La obesidad infantil es una enfermedad multisistémica de consecuencias devastadoras. Su importancia deriva de su persistencia en la edad adulta y de su asociación con el riesgo cardiovascular. No existe un consenso para la definición de obesidad en la población infantil y juvenil. Lo más aconsejable es utilizar los percentiles del índice de masa corporal (IMC) o los puntos de corte por edad y sexo propuestos por Cole. La prevalencia de la obesidad infantil es muy elevada en todo el mundo desarrollado, y aún lo es más su velocidad de incremento. Es necesario un ambiente favorable para que aparezca la obesidad y, de entre todos los componentes alimentarios, es el incremento en la ingesta de grasa el que ofrece un mayor paralelismo con el aumento de la prevalencia de la obesidad en los países desarrollados. La grasa es el macronutriente de mayor rendimiento energético y el que presenta una menor capacidad de atenuar su exceso de ingesta. Sin embargo, no todos los estudios epidemiológicos encuentran una relación entre la ingesta de grasa y la ganancia de peso. En la controversia sobre la “culpabilidad” de la grasa se puede hipotetizar que la ingesta de grasa es un factor de confusión y que la relación causal más fuerte entre ingesta y obesidad se produce con la densidad energética, ya que ésta influye en la saciedad y ha sido implicada en la regulación energética. La grasa, los azúcares solubles y la ausencia de fibra y agua aumentan la densidad energética de los alimentos. Los alimentos de la llamada comida rápida tienen una gran densidad energética y su consumo es elevado en la población infantil. En cualquier caso, las principales encuestas poblacionales españolas y de casi todos los países occidentales ponen de relieve el exceso de ingesta de grasa en la población general (> 40%) e infantil (> 42%), muy lejos de las recomendaciones, lo que se asocia con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares y, hasta cierto punto, de algunos cánceres e hipertensión. Por todo ello, es importante tomar medidas para reequilibrar la alimentación infantil, restringiendo la cantidad de grasa, disminuyendo la densidad energética e incrementando los hidratos de carbono ricos en fibra. Para ello es imprescindible adoptar medidas industriales, educativas y sociosanitarias.
Childhood obesity is a multisystemic disease with potentially devastating consequences. The importance of this condition lies in its persistence in adulthood and its association with cardiovascular risk factors. Consensus on the definition of childhood obesity is lacking. Nevertheless, the use of body mass index percentiles or Cole's cut-off-points for age and sex is recommended. The prevalence of childhood obesity is high in developed countries and is rapidly increasing. Environmental factors play an important role in obesity and, among all the dietary factors involved in its rising prevalence, the most important in the developed world is increased fat intake. Fat is the macronutrient with the greatest caloric efficiency and the lowest capacity to attenuate excess intake. Nevertheless, not all epidemiological studies support the relation between fat and weight gain. Fat might be a confounding factor in the relationship between nutrition and obesity and the real causal factor may be caloric density, since it influences satiety and the energy regulatory system. Fat, soluble sugars and the absence of dietary fiber and water increase food's caloric density. Fast food is an outstanding example of food with high caloric density and its consumption is increasing among children. Nevertheless, the main epidemiological surveys carried out in Spain and almost all other western countries stress that fat intake in the adult and pediatric populations (> 40% and > 42%, respectively) is far in excess of recommended levels and that this excess is also related to cardiovascular disease and, to a certain extent, to some types of cancer and hypertension. For all these reasons, measures should be taken to restore balance to children's diets by reducing fat intake and energy density and increasing fiber-rich carbohydrates. To do this industrial, educational, and medical interventions are required.