El desarrollo de una fístula quilosa, por lesión del conducto torácico o uno de sus afluentes, tras la disección y/o linfadenectomía cervical, es una complicación infrecuente durante la cirugía del carcinoma tiroideo. Diversas modalidades de tratamiento han sido descritas, siendo la cirugía una opción reservada al fracaso de las mismas. Describimos un caso de una fístula quilosa en el postoperatorio de una tiroidectomía, con linfadenectomía por carcinoma papilar de tiroides, que se resolvió de forma conservadora con el uso de análogos de la somatostatina (octreótido).
Paciente mujer de 34 años, sin antecedentes de interés, que consultó por un cuadro de hipotiroidismo subclínico. La exploración física puso de manifiesto la presencia de un nódulo pétreo de unos 2cm, a expensas del lóbulo tiroideo izquierdo, sin palparse adenopatías cervicales. En el estudio preoperatorio se practicó una determinación de hormonas tiroideas y anticuerpos antitiroideos, que no mostraron alteraciones significativas. Una ecografía informó de la presencia de un nódulo de 11 milímetros en lóbulo tiroideo izquierdo con calcificación grosera en su interior. La punción aspiración con aguja fina de la lesión, informó de la presencia de un carcinoma papilar de tiroides, por lo que se intervino quirúrgicamente realizando tiroidectomía total con vaciamiento ganglionar cervical central y yugular bilateral. El estudio histológico definitivo confirmó la presencia de un carcinoma papilar de tiroides de 1,7cm con afectación de uno de los ganglios del compartimento central y de un ganglio en ambas cadenas yugulares. Una semana después de la cirugía, la paciente refirió la presencia de una tumoración fluctuante a la palpación, en región cervical izquierda. Durante la punción (fig. 1) se obtuvo un líquido blanquecino (linfa). Tras tres evacuaciones con cadencia semanal, se instauró tratamiento combinado con dieta rica en ácidos grasos de cadena media y octreótido (0,1μg/8 horas de aplicación subcutánea), produciéndose la curación de la fístula en la primera semana del tratamiento.
La presencia de una fístula quilosa durante el postoperatorio en cirugía cervical es una complicación infrecuente, asociada a disecciones extensas de la región cervical1. La aparición de una fístula quilosa se describe con mayor frecuencia en el lado izquierdo, por la desembocadura del conducto torácico en el confluente yugulosubclavio. La lesión suele ser inapreciable de inicio y manifestarse como salida de un líquido de aspecto lechoso por el drenaje en los días subsiguientes a la intervención o por el desarrollo de una colección líquida tras la retirada del drenaje, como ocurrió en nuestro caso. Entre las terapias descritas para el tratamiento de dicha complicación se encuentran: medidas dietéticas como la instauración de una dieta enteral pobre en grasas con ácidos grasos de cadena media2, que no precisan de su incorporación al torrente sanguíneo vía conducto torácico, o someter al paciente a una dieta absoluta con nutrición parenteral total. El papel de la dieta está siendo controvertido actualmente3. También se han comunicado otras medidas locales, como la instilación de diferentes sustancias esclerosantes4. La cirugía, con cervicotomía y localización del origen de la lesión del conducto torácico es a menudo infructuosa y las medidas quirúrgicas más agresivas como la ligadura del conducto torácico por toracotomía o videotoracoscopia, no están exentas de una morbilidad importante5-7. La somatostatina y sus derivados (octreótido) han sido descritos en el tratamiento del quilotórax de diferente etiología. Al disminuir el flujo portal y las secreciones digestivas, reduce significativamente el flujo linfático a través del conducto torácico, disminuyendo también el volumen de la fístula. El uso de somatostatina o uno de sus análogos (octreótido), es una opción interesante, fundamentalmente para el manejo de lesiones pequeñas del conducto torácico, donde una disminución del flujo por el mismo puede dar como resultado el cierre espontáneo del defecto8.