Recientemente se ha publicado en esta revista el trabajo titulado «Perspectivas de los profesionales de enfermería de cuidados intensivos sobre las visitas abiertas en una UCI», de Alonso Rodríguez et al.1. Los horarios de visitas abiertos se enmarcan en el cambio de modelo que está produciéndose en las unidades de Cuidados Intensivos (UCI) en que el foco de atención se desplaza de la tecnología al paciente. En este contexto, empiezan a flexibilizarse los horarios de visitas, aunque hay todavía pocos servicios en los que se ha implementado lo que se conoce como puertas abiertas2, y la información al respecto es escasa.
El artículo aporta información de gran interés ya que muestra la opinión de los profesionales de una unidad con experiencia con un horario de visitas ampliado. El estudio concluye que la mayoría de los profesionales tienen una opinión negativa hacia la política de puertas abiertas, aunque admiten que puede resultar beneficiosa para el paciente y la familia.
¿Se corresponden estos resultados con la mayoría de las unidades de nuestro entorno en la actualidad?
En nuestra unidad (UCI Hospital del Mar, Barcelona) se implantó en diciembre del 2019 un régimen de visitas abierto, en el que una persona puede permanecer con el paciente las 24 h si lo desea, además de 2 turnos de 2 h mañana y tarde para otros 2 acompañantes. Desafortunadamente, en marzo del 2020 este horario se vio interrumpido por la COVID-19. La situación que todos hemos vivido con la ausencia de familiares en las unidades nos ha hecho ser aún más conscientes de su importancia.
Antes de iniciar este horario se pulsó la opinión de todo el personal sanitario de la unidad (enfermeras, TCAE, médicos, fisioterapeutas, camilleros) con una encuesta informal, según la cual la mayoría (69%) de profesionales estaba de acuerdo en implantarla, al considerarla beneficiosa tanto para el paciente como para la familia. Sin embargo, y coincidiendo con los datos del estudio de Alonso Rodríguez et al.1, opinaban que la presencia de la familia supone un aumento de la carga de trabajo y que podría crear problemas de intimidad para los pacientes, así como de espacio en las habitaciones.
Todo esto nos lleva a plantearnos algunas reflexiones.
En primer lugar, que trabajamos en un medio con situaciones emocionales complejas y necesitamos incorporar habilidades de comunicación en nuestra formación tal como Alonso Rodríguez et al.1 describen. Así conseguiremos mejorar la relación con pacientes y familias, daremos mejor apoyo emocional y aumentaremos nuestra satisfacción profesional.
En segundo lugar, que las UCI fueron diseñadas para facilitar el control y el cuidado del enfermo, pero no su bienestar. Debemos repensar espacios físicos que a la vez que faciliten nuestro trabajo sean agradables, más espaciosos y permitan preservar la intimidad.
Finalmente, que si asumimos que un horario abierto es beneficioso para el paciente3 y la familia tenemos que poder facilitarlo. Efectivamente, la familia también es objeto de cuidado y, por tanto, supone un aumento de la carga de trabajo. ¿Dejaríamos de proporcionar alguna terapia por ese motivo?
Tras demostrarse que la ratio enfermera/paciente afecta a la mortalidad y a la seguridad de los pacientes4, hay que demostrar a los gestores la importancia que esa ratio tiene también en la calidad de los cuidados que proporcionamos de manera, por ejemplo, que el cuidado a la familia no vaya en detrimento del cuidado del paciente. Deberíamos convencerlos (y convencernos) de que los cuidados relacionados con el bienestar emocional de los pacientes y sus familias también son terapia.