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Vol. 54.
Páginas 6-30 (enero - junio 2016)
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Vol. 54.
Páginas 6-30 (enero - junio 2016)
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«El más amado de los monarcas todos»: historia de un plan para rescatar a Fernando VII (Nueva España, 1808-1809)
‘The belovedest of all monarchs’: A plan for the rescue of Fernando VII (New Spain, 1808-1809)
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Carlos Gustavo Mejía Chávez
Estudiante de doctorado, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, Ciudad de México, México
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Resumen

El artículo pretende mostrar, en base a un carta en la que se proponía al virrey Pedro Garibay un plan para rescatar a FernandoVII de su prisión en Valençay, de qué modo se dieron los ánimos que exacerbaron el apoyo al «Deseado» en la Nueva España poco después de que sus habitantes tuvieran noticia de su cautiverio a manos de los franceses. Los sentimientos de apoyo al rey fueron motivados por la idea de que este había sido víctima de la felonía y la traición, idea que fue en buena parte divulgada por la prensa y los distintos impresos que llegaban de la península Ibérica y fomentada por el discurso oficial, lo que dio pie a diferentes modos de expresión a favor y en contra del rey FernandoVII.

Palabras clave:
Fernandismo
Napoleón
Gacetas
Sermón
Rescate
Abstract

This article attempts to show, after the example of a plan proposed to viceroy Pedro Garibay to rescue Spanish king Fernando VII from his captivity in Valençay, how public support for the “Desired” king increased in New Spain shortly after the arrival of the news of his prison at the hands of the French. Part of these feelings was motivated by the belief, largely taken from Spanish peninsular press and pamphlets and official propaganda, that the king had been the victim of treason and betrayal. This in turn would result in different discourses in favor and against the king.

Keywords:
Fernandismo
Napoleon
Gazettes
Sermon
Rescue
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P. ¿Decid, niño, cómo os llamáis?

R. Español.

P. ¿Cuántas y cuáles son sus obligaciones?

R. Tres: ser cristiano católico apostólico romano, defender su religión, su patria y su ley y morir antes de ser vencido.

P. ¿Quién es nuestro rey?

R. FERNANDO VII.

P. ¿Con qué amor debe ser obedecido?

R. Con el amor que lo han hecho acreedor sus virtudes y desgracias1.

Míranos como huérfanos sin nuestro padre y rey amadísimo vuestro siervo Fernando, ¿por qué ha de pagar el inocente lo que merecen nuestras culpas?2

«Su muy apreciable celo»

El 9 de abril de 1809 el entonces virrey de Nueva España, Pedro Garibay3, recibió una carta de parte de un hombre llamado Antonio de Argumedo, vecino de Huejutla, perteneciente a la arquidiócesis de México, por medio de la cual le confiaba la preparación de un plan para «sacar de Francia a el más amado de los monarcas todos, nuestro rey y señor don Fernando VII»4. Con lujo de detalle el mencionado Argumedo explicaba paso a paso la manera en que se podría rescatar de su prisión al rey cautivo para posteriormente llevarlo a Sevilla, la patria de Argumedo, y ponerlo a salvo, pues creía que la vida de Fernando dependía de la suerte de los Bonaparte, y que en caso de que estos fueran derrotados, los franceses en venganza asesinarían al rey español.

Al parecer, Garibay no tomó muy en serio la propuesta de Argumedo, a quien envió respuesta el día 7 de junio. En su contestación afirmaba que las circunstancias actuales y algunos inconvenientes no considerados en el plan impedían que se pusiera en práctica, agradeciéndole sin embargo su muy apreciable celo por la vida del rey, pero que correspondía a la voluntad de Dios el que este saliera ileso, así como la caída de Napoleón: «también que debemos esperar que no tarde la humillación del tirano opresor»5.

Es viable suponer que el plan expuesto por el señor Antonio de Argumedo al virrey Garibay tuvo sus orígenes en las múltiples manifestaciones de lealtad y expresiones de amor realizadas por los vasallos americanos y promovidas por el gobierno virreinal y por las noticias que corrían de boca en boca entre variados miembros de la sociedad novohispana a raíz de los sucesos ocurridos en la península Ibérica que hoy conocemos como la gran crisis del imperio español6.

Los diversos medios de información que dieron a conocer las noticias a los novohispanos sobre la invasión francesa en España y las dimisiones de los reyes en Bayona, el destino de FernandoVII y el levantamiento de los españoles contra los franceses instaban a la opinión pública a cerrar filas para resistir y combatir al enemigo a través de donaciones monetarias, súplicas y oraciones que ante Dios y la Virgen se rendían clamando por el pronto alivio del pueblo y la Real familia española.

Como dije, existieron diversas formas con que los habitantes de la Nueva España consiguieron enterarse sobre la afrenta cometida contra la investidura de FernandoVII: la correspondencia personal, gacetas, impresos, charlas y rumores ayudaron a transmitir las novedades que ocurrían en la metrópoli, lo que invariablemente trajo consigo importantes cambios en la percepción, maneras de actuar y de expresarse entre las personas, mismas que fueron puestas en manifiesto en repetidas ocasiones7.

Las ceremonias y festividades organizadas por los ayuntamientos y cabildos en las ciudades de Nueva España dedicadas a jurar fidelidad al «Deseado», así como los varios sermones y rezos ofrecidos por los sacerdotes desde los púlpitos, y las innumerables muestras de lealtad como las ofrecidas por algunas repúblicas de indios y de otras corporaciones que se hacían llegar al virrey fomentaron, entre buena parte de la población, la unión y animadversión contra el enemigo en común, Napoleón Bonaparte, sus secuaces los franceses y los aún más bellacos «afrancesados», y a su vez avivaron el afecto y la clemencia hacia la triste figura del rey cautivo, a quien creían víctima de la traición y la alevosía, pues era precisamente que a través de estos grandes ceremoniales públicos y privados como se constituían e impulsaban los sentimientos de lealtad y amor hacia el soberano8.

Un ejemplo de esas manifestaciones realizadas en honor a FernandoVII, y en la que se puso de manifiesto el ideal que de él se tenía, apareció en el Diario de México, fechado en 7 de agosto de 1808, donde se relataron las expresiones con que los habitantes de la ciudad de México rindieron pleitesía a los retratos del «Deseado» que habían sido colocados en diversos sitios estratégicos de la ciudad como calles, balcones, plazas y teatros:

Duraron casi toda la noche los vivas, los tambores, las músicas, los bailes en la plaza de armas, el tablado, que se puso con el retrato de FERNANDO en la calle del Coliseo, cuidándose con esmero de que todos pasasen por allí destocados […] muy temprano ya estaba lleno el Coliseo, y llegada la hora de comenzar la comedia, se levantó un grito universal de que se colocara el retrato de FERNANDO, y como vieron que se trataba de adornar uno de los lados para ponerlo, dijeron todos a una voz que se pusiera en medio, a lo que fue preciso acceder, preparando las cuerdas para elevarlo, luego que llegase. No se había traído aún, cuando se levantó el telón para comenzar la comedia, pero lo hicieron sin tener a la vista a su amado Fernando, y fue necesario exponer la lentitud con que caminaba el retrato a causa del inmenso concurso, para que convinieran en que se diera principio a la representación9.

El texto que a continuación presento tiene como propósito mostrar una interpretación de cómo pudieron ser las maneras con que los habitantes de algunas regiones de la Nueva España reaccionaron y pusieron de manifiesto su sentir sobre las graves situaciones por las que atravesaba España, centrando nuestra atención en el carácter fidelista hacia FernandoVII10. Revisando algunos de los estudios que han enfocado su atención en el «fidelismo fernandista o fernandismo» en España y Nueva España, he advertido los modos y maneras en que este monarca pudo ser percibido (imaginado o representado) entre la sociedad y las formas en que sus miembros exteriorizaron su lealtad al «Deseado»11. La lectura y difusión de proclamas, himnos, cartas, poemas, teatrillos, juras, misas, sermones y procesiones, los himnos y donativos a favor de FernandoVII beneficiaron la formación de un imaginario colectivo que afianzó la idea de que el «virtuoso» rey era un «inocente» preso caído en desgracia, sumido en la aflicción y desesperación a causa de la traición que el antes por él llamado «íntimo y caro amigo», Napoleón Bonaparte, le había tendido para hacerse del control y dominio de España12.

Si bien las muestras de afecto nacidas entre los pobladores de Nueva España se dieron de muchas formas y en distintas proporciones, es prudente enfatizar la importancia que podría adquirir el plan de rescate de Antonio de Argumedo como representativo de un momento crucial y que abriría una brecha para explorar más a fondo y de distintas formas las demostraciones de fidelidad en los años previos a la guerra de independencia en México. Considerémoslo de la siguiente forma: en la mayor parte de los documentos revisados, especialmente en los sermones de la época, puede apreciarse que la suerte de FernandoVII quedaba reservaba a los designios de la Providencia, es decir, que la única forma de ayudarlo era implorando a Dios por su bienestar y por la victoria de las armas españolas sobre las francesas, así como apoyando de modo pecuniario, tal como lo puntualizó el virrey Garibay en su respuesta a Argumedo y en alguna de sus proclamas13. En esos sermones y en otra clase de impresos pueden observarse declaraciones de quien escribía sobre su intención y el llamado a sus compatriotas de tomar las armas en defensa de la religión, el rey y la patria, pero desde luego que estas propuestas solamente formaban parte de un discurso retórico que buscaba conmover los sentimientos de la congregación y afianzar al mismo tiempo las lealtades hacia el monarca14.

Soy de la opinión de que el propósito de Argumedo, al ofrecerse como voluntario para rescatar al rey y a instancias de lo que el destino pudiera depararle, se aparta en buena medida de las otras expresiones de fidelidad, pues a mi modo de entenderlo era ir literalmente más allá del discurso de lealtad. En el plan de Argumedo es posible apreciar un exponente particular, aunque no único, del amor concebido en el corazón y la mente de un vasallo a su gobernante caído en desgracia, pues además de realizar donativos, elevar plegarias a Dios o levantarse en armas por su rey, se atrevería a realizar un acto todavía más profundo: rescatarlo de su prisión15.

Esta es una opinión viable con la que podríamos interpretar la escritura de la carta. Sin embargo, pecaría de incauto si limitara mi observación a esa propuesta, ya que cabría reparar en las siguientes cuestiones: ¿el intento de rescate elaborado por Argumedo respondía verdaderamente a un sentimiento de lealtad a su rey?, ¿fue este sentimiento la única razón que motivó a Argumedo a presentar un plan de rescate en el que, de realizarse, pondría en riesgo su propia vida a cambio de la seguridad de FernandoVII? Quizá para responder estas cuestiones debamos partir de entrada de otra pregunta todavía más importante: ¿quién fue Antonio de Argumedo?

Sobre Antonio de Argumedo, me atrevo a suponer, basándome en los indicios que me aportó la carta, que fue un sevillano radicado en Huejutla (actual estado de Hidalgo), donde se había desempeñado como subdelegado encargado de recoger y contabilizar el diezmo16, y que era conocido en dicha población por su altruismo y caridad. Al parecer era casado y tenía una descendencia de seis hijos; su hijo mayor, Fernando de Argumedo, según la carta, era subteniente de una compañía (no se especifica bien cuál) y en cierta ocasión (probablemente en 1799) que el templo de su localidad sufrió daños por un incendio, Argumedo prestó su casa para que fungiera como sitio de oración y en este se pudiese exponer al Santísimo Señor Sacramentado17. También, según parece, Argumedo fue nombrado subdelegado y asentista (arrendador) de diezmos de la Real Hacienda en el partido de Pánuco y Tampico, en la provincia de Veracruz, durante el gobierno del virrey Miguel de la Grúa y Talamanca, marqués de Branciforte18.

