A look at the relationship between chemistry and the art is presented, but making emphasis in the art inside chemistry. Without doubt, there is aesthetics in chemical formulas, structures and graphic representations. There is art in photographs some compounds and elements, in some representations of the nanoscopic world or in certain formulas of compounds first thought and afterwards synthesized. There is also art in some pieces developed by famous chemists, as pictures by Wilhelm Ostwald or music composed by Alexander Borodin.
El análisis químico de una obra pictórica, de una pintura rupestre o de un tapiz permite identificar los pigmentos, ligantes, barnices o fibras textiles utilizadas por sus autores. Estos resultados posibilitan a un historiador conocer el origen y la época de una obra artística, la técnica utilizada, así como las intervenciones sufridas posteriormente. A la hora de restaurar una pieza, los datos químicos son indispensables para encarar con responsabilidad las actividades de limpieza y restauración. Sin embargo, ello no va a ser de nuestro interés en esta editorial, aunque constituye la médula del trabajo de Mary Virginia Orna (2011) en este mismo número.
Tenemos también en este número el caso de un químico pintor ahora dedicado a la pintura virtual, como el cuadro elaborado con Power Point en nuestra portada: José María García Saiz (2011). Por su parte, otro químico restaurador, José Luis Galván-Madrid (2011), nos intenta definir a la química y al arte y nos habla de sus vínculos.
Beyer & Behrends (2003) han recopilado las obras de arte (pinturas y esculturas, por ejemplo) en relación con la química. Zott & Boeck (2003) han escrito una breve reseña sobre este libro, en la que nos dicen que contiene muestras de arte realizadas por no-químicos. Sin embargo, como nos lo ha dicho por correo su mismo autor, el Dr. H. C. Lothar Beyer, en este libro también hay algunas reproducciones de obras de arte de químicos, como Wilhelm Ostwald, de quien sí vamos a hablar más adelante. La portada de este libro se muestra en la ilustración 1. El trabajo de António Cachapuz (2011) en este número es dar ejemplos del diálogo interdisciplinario entre la química y el arte, quien sí toca varios de los puntos sobre los que voy a extenderme aquí. Pero más que nada su artículo es una protesta contra la separación entre el mundo de la verdad verificable o refutable (ciencia) y el mundo del arte (experiencia estética).
Arte en los compuestos y elementos químicosRoald Hoffmann (2003, p. 1) nos recuerda cómo el arte está dentro de la química: Química, arte, artesanía, negocio y ahora ciencia de las sustancias y sus transformaciones, hoy recorre paralelamente en cada paso por el conocimiento, ganado con alta dificultad, de moléculas y sus reacciones. La Química es también labor humana —inclusive la química de cálculos que algunos de mis colegas teóricos realizan según dicen para lograr un futuro menos oloroso, requiere de mucho trabajo computacional. Los seres humanos dedicados a la química, tanto en su parte analítica como en la sintética, construyen compuestos y significados. E imbuyen las sustancias y los pequeños pictogramas que dibujamos de ellas con indicios de belleza. ¿Por qué? Ya que construir una base placentera para una labor difícil es una necesidad psicológica. Y porque de manera natural buscamos la belleza y buscamos el bien.
Porque sin duda hay belleza en una joya (ver las amatistas en la ilustración 2a) o aun en los elementos químicos (ver el azufre en la ilustración 2b).
Con el tiempo, la visualización vía modelos entra en la química como un inevitable corolario de la visión macro/micro que, confusa, aunque productivamente, se mezcla en la mente de los químicos modernos. Estratos de representaciones icónicas y simbólicas de las moléculas median como propulsor hacia la comprensión del por qué una disolución azul se transforma en un precipitado verde lima o cómo lograr la síntesis de tal o cual molécula (ver la ilustración 3 con algunos ejemplos de modelos moleculares estéticos).
Lomonósov, un químico artistaMikhail Vasilievich Lomonósov es un personaje asombroso, que nace en 1711, en el pequeño pueblo ruso Mishaniskaia, en una isla de la desembocadura del río Dvina, cerca de la ciudad de Arkangel, y muy próxima al círculo polar ártico. Es asombroso, porque nacido en un entorno de pescadores, su afán por aprender y obtener nuevos conocimientos le hicieron convertirse en ejemplo del saber universal. Fue el científico ruso que dicen se adelantó a Lavoisier en el planteamiento de la ley de conservación de la materia en las reacciones químicas; o a Maxwell y Boltzmann en su teoría corpuscular. También introduce el concepto de isómeros, sin nombrarlos, 90 años antes de su definición por Berzelius: “Pueden producirse moléculas diferentes, a partir del mismo número de losmismos átomos si están combinados de forma diferente”. Su problema es que resulta raro tener registro por escrito de sus propuestas, sino solamente en forma de disertaciones que iban de boca en boca. También se dice que llegó a la conclusión acerca de la existencia del cero absoluto de temperatura. Lo cierto es que Lomonósov es todo un ícono y un mito de la ciencia, la literatura y el arte ruso. En 1940 la universidad de Moscú fue renombrada como Universidad Estatal de Moscú M. V. Lomonósov.
Además de química, hizo propuestas en electricidad, luz, mineralogía, meteorología y astronomía. Por ejemplo, propuso en 1861 que Venus tenía una atmósfera como la de la Tierra, después de observar con rigor a ese planeta, mientras pasaba por encima del Sol.
