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Páginas 9-35 (enero - abril 2015)
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Narraciones literarias, textos que permiten comprender un pueblo
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Rosa María Lince Campillo
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La propuesta del presente texto es señalar que a través del estudio de las narraciones literarias que nos permiten ponernos en el lugar de los otros, podemos analizar y comprender el comportamiento humano. En la novela se describen experiencias tanto de vida como de muerte y la Historia puede apoyarse en ellas para recuperar de manera más completa el espíritu de un pueblo. Franz Kafka escribió en alemán el idioma oficial para la enseñanza y la administración (con la imposición que le significó), como testimonio de la narrativa de lo que fueron y los textos que produjeron judíos checos como Brod, Rilke y Urzidil, entre otros.

Palabras clave:
Literatura
Franz Kafka
narración
testimonio
política
Abstract

Through the study of literary narratives that allow us to put ourselves in the place of others, we can analyze and understand human behavior. In the novel, describing experiences of both life and death and history can rely on them to recover more fully the spirit of a people. Kafka wrote in German, the official language for teaching and administration, (which meant the imposition him) as a witness to the narrative of what the texts were produced and Czech Jews as Brod, Rilke and Urzidil, among others.

Keywords:
Literature
Franz Kafka
narrative
testimony
polítics.
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Introducción

Al inicio de su texto El imperio perdido, José María Pérez Gay afirma: “la literatura es la zona más acogedora de la existencia… sus novelas, ensayos, cuentos… hacen al mundo más habitable… La crítica literaria no es especialidad sino vocación individual que arma pacientemente la pedacería de la cultura” (Pérez Gay, 2010:11).

Lo que explica que tanto la filosofía como la metodología hermenéutica contemporánea se encuentren intrínsecamente ligadas al análisis del lenguaje, como una forma de registro de la historia humana. Como seres sociales, requerimos de conocernos y conocer a los demás para comunicarnos. Entonces, nos enfrentamos a la necesidad de establecer un proceso dialógico para explicarnos y a la vez entender y pretender comprender a los otros. Proceso al que ayuda, entre otras cosas, leer novelas, porque establecemos un diálogo con el autor y los personajes en los que el pasado, el presente y el futuro, se fusionan y a la vez nos llevan a vivir en espacios y situaciones que posiblemente no hemos experimentado. Por ello, la relación que se establece entre el sujeto (lector) y el objeto de interpretación (narraciones y relatos) se encuentra mediada por el lenguaje, ya que los límites determinados por la existencia humana se rebasan. El resultado es que si bien el observador y el observado se encuentran dentro de ciertos parámetros que los engloba, la interpretación permite fusionar horizontes.

Se requiere así de un análisis minucioso de los diferentes tipos de textos, porque las palabras dicen o significan cosas diferentes cuando son escritas y cuando son leídas. Se pronuncia con tono irónico, sarcástico, colérico y hay que traducir esa modulación e intensidad de voz con la ayuda de signos de puntuación. Con ese metalenguaje se capta la intención del autor, en el mensaje que se pronuncia y también en la manera como se dice o escribe algo, porque hablar es actuar, solicitar, ordenar o incluso perdonar.

El filósofo austriaco Wittgenstein afirma que las reglas de comunicación del lenguaje son al mismo tiempo normas con las que desarrollamos el pensamiento, por ellas mostramos a los demás lo que suponemos que desconocen sin perder de vista que los receptores también tienen la capacidad de pensar e interpretar. Así, a los juegos de lenguaje corresponde definir una forma de vida, porque los límites del mundo que define una lengua no son inamovibles, sino todo lo contrario cuando se establece una confrontación dialéctica entre lo personal y lo ajeno, lo propio y lo extraño (Rodríguez y Cazzanelli, 2012), justamente como resultado de la fusión de horizontes.

En la novela se utiliza la narración para intercambiar experiencias con la intención de que cuando un sujeto se encuentre frente a una obra, sea tan fuerte el impacto producido mediante imágenes construidas por la sociedad, pero aprehendidas y representadas de manera personal, que le motive para generar una transformación. Schopenhauer afirma: “cada novela nos da el espectáculo de los espasmos y convulsiones del pobre corazón humano” (Schopenhauer, 2009B:30-31).

La función de la escritura: testimonio y denuncia

Ahora bien, se escribe cuando se quiere comunicar algo que uno percibe y que intuye que los demás no han notado, porque no se quiere que se olvide. Los literatos saben del poder que ejerce el uso de las palabras para denunciar. De esta forma suponemos que el escritor habla a través de sus personajes dando su opinión a los otros, como en el caso de Dostoievski. Aunque también hay novelas autobiográficas que narran tragedias, genocidios, violaciones a derechos humanos, como No sin mi hija, de Betty Mahmoody y William Hoffer, o discriminación como en Memorias de África, escrita por Karen Blixen, que tuvo que emplear el pseudónimo de Isak Dinesen para poder publicar.