A pesar de que no conté con otros elementos documentales que me pudieran ayudar a profundizar un poco más sobre la vida y la personalidad de Argumedo, cabe decir que en la carta entregada a Garibay existe un indicio que me parece sugerente y que nos podría ayudar a interpretar las motivaciones del sevillano al escribir la misiva. Según parece, Argumedo estaba interesado no solo en rescatar a Fernando, sino además ayudaría a que un conocido suyo recuperase el honor perdido apoyándolo a conseguir facilidades para liberar al rey; este personaje era ni más ni menos que el Duque de Santa Fe, Miguel José de Azanza, ex virrey de la Nueva España19. La participación de Azanza, según Argumedo, era fundamental para lograr el cometido, y en caso de obtener la victoria, su desempeño lo redimiría de las imputaciones de «afrancesado» que se habían formado en su contra, logrando obtener el perdón del soberano, y con ello conseguiría redimir su honor ante sus compatriotas; pero ¿por qué Argumedo estaría tan interesado y dispuesto a arriesgar su integridad por limpiar el honor del denostado ministro? Aquí se advierte entonces que los planes e intereses de Argumedo probablemente estaban más allá de los nacidos en el amor hacia su soberano, ¿cuál era la relación que existía entre Argumedo y Azanza? Dejemos que el relato nos ayude a averiguar qué intenciones pudieron existir de fondo en esta historia.

Noticias terribles

Es factible que entre los meses de mayo y julio de 1808 circulara en España un impreso intitulado Quejas del rey don FernandoVII a sus leales vasallos, en el que el autor compartió con los lectores su visión sobre las difíciles condiciones del rey FernandoVII, quien se encontraba preso en algún sitio desconocido20, pero que a pesar de la pesadumbre y el desconsuelo que atormentaban a su alma, Fernando mostraba ímpetus de esperanza al rogar a su pueblo que se liberaran de la opresión francesa y restituyesen la religión y la paz en España:

Pero aunque esté cercado de pesares, aunque gima oprimido, y el horrendo Panteón de esta prisión sepulte mi amada libertad y mis trofeos; espero valerosos mis vasallos me restituyan a mi ser y reino. Sí, corazones nobles y esforzados, cruja el parche, el bronce hueco cubra el horror bélico las Gálias, tiemble Napoleón, su orgullo fiero halle en vuestras espadas su castigo, su exterminio cruel, yo os lo ruego […]21.

El fragmento anterior pone de manifiesto algunas de las opiniones que muchos leales vasallos españoles y americanos creyeron o imaginaron acerca de las condiciones en que vivía el rey FernandoVII, quien, según las noticias que circulaban, había tenido que abdicar su corona a favor de Napoleón, para que este la impusiera en la testa de su hermano José Bonaparte22. Concluida la «forzosa» sucesión, el joven heredero de la casa de Borbón sería hecho prisionero y trasladado de Bayona al castillo de Valençay, en Francia23.

En el caso particular de la Nueva España, las noticias llegaron con un lapso de tiempo largo entre una y otra, lo que acrecentaba la inquietud de la población, pues al principio se supo de acontecimientos entusiastas como la caída del ministro Manuel Godoy luego del motín de Aranjuez (17-18 de marzo)24, así como el ascenso de FernandoVII (19 de marzo)25, que gozó de una particular aceptación por parte del pueblo que ovacionaría durante varios días dicho acontecimiento26. Sin embargo, el regocijo no duraría mucho; meses más tarde se sabría de la invasión de las tropas francesas en territorio español, y no sería hasta el mes de julio que se enterarían de las abdicaciones de Bayona, la prisión de Fernando y la llegada al trono de José Bonaparte27.

Siendo esta versión la más manejada en la correspondencia y documentación entre ministros, virreyes, alcaldes, entre amigos y familiares y entre propios y extraños, logró popularizarse de tal manera que se describió con diversos estilos narrativos como poemas, puestas en escena, sátiras, himnos, proclamas, etc., lo que permitió que el mensaje influyera de muchas maneras entre los habitantes de los territorios hispanoamericanos que se ajustaron a esa versión viciada de los hechos, es decir que; según esta versión, todos los eventos que llevaron al suplicio a FernandoVII habían sido el resultado de una conspiración planeada por Manuel Godoy y Napoleón28.

Un ejemplo al respecto apareció en el intitulado Al execrable emperador de los franceses (1809), impreso en México y cuya autoría se atribuía un americano fidelísimo que relataba en romance la historia de lo acontecido en Bayona. El autor narraba, increpando a Napoleón:

En este estado de cosas

al inocente monarca

con ilusorios motivos

pedis que a Bayona vaya:

vuestras mentidas promesas

al joven incauto engañan,

y arrastrando a los anuncios

de su próxima desgracia

entró en Bayona. Yo aquí

tiemblo al referir la infausta

suerte que prevenía

a esa victima sagrada.

Tiemblo porque mi valor

en paraje no se halla

de echar a un lado la pluma

y poner [en] mano la espada29.

En otro de sus romances se contaba cómo era la situación del prisionero:

Se rindió el joven Fernando

a la violencia tirana,

de vuestro poder,e hizo

una renuncia forzada.

dejasteis (¡acción aleve!)

al rey prisionero en Francia.

Gime allí su Majestad

entre las tristes y amargas reflexiones de la injusta

opresión en que se [...]30.

Sobre estos documentos es posible destacar lo siguiente: evidentemente los autores por medio de las lastimosas letras pretendieron enfatizar la inocencia y sensibilidad del rey Fernando, que había caído en los engaños de Bonaparte. Según su interpretación, lo ocurrido en Bayona había sido planeado con alevosía por Napoleón, que a base de engaños y amenazas obligó a Fernando a entregar el reino a los franceses. Posteriormente, siguiendo la segunda selección del poema, el fatigado rey sería violentamente trasladado a una prisión en Francia, donde amargado lloraba, no solamente por sus pesares, sino también por el triste destino que le deparaba a sus leales súbditos en caso de que Napoleón triunfara.

Regresemos a nuestro primer impreso, Quejas del rey don FernandoVII desde su prisión. De igual forma a la de Al execrable emperador de los franceses, el autor imaginaba la triste y deplorable situación del cautivo rey a quien hacía dentro de una «prisión decente», donde en cabizbaja y profunda meditación manifestaba el dolor que agitaba su ánimo: «la libertad amada veo perdida, desterrado y ausente de mi reino, e[s] pero por instantes mi exterminio»31.

El documento, de apenas ocho páginas, mostraba a los lectores cómo Fernando, ante tal tribulación, conservaba la calma y animaba a su pueblo a defender la fe y el reino. En semejanza con el texto anterior, el imaginado Fernando recordaba lo ocurrido en Bayona:

Pasé a Bayona, y el traidor aleve,

Napoleón cruel, con fingimiento

me arrancó de los brazos amistosos

de mis vasallos nobles, y mis deudos.

El creer sus promesas fue mi daño:

Más ¿creyera ninguno que en un pecho

que de héroe blasonaba, caber puedan

las cautelas aleves de un perverso?32

Al mismo tiempo el rey lamentaba su suerte y mostraba una descripción del lugar donde se encontraba instalado:

La triste situación en que me hallo

vivir ausente de mis hermanos tiernos,

a una prisión, funesta reducido,

ocupando los aires con lamentos.

¿no hace infelices a todos mis vasallos?33

Este último párrafo parece elemental, pues como parte del discurso de lealtad, el que movía y motivaba esta clase de panfletos, pretendía invocar y ensalzar el buen nombre de Fernando, incitando a sus vasallos a luchar por su causa, en manos de quienes esperaba la redención:

La lealtad lo causa de sus pechos.

Preciso es que lo crea: si, hijos míos,

de vosotros espero mi remedio,

mirad como fallezco entre cadenas,

depuesto mi honor, el solio regio

el poder de un déspota[...]34.

En varias partes de este documento el ficticio Fernando exaltaba el ánimo de los interlocutores a quienes, encomendados a la providencia, rogaba marcharan en pos de la España para salvar su vida y defender el reino:

¿Teméis sus armas? No vasallos;

no las auxilia, no, el piadoso cielo:

el Dios de los ejércitos ampara

la razón y justicia, vuestro aliento

emplead en defender mi vida,

restaurad valerosos mi derecho.

Trepar la cumbre del pirineo duro,

esgrimir esforzados los aceros,

y peleando por religión y patria

los monstruos execrables venceremos35.

Un contenido similar apareció en una proclama supuestamente escrita por FernandoVII desde su prisión, en la que arengaba a sus vasallos a tomar las armas en contra de «un enemigo tan cruel y alevoso, de que no es posible fiar jamás. Las amenazas de muerte de vuestro constante rey, son un testimonio auténtico de la ambición de este monstruo, y de la tiranía que os espera»36.

Como puede observarse, la idea ofrecida a los lectores o espectadores de estas noticias intentaba crear un vínculo de respeto, fidelidad y amor entre ellos y un rey del que hasta entonces no se sabía mucho, pero que las actuales situaciones le permitieron hacerse en buena medida de la simpatía de los habitantes de los territorios españoles, mismos que veremos a continuación37.

El imaginario popular y la invención del rey cautivo en España y Nueva España38

Considero que uno de los elementos que ayudaron a que la imagen de FernandoVII alcanzara los niveles positivos de popularidad entre sus vasallos, sobre todo en los americanos, se encontraba en la distancia entre España y Nueva España39. La desinformación y el retraso de noticias provocó que los sucesos de España fueran incomprendidos en su espacio concreto o magnificados por buena parte de los habitantes del imperio español que verían en los protagonistas —Fernando y Napoleón— la dualidad y contraste entre el bien y el mal40. Mientras Fernando se había convertido en símbolo e imagen de la bondad y la justicia, Napoleón obtendría su total configuración como la antítesis del joven rey Borbón, y junto con sus ejércitos sería percibido como el tirano, el perverso, el inicuo, el cruel, la hidra de siete cabezas o el anticristo, estos últimos personajes previstos por San Juan en su Apocalipsis, que sin duda estaban preparando una incursión sobre la Nueva España41.

Un ejemplo en el que se pueden apreciar en conjunto algunas de estas representaciones aparece en una misiva enviada al virrey Garibay en 1809, un considerable tiempo después de ocurridos los sucesos en Bayona, por parte del bachiller José Mariano Martínez de Castro, en que le decía:

El día 15 de agosto del año pasado, a tiempo de ir a celebrar la misa mayor, un individuo de estos países me saludó, diciéndome: «Señor cura, por nuestra desgracia somos franceses, nuestros reyes están presos en Bayona y Bonaparte dentro de España con sus ejércitos». Yo que oí tan fatal noticia me sorprendí y no supe de mí en largo rato y penetrado de dolor le pedí confirmación de sus expresiones. Me presentó una gazeta de esa corte, en la que vi estampada la verdad de nuestra desgracia, y lleno de pena pasé a la casa de un vecino de este real, y así a él como a los circunstantes que allí estaban comuniqué y leí la gazeta cuyo contenido consternó los ánimos de todos. Nos fuimos a el templo, canté misa de rogación pidiendo a el todopoderoso aplacase su ira y viese con ojos de piedad a la cristiandad toda; mas para prevenir los ánimos de mis feligreses a morir en defensa de nuestra santa religión y [nuestro] augusto soberano, leí la gazeta desde el púlpito, cuyos capítulos sacaron de mi corazón compasivo las más tiernas lágrimas que movieron un ruidoso llanto en todos los asistentes, y para aplacarles me dediqué un rato en cumplimiento de mi ministerio pastoral a explicar el misterio de que ese día celebra la Iglesia. Continué la misa, a cuyo fin canté la letanía y preces. Me retiré a mi casa, en la que viendo los retratos de sus majestades, decía yo a mis solas ¿es posible que Napoleón ha de ser dueño no sólo de la España, y de estas Américas, sino también de mis de mis reyes y señores naturales? ¡Oh, quién pudiera traerlos a estas tierras!; ¡Oh, si yo fuera un hombre valiente que saliese al campo a desafiar a Bonaparte y beberle la sangre por tirano!42

Estas construcciones imaginarias sobre los protagonistas y los eventos que se decía ocurrían en España aumentaron gracias a la circulación de gacetas, pasquines, panfletos, catecismos civiles, oraciones, cartas y sermones que desde la imprenta (o manuscritos), el púlpito y, claro está, en las charlas cotidianas que se trataron en España y en la América española como publicidad que trataba de alentar el apoyo a uno u otro bando, pues no está de más decir que hubo personas que se atrevieron a dar una opinión favorable a los franceses y a su emperador. Por ejemplo, la que hizo en 1809 un relojero llamado Nicolás Tabuis, quien fue denunciado por realizar tertulias en su negocio de la calle de Plateros con varios franceses, quienes se alegraban con las noticias de los triunfos de Napoleón y se entristecían con sus derrotas43; aunque también existieron opiniones neutrales como las dadas por los indios de Puebla, quienes según el intendente Manuel Flon, en una carta dirigida al virrey José de Iturrigaray, al enterarse de la renuncia de los reyes, los indios se resistieron al pago del tributo «diciendo que no tenían rey»44.

