Charles Darwin revolucionó la biología, y con ella toda la ciencia en 18591. Esa visión simplista de la realidad es, a menudo, muy convincente para los seres humanos. A los seres humanos nos gustan las historias, y los héroes, y lo mágico. Pero la realidad es siempre compleja. El libro más trascendente de la biología no es el resultado del trabajo de un solo hombre, sino la síntesis de ideas que surgieron de los esfuerzos de decenas de científicos, escritores y filósofos. Ideas que fueron acumulándose en libros, universidades, sociedades científicas. Ideas que pudieron desarrollarse gracias a viajes que dirigían navegantes que trabajaban con marineros expertos, que ya sobrevivían mejor a las largas travesías gracias a las investigaciones de James Lind, o los trabajos no tan referenciados del médico español Pedro María González2, artífice de gran parte del éxito de la expedición Malaspina. Es bien conocido como el libro de Thomas Malthus3 fue absolutamente determinante para que Darwin viviera su momento «eureka»4, pero no más que lo que le había transmitido personalmente su genial abuelo, Erasmus Darwin5. Pero más allá de las anécdotas históricas, por demostrativas que resulten, podemos aproximarnos de un modo más metódico al problema.
No ha sido fácil conseguir una buena síntesis de las diversas aproximaciones a la evolución que contente a la mayoría de los teóricos6. De hecho, desde mi punto de vista, la mayor aportación en los últimos decenios ha sido poder demostrar que una de las claves esenciales de los mecanismos evolutivos es la cooperación; como se puede demostrar con la observación atenta de la naturaleza7; o con análisis matemáticos muy sofisticados8. Es más, no solo es absolutamente diáfano tras leer a Edward O. Wilson que el ser humano es social o no es9; sino que el verdadero avance que separa al ser humano del resto de los primates es la capacidad de pensamiento colectivo10. Es curioso que para poder llevar a cabo labores tan complejas, el cerebro humano sea el órgano que consume más energía, un consumo que distingue a Homo sapiens del resto de primates superiores, y que condiciona otras características biológicas, como las características reservas de grasa de nuestra especie11.
Si nos trasladamos a la investigación científica o médica actuales, Williams nos ha demostrado en un asombroso artículo12 como para llegar a un resultado final (un anticuerpo monoclonal útil para el tratamiento del melanoma y de otros tumores), ha sido preciso la intervención de (literalmente) cientos de científicos, a lo largo de más de 100 años, muchos de los cuales no se conocían entre sí y, por supuesto, desconocían el trabajo del resto. En este estudio se cuestiona muy seriamente el sistema actual de financiación de la investigación científica, y se pondera una vez más la importancia de trabajar sin un objetivo práctico concreto, de trabajar simplemente por el placer de descubrir4.
En investigación y en medicina tenemos que entonar el Requiem de lo individual, no es asunto de un héroe, es trabajo de héroes13. En GETECCU intuimos desde el principio. En 1990 nos juntamos 22 personas para hacernos más fuertes, para cooperar y avanzar en el campo de la enfermedad inflamatoria intestinal. Ahora somos más de 600. Nuestros esfuerzos los hemos llevado a cabo en docencia, divulgación, clínica e investigación. Y nuestras herramientas más potentes son colectivas. Nuestros cursos de residentes han visto pasar a más de 700 alumnos y más de 30 profesores. Nuestra base de datos ENEIDA contiene ya información de más de 40.000 pacientes, y ha dado lugar a decenas de trabajos, varios de ellos entre los más importantes del mundo en su campo. Nuestras reuniones permiten el intercambio de información y mantener esos lazos sin los que el progreso humano es mucho más lento14.
Y nuestra filosofía se ha basado en que en nuestros proyectos colaboramos todos: pacientes, médicos, enfermeras, industria sanitaria y farmacéutica, directivos e investigadores. Todos podemos y debemos formar parte de esa red de colaboradores que colectivamente, como siempre lo ha hecho el ser humano9 seamos capaces de conquistar la enfermedad inflamatoria. Miles de millones de bacterias cooperan en nuestro intestino constantemente. Solo podremos enfrentar el enorme reto de manipular la microbiota15, quizás la clave para el tratamiento de las enfermedades inflamatorias, si colaboramos entre nosotros, como hacen ellas.
Una herramienta de colaboración es esta revista. Desde aquí, os pedimos vuestro apoyo, vuestras contribuciones, vuestras críticas, para que en un futuro no muy lejano esta revista llegue a ser una referencia ineludible en el mundo de la enfermedad inflamatoria intestinal.