El escritor mexicano David Toscana dice lo siguiente a través de uno de sus personajes: “Feliks había enviado sus palabras al infinito y no hubo quien las escuchara. Se sintió poeta. Siempre las palabras tendrán más fuerza que las balas” (Toscana, 2012: 42-44). Escribir puede ser más subversivo que miles de cartuchos. Pero la novela no siempre es una denuncia política como puede serlo un discurso, porque no todo lo que se escribe es verdad, como copia fiel de la realidad, porque puede resultar peligroso; como ejemplo, La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, con temática sobre drogas, mafias y extrema violencia en Colombia. Lo que se escribe es una percepción de la realidad y por ello válida en tanto verosímil, porque es una recreación correctamente elaborada (relacionando de manera adecuada elementos reales), y entra en el campo de lo posible.

En una entrevista David Toscana declaró: “…el novelista posee una libertad de interpretación del pasado que no tienen los historiadores; hay que aprovechar esta libertad para alcanzar posibles verdades o al menos mover a reflexión al lector”,1 licencias que se permite el escritor para externar su opinión sobre alguna situación.

Por otra parte, Pamuk escribe acerca de su oficio:

hay alguien que se encierra en una habitación, se sienta a una mesa… y expresa con papel y pluma el significado de la literatura (Pamuk, 2007: 13). El escritor es capaz de contar su propia vida como si fuera la de otro a la vez que cuenta con palabras las historias de otros que son tradición. La literatura es la experiencia más valiosa que el ser humano ha creado para comprenderse a sí mismo. Escribir te hace sentir que todos los seres humanos se parecen, que los demás tienen heridas parecidas y que por eso te comprenderán… Escribo para que todo el mundo sepa la vida que hemos llevado y seguimos llevando yo, los otros, todos nosotros (Pamuk, 2007: 15-40).

En la narración literaria, se busca “ponernos en la situación que vivieron otros” para acercarnos a sus experiencias. Si bien los personajes son seres imaginados por el escritor, son construidos con datos de la realidad para impactar a los lectores con el relato de lo que posiblemente experimentaron (Pamuk: 2007). Pero ¿quién es ese otro al que queremos representar? ¿Cuáles historias merecen ser narradas?

Ángeles Mastretta afirma que sus recuerdos de infancia en la ciudad de Puebla le permiten volver a presentar formas de hablar, vestir y hasta de callar de las mujeres en sus novelas Arráncame la vida o Mujeres de ojos grandes, transportándonos a situaciones que no nos pertenecen, sino a través de la narración. En tanto, Judith Butler afirma: “Una vida que ha contado como una vida que merece ser llorada, es una vida que necesita ser contada.”

Según Heidegger, el escritor se ubica en el dasein, en el estar ahí (Heidegger, 1971). Yo agregaría no sólo se trata de estar ahí, sino de estar ahí siendo, viviendo los sentimientos que posiblemente experimentaron quienes ya no están ahí, en un ejercicio de fantasía creativa que nos permite la comprensión de el otro. Así, la literatura también es una forma de conocer. Porque nos lleva a lugares desconocidos y nos permite sentir, o “vivir” a través de nuestra imaginación, momentos o espacios donde no podríamos estar sino a partir de la lectura, lo que permite ampliar nuestro horizonte conceptual.

Habermas agrega que la literatura nos permite enfrentar la realidad desde diferentes perspectivas, enriqueciendo nuestra visión del mundo. El escritor con su narrativa no sólo describe situaciones y acciones, sino que reconstruye escenarios y por medio de sus personajes transmite los sentimientos de los que estuvieron ahí. A través de un lenguaje compartido puede relatar experiencias, a pesar de que él mismo no las haya vivido. Lo logra investigando en diversas fuentes y reuniendo datos, registros, entrevistas, etcétera, para ubicarse y ubicarnos en un momento y así reproducir su interpretación acerca de las posibles vivencias de quienes las padecieron en carne propia.

Schopenhauer advierte: “Cuando leemos, otro piensa por nosotros… Cuando leemos, la mayor parte de las veces nos ahorramos el trabajo de pensar” (Schopenhauer, 2012: 18). Y agrega: “Una lectura continua paraliza más el espíritu que un trabajo manual incesante, pues éste, al menos, permite entregarse a los pensamientos propios” (Schopenhauer, 2012: 19). Aunque también es cierto que lo anterior se refiere a que la mayoría de las personas, en lugar de leer lo mejor que se ha producido en las diferentes épocas, se reducen a leer las últimas novedades (Schopenhauer, 2012: 26-27). Ciertamente existen dos tipos de literatura: la real y la aparente. La primera se desarrolla hasta alcanzar la categoría de literatura duradera. Por tanto, un buen libro debe leerse dos veces y debemos evitar perder el tiempo leyendo cosas intrascendentes.