En el caso de FernandoVII esta propaganda configuró su imagen como el joven y generoso rey cuyo carácter y circunstancias lo habían llevado a convertirse en una inocente víctima de la traición, pero que a pesar del gran desconsuelo que sufría y la pena que inquietaba su corazón estaba dispuesto a sacrificarse por su pueblo, esperando pacífico y resignado su inescrutable destino en una prisión solitaria en algún lugar de Francia; por lo menos así lo sugería la obra El Rey de España en Bayona. Escena en un solo acto, donde el autor enfrentaba a Napoleón y a FernandoVII, el victimario y la víctima; el primero, alevoso y triunfante, expone al segundo lo inútil de su resistencia a dejar el trono español y lo vano que resultaría la defensa del pueblo español, ofreciéndole al cautivo a cambio de su sumisión «la corona de Etruria, con la protesta de enlazaros a la Francia y daros sin resistencia a una de mis sobrinas, joven, que yo sólo diera a una testa coronada sin la tacha que la vuestra». A lo que Fernando, imperturbable y firme, le respondía desafiante al corso:

¡Señor! Reinar en España lo debí a mi naturaleza. Vues[tr]a Majestad Imperial con astucias, con cautelas, con imposturas, indignas de esa aclamada grandeza podrá privarme del Cetro: pero no podrá con ellas, despojarme del derecho que me da mayor potencia. Nací Rey de las Españas: y ni Etruria, ni otras tierras que no me han pertenecido, serán circulo a mi esfera. Si vos tenéis la ambición de reinar en la tierra agena, sólo mi ambición se cifra en dominar mis tierras para hacer á mis vasallos felices en cuanto pueda45.

Irritado por la valiente y sabia respuesta de su interlocutor, Napoleón le advierte:

Evitemos discusiones. Debo elegir otra senda, o más corta, o más penosa. (Toma la corona y los grillos.) Elegid de esas dos prendas de mi venganza y mi amor, la que mejor os parezca. (Fernando tomando los grillos.) Esta elijo. Más bien quiero, que cuando España lo sepa, sepa [que] morí con mi honor y no [que] cedí a la violencia46.

En la segunda parte de esta puesta en escena (1809), los diálogos entre el cautivo Fernando, al lado del también preso infante Carlos, y su carcelero, Charles-Maurice de Talleyrand, advierten al lector la valentía y el sacrificio de Fernando frente al panorama adverso que se le había presentado:

No temo a la misma muerte: no, no príncipe: repito, que si se salva mi pueblo, importan poco mis grillos, mi ignominia, ni mi muerte. Manténganse sometidos a sus leyes, su gobierno, su religión y sus ritos, que mi vida poco importa. Mi cuello bajo el cuchillo del opresor nada vale, si a este precio, mis queridos, mis queridos españoles no se ven envilecidos. Si Bonaparte dijera «libre a la España permito y muera sólo Fernando, porque así lo quiero y pido»: Fernando al punto a la muerte se entregara por sí mismo: pero jamás, rey alguno de cuantos cuentan los siglos moriría con más gloria que Fernando, porque invicto murió por su patria amada, que es el primer sacrificio que conoce el ciudadano, y el rey con mayor motivo»47.

La multitud de textos y sermones como estos, leídos, escuchados y propagados entre la gente, enfatizaban el trato desleal y el sufrimiento padecido por el rey cautivo48; por lo menos así se entiende al observar lo expresado por Joaquín de las Piedras, vecino de Zacatlán de las manzanas, Puebla, que, en una carta dirigida a la autoridad virreinal, hacía saber de su considerable consternación «por la más maldita traición cometida contra nuestro señor soberano […] por aquel monstruo de perfidia, el falso Napoleón»49.

Otra persona compartió su indignación y sentir expresándose así: «¡Fernando! ¡Fernando! ¡Oh mi dulce Fernando! ¡El más amado de los reyes! ¡Desgraciado Fernando! ¡Tú en dura esclavitud y mi vida no se expone a todo riesgo para libertar tu existencia!»50.

Por su parte, Fray Pablo de Moya, Comisario General de las provincias y colegios de América, por conducto en una carta-edicto manifestó su parecer sobre los hechos de Bayona:

Sí, padres y hermanos míos: Napoleón, cuyo carácter es la doblez, la astucia, la mentira, el engaño y no el valor, conociendo que no podía vencer el de los españoles en el campo de batalla, llamó a su sencillo capitán, y lo convidó a entrar a sus propios dominios. No aparentaba el pérfido otro objeto que consolidar más y más la antigua amistad que reinaba en las dos monarquías, y colmar de felicidades la nuestra por medio de un sagrado enlace. Fernando, el inocente Fernando a quien la más remota generación llamará el Deseado, oyó los silbos de aquella serpiente encantadora; y deseoso de no derramar la sangre de sus amados vasallos, se introdujo con ninguna escolta en Bayona. Bayona […] que tú suelo sea abrasado con fuego del cielo como las ciudades de Pentápolis. Bayona[…] que todo el mundo te señale con el dedo, te silbe, te befe, y diga burlando: he ahí la ciudad infame en que se cometió la mayor felonía que vieron los siglos51.

Como puede observarse, el impacto que tuvo entre los vasallos del imperio español la retórica de este noble sacrificio dio pie a la sacralización y devoción por el «Deseado», lo que derivaría en la unión, el apoyo y probablemente la intención de tomar las armas en favor del rey y de la patria52. Cabe decir que si el levantarse en armas por la independencia del pueblo español contra los invasores fue una manera práctica de apoyar a Fernando en España, en el continente americano el apoyo se daría en mayor grado de forma pecuniaria53.

El gobierno virreinal y los miembros de la Iglesia en Nueva España se mostraron prestos a dar aviso a la comunidad sobre los eventos que ocurrían en la metrópoli organizando ceremonias y eventos en desagravio a la condición degradante en que Fernando se encontraba. Notables y diversos fueron los modos en que los súbditos pronunciaron su lealtad y apoyo a la causa fernandista: donativos, préstamos, oraciones e incluso la formación de compañías de voluntarios que tomarían las armas para sacrificarse «por la religión, por el rey y por la patria», todas ellas expresadas y ofrecidas por los diferentes miembros de la sociedad novohispana, ostentando un apoyo material para los españoles y la fortaleza espiritual para FernandoVII54.

Se ha visto que la variedad de escritos, sermones, proclamas, versos, representaciones escénicas en calles y teatros, quema de efigies55, gacetas y diarios nos muestran cómo pudieron ser las ideas o imaginarios con que los habitantes de ambos reinos asimilaron y expresaron de modo oral y escrito las circunstancias críticas que vivieron en ese momento, como es el caso de este ensayo, la triste condición del rey cautivo56.

Sin embargo, reflexionando sobre estas ideas, bien cabría plantearse algunas prudentes cuestiones: ¿Qué tanto de verdad existía detrás del discurso y de las noticias que llegaban de allende los mares? ¿Los habitantes de Nueva España en realidad estaban convencidos de que los eventos que leían o les narraban habían ocurrido verdaderamente? ¿Era la situación de Fernando tan nefasta como la pintaban los panfletos y los sermones? ¿El rey deseaba o necesitaba ser rescatado? ¿Qué ocurría realmente en Valençay?57

Es necesario tener presente estas cuestiones, pues no está de más explicar que ningún mensaje es neutral. La situación que se vivió en los meses de julio-septiembre en Nueva España debido a la crisis política española nos muestra un panorama nutrido de numerosas y distintas reacciones frente a los sucesos críticos que dieron pie a las propuestas de autonomía e independencia, en los que la presencia e imaginario de Fernando prevaleció, inclusive se debatió frente a la idea de un gobierno soberano, separado del dominio de España y de su rey58. La propaganda empleada para enaltecer a FernandoVII debe ser analizada cuidadosamente desde varios ángulos, pues hay que tener en cuenta las incitaciones particulares que la motivaban, así como las metas que se perseguían. La manipulación sobre las noticias es por demás evidente y, a pesar de eso, las reacciones y pareceres que se encontraron al llegar a Nueva España fueron igual de distintas como las personas que las recogían, y que en buena medida lograron enaltecer y poner de manifiesto el deseo sincero de tener de vuelta al monarca, configurando en su imaginario muchas formas y máscaras de Fernando59; no está de más por tanto suponer que al igual que en su corazón, en la mente de los vasallos pudieron fraguarse algunas ideas para auxiliar al rey y un plan para rescatarlo de su encierro bien podría sustentar lo dicho (fig. 1)60.

Figura 1.

FernandoVII, Rey de las Españas, en prisión (1819).

(0.21MB).
1809: entre la incertidumbre y el miedo

Los últimos meses de 1808 hasta el último día del gobierno del arzobispo Francisco Xavier de Lizana y Beaumont en 180961 estuvieron colmados de una gradual incertidumbre y miedo que cundió entre los habitantes de la ciudad de México. Durante esos años el temor a la invasión francesa alcanzó un considerable nivel de discusión en la percepción y opinión pública debido a los constantes rumores que corrieron acerca de la llegada de emisarios de Napoleón que intentarían imponer el caos en Nueva España; incluso se decía que esos emisarios (entre ellos los afrancesados) habían logrado infiltrarse en la sociedad y que además fraguaban desde altos puestos del gobierno planes para destruir la religión e imponer el sistema de Bonaparte62.

Esta percepción se advierte en las proclamas, reales cédulas, comentarios y denuncias realizadas sobre o contra ciertas personas que por sus opiniones, acciones o nacionalidad fueron tachadas de simpatizantes de Napoleón63. En algunos casos existieron, en efecto, comentarios realizados por algunos sujetos que denostaban a FernandoVII y ensalzaban la figura del emperador francés; por ejemplo, en 1810 se presentó una denuncia ante la Inquisición contra un sastre extranjero en la que, según la fuente, dijo que:

Napoleón, emperador de los franceses, era un hombre justo, y no ladrón, ni usurpador como se quería decir, porque a él con su imperio y grandezas que por sus propias virtudes se había adquirido, le sobraba de cuanto podía apetecer, tanto para sí, cuanto para todos los suyos, y los que dependiesen de él, y que si solicitaba las conquistas de las Españas sólo era con el fin de expurgarse tanto pícaro ladrón vagabundo como son los habitantes españoles que las pueblan, pues no son otra cosa que unas gentes ignorantes y ociosas que sólo aspiraban a recibir los caudales que pasan de sus Américas para gastarlos en sus subsistencias, en sus vicios y abandono. Que Napoleón lo que pensaba era que después de conquistada la España, y aniquilada su vil población española, llamará a Fernando séptimo y decirle: a[h]í tienes tu reino y tu corona, cágate en ella, pues yo sólo la necesito para limpiarme el culo, pues a mí me sobran imperios y coronas64.

Por otra parte, se dieron curiosas expresiones hechas por distintos sujetos de la ciudad de México y sus alrededores que dudaban de que los hechos de España fueran en realidad como la propaganda oficial les intentaba hacer creer. En algunos casos, considerando los momentos tensos que los grupos que aspiraban hacerse y mantener el control político de la ciudad, en este caso los simpatizantes de un gobierno soberano, mostraron su opinión por medio de manuscritos en los que advertían al público sobre las verdaderas razones de la guerra:

FernandoVII a España ya no vuelve

no por éste pelean los gachupines,

si por de Indias el mando y sus tomines

que es a lo que su valor agita y mueve.

La opresión de los criollos se resuelve

en la península todos son motines,

en la América juras y festines

y al orbe entero la ambición revuelve.

Abre los ojos pueblo americano

y aprovecha ocasión tan oportuna,

amados compatriotas en la mano

la libertad os ha puesto la fortuna,

si ahora no sacudís el yugo hispano

miserables seréis sin duda alguna65.