No quedó ahí su labor, pues también se dedicó a la literatura y al arte de hacer mosaicos, como el de “La Batalla de Poltava” elaborado entre 1862 y 1864, de la ilustración 4. Existen otros ejemplos de mosaicos, la mayor parte incompletos.
Mikhail Lomonósov condujo la elaboración de este famoso mosaico, conocido como “La Batalla de Poltava” del 28 de junio de 1709. Se encuentra en la Academia de Ciencias de San Petersburgo. Está el zar Pedro I sobre su caballo, mientras derrota a las fuerzas suecas de Carlos XII.
Hace algunos años escribí una editorial sobre el “Músico-Químico”, Alexander Borodin (Garritz, 2001).
Borodin, ese maduro compositor ruso que puso un tono muy nacionalista en toda su obra, llegó a decir en su edad adulta “amé a la química tanto como hice con la música”. A primera vista resulta extraño que una persona que fue atraída hacia una ciencia natural, como lo es la química, haya tenido también la sensibilidad para cultivar un arte como la música, pero él resulta un magnífico ejemplo de que es posible que “la calidad imaginativa estimulante en el campo científico, no entre en contradicción con un temperamento musical”, como indica uno de sus biógrafos.
A la edad de nueve años empezó a componer y a los trece había compuesto un concierto para flauta y piano, así como un trío para dos violines y chelo. No sólo aprendió a tocar el piano, sino que también ejecutaba con maestría la flauta y el violonchelo, y aunque no con envidiable disposición también tocaba el oboe y el clarinete, al igual que varios metales.
A los 24 años, cuando concluye sus estudios de doctorado, es propuesto para ocupar una cátedra en la Universidad de San Petersburgo. Poco tiempo después fue invitado a trabajar con varios químicos notables europeos, junto con Dimitri Mendeleiev. Es decir, también joven estaba desarrollando química de primera calidad. Allí pasó tres años, aunque también visitando a músicos y asistiendo a conciertos, es decir, combinando estupendamente la química y la música.
Wilhelm Ostwald. Fisicoquímico y artistaNo debemos olvidar que Wilhelm Ostwald (1853-1932) fue uno de los fundadores de la Fisicoquímica, junto con Jacobus Henricus van’t Hoff y Svante Arrhenius. Crearon en 1887 la revista Zeitschrift für Physikalische Chemie, la primera específica de esta ciencia y la que dirigió durante 35 años (hasta 1922).
Se le otorgó el Premio Nobel de Química en 1909 por sus trabajos sobre catálisis, equilibrio químico y velocidad de reacción. Las ilustraciones 5 a 7 nos muestran su trabajo como pintor, que fue combinando con el de científico durante toda su vida.
Wilhelm Ostwald. Un barco en la isla de Vilm, en el noreste alemán, 1893. Allí reposaba de sus fatigas como científico y se dedicaba a pintar (Zimmermann, 1992, p. 81). Cortesía de Gisela Boeck (Universidad de Rostock, Alemania).
Wilhelm Ostwald. El pintor dibuja en un autorretrato en la isla de Hiddensee, Alemania, 1910. El autor iba en una carroza desde Leipzig, donde trabajaba, hasta Rostock y de allí llegaba al Nationalpark Vorpommersche Boddenlandschaft, a 500 km de su casa en Leipzig (Zimmermann, 1992, p. 81). Esta ilustración se muestra a todo color en la segunda de forros de esta revista. Cortesía de Gisela Boeck (Universidad de Rostock, Alemania).
Ostwald, al final de su vida, en su casa privada cercana a Lepzig, desde 1906, con una gran biblioteca y un laboratorio extenso, empezó otra carrera científica a sus casi sesenta años, ahora sobre la teoría del color, suplementando la pasión de toda su vida por la pintura. Nuevamente él aplicó el enfoque multi-nivel característico de su trabajo previo. Desarrolló instrumentos para medir el color, elaboró una clasificación compleja de los colores hasta derivar una ley matemática de la armonía, produjo varias pinturas en su laboratorio, fundó una fábrica de cubetas de pintura, escribió varios libros sobre la teoría del color y su historia (ver ilustraciones 8 y 9) y permaneció activo en las reformas de la educación artística (Schummer, 2001).
Khunrath (1595) nos presenta en su libro unas páginas de arte alquímico que vale la pena reseñar aquí. Ha sido Gisela Boeck quien nos ha alertado de su existencia en la biblioteca de la Universidad de Rostock, Alemania, y nos ha enviado algunas de las imágenes mostradas, por ejemplo la de la ilustración 10.
Una de las páginas del libro de Khunrath (1595) en blanco y negro, donde se ve una figura de un laboratorio alquímico rodeada de texto. Cortesía de Gisela Boeck (Universidad de Rostock, Alemania).
La ilustración 11 muestra la figura central de la ilustración anterior con sus colores originales.
Por su parte, las ilustraciones 12 y 13 nos dan un segundo ejemplo de una figura central de una página, a colores, con el tema de ‘El hermafrodita’.
El hermafrodita, figura central. Tomada de la URL de la Universidad de Wisconsin, en http://specialcollections. library.wisc.edu/khunrath/hermfig1750.html, con un detalle fantástico. Esta ilustración se muestra ampliada a toda capacidad en la tercera página de forros de esta revista.