Comprender al otro a partir de la literatura

David Toscana, en La ciudad que el diablo se llevó, en un esfuerzo de encuentro con el otro, que estuvo en otra situación y tiempo, nos lleva a comprender el porqué de la fuerza del pueblo polaco. Durante cerca de siete años el escritor reunió una serie de claves que le permiten presentar un mundo desgarrado, con una esperanza siempre viva, que impulsó a una Nación a renacer y volverse a llamar Polonia, a pesar del significado del campo de exterminio Treblinka, en donde en un año fueron gaseadas 850,000 personas.

Ahora bien, muchos suponen que escribir y leer son acciones sencillas, pero en realidad son muy complejas. Para asegurar la comunicación del sentido que se quiere transmitir, debe existir una serie de reglas compartidas entre el uso del lenguaje de quien relata sus impresiones sobre una situación o hecho y de quien recibe ese mensaje. Entre quien escribe acerca de sus emociones y quien lee y traduce deben existir reglas de interpretación para no hacerlo arbitrariamente. Un recurso que permite al escritor acercarse más a los lectores y mostrarles lo que desea, es idear personajes que hablen en primera persona, con los que se identifique el lector, para vivir a través de ellos situaciones que lo ubiquen y lo acerquen a personas y espacios desconocidos.

Una obra es un discurso que utiliza un lenguaje con contenidos simbólicos que el hombre descubrió para enfrentar el mundo y a la vez hacerlo suyo. Entonces, podemos entender al arte como un lenguaje del que se valen los hombres para entender y a la vez comunicar. Puede considerarse el órgano de la comprensión de la vida (Dilthey, 1978).

En un texto, ya sea escrito o de otra índole, se manifiesta el momento histórico-social en el que fue pensado y realizado, porque el artista se nutre de los espacios e impresiones que le brinda su realidad. Es decir, es impresionado por el lugar donde nació, se educó, creció, etcétera, e intenta explicarlos y por medio de su obra también transmite a los demás aspectos ideológicos, políticos, sociales e incluso económicos en los que fue producido. En pocas palabras, los textos hablan y transmiten cultura, por eso fue posible que Dilthey reconstruyera el ethos de una época a través del estudio de la biografía y obra de una generación de poetas, como Lessing, Novalis, Goethe y Hölderlin.

La literatura, en tanto texto escrito, tiene muchas posibilidades de comunicación de ideas, ya que se vale de un lenguaje que puede expresar con claridad relaciones sociales en un ambiente de poder, aunque admito que la existencia y la convivencia humana no sólo se constituye por formas de poder.

La herencia cultural de un pueblo se transmite gracias a esos textos que se escriben y se leen en el idioma en que son pensados, porque registran la memoria sobre creencias y recuerdos históricos que se comparten, manteniendo rasgos de identidad en la comunidad, aspecto netamente político. Entonces, la función social del arte evoluciona de la contemplación a la interpretación y deviene en formas de conocimiento. Cada vez que se relata un hecho, la narración se va enriqueciendo con elementos que se agregan ya sea por el escritor o por los lectores, que a su vez se vuelven narradores de la historia de un pueblo vivo (círculo mimético). Es decir, se resignifica y, por tanto, se revitaliza, evitando que pase al olvido, constituyendo un mundo de significación. Por medio de la literatura y gracias a su sensibilidad, el artista nos presenta un espacio único que nos permite comprender mejor el momento histórico al que hace referencia.

Dependiendo de la habilidad del escritor en el uso de los recursos lingüísticos, la obra puede trascender en el tiempo, asegurando a futuras generaciones la posibilidad de ir más allá de su propia realidad, con la consiguiente utilidad histórica, brindando una dimensión estética en tanto permite acercarnos al terreno de la sensibilidad. Cuando se refiere al aspecto poético, podemos recuperar los sentimientos, la parte que complementa nuestro conocimiento de lo histórico, encontrando nuevos significados que nos aclaran la razón o intención por la que se realizan determinadas acciones.

En síntesis, el uso del lenguaje como una narrativa de la manera de interpretarnos a nosotros y a los otros, nos permite conocer nuestra realidad. Podemos tomar conciencia de que estamos vivos, cómo vivimos y cómo deseamos vivir, porque expresamos todo tipo de sentimientos, angustia, miedo, cólera, etcétera.

La interpretación de los textos tiene sentido porque somos seres polisémicos, (Alcalá, 1999: 64), aunque si bien no hay dos seres completamente iguales, tampoco somos absolutamente diferentes, por eso es posible establecer el diálogo con los otros. En este sentido, la Filosofía ha caído en el equívoco de hablar del hombre y no de los hombres, lo que sí permite la Literatura. Entonces, objetivamos algo espiritual, como costumbres, hábitos, tradiciones que se comparten, en manifestaciones de vida que transmitimos especialmente por el lenguaje. De tal suerte, resulta importante aprender a interpretar, haciendo un esfuerzo por dejar de escuchar nuestra propia voz y permitir manifestarse a la expresión de los que originaron la obra que analizamos. “No necesitan que alguien hable por ellos, hablan por sí solos. Basta con que a uno le guste escuchar. La de historias que saben. Es pasado, las callejas y estos hombres, los campos detrás de la ciudad” (Rilke, 2004: 23).

