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Vol. 21. Núm. S2.
Páginas 7-8 (mayo 2003)
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El microbiólogo clínico del futuro
The clinical microbiologist of the future
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Vicente Ausinaa
a Servicio de Microbiología. Hospital Universitario Germans Trias i Pujol. Barcelona. Departamento de Genética y Microbiología. Facultad de Medicina. Universidad Autónoma de Barcelona. España.
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TABLA 1. Servicios acreditados y plazas ofertadas durante 1998, 1999 y 2000 por comunidades autónomas
n el presente artículo se analizan los orígenes de la crisis y la situación actual de la especialidad de Microbiología y Parasitología en España y se definen las misiones del Microbiólogo Clínico del futuro.
Palabras clave:
Microbiólogo
Residente
Formación
In this chapter the origin of the crisis and the current situation of the specialty on Microbiology and Parasitology in Spain is analized. The competences of the future Clinical Microbiologists are defined.
Keywords:
Microbiologist
Resident
Education
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Orígenes de la crisis y situación de la especialidad. El microbiólogo clínico del futuro

Desde sus orígenes, y de forma especial en los últimos años, la especialidad de microbiología y parasitología ha experimentado un extraordinario desarrollo científico y tecnológico que ha discurrido de forma paralela a los avances de la ciencia en este campo, al descubrimiento de nuevos patógenos y a la importancia creciente de las infecciones nosocomiales1.

Sorprende el hecho de que, en nuestro país, este espectacular desarrollo de la especialidad no haya traído consigo ­en realidad ha sucedido todo lo contrario­ unas mejores expectativas profesionales para los nuevos microbiólogos2-5. Esta paradójica realidad es, en esencia, la que nos trae a este foro abierto de discusión.

A nuestro entender, para la peripecia de la microbiología clínica los cambios más significativos que han condicionado de forma negativa la evolución de nuestra especialidad han sido de tres tipos.

El primero se produjo en la década de 1970 con la incorporación de los clínicos especializados en enfermedades infecciosas. Algunos se formaron en prestigiosos centros del extranjero y otros fueron esencialmente autodidactas. El desarrollo de su actividad profesional supuso un incremento en el rigor de la asistencia a los enfermos infecciosos6. Pronto se constituyeron también como un nexo de unión ­muchas veces artificial e interesado­ entre los laboratorios y otros clínicos no especializados.

Entre los aspectos más positivos del advenimiento de los infectólogos, además de los ya comentados, está la génesis y evolución de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).

El despliegue de las actividades de nuestros colegas provocó, y sigue provocando, evidentes roces competenciales con los microbiólogos clínicos.

Para evitar que estas situaciones se repitan es necesario preguntarse de nuevo y tratar de clarificar las funciones que deben desarrollar los clínicos y los microbiólogos en el futuro, así como también sobre los programas de formación que deberán seguir ambos colectivos7-10.

El segundo condicionante negativo para la evolución de nuestra especialidad cabe atribuirlo a los errores políticos y conceptuales, propiciados o simplemente consentidos, desde diferentes comisiones nacionales de la especialidad de microbiología y parasitología. Entre los errores más notorios, por su trascendencia, cabe destacar los siguientes:

1. La existencia simultánea de dos comisiones nacionales de la especialidad.

2. El empecinamiento en utilizar itinerarios de formación idénticos (iguales programas de formación y centros para formarse) para diferentes colectivos profesionales11. Algunas de las incongruencias que esto genera son notorias (p. ej., con el programa unificado vigente, un químico en formación debe pasar durante 6-7 meses por un servicio de enfermedades infecciosas en su cuarto año de residencia).

3. Nulo control sobre los programas de formación impartidos.

4. Exceso de plazas convocadas y de centros acreditados.

En la tabla 1 se presentan el total de servicios acreditados y el número de plazas ofertadas durante las convocatorias de los años 1998 a 2000 por comunidades autónomas. Según los datos de la misma hay 62 servicios acreditados y 92 plazas acreditadas por año en todo el territorio nacional. El número de plazas ofertadas por esos servicios ha variado poco, oscilando entre 75 y 78 por año.

Son de destacar algunos datos de las tres últimas convocatorias:

1. El 62% de las plazas han sido ofertadas para médicos, el 33% para farmacéuticos, el 3% para biólogos y el 2% para químicos.

2. La Comunidad de Madrid dispone del 30% del total de plazas acreditadas, Andalucía del 17%, Cataluña del 10% y la Comunidad Valenciana del 6%.

3. Más del 80% de las plazas ofertadas para profesionales no médicos se convoca en el territorio del Insalud. Cataluña es la única comunidad autónoma que sólo ha convocado plazas para médicos en los últimos 3 años y los servicios acreditados de la Comunidad Valenciana son los únicos que han convocado plazas para químicos.

Entre el 37-47% de las plazas convocadas en la Comunidad de Madrid, del 15-67% de las convocadas en Andalucía y del 38-87% de las de la Comunidad Valenciana han sido ofertadas para profesionales no médicos.

Datos éstos que, aparte de curiosos y sorprendentes, exigirían sin duda un análisis más profundo y detallado.

El tercer condicionante negativo de la especialidad, mucho más difuso en sus orígenes pero no menos real, procede de la importación de otras culturas de lo que se ha dado en llamar "nuevos modelos de gestión y unificación", cuando no de privatización, de los laboratorios12-14.

Algunas de estas nuevas fórmulas de gestión contemplan la contratación de los servicios de laboratorio a empresas ajenas al hospital.

Una política de énfasis en aspectos puramente económicos, y no científico-profesionales, reportará inevitablemente una disminución de la calidad de los servicios y, en casos concretos como el que nos ocupa, graves perjuicios para la salud de los pacientes que a la larga generarán mayores gastos a la sociedad15.

Pues bien, en esta ceremonia de confusión actual, los nuevos microbiólogos han ido perdiendo oportunidades laborales en favor de otros especialistas menos cualificados.

Los "microbiólogos clínicos" que deberíamos formar de cara al futuro, muchos menos y en menos centros que los actuales, deberían ser unos "buenos patólogos" de las infecciones, conocer las necesidades de los infectólogos, poseer una idea rigurosa y matizada de la trascendencia del diagnóstico etiológico y de los recursos técnicos de que se dispone para alcanzarlo6. Deberían ser muy críticos respecto al valor de dichas técnicas, sabiendo evaluar lo nuevo con prudencia y evitar dos extremos peligrosos (el estancamiento tecnológico y el ser víctima de innovaciones)6,10. Deberían conocer también el valor de las pruebas de sensibilidad in vitro y poseer un criterio sólido sobre la aplicación de los antimicrobianos9,10. Atributos éstos que, pese a quien pese, no se adquieren sólo en el laboratorio, sino también a la cabecera del enfermo6.

Si no conseguimos que los futuros profesionales asuman estas responsabilidades con competencia ­lo cual ni los programas de formación actuales ni muchos centros acreditados hoy pueden garantizar­ su función se irá diluyendo entre las peticiones de "análisis", la sofisticación de las técnicas introducidas muchas veces de modo indiscriminado y el control remoto de los tratamientos que otros realizan6.

Visto con realismo, el futuro de la microbiología clínica en España no es fácil de predecir, pero las realidades que comentamos hacen vislumbrarlo con cierto pesimismo.

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