Aunque estas expresiones aparecieron en distintos años, no podríamos dudar de que fueran una constante que existía desde tiempo atrás. No de todos era el agrado de tener un rey, o quizás no importaba mucho de quien se tratase, por lo menos así lo supuso el subdelegado interino del partido de Tlapa cuando dijo que «era mejor obedecer a un rey aunque fuera hereje»66; lo cierto es que muy pocos se hicieron los indiferentes frente a las noticias que, eso sí, perturbaron ocasionalmente la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad de México y otras regiones.

El virrey Garibay, consciente los problemas que se suscitaban en la ciudad y temeroso de verse inmerso en un escenario similar al que se enfrentó Iturrigaray, con sus mismas consecuencias, guio su breve gobierno con mano dura y acrecentando de nuevo el sentimiento de fidelidad hacia Fernando como lazo de unión y fraternidad entre los novohispanos en contra de sus enemigos: Napoleón y los afrancesados67. Durante su mandato, tanto en el espacio público como en el religioso se reactivó el discurso fernandista, exaltando la fidelidad al rey y a la patria, así como se pedía permanecer en constante vigilancia ante aquello que pudiera ser considerado un elemento napoleónico (cualquier cosa relacionada con Francia)68. En pocas palabras, las autoridades se esforzaron en mantener un clima de estabilidad por medio de ese discurso, lo que a la vez hablaba de una inquietud que lentamente se apoderaba de los ánimos de la gente, y que se encontraba en todas partes y a la vez en ninguna, pues ¿quién podía saber si el vecino, el amigo, incluso el mismo virrey no era un «afrancesados»?, ¿qué pasaba en la mente de aquellas personas que habían sido tachadas de «afrancesados»?

Un plan para rescatar a Fernando VII

Volvamos ahora nuestra mirada al mes de junio de 1809, en el despacho privado del Palacio virreinal en la ciudad de México, cuando el virrey Garibay leyó con atención la propuesta del Señor Antonio de Argumedo para rescatar al rey cautivo.

Excelentísimo Señor.

Señor: ha días estoy poseído de un pensamiento que no obstante solicito separarlo de mí, no puedo. El caso es que a mi modo de pensar podríamos sacar de Francia al más amado de los monarcas todos, nuestro rey y señor don FernandoVII, y si pudiera ser sin aventurar esta suerte, ni demorarla a los Señores Infantes69.

Continuando con la misiva, Argumedo explicaba al virrey que el mejor medio para salir avante con la misión era por medio del engaño y el secreto. Ambos consistirían en hacerse, primeramente, de dos sujetos de total confianza que se harían pasar por simpatizantes de los franceses y dirigirse hacia Nueva Orleans, donde se declararían perseguidos por las autoridades de la Nueva España que por «amparar a unos franceses los han embargado y los pretenden prender por la misma causa.»70. Para darle más veracidad a esta treta, el virrey debería ordenar que se «imprimiesen dos o cuatro órdenes en forma de circulares que estrechamente así lo acrediten».

Argumedo se apoyaba en la idea de que avanzar a Nueva Orleans estaba en la buena correspondencia que los angloamericanos tenían con los franceses y el consecuente arribo de barcos procedentes de Francia. Hay que recordar que ese territorio fue concebido por el gobierno novohispano como guarida de los franceses y un sitio estratégico en el que desembarcarían para preparar una inminente invasión71.

Argumedo, desde luego, se ofreció al virrey como uno de los dos viajeros que irían al rescate de Fernando; al mismo tiempo propondría como su acompañante al señor José de Alegría, cuñado de Miguel José de Azanza en 179872. Es necesario detenernos un instante para explicar la particularidad de esta propuesta: en caso de que el plan de Argumedo hubiese sido tomado en serio por el virrey, el hecho de mencionar la participación del cuñado de Azanza lo hubiese descartado por completo debido a la situación «incómoda» por la que transitaba el duque de Santa Fe.

Líneas arriba expuse que una vez concluido su gobierno en Nueva España, Azanza regresó a España para desempeñar varios cargos relevantes, pero fue en 1808 que FernandoVII lo puso a cargo del ministerio de Hacienda. Sin embargo, la fidelidad de Azanza resultó cuestionable, pues él simpatizaba con los ideales franceses, formando parte del grupo político conocido como los «afrancesados»73. Esta simpatía quedaría en evidencia meses después, cuando Napoleón invadiera España y Azanza de inmediato se pusiera de su lado, siendo uno de los varios redactores del denominado Estatuto de Bayona, documento mediante el cual José Bonaparte edificó su gobierno como rey de España74, lo que sin duda habría generado molestia y aborrecimiento a su persona entre algunos estratos de la sociedad75.

Fue justamente por esta razón que alguien tan cercano a la figura de Azanza no podría fungir como ayuda para ir en pos de Fernando, en caso de que el virrey hubiese aceptado la oferta. Sin embargo, las razones de Argumedo para contemplar al cuñado y al antiguo virrey dentro de su plan no eran nada fortuitas; por el contrario, respondían a una estrategia muy razonable: según Argumedo, la situación política de Azanza y Alegría podría ser puesta a su favor para llevar a cabo el plan, pues si se trataba de hacer creer a los franceses que los dos expedicionarios estaban de su lado, qué mejor modo de hacerlo que apoyándose en la figura de personajes declarados como traidores por simpatizar con Francia. La idea de Argumedo era pues hacerse acompañar por Alegría a Nueva Orleans, y ahí diciéndose perseguido por sus ideas y simpatía hacia los franceses convencería a los angloamericanos —para que estos no cayeran en sospechas— de que «no estaría seguro ni mejor que con sus hermanos en Francia»76.

Desde luego, antes de que Argumedo y Alegría partiesen rumbo al norte era prudente que este último rindiera ante el virrey un juramente de secreto y fidelidad a FernandoVII y se diera por entendido de cumplir la misión según se le había prevenido. Una vez estando en Nueva Orleans, Alegría y compañía dispondrían de una nave de la que debían procurar que el piloto fuese español y ya listos zarparían hacia el puerto de Burdeos y de ahí se encaminarían a París. De nueva cuenta la planificación de Argumedo no resultaba fortuita, pues la idea de dirigirse a la capital de Francia tenía por razón el que el señor Alegría se entrevistase con su cuñado, el señor Azanza77, donde se harían de noticias sobre la situación de Fernando:

Llegados a París de este modo, solicita [audiencia] el señor Alegría al Señor Azanza, a quien en lo pronto se le hace creer lo expuesto78 hasta adquirir del mismo y de su Madama en dónde está Nuestro soberano, el señor don FernandoVII, qué criados le sirven […] dejando tomadas las medidas del camino más seguro de donde esté su majestad a Burdeos a la más ligera posta79.

Azanza era una pieza clave para llevar a cabo el plan, en primera instancia por lo menos para conocer la ubicación de Fernando y su círculo. Sin embargo, dentro del sentir del buen Argumedo la participación del exvirrey en el proyecto (con su anuencia o sin ella) respondía más que a la intención de poner salvo al rey cautivo: se trataba de redimir a Azanza de sus cuestionables acciones. Para Argumedo, Azanza solo era uno más de los que había simpatizado con Napoleón por ceguedad, pero no por mala intención, y pensaba que si este ayudaba a conseguir que su plan se realizara el viejo virrey rescataría su honor, pues incluso los considerados santos habían cometido errores y tenían el derecho de redimirse:

Yo considero que el señor Azanza y otros muchos españoles [es decir, los afrancesados] como él, más contra su voluntad rindió obediencia al pretendido rey de España, José Bonaparte, creídos que sin remedio España se perdía. No en todos los hombres aciertan, San Vicente Ferrer había hecho infinidad de milagros, tenido por santo estaba, y reconoció algún tiempo por legítimo Papa a quien no era80. Bajo este supuesto soy de sentir que lo más seguro sería valerse del señor Azanza, cuyo servicio borrará las faltas que tenga por sin duda y lo mismo a su honorifica familia81.

Continuando con su misiva, Argumedo expresaba que mientras Alegría permanecía con Azanza, el segundo comisionado (es decir, él) se acercaría y acomodaría con el destino más humilde «con nuestro amado soberano, el señor don FernandoVII», y una vez acomodado con él era cuestión de informar al virrey Garibay para que este les indicara el sitio al que podrían arribar, proponiendo Argumedo que, en primera instancia, lo mejor sería llevar a Fernando a «mi amada patria, Sevilla, no habiendo peligro ahí»82.

En otra parte de la carta, Argumedo planteó a Garibay el modo en que probablemente, sirviéndose de algunos cómplices, pretendía liberar a Fernando de su prisión, así como su escape a tierra neutral. En primer lugar el rey debería fingir una calentura para que fuese llamado a su servicio un médico o en mejor caso un confesor que, prevenido en su apariencia83, se hiciera pasar por el rey, entregándole al momento sus hábitos para así poder salir sin generar sospecha entre la guardia que resguardase la prisión del rey.

En caso de que esto no fuese posible deberían ponerse en práctica otros medios para lograr el rescate:

Luego el religioso o clérigo, o pagando muy bien (a) la centinela principal, dejando entrar alguna Madama o dando modo que con este pretexto salga el rey alguna noche y embarcado picar los cables, y al primer puerto español seguro trasbordo a embarcación inglesa o puerto de esta nación; y aún la salida del buque americano puede conseguirse con Su Majestad como marinero de día; y si no incendiar otro buque de la bahía, cuyo temor del incendio no estorbaría la salida del buque americano84.

Con esta simbólica expresión de fidelidad concluían las notas referentes al plan para rescatar de su prisión en Francia a FernandoVII. Una vez terminada la exposición, Argumedo hacía conciencia de los resultados que podría tener su empresa en que caso de que esta se viera frustrada, trayendo a la mente, sin embargo, las razones que desde un principio lo aquejaban y le motivaban:

Excelentísimo señor: el costo de esta expedición es corto, su utilidad muchísima. Hay modo de discurrir muchos medios de conseguir el mayor acierto, estando en París, pues yo recelo que si muere Napoleón o su hermano José, los indignos franceses quiten la vida a nuestro amadísimo monarca, y aun cuando no consigamos por nuestra desgracia el libertar a nuestro rey, señor, a lo menos sabrá con certidumbre el estado de todo por testigos seguros de vista, y mucho más el señor FernandoVII y de la Real familia[…]85.

Finalmente el remitente expresaba al virrey la preocupación que sobre él recaía en caso de que la misión fallara, pidiéndole desinteresadamente alguna clase de manutención para su familia que se integraba por su «queridísima mujer y seis hijos» en ocasión de que él no volviese de su aventura. Desde luego Argumedo tenía otras razones para que sus peticiones pudiesen ser consideradas por el virrey pues, haciendo énfasis en su devoción, mencionó que luego de haber ocurrido un incendio de la iglesia parroquial tuvo (rescató) uno de sus hijos en sus manos al Santísimo Señor Sacramentado y además su casa sirvió como templo y refugio para tan preciado bien86.

Consideraciones finales

La pequeña pero significativa historia del plan de Antonio de Argumedo recrea todo un ambiente de tensiones vívidas en una época compleja. Partiendo de un contexto complejo en el que se debatían y cuestionaban los cambios en torno al modo de gobernar, los individuos contemplaban y construían su existencia cotidiana. Antonio de Argumedo, uno de esos tantos individuos, vivió los hechos que ante su mirada transcurrían y formó parte importante dentro de los mismos. Las noticias sobre la invasión de su país de origen y el secuestro y abdicación de su soberano conmovieron su ánimo al grado de pasar días pensando la forma en que podría, a costa de su vida misma, rescatar al «Deseado» FernandoVII de alguna oscura prisión en Francia.

El sentimiento de amor a su rey se constituyó a través de fiestas y celebraciones en que se exaltaba a un rey desconocido a quien se creía una víctima inocente de todas las desgracias que ocurrían en la península Ibérica. La figura del rey cautivo circuló por medio de papeles y rumores que, dependiendo el caso, consignaban las noticias de tal modo que el lector y oyente no podían mantenerse ajenos ante tal desgracia.

Pero aunque sí fueron ajenos a los motivos oscuros y frívolos que llevaron y mantuvieron a FernandoVII en el castillo de Valençay, sus vasallos formaron todo un nuevo discurso en torno a la lealtad del rey, ofreciendo múltiples modos de demostrar su afecto y solidaridad hacia él. Todas las manifestaciones llevaban en sí mismas una interpretación de los cambios que el mundo les mostraba. Las mujeres, los hombres, los niños, el fraile, la monja, el soldado, el vago, el sastre, el maestro, todos ellos concibieron y compartieron ideas sobre los eventos que observaban reinterpretándolo a su modo y conveniencia.