Una correcta interpretación se efectúa mediante el estudio y contextualización del objeto, para encontrar su significado. Por ejemplo, en la antigüedad clásica la serpiente era un símbolo de sabiduría; en cambio, en la Edad Media es maldad.

Cuando leemos, dialogamos con el autor del texto, no nos enfrentamos a trozos de papel llenos de garabatos, sino a signos gráficos o ideogramas que representan el contenido significativo de las palabras y no sólo sus sonidos. Es decir, expresiones de sentimientos que nos permiten el acceso a los conceptos e ideas del autor, a fragmentos de sí mismo. Porque el texto escrito, tanto como otro tipo de textos, tiene el poder de hacer revivir, pero revitalizando las experiencias de otro ser humano, diferente al que lo está leyendo (Hofstadter, 2009: 17-18), pero capaz de comunicarse con él.

Todo escritor o narrador de historias tiene una intención que debe ser rescatada, la tarea del intérprete será recuperarla, lo que determina los niveles de validez, en tanto se acerca al objeto original que inspiró la narración (Castro, 2006: 78-79). Así hablamos de verosimilitud más que de verdad. El escritor (el interlocutor)2 quiere recuperar algo para hacerlo comprensible o accesible, para que pueda ser asimilado por otro; el interpretante es también un esquema de acción.

El lenguaje es la entrada al mundo, la forma como nos relacionamos en él los seres humanos. Cuando nos comunicamos, estamos demostrando a otros que a la vez que existimos, reconocemos en los demás (con quienes tenemos una relación dialógica) un interlocutor válido, porque existe de manera diferente e independiente de nosotros. El lenguaje puede considerarse como la llave que permite la comprensión de los conceptos (como maneras de ser) que nos son heredadas y que asimilamos, así como las tradiciones, costumbres, hábitos; en una palabra, la cultura (Morales Hurtado, 2000: 89).

Por eso, una prohibición de hablar o escribir en una lengua no sólo es callar una pronunciación determinada, sino pretender erradicar la riqueza cultural que se transmite por generaciones a través de ella, lo que se tiene en común como herencia y que produce lazos de identidad.

Función política de la literatura

Una función de la Política es fomentar que los seres que se reconocen como comunes y los diferentes convivan en armonía, en una reivindicación de lo diverso. En otras palabras, una función política es generar la posibilidad de convivencia de los comunes y los diversos, ¿pero cómo reconocer y respetar lo que no somos o hemos experimentado? En este sentido, como mencioné, la Filosofía ha caído en el equívoco de hablar del hombre y no de los hombres, lo que sí permite la Literatura.

En el siglo XXI proponemos pensar a la actividad Política a través de la diversidad y la pluralidad, lo que resulta posible si ampliamos nuestro horizonte de concepción del mundo. Ahora bien, si físicamente nos resulta imposible estar en otros lugares y situaciones, un recurso que ayuda es la Literatura. Porque tomando conciencia de la existencia de otros distintos, aprendemos a respetarlos a la vez que logramos tener la capacidad de compartir un espacio público para dialogar y expresar quiénes somos, a partir de la historia que contamos o narramos a los diversos que la quieran escuchar.

De esta forma, a través de la lectura de narraciones de lugares y tiempos extraños y lejanos a la vez que de experiencias que no hemos tenido, reivindicamos el derecho a ser distintos, únicos y a la vez entre iguales. De tal suerte que nos permita escuchar la propia perspectiva, complementándola frente a la de los otros. Y de esta manera comprender y mirar al mundo desde y con la visión del otro. Ahora bien, todos perdemos cuando alguien no tiene voz. Perdemos el ángulo desde el que habla el otro, porque entre más perspectivas del mismo objeto tengamos, más completa será su imagen y mejor su conocimiento.

Si queremos explicar al objeto, debemos unir las diversas perspectivas, sin anular alguna, respetando el lugar del otro diferente, pero concreto. A la vez, para comprender a los demás es necesario ponerse en el lugar del otro, lo que implica moverse hacia el otro, es decir, conmoverse por la narrativa; ésta es la dimensión política de la literatura, pero también religiosa. En este sentido, Kafka pensaba en la escritura como una forma de orar, porque a través de la narración, lo que es ajeno, distinto se acerca, y a veces lo que era lejano se une por empatía. Si en un principio nos reconocíamos como iguales, y luego nos alejamos, se religa por el conocimiento que nos da la lectura.

Aunque también es cierto que se recurre a la literatura para comprender a la utopía, para hacer una propuesta plausible se escribe a partir de la esperanza y la desesperación de la situación de las cosas, incluso de las reglas de gobierno.

Narrar es una pulsión que pertenece a los seres humanos, pero no todos lo hacemos de la misma forma, los escritores lo hacen a través de la literatura, pero también se puede narrar y describir con otro tipo de textos como: la pintura, la música, la danza, la escultura, la fotografía, etcétera. Y estos testimonios o relatos se convierten en una forma de compartir lo que no debe ser olvidado, incluso para aclarar algunos aspectos que todavía pueden estar oscuros, en una pretensión de que la amenaza a la vida desaparezca.

