El uso de la monitorización continua de la glucosa (MCG) en la diabetes tipo 1 (DT1) ha demostrado reducir algunas complicaciones agudas, mejorar el control glucémico y la satisfacción de uso por parte de los pacientes1–3. Recientemente, aquellos países que han introducido la financiación pública de estos dispositivos de manera masiva han publicado los resultados disponibles en el Reino Unido4, Bélgica5, Suecia6 o Francia7, confirmando en vida real resultados positivos en términos de reducción de HbA1c, ingresos hospitalarios por complicaciones agudas y una mejora en la satisfacción de los pacientes en comparación con la determinación habitual de glucemias capilares.
En España, la financiación pública de la MCG se ha abordado de manera diferente dependiendo del ámbito autonómico donde aplicarla. En Cataluña, dicha financiación se estableció en diferentes fases y la última contemplaba la financiación general para todos los pacientes con DT18. El gran número de pacientes que incluía esta última fase de implantación nos llevó a evaluar la viabilidad y efectividad de un algoritmo de decisión (fig. 1) dirigido a la implantación masiva de la MCG en personas con DT1 atendidas en nuestra Unidad de Diabetes en el menor tiempo posible. En nuestro caso, se priorizó el uso del dispositivo de MCG de tipo flash Freestyle Libre9. Un profesional administrativo, con soporte del personal sanitario, contactó con las personas candidatas y las incluyó en el programa según sus competencias digitales. Los nuevos usuarios recibieron información del dispositivo, un teléfono de contacto y un enlace a un seminario formativo web. Los menos familiarizados con la tecnología y con menores competencias digitales recibieron formación presencial en grupos reducidos.
En un período de 3 meses y medio, comprendido entre el 1 de marzo y el 15 de junio de 2021, se contactó telefónicamente con 1519 candidatos (52% mujeres, edad media de 43,82±15,29 años, HbA1c media del 7,71%±1,19, 19% usuarios de infusor subcutáneo de insulina). Un total de 1045 pacientes (69%) iniciaron el uso de la MCG financiada, de los cuales 320 (21%) se autofinanciaban el uso de la MCG previamente; 331 personas (22%) rechazaron el uso del dispositivo y no se consiguió contactar con 143 personas (9%). En los seminarios web dirigidos por una enfermera educadora en diabetes, se incluyeron 292 pacientes (29%), mientras que solo 39 (3%) requirieron formación presencial. La mayoría de pacientes que rechazaron el inicio de MCG manifestaron su falta de interés en el uso del dispositivo (45% de los casos) y un 17% de los pacientes prefería tomar una decisión tras la visita con su endocrinólogo habitual. No se registraron complicaciones agudas destacables ni problemas clínicos relevantes. Observamos un discreto incremento del número de consultas sobre el dispositivo (se registraron un total de 190 llamadas y 11 visitas presenciales no planificadas).
Recientemente se ha publicado en esta revista un trabajo en España que demuestra que la incorporación de un programa educativo en formato grupal y telemático sobre el uso de dispositivos de MCG de tipo flash, dentro de las estrategias de implantación de estos sistemas, es una opción efectiva y con beneficios asociados en calidad de vida y miedo a hipoglucemias, implementable en la práctica clínica habitual en pacientes adultos con DT110. Nuestro trabajo añade nueva información al respecto y demuestra que la implantación masiva de la MCG financiada en la población con DT1 en un breve período de tiempo es factible, segura y efectiva mediante el uso de estrategias coordinadas entre profesionales sanitarios y no sanitarios incluyendo visitas presenciales, virtuales y soporte educativo en la web.