a profesor de economía y en 1968–1969 fue nombrado Profesor de Economía Arthur Lehman, en la misma entidad académica. En la Universidad de Chicago fue Ford Foundation visiting professor of economics en 1969–1970, university professor de 1970 a 1983, jefe del Departamento de Economía durante 1984–1985 y, de nuevo, university professor de 1983 hasta la fecha de su fallecimiento. Además, desde 1990 fue Rose-Marie y Jack R. Anderson Senior Fellow en la Hoover Institution.
Becker recibió diversos grados honorarios. Doctor Honoris Causa por la Universidad Hebrea (Jerusalem, 1985), Universidad de Palermo (Buenos Aires, 1993), Universidad de Economía (Praga, 1995), Escuela de Economía de Varsovia (1995), Universidad de Atenas (2002) y de la Universidad Hitotsubashi (Tokio, 2005); doctor en Humanidades por la Universidad de Princeton (New Jersey, 1991), Universidad de Columbia (Nueva York, 1993), Universidad de Hofstra (Nueva York, 1997) y por la Universidad d'Aix-Marselles (Marsella, 1999); doctor en Ciencias por la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook (1990) y por la Universidad de Rochester (Nueva York, 1995); doctor en Leyes por la Universidad de Knox College (Illinois, 1985) y de Harvard (2003); doctor en Artes por la Universidad de Illinois (1988) y doctor en Administración de Empresas por la Universidad de Miami (1995).
Publicó más de diez libros, entre los que destacan The Economics of Discrimination (1957), Human Capital (1964, traducido a varios idiomas), Economic Theory (1971), The Economic Approach to Human Behavior (1976, traducido, también, a varios idiomas), A Treatise on the Family (1981), The Economics of Life (1996) y Uncommon Sense (2009) –entre algunos otros–, muchos de ellos publicados en coautoría con Alfred Knopf, William Landes, Gilbert Ghez, Guity Nashat-Becker, Kevin Murphy y Richard Posner (con el cual Becker tenía un blog, creado a mediados de 2004, en el que se compartían opiniones económicas, de leyes y de política en un “formato dialógico”).1 Escribió una gran cantidad de artículos y documentos de trabajo en revistas y diarios entre 1952 y 2013 con temas diversos, entre ellos el llamado “capital humano” tema del cual se esbozarán algunas ideas en el próximo apartado.
IIBreve bosquejo sobre el capital humanoDe manera contemporánea se podría rastrear el concepto de capital humano con la definición que diera el profesor de la Universidad de Chicago Theodore Schultz en la conferencia anual de la American Economic Association de 1960 y que un año más tarde se publicaría como un artículo llamado “Inversión en capital humano” –trabajo por el cual recibiría el galardón Nobel debido su “análisis del papel de la inversión en capital humano para el desarrollo económico, particularmente en la agricultura” en 1979.2 Uno de los aportes más significativos de Becker fue, como bien lo diría el Comité Nobel, el extender el análisis económico, iniciado por Schultz, a una gran diversidad de temas sociales, tomando en cuenta los resultados del capital humano, para explicar el crecimiento económico.
¿Pero qué significa el concepto de capital humano? Se refiere a la inversión en “conocimiento, información, ideas, habilidades y la salud” que las personas acumulan en el tiempo (Becker, 2002). Para Becker las personas que invierten continuamente en su educación y capacitación (representadas con la línea de pendiente positiva), al pasar de los años, tienden a generar más ingresos respecto a las personas que deciden no seguir capacitándose (ilustradas con línea horizontal) o hacerlo pocas veces (ejemplificadas con la línea en forma de “escalón”) (véase Gráfica 1). En otras palabras, “el éxito económico de los individuos, y (consecuentemente) también de las economías en su conjunto, depende de cómo la gente invierte efectiva y extensamente en ellos mismos” (Becker, 2002).3
De manera general se puede decir, entonces, que “el análisis del capital humano comienza con el supuesto de que los agentes deciden invertir en su educación, capacitación, salud y en conocimientos, habilidades y aptitudes (que en el ámbito pedagógico se les conoce como “competencias” de los seres humanos) analizando los costos y los beneficios de esa inversión” (Becker, 1992). Esos agentes maximizarán su bienestar tomando en cuenta el futuro (es decir, tienen un comportamiento forward looking) si su inversión en sí mismos les retribuye beneficios monetarios, es decir, en sus ingresos –las llamadas “tasas de retorno”.