Como seres narrativos, relatamos a los demás nuestras experiencias, que pueden ser extrañas a otros y sirven para completar. Como he insistido, por la literatura nos acercamos a las vidas que no hemos vivido, se recrean situaciones que nos acercan a lo incomprensible. Porque un hombre deja de serlo cuando le deja de importar su historia, cuando ya no tiene algo qué contar, por estar demasiado cansado o por haberse dado por vencido. Por eso Kafka, lo mismo que Nietzsche, dejaban de lado los padecimientos y dolores que les ocasionaban sus respectivas enfermedades con tal de escribir.

En una novela, los personajes son los testigos que se dedican a narrar los recuerdos; cuando éstos no siguen una lógica estricta, entra el arte para aproximarnos a lo incomprensible, de las pasiones y sentimientos, proporcionando elementos documentales extra sobre lo que no hemos podido explicar con claridad.

La búsqueda de identidad del judío checo (caso Kafka)

Desde la antigüedad se ha practicado una máxima atribuida a un sabio de Grecia: “Conócete a ti mismo”, como primer paso para adquirir sabiduría. Para Schopenhauer, el autoconocimiento es el arte de la existencia, entendiendo la estética como conocimiento de la belleza de la vida y del sentimiento que ésta despierta, permitiendo conformar la identidad (Schopenhauer, 2009: 9-11 A).

Si bien conocerse es una acción constante a partir de la inclusión y asimilación de experiencias ajenas, identificarse significa adueñarse de uno mismo y requiere de la aprehensión que hace el sujeto por y de sí mismo. Aunque nunca se logra totalmente, porque mientras se está vivo se van sumando nuevas sensaciones, fusionándolas con las que ya se tienen y por medio de esa acción el sujeto se recrea constantemente.

Sin embargo, en el caso de Kafka, se trata de una antiestética o estética de la muerte, ya que vivió con la plena conciencia no sólo de que era mortal sino de que estaba muriéndose, haciendo esfuerzos por identificarse ya fuera como checo, judío o alemán, posiciones contradictorias e irreconciliables, tal como pasaba con Praga y sus habitantes.

Debido a la tuberculosis que lo invade, Kafka expresa en sus escritos la constante confrontación que tiene con la muerte, al mismo tiempo que intenta mantenerse vivo para escribir su historia como judío checo (en alemán, idioma oficial de la enseñanza), que no es sólo suya sino de toda una generación como Reiner María Rilke, Max Brod, Johannes Urzidil y otros. Se trata del esfuerzo por obtener la condición de ser y reconocerse judíos checos bajo el dominio de una administración ajena, la alemana. Compartiendo un sentimiento de emigrantes o extranjeros en su propia tierra, como huérfanos en una situación de indefensión reclamando el derecho a tener derechos, pero haciéndolo en un idioma que no era el propio, por tanto ajeno. A pesar de que muchos checos, que vivieron en el siglo XIX, si bien no habían impedido el dominio alemán en la administración de Praga, al menos lo habían permitido. Porque en Praga, los judíos que sobrevivían y progresaban eran los que obedecían las reglas dictadas por la administración pública alemana, separándose paulatinamente de las tradiciones judaicas.

En 1907, Franz ingresa en la Sociedad de Seguros Assicurazioni Generali, un año después es contratado por la Compañía de Seguros de Accidentes Laborales del Reino de Bohemia.3 Durante las noches se consume recuperando sus memorias en un diario que escribe acompañándose con el sonido de la cera de la vela4 que se derrite. ¿Cómo saber si la vida hay que vivirla o es necesario ganarse su derecho a existir? (Salfellner, 2003: 16) En esa época, sus compañeros fueron Josef Cermak y Gustav Janouch.

El ambiente de trabajo de Kafka se desarrolla entre las cancillerías y registros, en oscuras habitaciones con color y olor de encierro gastadas y asfixiantes, en donde finalmente se queda con las manos vacías, como el heroico personaje K. En su oficina, detrás de cada puerta que se abre, pueden aparecer los subalternos, los guardianes y los decrépitos funcionarios en toda la plenitud de su poder (Benjamin, 2014: 26-27), lo que desde luego está muy lejos de su mundo imaginario. “Estando en el despacho, no pierdo la esperanza de sentarme algún día en los sillones de países remotos, contemplar campos de caña de azúcar o cementerios mahometanos; por ahora mi trabajo es triste” (Salfellner, 2003: 87).

Por su paulatino deterioro físico, Kafka enfrentó la imposibilidad de escribir tanto como deseaba. Para él, la literatura era una forma de existir, pero era incompatible con su profesión por el excesivo ritmo de trabajo que le exigía. Sólo al final de su vida (cuando se le prohibió hablar por las hemorragias que sufría), logró cumplir su deseo, comunicarse en un alemán sobrio que había ideado, agregando modismos que traducían lo que pensaba en checo. Con plena conciencia de su incurable padecimiento (tisis, consunción o tuberculosis),5 expone profundas reflexiones sobre la muerte.