Huelga decir, desde luego, que las motivaciones personales que llevaron a los vasallos novohispanos a dar cuenta de sus ideas, podían ir más allá de las que el entorno político les dictaba. Los mensajes, noticias y rumores que se transmitían en los espacios públicos y privados fueron reproducidos y alimentados por las necesidades que cada uno, dentro de su propia existencia, requería llenar.

El plan de Argumedo para extraer a Fernando probablemente respondía a esta situación. En su universo propio, alentado por las relaciones sociales, el ambiente entre lo público y lo privado, y el deseo de lograr la redención de algunos insensatos y limpiar su honor, para así, al mismo tiempo, redimir a la sociedad entera mediante el rescate del rey.

¿Fue Argumedo simpatizante de los franceses? ¿Fue Argumedo acusado de «afrancesado»? ¿Argumedo deseaba la exoneración para él mismo, salvando la vida del rey? ¿Acaso su cercanía con Azanza u opiniones propias había puesto en duda su lealtad? ¿Sus motivaciones de sacrificio fueron sinceras o respondían a un plan todavía más íntimo? Es probable, en efecto, que la reacción de Argumedo respondiera a los cuestionamientos que, seguramente, se le hicieron al ser amigo de personajes que fueron tachados de afrancesados. ¿No resulta un poco curioso que Argumedo revelara su plan al virrey y al mismo tiempo se ofreciese como voluntario, justo en un momento en que las sospechas sobre simpatizantes de Napoleón, así como los rumores sobre espías infiltrados dentro del pueblo y los más altos círculos del poder, eran nota diaria y comenzara a dudarse de todos aquellos que, de uno u otro modo, simpatizaron con las ideas francesas desde 1794? Es una posibilidad que debemos tener en cuenta, pues el prestigio y el honor han sido, a través de los tiempos, elementos cotidianos de enorme peso, y mantenerlos puede orillar a las personas a realizar acciones que a sus ojos y a los de la sociedad conciban un cambio radical en su contexto; finalmente como lo expresó François-Xavier Guerra, «el registro del vasallaje explica que en el campo de las virtudes que entonces se exaltan figuren, en primer lugar, la lealtad, la fidelidad y el honor. Se trata de guardar la fe jurada. El honor es aquí la reivindicación por el vasallo de su propio ser, de la conformidad consigo mismo, de su dignidad87».

FuentesAGN Archivo General de la Nación de México

Agentes de José Napoleón. Comunicando que se han despachado por el gobierno intruso de José Napoleón varios de estos inicuos agentes que nombró con el objeto de fomentar en los pueblos de América una revolución contra España, Archivo General de la Nación, Gobierno virreinal, Reales cédulas originales y duplicadas, 1809, v. 201, exp. 137, 2 f.

Aprueba el nombramiento para subdelegado del partido de Pánuco y Tampico en la provincia de Veracruz a favor de Antonio de Argumedo, f. 1; AGN, Indiferente virreinal, Subdelegados, 1798, caja 4797, exp. 017, Informe del subdelegado de Tampico, Antonio de Argumedo al virrey de no haber novedad en las Costas de Tantoyuca. Tantoyuca, Archivo General de la Nación, Gobierno virreinal, Reales cédulas originales, 1796, vol. 164, exp. 359, f. 1.

Bando emitido por el virrey Pedro Garibay sobre las noticias recibidas de la usurpación del trono de FernandoVII por mano de Napoleón, la resistencia de los españoles y la necesidad de ayuda por parte de la población americana, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Bandos, 1809, caja 3675, exp. 030, 2 f.

Bando mandado publicar por don Pedro Garibay que dice que ni en el puerto de Veracruz, ni en los demás del reino se permita desembarcar a ningún extranjero, principalmente los navíos provenientes de países dominados por Napoleón, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Historia, Notas diplomáticas, 1809, caja 5541, exp. 012, 49 f.

Bando que comunica Real Orden sobre que Napoleón Bonaparte intenta enviar emisarios para que perturben los dominios españoles del norte de América con lo cual manda que ningún español o extranjero desembarque en Texas, México, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Bandos, 1810, caja 4730, exp. 065, 1f.

Carta sobre la consternación por la más maldita traición cometida contra nuestro señor soberano para librarse del gravoso e insoportable yugo de aquel monstruo de perfidia el falso Napoleón. Zacatlán de las manzanas, Puebla, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Correspondencia de diversas autoridades, 1809, caja 6608, exp. 110, 2 f.

Comercio marítimo. El virrey de Nueva España comunica al señor Gardoqui que queda enterado de que su majestad no aprobó la solicitud de don Antonio de Argumedo, arrendador de diezmos de Pánuco, relativa a derogar las reales órdenes que prohíben la navegación directa de Tampico a La Habana, pero que en cambio ha concedido libertades y franquicias a los puertos de las costas de Veracruz, Archivo General de la Nación, Gobierno virreinal, Correspondencia de virreyes, 1795, vol. 180, f. 301.

Comisario Subdelegado Antonio de Argumedo. Su nombramiento para formar la cuenta matrícula de los tributarios de la Jurisdicción de Yahualica y su agregado Zochicoatlán, Archivo General de la Nación, Real Hacienda, Archivo Histórico de Hacienda, 1786, vol. 451, exp. 287, f. s/n.

Correspondencia de fray Pablo de Moya en la cual se refiere al tema de la guerra de Francia contra España y del secuestro de Napoleón al rey Fernando Séptimo. Real Hospicio de Misiones del puerto de Santa María, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Clero regular y secular, 1809, caja 5542, exp. 042, f. 1.

Correspondencia dirigida al virrey Garibay en donde le expresan su sentir por la noticia con respecto a que Napoleón está en España y ha tomado prisioneros a los reyes. México, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Correspondencia de virreyes, 1809, caja 5302, exp. 096, f. 1

Denuncia contra un sastre, al parecer andaluz, cuyo obrador está en una de las calles de Plateros, por palabras escandalosas contra FernandoVII; la denuncia la hace en el oratorio de San Felipe Neri ante el p. Don Antonio Tirado y Priego; comisario del Santo Oficio, don José María Berruecos, teniente del regimiento provincial de infantería de Toluca, Archivo General de la Nación, Inquisición, 1810, v. 1447, exp. 23, f. 300-301.

Diligencias practicadas en México con motivo de haber sido denunciado un relojero don Nicolás Tabuis, de que en su relojería, situada en la calle de Plateros, se reunían en tertulia varios franceses y de que se alegraba con las noticias de los triunfos de Napoleón y se entristecía con las de derrotas. Nada se le pudo probar y fue puesto en libertad, aunque era natural de Saboya, es decir francés, Archivo General de la Nación, Real Audiencia, Infidencias, 1809, v. 6, exp. 14, 14 f.

Diligencias sobre el incendio que hubo en la cárcel y casas reales de aquel pueblo, Huejutla, México, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Subdelegados, 1799, caja 2334, exp. 023.

Dn. Nicasio Labarta remite la información y sus resultas de dos manuscritos. Versos en contra de Dn. FernandoVII. Colegio seminario de México, Archivo General de la Nación, Inquisición, 1808, v. 1441, exp. 11, f. 49-50.

Don Antonio de Argumedo de Huejutla, informa al virrey, sobre la cuenta de los productos de diezmos de Yahualica pertenecientes a los años 1789 a 1783. Huejutla, Hidalgo, Archivo General de la Nación, Regio Patronato Indiano, Diezmos, 1789-1794, vol. 12, exp. 12, f. 261-278.

Expediente formado prohibiendo la comedia titulada «El Rey de España en Bayona», México, Archivo General de la Nación, Inquisición, 1809, v. 1445, exp. 31, f. 174-176.

Juan Miguel de Galves acusa a don Antonio Montoto, subdelegado interino del partido de Tlapa de estar a favor de Napoleón y los franceses, de haber dicho que era mejor obedecer a un rey «aunque fuera hereje», Tlapa, Puebla, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Infidencias, 1809, caja 3538, exp. 011, 14 f.

Nombramiento, subdelegado. El marqués de Branciforte informa al señor Llaguno el nombramiento interino de don Antonio de Argumedo como subdelegado de Pánuco y Tampico, vacante por haber cumplido su tiempo don Gaspar Pérez, aprobado por real orden de 30 de agosto de 1796. 1a. serie, Archivo General de la Nación, Gobierno virreinal, Correspondencia de virreyes, 1796, vol. 185, f. 54;

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo al virrey sobre cómo extraer al mando soberano Fernando 7° de los dominios de Francia, Huejutla, México, Archivo General de la Nación, Indiferente virreinal, Correspondencia de virreyes, 1809, caja 2963, exp. 046, 8 f.

Periódicos consultados

Diario de México.

Gazeta de México.

Impresos (En su mayoría estas fuentes fueron descargadas del catálogo digital de la Biblioteca Nacional de España y cotejadas con las halladas en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de la Universidad Nacional Autónoma de México.)

Al execrable emperador de los franceses, un americano fidelísimo vasallo del admirable señor rey don Fernando elVII. Escribe en forma de carta el siguiente. Impreso en México en la oficina de doña María Fernández de Jáuregui, calle de Santo Domingo, año de 1809.

Catecismo civil, y breve compendio de las obligaciones del español, conocimiento práctico de su libertad, y explicación de su enemigo, muy útil en las actuales circunstancias, puesto en forma de diálogo, s/f (pero seguramente de 1808).

Conjuración de Bonaparte y Don Manuel Godoy contra la monarquía española, México, en la calle de Santo Domingo, año de 1808.

Demostración de la lealtad española. Colección de proclamas, bandos, órdenes, discursos, estados de exército, y relaciones de batallas publicadas por las Juntas de Gobierno, ó por algunos particulares en las actuales circunstancias, tomo segundo y cuarto, con licencia, Cádiz, por D. Manuel Ximénez Carreño, calle ancha, año de 1808.

El Rey de España en Bayona. Escena en un solo acto. Escrita por un buen español, en Murcia. Con licencia: en Valencia y oficina de D. Benito Monfort, año de 1808.

Elogio del Rey Nuestro Señor D. Fernando Séptimo, detenido y preso en el palacio de Valençay en Francia por el enemigo común del género humano, el emperador Napoleón, escrito por el Doctor Don Melchor Andarió y Castelvell. Valencia, en la imprenta de Don Benito Monfort, 1808.

FernandoVII en Valençay. Heroísmo de nuestro deseado rey don FernandoVII en la prisión de Francia. Impreso en Málaga. En la imprenta de Martínez, calle del Marqués, año de 1814.

FernandoVII preso o segunda parte del Rey de España en Bayona, Murcia, s/f (1809).

La Bestia de siete cabezas y diez cuernos, o Napoleón emperador de los franceses. Exposición literal del capítulo XIII del Apocalipsis. Por un presbítero andaluz, vecino de la ciudad de Málaga, año de 1809.

Manifiesto dirigido por un Español Americano a las potencias de la Europa agraviadas, concitándolas a tomar las armas contra el enemigo común Napoleón primero, impreso en la Habana, y por su original en México, oficina de Jáuregui, 1808.

Manifiesto imparcial y exacto de lo más importante ocurrido en Aranjuez, Madrid y Bayona desde 17 de marzo hasta 15 de mayo de 1808. Sobre la caída del Príncipe de la paz, y sobre el fin de la amistad y alianza de los franceses con los españoles. Escrito en Madrid, con licencia. Valencia, por Josef Estevan y Hermanos, plaza de San Agustín.

Memoria de D. Miguel José de Azanza y D. Gonzalo O’Farril, sobre los hechos que justifican su conducta política, desde marzo de 1808 hasta abril de 1814, París, P. N. Rougeron, impresor de S. A. S., la señora Duquesa viuda de Orleans, calle de l’Hirondelle, n.° 22, año de 1815.

Papel curioso. Régimen de los franceses en España detallado por un oficial recién llegado de Madrid a sus compañeros. Pintura de los sugetos que están a la cabeza de los negocios en el nuevo reyno imaginario del títere de comedia y Rey encierne, Pepe Botella, lo da a luz un apasionado a hacer patente los esclarecidos hechos de esta celebre compañía de la legua. Con licencia. En Cádiz, en la imprenta de Don Manuel Bosque, s/f. (1808-1809).