En las economías modernas, y debido al desarrollo de la tecnología en los últimos años, el uso del capital humano es cada vez más importante para la innovación de productos y servicios. Esa importancia puede verse, por ejemplo, en el mercado de trabajo: la equidad entre hombres y mujeres ha hecho que la brecha de género en los ingresos se haya mitigado un poco, que disminuyera el tamaño de las familias y aumentara la tasa de divorcios debido a que las mujeres tienen mayores incentivos para invertir en su educación y capacitación. Dado que la inversión en educación es la parte más importante y redituable del capital humano, las personas con mayores niveles de escolaridad –en Estados Unidos, por ejemplo– siempre estarán por encima del promedio general de ingresos (véase Gráfica 2). Y estarán más capacitadas en el mercado laboral no sólo porque invierten en su educación, sino porque las empresas también invierten en programas de capacitación para sus empleados.
Estados Unidos: educación superior y éxito económico
Los principales diarios nacionales en México –El Economista, El Financiero, El Universal, Excélsior, La Jornada, Reforma– anunciaron, someramente, el fallecimiento de Becker destacando que fue laureado con el Nobel de Economía debido al uso del instrumental económico para explicar el comportamiento humano en diversos ámbitos de la vida y su relación, en la Universidad de Chicago, con Milton Friedman –quien también fuera premio Nobel de Economía en 1976. Una reacción crítica al trabajo realizado por Becker fue hecha el pasado jueves 15 de mayo por el columnista de La Jornada Manuel Pérez Rocha en una nota de opinión llamada “Charlatanería económica imperial” y de la cual convendrá hacer algunas aclaraciones al respecto.4
Pérez afirmó sin sustento que “Becker (…) fue el exponente más crudo de la ideología que constituye el cemento subjetivo del criminal sistema político-económico que domina el mundo, ideología que se presenta como una ciencia que invade ámbitos públicos y privados” la cual tiene “nulo valor intrínseco”. No sólo descalificó sin argumento(s) a la teoría que hoy, efectivamente, domina en cualquier universidad estadounidense o europea, sino que mintió al expresar que “(i)ncluso en la otrora crítica Facultad de Economía (fe) de la unam hoy se atribuye en exclusiva el título de teoría económica a la corriente ideológica llevada por Becker a sus extremos; en el plan de estudios de esa escuela todo lo demás –Keynes, Marx y muchos otros– se amontona en un amasijo sin concierto titulado economía política”. Las calumnias de Pérez sólo demuestran su poco conocimiento sobre las cuestiones operativas de la Facultad (ni qué decir de lo que entiende por “teoría económica” y “economía política”), de los contenidos de cada uno de los programas de asignatura y del actual proceso de transformación del plan de estudios vigente en la fe.
De acuerdo con Pérez, “(é)l (Becker), como su maestro Milton Friedman y sus seguidores, se empeñaron en construir una teoría de precios que explica, según ellos, todo comportamiento humano y nos permite comprender el mundo” mediante un “método (que) se basa en un concepto burdo de razón y de racionalidad que ni la filosofía, ni las teorías sicológicas serias pueden avalar; ese método se basa en una teoría acerca del comportamiento de los individuos contraria a la experiencia diaria. Para estos economistas, todos los seres humanos actúan sólo en función de su propio interés y esto es racional; la razón, para ellos, consiste en (…) tomar decisiones alejadas de cualquier consideración ética, en función del interés propio”.
Recordemos que los principios rectores bajo los cuales descansa la noción de un agente que se comporta racionalmente –a la cual se refiere erróneamente Pérez Rocha como “teoría acerca del comportamiento de los individuos”– son básicamente las siguientes: a) toman en cuenta toda la información disponible y relevante para optimizar sus resultados,5b) no cometen errores sistemáticos y c) en promedio aciertan en sus pronósticos. La hipótesis de las expectativas racionales puede representarse como sigue:
donde la expectativa en el período t−1 de cualquier variable en t, t−1Xte, es igual a la expectativa de la variable en el período actual condicionada a toda la información disponible hasta el período previo del pronóstico, E[Xt | It−1], más un término de error o estocástico, ε.6En los medios internacionales –Bloomberg, Chicago Tribune, Financial Times, The Guardian, The Wall Street Journal, The Washington Post, etc.–, principalmente estadounidenses, la evaluación del trabajo de Becker fue muy distinta. No sólo se destacó el porqué de su premio Nobel, sino que también se resaltó su trabajo académico en la Universidad de Chicago, que usó el supuesto de que los agentes actúan racionalmente en el mercado, que fue propulsor del libre mercado (y, por consiguiente, promotor del rol limitado del gobierno), y que se apoyó en la teoría económica y la modelación matemática para explicar procesos como la discriminación, la equidad de género, la división del trabajo, las tasas de retorno de la educación, etc. En el comunicado que publicó la Universidad de Chicago (2014) tras el fallecimiento de Becker se pueden leer los halagos hacia él de otros premiados con el Nobel de Economía como James Heckman (2000), Lars Peter Hansen (2013), y en especial Robert Lucas Jr. (1995), quien señaló que “él mismo [Lucas] edificó gran parte de su trabajo” con las aportaciones de Becker.