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, los checos fueron testigos de la manera como se intentaba desdibujar su identidad, entre otras cosas porque los nombres de las calles de Praga (la tercera ciudad más grande del imperio Austro-húngaro) fueron sustituidos por otros en alemán, considerado el idioma de la buena sociedad.

Los habitantes de Bohemia experimentaron un sentimiento molesto como si fueran “extranjeros” en su propia tierra. Los praguenses germanohablantes eran de procedencia judía, poseían teatros, una Universidad, una Escuela Técnica Superior, un edificio de conciertos y periódicos. Al inicio del siglo XX, en Praga vivían 414,000 checos, 10,000 alemanes y 25,000 judíos (14,000 hablaban en checo y 11,000 en alemán).

La mayoría de los alemanes y judíos pertenecían a la burguesía, mientras los checos conformaban la clase obrera. En tanto, los poetas y escritores de Praga provenían de cuatro fuentes étnicas: alemana, a la que pertenecían por cultura e idioma; checa, como elemento vital; judía, el factor más importante de la ciudad, y austriaca en la que nacieron y fueron educados (Salfellner, 2003: 10-11). Entre ellos existían tensiones sociales y la diversidad de lenguas favorecía los separatismos.6

En 1885, cuando Kafka tenía dos años, la administración de la ciudad —pretextando evitar las continuas epidemias— propuso un “saneamiento” de la Ciudad Vieja, acción que desde luego contó con el apoyo judío, porque durante siglos el gueto había sido símbolo de discriminación. Doce años después, en 1897, se terminó el “saneamiento” con la demolición de gran parte de la riqueza arquitectónica; los callejones de los barrios pobres se sustituyeron por construcciones modernas. Con la destrucción del gueto, los judíos que habían sobrevivido a siglos de matanzas redujeron su población, sólo sobrevivieron las Sinagogas y el Ayuntamiento, porque la burguesía alemana enriquecida con la revolución industrial necesitaba espacio para sus nuevas empresas constructoras. Esta era la Praga de Kafka, quien como visionario se adelantó en sus relatos describiendo la burocracia que se volvería kafkiana (Salfellner, 2003: 12-14).

Destino y culpa

Contar una historia implica dejar de ser anónimo y permite generar empatía. Sin embargo, en el caso de Franz Kafka, conlleva la vergüenza porque el linaje familiar está ligado con el destino y el sentimiento de culpa (Benjamin, 2014: 12).

La idea que tenía de su padre no era la mejor, sino la de un hombre apto para sobrevivir a costa de su integridad que invertía los valores morales, negociando con la burguesía alemana y progresando económicamente, pero olvidándose de su comunidad judía que vivía en un gueto en condiciones de insalubridad y pobreza. A la vez, frente a Franz aparecía como el encargado de vigilar el cumplimiento de la ley y el orden proporcionándole castigos incomprensibles para asegurar su condición de autoridad y superioridad frente a su hijo. Como apunta Schopenhauer: “El hambre puede llevar a los hombres a todos los excesos, a lo que agrego, también la ambición de poder.”

Su padre, como buen comerciante pragmático, cada vez que mejoraba la situación económica de la familia, buscaba una nueva residencia, intentando socializar con la alta burguesía alemana. Cada nuevo hogar se ubicaba más lejos del gueto y de sus tradiciones. Ello explica que Franz no fuera educado en la religión judaica.

A lo anterior se agrega que de pequeño estuvo al cuidado de una nodriza y después se quedaba solo, porque su madre trabajaba en el negocio familiar, lo que lo motivó a escribir una crítica revolucionaria que plantea claramente la alienación capitalista.

Desde luego, Franz tuvo muchos problemas con su padre, que insistía en germanizarlo, porque los buenos empleos y privilegios eran para quienes hablaban alemán. Entonces, a pesar de su apellido checo, fue matriculado en escuelas alemanas y con los continuos cambios de domicilio, se volvió tímido y tuvo dificultad para hacer amistades. “Aquí estaba mi instituto; en aquel edificio del lado opuesto, mi universidad. Un poco más hacia la izquierda se encuentra mi despacho. En este pequeño círculo está encerrada toda mi vida (Salfellner, 2003: 29).

En 1901 conoció la riqueza de los cuentos y quiso estudiar letras, pero su padre le ordenó estudiar Derecho en la Universidad de Praga. Hugo Bergmann afirma:

Un judío que hubiera terminado los estudios universitarios no tenía en aquellas circunstancias más remedio que escoger la llamada libre profesión de médico o abogado, si no quería bautizarse y hacer así una carrera en el servicio del Estado (Salfellner, 2003: 50).