Perfidias, robos y crueldades de NapoleónI, México, oficina de Jáuregui, 1808.

Quejas del rey don FernandoVII a sus leales vasallos, Escena unipersonal. Por D.D.M.S. Con licencia. Madrid, en la imprenta de Doblado, año de 1808.

Sermón moral del fuego vengador de la caridad y la dureza de las palabras con que se han de redargüir las impiedades de Napoleón y sus sectarios. Para el Triduo de las rogaciones que con el fin de impetrar los triunfos de la Religión y de la Patria celebraron ante la imagen portentosa de Santa María de los Remedios las MM.RR.MM. Religiosas Dominicas del convento de Santa Catalina de S[i]ena de México, en el 15 de julio de 1810. Y pronunció el R. P. ex-lector Fr. Luis de Carrasco y Enciso, del Sagrado Orden de Predicadores, impreso en México en casa de Arizpe. Año de 1810.

Tragi-comedia infernal en un acto. Napoleón y sus satélites residenciados por el rey del abismo. En Málaga, con licencia en la imprenta y librería de Carreras e hijos, donde se hallará, año de 1809.

Apéndice documental
Archivo General de la Nación, Indiferente Virreinal, Correspondencia de Virreyes, Caja 2963, Exp. 046, Fs. 8

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo al virrey sobre cómo extraer al mando soberano Fernando 7° de los dominios de Francia. Huejutla, 1809.

(Foja 1) 
Hé exáminado el proyecto, que detalla VM. en su representacion de 9. de Abl. ultimo, pa. extraer á nro. amado sobo. Ferndo. 7° de los Dominios de Francia; y aunque es muy apreciable el zelo que movió a VM. a formarlo, sufre (tachado ilegible) ocurren muchisimos inconvenientes, y dificultades insuperables, que no permiten el que se ponga en practica: lo que manifiesto á VM. en contestacin, como tambn. que debemos esperar aen Dios que no tarde la humillacion del tirano opresor, segn. las ultimas noticias recibidas en la Peninsula. 
D. Juno. 7./809. 
(RÚBRICA) 
Sor. Dn. Antonio de Argumedo.Sria. 
(Foja 2) 
Digale que aunque es mui apreciable su celo patriótico, el plan sufre inconvenientes e finitas dificultades en 
(Foja 3) 
Exmo Señor 
Señor: ha dias estoy posehido de un pensamiento qe. no obstante solicito separarlo de mi, no puedo. El caso es qe. a mi modo de pensar podríamos sacar de Francia ha el mas Amado de los monarcas todos nuestro Rey y Señor Don Fernando 7°, y si pudiera ser sin aventurar esta suerte, ni demorarla a los Ses. Infantes. 
El medio mas seguro pa. este intento, es lo primero un secreto 
(Foja 3a) 
sumo y cuando mas dos sujetos abiles para este encargo. 
Los franceses tienen par y buena correspondencia con los Anglo Americanos, de los puertos de estos, salen Barcos con registro para los de Francia: Esto asentado el caso és qe. los dos Sujetos de esta comisión aparenten vien en Nuévo Orleans, hir hullendo de aqui con motibo qe. por anparar a unos franceses los han embargado y los pretenden prender por la misma causa, lo qe. han esperimentado muchos; Conduse a esto qe. V. E. si lo tiene a vien mande imprímir dos o quatro ordenes en forma de circulares qe. estrechamte. asi lo acrediten, dos pa. los Comisionados y dos qe queden en ese Superior Govierno, cuios impresos y otras cartas de pluma firmadas faciliten buen acogimiento alli, y alguna recomendacion pa 
(Foja 4) 
Burdeos de Francia, y la embarcacion comprada, para cargar Azucar, Cacao, Cafe y algunos frutos. 
Los Anglo Americanos hasta la solicitud de pasar a Burdeos no entrarian en sospechas, mas pa. disipar esta hay medio y es qe. uno de los Comicionados seá el Sor. Alegria Secretario qe. fué de ese virreinato estando su Cuñado el virrey qe. lo fué el Exmo. Señor D. José Migl. de Azansa, qe. con motibo de haver huhido de España a Francia, y declarado por trahidor, Alegria aparentando este temor, vien pudiera y puede hacer creher no estar seguro ni mejor qe. con sus Hermanos en Francia, y si ve aquello malo qe. se rrestituiria a Orleans. 
Al Señor Alegria qe. preste Juramento de secreto y fidelidad al Sor Don Ferndo. 7° y de cumplir la Comicion segun 
(Foja 4a) 
y como se le prevenga, procurandose qe. El piloto seha español que ahí los hay; En esta conformidad y con recomendaciones pa. Burdeos y Paris llega el Sor. Alegria y su Compañero. 
Llegados á Paris de este modo solicita el Sor. Alegria al Sor. Azansa, a quien en lo pronto se le hase creher lo espuesto, hasta adquirír del mismo y de su Madama en donde esta Nuestro Soberano el Señor Don Ferndo. 7°, qe. creados le sirven Españoles y el medio de ablar Alegria o su Compañero con algun criado inmediato a S. Magd. Español, dejando tomadas las medidas del camino mas seguro de donde este S. Magd. a Burdeos a la mas lijera posta. 
Yo concidero qe. el Sor Azanza y otros muchos Españoles como el mas contra su boluntad rindio obediencia al pretendido Rey de España José Buenaparte, crehidos qe. sin 
(Foja 5) 
remedio, España se perdia no en todo los hombres aciertan, San Vicente Ferrer havía hecho infinidad de milagros, tenido por santo estaba, y reconoció algun tpo por lexítimo Papa, a quien no hera. 
Vajo este supuesto soy de sentir qe. lo mas seguro seria balerse del Señor Azanza cuio Cervicio borrara las faltas qe. tenga por sin duda y lo mismo a su honorifica familia. 
Dejemos al cabo. Alegria con su hermo. el Señor Azanza y bamos a ver si El compañero de Alegria puede acomodarse con el destino mas umilde, con Ntro. Amado Soverano el Sor. Don Ferndo. 7°, y acomodado con el esperarle qe. el Exmo. Sor. Virrey de la N. E. Don Pedro Garibay los manda del modo dho para 
(Foja 5a) 
ponerlo en mi Amada Patria Sevilla, no haviendo peligro alli, y de no en Mexico. 
Impuesto S. Magd. si acecta á ello, vien sabrá de qe. Español fiel pueda valerse, pa. preparar las postas con toda seguridad, y manteniendo S. Magd. Español de quien valerse, a esto sera apropocito el Sor. Azanza a quien conozco merece mucha confianza, y estando yo de subdelegdo. de Pánuco y Tampico Comiciones de honor y de confianza, y aun puede condesender en todo. 
Es facil hacerse S. Magd. de una calentura aparente El medico aunqe. seha franses, dificultosamte. ha de penetrar su apariencia, si la puede aparentar mucho mas de lo qe. seha comodo qe. pida un confesor español 
(Foja 6) 
este ya prevenido buscado algo semejante á S. Magd. qe. con los mismos abitos salga El Rey, dando el modo de libertarse, luego el Religioso o Clerigo, o pagando mui vien la sentinela principal, dejando entrar alguna Madama ó dando modo qe. con este pretesto salga El Rey alguna noche y embarcado picar los cables, y al primer Puerto Español seguro trasbordo a Embarcacion inglesa o a puerto de esta Nacion; Y aun la salida del Buqe. Americano puede conceguirse con S. Magd. como Marinero de dia; y si no incendiar otro Buqe. de la bahia cuyo temor del incendio no estorbaria la salida del Buqe. Americano. 
Exelenticimo Sor 
(Foja 6a) 
El costo de esta espedición es corto, su utilidad muchisima, hay modos de discurrir muchos medíos de conseguir el mayor acierto, estando en Paris, pues yo recelo qe. si muere Napoleon ó su hermo. José los indignos Franceses quiten la vida a Nuestro Amadísimo Monarca, y aun cuando no concigamos por nuestra desgracia el livertar á Nuestro Rey Señor, á lo menos sabrá V. E. con certidumbre el estado de todo por Testigos seguros de vista, y mucho mas el Sor. Don Ferndo. 7° y de la Rl. Familia, con todo lo mas interesante del caso desde Nuevo Orleans qe. allí mucho podemos averíguar. 
Yo entiendo qe. la Su 
(Foja 7) 
prema Junta Sentral, no desaprueve esta determinaon. y como espero en Maria Santícima de Guadalupe y en el glorioso San Ferndo. ha de salir vien la Empresa, no será malo lo participe V. E. a dha Suprema Junta Sentral a mi Amada Patria Sevilla por qe. siendo yo el Compañero del Sor. Alegria si llegamos a Sevilla qe. crehan somos nosotros y crehan és el Señor Dn. Ferndo. 7°el qe. por nuestra Gloria puedamos llevar qe. de todo abisaremos a V. E. a la mayor brevedad. 
Aunqe. tendremos mucha incomodidad, lo mas acertado es qe. yo y el Sor. Alegria vallamos pr. tíerra a Nuevo Orleans, con veinte y cinco mil ps., alli alcanza pa
(Foja 7a) 
esto, de las colonias del Nuevo Santander, o del Potosi pueden tomarse no haviendo libranza, y el pasaporte. 
Sor., yo no tengo otra cosa tal qe. mi queridísima mujer y 6 hijos, qe. los Amo mas qe. a mi mismo, gustosamte. los dejo, sin otro amparo qe. el de Dios y de V. E.; si la bondad de V. E. lo tiene a vien le ruego recahiga en mi hijo Don José Ferndo. de Argumedo, Subtente. de esta Compañía si quiera una tenencia visita de tabacos empleo qe. mucho se desempeñará con cuios ochocientos ps. se mantendrán, y no dudo que S. S. Yllma. y V. E. acomoden en una Beca de Merced a mi hijo José Camilo, o S. S. Yllma. de su paje como a una de mis niñas qe todas son doncellas Ma. Josefa qe. en el proximo incendio de 
(Foja 8) 
esta Yglesia Parroquial tubo al Santícimo Sor. Sacramentado en sus manos, sirviendo mi casa de Templo, qe. creho qe. a sus ruegos con Dios saldremos con bien. 
Soy de sentir qe. V. E. trate este asunto solo con el Sor. Secreto. y con S. S. Yllma. La Magd. Divina dilate la importante vida de V. E. ms. as. Huejutla Abl. 9 de 1809. 

Exmo. Señor 
Don Pedro Garivay. 
(RÚBRICA) 
Antonio de Argumedo. 

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Carlos Gustavo Mejía Chávez. Licenciado en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Actualmente se encuentra realizando el doctorado en historia en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Sus líneas de investigación: Inquisición e independencia (sigloxix), Prensa y sociedad en México (siglosxix-xx). Publicaciones recientes: «Controversias del Santo Oficio: disertaciones sobre el papel de la Inquisición en el derrocamiento del virrey Iturrigaray en 1808», en Luis Rene Guerrero Galván (comp.), Inquisición y derecho. Nuevas visiones de las transgresiones inquisitoriales en el nuevo mundo, del antiguo régimen a los albores de la modernidad, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2014; «Ni cielo para los gachupines, ni infierno para los criollos, ni purgatorio para los indios: la recepción popular del edicto inquisitorial contra el cura Hidalgo (1810-1811)», en Legajos: Boletín del Archivo General de la Nación, 7.ª época, año 3, número 9, julio-septiembre, 2011, pp. 11-53.

Catecismo civil (s.f., p. 1).

Este texto fue, en principio, resultado del curso «Lo cotidiano en la Historia», impartido por la Dra. Pilar Gonzalbo Aizpuru. Para su última versión conté con la invaluable ayuda del Dr. Gabriel Torres Puga, a quien agradezco los comentarios y las enriquecedoras sugerencias para ampliar dicho texto.

Sermón moral (1810, p. 42).

La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Pedro de Garibay fue impuesto como virrey por los conspiradores que momentos antes habían dado un golpe de Estado en contra del legítimo gobierno de José de Iturrigaray la noche del 15 de septiembre de 1808.