Reflexiones finalesEl estudio del tipo de capital que retoma Becker (diferente al capital físico o capital financiero), el que se refiere a la inversión de capital que produce humanos capacitados, fue criticado, desde que apareció el término, debido a que se concebía al humano como una máquina. Esta concepción de capital físico y capital humano la entendió Adam Smith (1776) en “La riqueza de las naciones”, hace más de dos siglos, de la siguiente manera: cuando se construye una valiosa máquina, se espera que el extraordinario trabajo que realice antes de que se estropee repondrá el capital que se utilizó en ella con, al menos, unos beneficios ordinarios. Un hombre educado a costa de mucho trabajo y tiempo, en cualquiera de los empleos que exigen una extraordinaria destreza y habilidad, puede compararse con una de esas costosas máquinas.
La labor de Becker en diferentes ámbitos de las ciencias sociales fue reconocida por la Universidad de Chicago con la creación del Centro Becker de Teoría de Precios en 2004 que, en palabras del director del Centro y profesor de la Universidad de Chicago Steven Levitt, “sostiene la idea de que las herramientas económicas proporcionan un poderoso análisis que puede explicar lo que está pasando en el mundo; la gama de temas es diversa y prácticamente ilimitada” y con la creación en 2011 del Instituto de Investigación Económica Becker-Friedman (en honor a esos dos economistas) que tiene como finalidad colaborar junto con otras disciplinas en la investigación sobre las decisiones, la economía y la sociedad.
Como ya se mencionó líneas arriba, por el estudio del capital humano que Becker desarrolló, que no sólo se concentra en la educación, sino también en otros ámbitos sociales que definen las políticas públicas –como la influencia del ámbito familiar en las capacidades y habilidades de los niños, el crecimiento económico, la distribución del ingreso, la división del trabajo, la economía de la familia y del crimen y la escolaridad y equidad, entre otros temas– se le consideró como “el principal responsable de lo que se ha llamado imperialismo de la economía” (Ovejero, 1977) y con “(l)a concesión del Nobel no hizo más que consolidar un quehacer que arranca de finales de los setenta [la revolución de las expectativas racionales en economía]” (Ovejero, 1977).7 No cabe duda que Becker cambió, de manera sustancial, la forma de estudiar economía.
El 10 de mayo de 2014, Posner escribiría que “el blog Becker-Posner se terminaba” como una despedida y en memoria de Becker.
“Sus pioneros [del concepto de capital humano] incluyen a Theodore Schultz, Jacob Mincer, Milton Friedman, Sherwin Rosen y varios otros profesores asociados a la Universidad de Chicago”(Becker, 1989).
Este planteamiento nos remonta a la idea de “la mano invisible” de Adam Smith, que de manera sencilla plantea que si los individuos buscan su propio beneficio propiciarán, sin buscarlo, el beneficio de la economía en general, tesis muy bienvenida en la comunidad de economistas de Chicago.
Otras notas de opinión, con diferentes puntos de vista a los de Pérez Rocha, se publicaron en El Economista por Raúl Martínez Solares con el nombre de “La importancia de la ciencia económica para las personas” el 13 de mayo, y en El Financiero Jesús A. Cervantes González escribió “Gary Becker amplió el campo de la ciencia económica” el 14 de mayo.
Esto no quiere decir que los agentes tengan una “previsión perfecta” o que las expectativas que forman siempre sean correctas (McCallum, 1980).
El término de error puede incorporarse cuando el pronóstico de la variable es imprevisible o no se cuenta con toda la información disponible.
Dos años más tarde, en 1994, el comité Nobel reconocería a John Harsanyi, John Nash y Reinhard Selten “por su análisis pionero del equilibrio en la teoría de los juegos no cooperativos” y eso “se podría interpretar como una consolidación de la acción imperial de los economistas” (Ovejero, 1977) de la cual Becker fue una pieza clave.