La Universidad Carolina de Praga fue escenario de conflictos nacionales y políticos que impresionaron a Franz. En el año 1903, después de obtener la Licenciatura en Historia del Derecho, debido a que padecía de insomnio y migrañas, se internó en el sanatorio naturista de Weisser. Tratando de contrarrestar sus malestares, se sometió a una estricta dieta vegetariana, consumiendo grandes cantidades de leche sin pasteurizar.7

En 1905, agotado por sus estudios, estuvo en el sanatorio de Zuckmantel, en Silesia.

En 1917 se evidencia la enfermedad por una respiración silbante y un fuerte dolor en la garganta que le impedía deglutir los alimentos. En esa época no existía la alimentación intravenosa o parenteral. Como síntomas, también padecía de migrañas y fobias sociales e insomnio por ansiedad. Poco a poco se vio atrapado en un cuerpo que le era ajeno, tan ajeno como el idioma en el que se veía obligado a expresarse. En La Metamorfosis, un vendedor de seguros se mimetiza en insecto (Franz trabajaba en una Compañía de Seguros y era muy delgado).

“El hombre de hoy vive en su cuerpo; se le escurre, le es hostil. Puede ocurrir que una mañana el hombre se despierte y esté transformado en un insecto. Lo ajeno —su ajeno propio— se ha vuelto su dueño” (Benjamin, 2014: 46). Cuando la tuberculosis empezó a consumir su cuerpo, su madre le decía: “no camines moviendo los brazos, pues pareces un insecto” (Alatriste, 2000: 87). Los insectos son pequeños, feos, y Kafka tuvo miedo de transformarse en algo insignificante, despreciable. Como judío, conocía la leyenda de El Golem de Praga, que murió solo y despreciado a pesar del amor que brindó a su comunidad (Leyendas judías del gueto, 2002: 45).

Textos como registros de existencia

La lengua está constituida por un sistema de señales a las que se les atribuye un significado y es propio de una comunidad, por lo que sirve para comunicarse. También está definida como la capacidad que tienen los usuarios de ella para generar expresiones. Las personas usan la lengua para dar a conocer a otros los conceptos mentales que han construido y que contienen un tema referido a determinados aspectos de la realidad (López Solís, 2000: 68-69).

En tanto, el lenguaje es cualquiera de los sistemas que emplean los seres humanos para representar, expresar y comunicar, ideas y sentimientos por medio de símbolos. Mientras que el habla es la puesta en práctica de dicha capacidad.

Siguiendo la tradición hegeliana, una forma para determinar quiénes somos consiste en la continua comparación con los demás, los que han vivido en otra situación, tiempo y espacio geográfico. Cuando aclaramos lo que no somos, a la vez hacemos conciencia sobre lo que nos constituye. ¿Pero cómo puedo pensar en historias ajenas, desde la propia?

La respuesta inmediata es a través de la literatura y la interpretación hermenéutica: recuperando, reconstruyendo y leyendo el pasado, interpretando las huellas que otros han dejado como manifestación de su existencia. Cuando los sujetos están en otra parte o han muerto, lo único que testimonia su forma de vida son las manifestaciones de su espíritu en textos8 como mensajes para todos aquellos que no los conocieron, con objeto de inmortalizar su manera de ser y pensar. La importancia de estos textos construidos por el espíritu humano es que son los registros de la vida que ya no está, sin ellos se perdería su historia, que es también nuestra, en tanto compartimos la condición de humanidad. Por eso, la mejor forma de comprender el comportamiento humano es leyendo e interpretando sus textos.

Este ejercicio se establece con los cercanos, con quienes se comparte historia, lengua, religión; y con los lejanos, para identificar orígenes e influencias que nos llevan a tener una determinada concepción sobre la vida. Trabajamos poniéndolos en contexto, con biografías, estableciendo relaciones entre contemporáneos, acercándonos a los autores.

Entonces se requiere de un lenguaje común para construir identidad, y a Kafka se le define como uno de los representantes más destacados de la literatura alemana. Según Milán Kundera, “es el escritor más representativo de la literatura alemana del siglo XX”. En tanto, Jorge Luis Borges escribió de él: “Kafka es el gran escritor clásico alemán de nuestro atormentado y extraño siglo” (Alatriste, 2000: 8), pero ¿no era checo? ¿Por qué escribió en un idioma que no era el suyo? La respuesta es que el alemán se impuso como el idioma oficial, además de que para comunicarse se habla “claramente” y eso, según Schopenhauer, sólo podía hacerse en alemán.

