La desnutrición en ancianos es un problema de salud multifactorial1. Esta situación no suele ser detectada por el personal médico durante la hospitalización, lo que se traduce en aumento del deterioro funcional, riesgos de infección, mortalidad y costos hospitalarios2. Además, si estos pacientes padecen diabetes mellitus tipo 2 (DM2), el panorama se complica.
En el estudio de Serrano et al.3 utilizaron el Mini Nutritional Assessment (MNA) y el Malnutrition Universal Screening Tool (MUST), herramientas de detección de desnutrición con alta validez, sensibilidad y especificidad comparadas con el test de Valoración Global Subjetiva (VGS), considerada como la técnica más apta1. El MNA está diseñado exclusivamente para ancianos y su uso está recomendado por la Asociación de Dietistas de Australia4. Por su parte, el MUST presenta sencillez y rapidez de aplicación, e incluye información objetiva y subjetiva que limita el sesgo1. Ambos métodos tienen una fiabilidad similar y se adecúan a los pacientes geriátricos2, siendo esto un punto a favor para el estudio.
La discrepancia radica en el uso del índice de riesgo nutricional (IRN), el cual detecta problemas relacionados con la desnutrición o la gravedad en el postoperatorio1,5. Sin embargo, el IRN está dirigido a pacientes quirúrgicos jóvenes, por lo cual no es confiable en pacientes ancianos6. En su contraparte, se desarrolló el índice de riesgo nutricional geriátrico (GNRI), que cambia el peso habitual usado en el IRN por el peso ideal del paciente anciano mediante la fórmula de Lorentz, detectando distintos grados de riesgo asociado a nutrición y puede predecir la tendencia a una estancia hospitalaria mayor5,7.
Los estudios de Poulia et al.1 y Abd et al.8 respaldan nuestra afirmación y refieren que el GNRI presenta mayor especificidad y valor predictivo negativo que el IRN. Además, el GNRI utiliza: altura, peso y albúmina, convirtiéndose en un método simple, práctico de usar y sensible al estrés de la enfermedad. Adicionalmente, el GNRI puede clasificar a los pacientes ancianos hospitalizados en varios tipos de desnutrición cuando se combina con el MNA8. Por eso, consideramos que el estudio debió usar GNRI en lugar del IRN, porque se adecúa mejor a su población.
Por otro lado, hubiese sido interesante que el estudio de Serrano et al.3 nos diera a conocer detalles de los pacientes, como su historial nutricional antes de su hospitalización, tiempo de diagnóstico y tratamiento para la DM2; que permitiría deducir si la desnutrición fue provocada por la edad y/o DM2.
Sumado a lo anterior consideramos dos aspectos importantes: primero, conocer el tipo y la circunstancia en que se ofreció el soporte nutricional por parte del hospital, ya que una dieta inespecífica para pacientes con DM2, comidas no balanceadas, falta de tiempo para alimentarse y el ayuno antes de pruebas médicas pueden exacerbar la desnutrición y aumentar el tiempo de estancia hospitalaria2,9 en comparación con hospitales que brinden dietas individualizadas; segundo, determinar la presencia de desnutrición al ingreso, durante la hospitalización o desde el ingreso hasta el alta podría complementar los resultados del estudio.
Por lo tanto, considerar un adecuado método de cribado, historial y soporte nutricional en pacientes ancianos hospitalizados con DM2 proporcionaría una evaluación integral y un correcto diagnóstico de desnutrición; además, facilitaría la implementación de dietas específicas y tratamiento oportuno, con el fin de evitar mayores complicaciones y estancia hospitalaria.
Conflicto de interesesNinguno.