Archivo General de la Nación (a partir de ahora AGN), Indiferente virreinal, Correspondencia de virreyes, 1809, caja 2963, exp. 046, Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo al virrey sobre cómo extraer al mando soberano Fernando 7° de los dominios de Francia. Huejutla. Para mayor comprensión de la lectura he modernizado la transcripción de todos los documentos utilizados.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo… (1809, f. 1.)

Sobre las circunstancias ocurridas entre España y América en el año de 1808 se han publicado numerosos y complejos trabajos que han generado múltiples expectativas e inquietudes sobre el tema. De los más importantes cito a Breña (2010), Ávila (2002), Chust (2007), Ávila y Pérez Herrero (2008), y los clásicos, Guerra (2010) y Villoro (2003), por destacar algunos.

En este sentido me refiero a las reacciones con que las mujeres, hombres, niños, sacerdotes, sastres, soldados, abogados y demás expresaron sus sentimientos de amor y cariño más profundos hacia su rey y el desprecio que prodigaron contra los Bonaparte. Al respecto, David Viscott [1978]menciona que «los sentimientos son nuestra reacción frente a lo que percibimos y a su vez tiñen y definen nuestra percepción del mundo». Véase El lenguaje de los sentimientos (2003, pp. 13-14). Por su parte, Robert Darnton (2005) considera que la labor del historiador es la de estudiar la manera de «cómo la gente común entiende el mundo. Intenta investigar su cosmología, mostrar cómo la gente organiza la realidad en su mente y cómo la expresa en su conducta». Véase La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (2005, pp. 11-14).

Herrejón Peredo (2003, pp. 253 y 267-268) y Terán (1999). Según Magda B. Arnold, «El amor, como el odio, nace y se recrea gracias al complejo de ideas y sentimientos previamente asimilados dentro de un ámbito cultural»; tomado de «Introducción», de Gonzalbo Aizpuru (2013, p. 15); Vásquez Meléndez (2013, pp. 363-380). Pueden consultarse también: Alberro (2012), Cañeque (2012) y ambos textos en Mazín (2012, pp-275-300 y pp.301-335)

«Relación circunstanciada, núm. 1941», en Diario de México, domingo 7 de agosto de 1808, n.¿ 1942, tomoIX, pp. 153-156. François-Xavier Guerra, al respecto, destacó que «el papel del retrato del rey, central en toda la tradición ceremonial de las juras, adquiría ahora una tonalidad nueva, más espontánea y afectiva; el retrato real sale de su lugar ceremonial habitual al ser reproducido en millares de ejemplares, como signo de adhesión personal al monarca, como si se intentase compensar su ausencia física por la multiplicación de su imagen». Tomado de Guerra (2010, p. 155).

Para el caso novohispano fue el trabajo de Marco Antonio Landavazo el que dio pauta a la profundización de este tema. Véase Landavazo (2001, pp. 13-22).

De entre estos estudios, por mencionar solamente algunos, destacan el de Guerra (2010, pp. 149-156), Landavazo (2001), La Parra López (2004, pp. 31-49), La Parra López (2009, pp. 199-209), Gortari Rabiela (1989, pp. 181-203) y Artola Gallego (1999, pp. 13-107). La Parra López ha señalado que la construcción imaginaria de Fernando se efectuó en dos tiempos: «el primero abarca desde 1806 hasta el Motín de Aranjuez, esto es, cuando aún es príncipe de Asturias, y se basa en la contraposición entre Fernando y (Manuel) Godoy. El segundo comienza el 24 de marzo de 1808, el momento en que coinciden en Madrid FernandoVII y (Joaquín) Murat, y dura todo el periodo de la guerra; Napoleón es en este caso el contrapunto de FernandoVII». Véase La Parra López (2004, pp. 40-42). En este texto queda asentado, siguiendo la idea de La Parra López, que estudiamos el segundo periodo.

Herrejón Peredo (2003, p. 255). Según La Parra López, la imagen que los españoles (y los novohispanos, añado) construyeron sobre FernandoVII se fundamentaba en tres cualidades: inocencia, virtud y sacrificio. Véase La Parra López (2009, p. 203).

«Proclama del virrey Garibay exhortando para que se faciliten recursos para sostener la guerra de España contra los franceses», en Hernández y Dávalos (1985, t.I, pp. 607-608).

Véase por ejemplo el Manifiesto dirigido por un Español Americano (1808). Para más información sugiero cotejar el volumenI, correspondiente al periodo 1808-1809, de Garritz (1990); véase también Guedea (1986, pp. 11-83), y Herrejón Peredo (2003, pp. 267-275).

Revisando algunos documentos he constatado que en España existieron ideas similares a la de Argumedo de rescatar a FernandoVII. Por ejemplo, en los documentos seleccionados por Hernández y Dávalos aparece la propuesta hecha por el Síndico del común de la ciudad de México de que, por medio de una negociación secreta con los franceses, se lograse un acuerdo y les pagasen doce millones de pesos para que pusieran en libertad a FernandoVII. Véase «Representación del síndico del común, proponiendo se ofrezcan doce millones de pesos por la libertad de FernandoVII», en Hernández y Dávalos (1985, t.I, pp. 489-490). Por otro lado, en el libro En torno a las cortes de Cádiz aparece un capítulo en que se habla sobre cuatro intentos, cronológicamente diferidos y aparentemente ninguno de ellos relacionados, de rescatar a FernandoVII de su encierro en Valençay por instancia de amigos cercanos. Estos proyectos fracasaron en buena medida por la vigilancia al rey, por la poca disponibilidad e ineficacia del plan e incluso porque el mismo Fernando llegó a denunciar una de las tentativas. Véase García León (2007, pp. 205-215). Finalmente, sabemos algo sobre la presentación de un plan propuesto por el cubano José Álvarez de Toledo; véase Jiménez Codinach y Franco González Salas (1987, p.xxxv). Agradezco a Gabriel Torres Puga la referencia de este texto. Cabe entonces decir que el documento que presento es particular, por lo menos en el contexto novohispano, porque no he encontrado un ejemplo similar.

Esta información puede cotejarse en AGN, Real Hacienda, Archivo Histórico de Hacienda, 1786, vol. 451, exp. 287, Comisario Subdelegado Antonio de Argumedo. Su nombramiento para formar la cuenta matrícula de los tributarios de la Jurisdicción de Yahualica y su agregado Zochicoatlán, f. s/n.; AGN, Regio Patronato Indiano, Diezmos, 1789-1794, vol. 12, exp. 12, Don Antonio de Argumedo de Huejutla, informa al virrey, sobre la cuenta de los productos de diezmos de Yahualica pertenecientes a los años 1789 a 1783. Huejutla, Hidalgo, f. 261-278.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 7v-8. Sobre el incendio, una posible fuente la encontramos en AGN, Indiferente virreinal, Subdelegados, 1799, caja 2334, exp. 023, Diligencias sobre el incendio que hubo en la cárcel y casas reales de aquel pueblo, México, 2 f.

Cotéjense los siguientes documentos: AGN, Gobierno virreinal, Correspondencia de virreyes, 1795, vol. 180, Comercio marítimo. El virrey de Nueva España comunica al señor Gardoqui que queda enterado de que su majestad no aprobó la solicitud de don Antonio de Argumedo, arrendador de diezmos de Pánuco, relativa a derogar las reales órdenes que prohíben la navegación directa de Tampico a La Habana, pero que en cambio ha concedido libertades y franquicias a los puertos de las costas de Veracruz, f. 301; AGN, Gobierno virreinal, Correspondencia de virreyes, 1796, vol. 185, Nombramiento, subdelegado. El marqués de Branciforte informa al señor Llaguno el nombramiento interino de don Antonio de Argumedo como subdelegado de Pánuco y Tampico, vacante por haber cumplido su tiempo don Gaspar Pérez, aprobado por real orden de 30 de agosto de 1796. 1a. serie, f. 54; AGN, Gobierno virreinal, Reales cédulas originales, 1796, vol. 164, exp. 359, Aprueba el nombramiento para subdelegado del partido de Pánuco y Tampico en la provincia de Veracruz a favor de Antonio de Argumedo, f. 1; AGN, Indiferente virreinal, Subdelegados, 1798, caja 4797, exp. 017, Informe del subdelegado de Tampico, Antonio de Argumedo al virrey de no haber novedad en las Costas de Tantoyuca. Tantoyuca, f. 1. Curiosamente, en el directorio realizado por Linda Arnold no aparece ninguna referencia a Argumedo (véase Arnold, 1980).

Azanza fue virrey de Nueva España durante el periodo de 1798-1800 (sucesor del virrey Branciforte) para después reincorporarse en España en otros cargos. Para 1808 sería ministro de FernandoVII, pero cambió de bando a la llegada de José Bonaparte al poder. Véase Galbis Díez (1972, pp. 1-64), dirección y estudio preliminar de José Antonio Calderón Quijano, pp. 1–64. Véase también López Tabar (2001, pp. 17-102); Memoria de D. Miguel José de Azanza y D. Gonzalo O’Farril (1815, p. 188).

El impreso, sin mencionar el mes, no hace referencia a Valençay u otra ubicación.

Quejas del rey don FernandoVII (1808, p. 7).

Por lo menos eso afirmó el Diario de México en su edición del 7 de agosto de 1808. Es preciso enfatizar que esta fue la versión más aceptada que circuló en ambos lados del Atlántico.

Gazeta de México, t. XV, n. 59, 16 de julio de 1808, pp. 465-476.

Por ejemplo, en el impreso Conjuración de Bonaparte y Don Manuel Godoy (1808) mencionaba que los lamentables enfrentamientos entre CarlosIV y su hijo Fernando, así como la invasión de los franceses en España, fueron planeados y aprovechados en conjunto por Napoleón y Godoy, pero que las posteriores «intervenciones» de Fernando y su ascenso al trono, para gloria del pueblo español, fueron obstáculos para los siniestros planes de Bonaparte. Desde luego las cosas no quedarían ahí, pues el pérfido Napoleón, haciendo uso de sus naturales artimañas, lograría engañar al buen Fernando y, aprovechándose de la bondad e inocencia de este, Napoleón logró que se trasladara a Bayona para reconciliarlo con su padre y de paso limar asperezas entre él y Napoleón. El resultado sería la innoble detención y prisión del amado monarca español. Tomado de Hernández y Dávalos (1985, t. V, pp. 839-849). Una versión similar aparece en el Elogio del Rey Nuestro Señor D. Fernando Séptimo (1808, pp. 7-39); véase también Manifiesto imparcial (pp. 5-36); Exposición de los hechos y maquinaciones que han preparado la usurpación de la corona de España, y los medios que el emperador de los franceses ha puesto en obra para realizarla, 1808, en (Hernández y Dávalos (1985, t. I, pp. 545-607).

Al execrable emperador de los franceses (1809, p. 4).

Al execrable emperador de los franceses (1809, p. 5).

Quejas del rey don FernandoVII (1808, p. 3).

Quejas del rey don FernandoVII (1808, p. 3-4).

Quejas del rey don FernandoVII (1808, p. 4).

Quejas del rey don FernandoVII (1808, p. 3)

Quejas del rey don FernandoVII (1808, p. 5).

«Proclama de FernandoVII», en Demostración de la lealtad española (1808, tomo segundo, pp. 174-176).

Entiendo por popular a los elementos imaginarios dentro de los que la sociedad novohispana de principios del siglo XIX reprodujo, interactuó y compartió en común. A decir de lo problemático que resulta el catalogar o definir un concepto, en el caso de lo popular coincido con otros investigadores que este conjunto de elementos no son, necesariamente, privilegio de una u otra clase social. Véase A. Briggs, et al. (1991, pp. 151-162).

Roger Chartier ha señalado que: «[…] representación muestra una ausencia, lo que supone una neta distinción entre lo que representa y lo que es representado. […] la representación es el instrumento de un conocimiento mediato que hace ver un objeto ausente al sustituirlo por una “imagen” de volverlo a la memoria y de “pintarlo” tal cual es. De estas imágenes, algunas son todas materiales, sustituyendo el cuerpo ausente por un objeto parecido o no…». Véase Chartier (2005, pp. 57-58).

Sobre los problemas de la llegada de la Gazeta, véase Torres Puga (2013, pp. 21-58), y también Torres Puga (2010a, pp. 1-2), y Gortari Rabiela (1989, pp. 184-192). Ya he mencionado que los protagonismos respondieron a dos tiempos: Fernando-Godoy y Fernando-Napoleón (en donde aún aparecían Godoy, Murat y José Bonaparte). Véase La Parra López (2004, pp. 40-42).

