Sr. Editor: Deseamos hacer constar algunas discrepancias con el artículo publicado en su número de marzo: Enferm Infecc Microbiol Clin. 2007; 25:190-81. Ante todo, queremos agradecer el esfuerzo realizado por sus autores, pues el tema es complejo y oscuro. Nuestra primera discrepancia es menor, y se refiere a la fecha de 1984 como primera actuación bioterrorista. Desgraciadamente es muy anterior. Todo depende de lo que acotemos el término bioterrorismo2, de muy reciente aplicación a un antiguo concepto. Los autores nos presentan una lista de agentes de uso potencial bioterrorista. Pensamos que se quedan bastante cortos y que la lista es mucho más extensa. De hecho, con la posibilidad de manipulación genética, casi cualquier microorganismo puede convertirse en una amenaza biológica. No citan uno de los pilares básicos, que figura en cualquier STANAG (acuerdo de normalización internacional) de la OTAN, así como en tratados internacionales de la ONU, que recogen compromisos adquiridos por los distintos gobiernos en cuanto a mantenimiento de stocks farmacológicos para emergencias. Esto es en extremo importante. Tampoco se consideran los cuatro puntos clave de la vigilancia3: alimentos (estableciendo sistemas de análisis de peligros y puntos críticos de control), contenedores de agua (depósitos y acometidas en edificios sensibles y piscifactorías), control veterinario de las explotaciones ganaderas y situaciones previsibles de riesgo (eventos deportivos o de otro tipo, donde deben desplazarse vehículos especiales de detección rápida, con medios asistenciales y diagnósticos). Por último, es bastante llamativo ver que no se establece el límite entre los sistemas analíticos de campo (POCT), los sistemas de hospital, los sistemas de salud pública y los sistemas de investigación. Que poseen distintos presupuestos y criterios de empleo. Y en cuanto a sus reflexiones medioambientales, ya hay normativa internacional y planes en marcha al respecto.
Creemos que lo verdaderamente importante en este terreno, como en otros muchos, es lo que no nos dicen los autores: establecer una colaboración fluida entre las diversas instituciones que se interesan por el tema. Cualquier inversión en un entorno desordenado suele generar resultados de poca utilidad.