Los trastornos de la conducta alimentaria forman un grupo de enfermedades donde se mezcla el deterioro físico y el malestar psíquico. Partiendo de esta premisa, el contexto de atención de estos trastornos debe realizarse en un espacio multidisciplinario. La atención del deterioro físico requiere una aproximación médica tanto de los problemas nutricionales como de las complicaciones físicas del síntoma. Según nuestro criterio, la especialidad de endocrinología y nutrición es la más capacitada para dar dicha respuesta.
Existe una gran variabilidad en el abordaje terapéutico de los trastornos de la conducta alimentaria. No existe unanimidad sobre su génesis y, por tanto, de cómo se debe tratar estos trastornos, y existen diferentes aproximaciones terapéuticas. La orientación teórica del psicoterapeuta encargado del tratamiento es un factor muy importante. Otra diferencia sería la indicación del ingreso hospitalario; algunos grupos consideran el ingreso hospitalario como una parte del proceso terapéutico y otros (como el nuestro) optan por el seguimiento ambulatorio fundamentalmente y restringen los ingresos a los casos en que el deterioro físico lo haga imprescindible. Y por último, la forma de constituirse los equipos multidisciplinarios está sujeta a una gran variabilidad.
Los datos de morbimortalidad de los diferentes estudios presentan una gran diversidad, que puede ser un reflejo de la gran variabilidad existente en el abordaje de los trastornos de la conducta alimentaria. Como conclusión habría que señalar que existen todavía muchas incógnitas en la patología de los trastornos de la conducta alimentaria y que cualquier abordaje terapéutico aplicado debe estar sometido a un continuo juicio crítico.
Eating disorders combine physical deterioration and psychological malaise. Based on this premise, the treatment of eating disorders should be multidisciplinary. Physical deterioration requires medical treatment for both nutritional problems and physical complications. According to our criteria, the specialty most able to provide this type of care is endocrinology and nutrition.
There is wide variability in the therapeutic approach to eating disorders. Consensus on the genesis, and therefore on how these disorders should be treated, is lacking and several approaches exist. The theoretical orientation of the psychotherapist charged with the patient's treatment is highly important. Another difference lies in the indication of hospitalization: some groups consider hospital admission to be part of the therapeutic process and others (such as ours) prefer outpatient follow-up and use hospital admission mainly as a last resort. Lastly, the composition of multidisciplinary teams is highly diverse.
The data on morbidity and mortality reported in various studies are far from homogeneous and may reflect the wide variability in the approach to eating disorders. In conclusion, many questions remain to be answered in eating disorders and any therapeutic approach used should be subject to continual critical evaluation.