Existieron varios panfletos y propaganda en los que se explicaba la naturaleza diabólica del Gran Corso. Destacan entre ellas La Bestia de siete cabezas (1809); Tragi-comedia infernal en un acto (1809), y muchos otros de esa clase. Sobre esta clase de propaganda, consúltese a Ramos Santana (s.f., pp. 11-37); Piqueras Díez (2009); Laughlin (2001, pp. 103-113); Landavazo (2001, pp. 53-65). Es importante advertir que estos estereotipos o características atribuidas a los franceses ya habían sido explotadas antes, durante los años de la revolución en Francia, para denostar sus procederes. Para 1808, muchos de estos tópicos serían reutilizados. Véase Ávila y Torres Puga (2008, pp. 27-43).

AGN, Indiferente virreinal, Correspondencia de virreyes, 1809, caja 5302, exp. 096, Correspondencia dirigida al virrey Garibay en donde le expresan su sentir por la noticia con respecto a que Napoleón está en España y ha tomado prisioneros a los reyes. México, f. 1

AGN, Real Audiencia, Infidencias, 1809, v. 6, exp. 14, Diligencias practicadas en México con motivo de haber sido denunciado un relojero don Nicolás Tabuis, de que en su relojería, situada en la calle de Plateros, se reunían en tertulia varios franceses y de que se alegraba con las noticias de los triunfos de Napoleón y se entristecía con las de derrotas. Nada se le pudo probar y fue puesto en libertad, aunque era natural de Saboya, es decir francés, 14 f. Este relojero ya había tenido problemas en 1794, durante la persecución que se hizo contra los sospechosos franceses, por las mismas causas anteriormente expuestas. Véase Torres Puga (2010b, pp. 442-443); Ramos Santana (s.f., pp. 11-37).

El Rey de España en Bayona (1808, p. 4). Este acto escénico fue censurado en 1809 por un calificador de la Inquisición debido a la manera inapropiada con que se trataba en él a la figura de FernandoVII. A pesar de este testimonio, he tratado de mantener alguna distancia al respecto, pues en los catálogos del fondo reservado de la biblioteca Lafragua de la Universidad Nacional Autónoma de México no aparece la referencia a ese documento. Véase AGN, Inquisición, 1809, v. 1445, exp. 31, Expediente formado prohibiendo la comedia titulada «El Rey de España en Bayona», f. 174-176.

El Rey de España en Bayona (1808, p. 5).

Tomado de FernandoVII preso (s.f., pp. XVIII-XIX).

AGN, Indiferente virreinal, Correspondencia de diversas autoridades, 1809, caja 6608, exp. 110, Carta sobre la consternación por la más maldita traición cometida contra nuestro señor soberano para librarse del gravoso e insoportable yugo de aquel monstruo de perfidia el falso Napoleón. Zacatlán de las manzanas, Puebla, 2 f.

AGN, Indiferente virreinal, Clero regular y secular, 1809, caja 5542, exp. 042, Correspondencia de fray Pablo de Moya en la cual se refiere al tema de la guerra de Francia contra España y del secuestro de Napoleón al rey Fernando Séptimo. Real Hospicio de Misiones del puerto de Santa María, f. 1.

Tengo noticia de que en octubre de 1808 en la ciudad de Querétaro se llevó a cabo una celebración a causa del levantamiento de los españoles contra los franceses, donde se dio gracias a Dios por la que creían los queretanos como la derrota definitiva del ejército invasor. La fiesta se llevó a cabo entre poemas y chiflidos, pero además ocurrió «la quema de una estatua de Bonaparte por artificio del cohetero y adornado de todas las insignias que porta su original; y en lo interior del cuerpo bastante provisión de bombas y demás cositas de lucimiento». Al pie, este lema: «Por traidor fiero astuto, te quemamos como a un pu…». Tomado de Hurtado Galves (s.f., pp. 6-13); véase también Brenes Tencio (2008, pp. 55-81).

Hay que precisar que no todos los textos u obras esparcidas en el imperio fueron permitidas o aprobadas por el gobierno, pues así como existieron aquellas en que se manifestaba el amor al «Deseado», también las había de carácter jocoso y burlón contra la figura del rey y que podían enaltecer a Napoleón. La documentación que el tribunal del Santo Oficio de la Inquisición recabó durante ese momento da cuenta de algunas opiniones que ponían de manifiesto la sensibilidad de los vasallos. Sobre las opiniones favorables a Napoleón en Nueva España, véase Mejía Chávez (2012, pp. 100-113); véase también Tanck de Estrada (1992) «Los catecismos políticos: de la revolución francesa al México independiente», en Alberro et al. (1992, pp. 65-80).

Hasta donde nos lo han podido explicar los especialistas sobre el periodo, la situación de Fernando durante su encierro en Valençay estaba muy lejos de ser triste y desesperada como se les había hecho creer a muchos. Es bien sabida la relación que existía entre Fernando y Napoleón, y las intenciones del primero de haber solicitado ayuda del emperador francés para hacerse del gobierno español, así como la petición de casarse con una princesa de la familia Bonaparte. También sobre el inventado arresto en Bayona y la supuesta prisión de Fernando que no resultó más que una cómoda pensión, desde la que le enviaba cartas y felicitaciones a José Bonaparte por sus triunfos sobre las armas españolas. Véase Pérez (1999, pp. 388-389); Fontana y Villares (2007, pp. 74-76).

Esta pintura, un tanto tardía, de 1819 representa, a mi parecer, el espíritu de lo vivido diecinueve años antes por los habitantes americanos. Aunque suponemos que el lienzo fue realizado para enaltecer la fama de FernandoVII en una época en que su figura ya no era muy bien vista, es notable observar como el pintor (anónimo) rescató el discurso imaginario del amargo encierro del rey para impregnarlo en el lienzo. La pintura, desde nuestra perspectiva, nos muestra una prisión en cuyo centro se encuentra sentado un melancólico Fernando, flanqueado del lado izquierdo por su hermano, el infante Carlos que, con una expresión de profunda desesperación, dirige su mirada al cielo en posición rogativa. Del lado derecho se observa al infante don Antonio, tío de Fernando y Carlos, dirigiendo unas palabras de consuelo al rey cautivo. Es de notar que el pintor, para hacer más dramática y concisa la prisión de los miembros reales, pintó a unos guardias del otro lado de la ventana al lado derecho. En la parte inferior de la pintura se aprecia una cartela en que se lee el siguiente texto: FernandoVII, Rey de las Españas, desconsolado en su prisión de Francia; oye los consejos de su tío y las dolorosas quejas de su carísimo hermano don Carlos prisioneros con él. Hecho en Querétaro, año de 1819.

AGN, Gobierno virreinal, Reales cédulas originales y duplicadas, 1809, v. 201, exp. 137, Agentes de José Napoleón. Comunicando que se han despachado por el gobierno intruso de José Napoleón varios de estos inicuos agentes que nombró con el objeto de fomentar en los pueblos de América una revolución contra España, 2 f.

Existieron casos en que se levantaron causas contra personas que fueron consideradas adictas a Napoleón por las siguientes razones: no asistir a funciones teatrales de carácter patriótico, no asistir a misa, ni rezar, entre otras.

AGN, Inquisición, 1810, v. 1447, exp. 23, Denuncia contra un sastre, al parecer andaluz, cuyo obrador está en una de las calles de Plateros, por palabras escandalosas contra FernandoVII; la denuncia la hace en el oratorio de San Felipe Neri ante el p. Don Antonio Tirado y Priego, comisario del Santo Oficio, don José María Berruecos, teniente del regimiento provincial de infantería de Toluca, f. 300-301. Tomado de Mejía Chávez (2012, pp. 112-113).

AGN, Inquisición, 1808, v. 1441, exp. 11, Dn. Nicasio Labarta remite la información y sus resultas de dos manuscritos. Versos en contra de dn. FernandoVII. Colegio seminario de México, f. 49-50. Tomado de C. G. Mejía Chávez (2012, pp. 103-104).

AGN, Indiferente virreinal, Infidencias, 1809, caja 3538, exp. 011, Juan Miguel de Galves acusa a don Antonio Montoto, subdelegado interino del partido de Tlapa de estar a favor de Napoleón y los franceses, de haber dicho que era mejor obedecer a un rey «aunque fuera hereje», Tlapa, Puebla, 14 f.

AGN, Indiferente virreinal, Bandos, 1809, caja 3675, exp. 030, Bando emitido por el virrey Pedro Garibay sobre las noticias recibidas de la usurpación del trono de FernandoVII por mano de Napoleón, la resistencia de los españoles y la necesidad de ayuda por parte de la población americana, 2 f. Garibay ordenó, entre otras cosas, negar el desembarco de naves y sujetos extranjeros sospechosos de simpatizar con Bonaparte, así como la vigilancia constante en las fronteras. AGN, Indiferente virreinal, Historia, Notas diplomáticas, caja 5541, exp. 012, Bando mandado publicar por don Pedro Garibay que dice que ni en el puerto de Veracruz, ni en los demás del reino se permita desembarcar a ningún extranjero, principalmente los navíos provenientes de países dominados por Napoleón, 49 f.

FernandoVII fue llevado preso a Valençay junto con los infantes Carlos, su hermano, y Antonio, su tío.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 3v.

Alegría fungió como secretario particular del virrey Azanza de 1799 a 1800. Véase Arnold (1980, p. 9). Carlos María de Bustamante menciona que don Martín José de Alegría era tío de Azanza. Véase Bustamante (1998, p. 652).

Dufour (1985, pp. 4-18); Artola Gallego (1999, pp. 54-61). Azanza es mencionado en el impreso satírico Papel curioso. Régimen de los franceses (1809, p. VII).

Alamán narra que en agosto de 1808 la llegada a Veracruz de una goleta francesa de guerra que traía unas providencias de José Bonaparte provocó un motín, pues «el pueblo creyó que había venido en él D. Miguel José de Azanza que fue virrey de Méjico, y era actualmente ministro del rey José, y que estaba oculto en la casa del capitán del puerto D. Ciriaco de Cevallos, quien por otros motivos era aborrecido, y en esta ocasión su casa fue invadida y saqueada […] y a duras penas pudo salvar su persona en el castillo de [San Juan de] Ulúa […] habiendo sido necesario que el cura sacase el Santísimo Sacramento para sosegar la asonada, con cuya demostración y un aguacero que oportunamente cayó, se disipó el pueblo, que quería matar a Cevallos y a los franceses venidos en la goleta». Tomado de Alamán (1985, pp. 184-185). Aparentemente esta acción pudo haberse producido debido a la publicación de una «Proclama de Vera-cruz a los españoles americanos», misma que puede cotejarse en Demostración de la lealtad española (1808, t. cuarto, pp. 175-177).

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 4.

Según parece, Azanza se encontraba en París en calidad de embajador extraordinario, con «el objeto de sostener el honor nacional y la integridad de la monarquía». Véase Memoria de D. Miguel José de Azanza (1815, p. 188).

Que el señor Alegría estaba huyendo de Nueva España por ser afín a los franceses y por su cercanía al traidor Azanza.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 4v. Al parecer Argumedo no tenía certeza de dónde se encontraba el rey cautivo, pues en ninguna parte del documento se hace mención sobre acudir a Valençay. Creo que la llegada a París respondía a la suposición de que el rey no podría estar en sitio más obvio que la capital de Francia. Valençay se encontraba a una distancia considerable de la capital francesa, aproximadamente doscientos kilómetros al sur.

Se refiere a ClementeVII, que fue declarado pontífice en 1378 en oposición a las elecciones que dieron el báculo de San Pedro a UrbanoVI, situación que provocaría el denominado Gran Cisma de Occidente (1378-1417). Para más información, véase Camargo Rodrigues de Souza y Bayona Aznar (2013).

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 4v-5. Según parece, Argumedo había trabado amistad de algún modo con Azanza; sin embargo, no he podido corroborar de qué modo o bajo qué circunstancia se conocieron.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 5v.

Es decir, que tuviera un parecido físico con Fernando.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 6.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 6v.

Proyecto que envía Don Antonio de Argumedo…, f. 7v-8.

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