Recientemente Valcárcel et al1 han publicado en esta revista un interesante estudio sobre la incidencia de ingresos hospitalarios por leishmaniasis en España. De acuerdo con el conjunto mínimo básico de datos (CMBD) para el quinquenio 1999–2003, encuentran una incidencia de 796 casos nuevos ingresados, lo que supone una tasa anual de 0,4 casos/105 habitantes en promedio. Sólo ese dato nos recuerda la consuetudinaria subnotificación de esta enfermedad en nuestro país: en el periodo 1982–1996 la tasa de incidencia total reflejada en los boletines epidemiológicos semanales sobre las enfermedades de declaración obligatoria (EDO), que incluye todas las formas de leishmaniasis tanto hospitalarias como extrahospitalarias, jamás alcanzó esa cifra; la máxima fue 0,31 en los años 1985, 1990 y 19922.
Por otro lado, los autores encuentran que un 84% de los ingresos se producen por la forma visceral de la enfermedad, dato que consideran sobredimensionado debido a la fuente de información usada, los registros hospitalarios, donde están las formas más graves de la enfermedad. A modo de comparación, citan un trabajo nuestro en el que ese porcentaje era del 60% para el periodo 1982–1990 con datos poblacionales del sistema EDO de Castellón3.
En un estudio posterior, que ha tenido menos eco, realizado también en Castellón2, intentamos mejorar el Sistema de Vigilancia Epidemiológica (SVE) mediante la creación de un registro de dispensación de Glucantime® en farmacias (RDGF) aprovechando que la única indicación de este fármaco es el tratamiento de la leishmaniasis. Lo hicimos durante algo más de 10 años (1991–2000), que es un tiempo considerable. De manera simplificada, el registro consistía en el contacto periódico con cada una de las farmacias donde se dispensaba el medicamento para así identificar al paciente e incorporarlo al SVE tras la encuesta epidemiológica correspondiente. De ese modo, incrementamos la detección de casos en un 23% y el porcentaje de leismaniasis visceral cayó al 51%.
De forma colateral, también detectamos un incremento muy notable en las ventas de Glucatime® de uso veterinario y, sobre todo, de uso humano desviado a uso veterinario a partir de 1996 (más del 95% de las ventas del Glucantime® de uso humano era desviado a uso veterinario; esto distorsiona el RDGF)2.
La leishmaniasis fue incluida en los datos del SVE nacionales desde 1982 hasta 1996, a partir de entonces sélo en determinadas comunidades autónomas es considerada como una EDO. Es evidente que los datos recogidos durante ese periodo infravaloraban la verdadera incidencia en España. En un informe de la OMS4, se reflejó que en los países del sur de Europa, con el nuestro a la cabeza, los casos de coinfección Leishmania/VIH eran bastante numerosos: 835 casos para 1990–1998. A este respecto, Valcárcel et al1 encuentran que la coinfección supone alrededor de un 20% de los casos hospitalizados. Estos casos requieren tratamiento médico especializado y más costoso. Pero, además, en el otro extremo del espectro clínico de la leishmaniasis, allá donde están los casos de infección asintomática, Riera et al5, en un estudio realizado en Baleares sobre donantes de sangre, encuentran un 3,1% de seropositivos, y además, en un 5,9% pudieron amplificar ADN de células mononucleares de sangre periférica.
En suma, los estudios sobre la incidencia hopitalaria1,4, la incidencia poblacional2,3 y la infección asintomática5 nos recuerdan que la leishmaniasis, con sus variaciones geográficas, es una enfermedad que sigue teniendo importancia epidemiológica en nuestro país. También hay alguna evidencia de que el número de casos en el reservorio canino se ha incrementado sensiblemente en la última década.