No fue el único que padeció no poder expresarse en su idioma materno. La historia de Bohemia está plagada de luchas contra los alemanes y, sin embargo, él se formó en escuelas con ambiente cultural alemán, porque su padre consideraba que era una forma de superarse. Lo que explica que una de las principales críticas que transmite Kafka en sus escritos es la ausencia de identidad del pueblo checo, así como la dificultad para conseguir una, en una sociedad opresora y asfixiante.9

Como ejemplo, forman parte de los bohemios los conocidos como “The happy few” (intelectuales judíos-checos) entre los que se encuentran el checo Johannes Urzidil, también considerado representante de las letras alemanas, miembro del grupo de escritores amigos de Kafka, que trabajó como redactor de prensa en Der Mensch y quien después de la invasión alemana tuvo que emigrar. Se dedicó a traducir textos del checo al inglés y al alemán. Otro representante de esta generación fue Reiner Maria Rilke, quien estudió literatura, historia del Arte y filosofía en Praga y huyó del antisemitismo refugiándose en París. Entre estos escritores también podemos mencionar a Max Brod, judío checo, escritor, compositor y amigo de Kafka; Hermann Ungar, que nació en el seno de una familia judía en Moravia, se doctoró en Derecho pero es conocido como escritor alemán; y Franz Viktor Werfel, que fue un bohemio novelista, dramaturgo y poeta que a pesar de haber nacido en Praga también se vio obligado a escribir en alemán, entre otros.

En palabras de Urzidil

Kafka era Praga y Praga era Kafka. Nunca ha sido Praga tan perfecta y tan típica, y jamás volverá a serlo como durante la vida de Kafka. Y nosotros, sus amigos “the happy few”, sabíamos que esta Praga estaba presente en las partículas más finas de su obra.10

La Praga de Kafka era una ciudad esplendorosa, aunque también testigo de manifestaciones masivas de obreros revolucionarios que reclamaban sus derechos políticos. Presenció conflictos nacionales y enfrentamientos sociales entre alemanes y checos, que debido al desarrollo industrial sufrían miseria y pobreza (Salfellner, 2003: 18-19).

Imposición de una forma de vida a través del lenguaje

La tradición lingüística alemana plantea que nuestras creencias son producto del acuerdo de una comunidad que comparte un mismo lenguaje y, por ello, igual forma de comprender la realidad. El Ser se da a través y por su lenguaje y éste sólo vive gracias al Ser, al cual expresa. Por ello, como apuntan insistentemente Wittgenstein y después Popper, los límites de nuestro mundo son los límites de nuestro lenguaje (Castro, 2006: 66); y más aún, imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida (Wittgenstein, 1988: 20-28). No se trata sólo de pronunciar en un determinado lenguaje, sino que por él se heredan tradiciones, religión, leyendas que dan cuenta de la historia de un pueblo. Así, la imposición de un lenguaje también lo es de una forma de vida.

El filósofo Beuchot afirma: “la función del lenguaje es representar las cosas tal y como las conocemos en la mente” (Beuchot: 1987). Los conceptos no son los objetos, ni su fiel reproducción, sino la percepción que tenemos de ellos, nuestra propia representación que constituye el espíritu y es tan verdadero como el objeto mismo. Por eso sirven para contar historias de vida, a través de historias de texto y narraciones.

De tal forma, hay historias que recogen puntos de vista diferentes sobre un mismo acontecimiento y permiten entender el mundo mediante relatos distintos complementarios o contradictorios, como puede ser la invasión nazi a Praga en la Segunda Guerra Mundial, vista a través de un relato alemán o de uno checo o incluso de los judíos del Gueto de Praga; las vivencias de cada grupo se encuentran relacionadas.

Los padres están tristes y los niños también. Apenas saben andar y aprenden muy temprano a odiar a los alemanes. Los alemanes están en todas partes y hay que odiarlos. Y ¿para qué? El odio entristece. Que los alemanes hagan lo que quieran. No entienden nuestro país y por eso no podrán arrebatárnoslo nunca; bosques y montañas donde los alemanes están totalmente instalados, cercan nuestro país, campos, prados y ríos nuestra patria nos pertenece a nosotros tal como nosotros le pertenecemos (Rilke, 2004: 25).

Rilke, condiscípulo de Kafka, escribió este texto en alemán porque estudió literatura en la Universidad Carolina de Praga, donde desde el siglo XVIII se cambió el latín por el alemán como idioma oficial para la enseñanza.

De Bohemia, Praga y los bohemios

La capital de Bohemia es Praga, está rodeada de montañas con metales y la minería es una de las principales fuentes de trabajo junto con la industria. El campo y la montaña son grises (por las grandes cantidades de carbón y grafito que tienen).

El martilleo rítmico de los hombres que golpean piedras de sílice todo el día y las convierten en daditos pequeños y lisos, se traduce en una canción, los jóvenes cantan suavemente al compás de domov muj, canción checa que significa ¿Dónde está mi hogar? No tiene traducción al alemán. El polvo de sílice es demasiado penetrante, malo para los pulmones, por eso muchos padecen tuberculosis. ¿Por qué no pintan esto? ¿Por qué no hacen poesía de esto? Esto sí es checo y es muy triste (Rilke, 2004: 24).

Para Kafka, escribir significaba una forma de orar11 (oramos en el idioma en que pensamos), necesitaba hacerlo en checo para identificarse, porque es mucho más fácil comunicarnos con las personas con las que compartimos la lengua materna, porque no sólo se establece una comunicación de forma más sencilla, sino que se facilita la coincidencia entre sentido y significado, entre escritor y lector. Hay correspondencia de significados entre lo que pensamos, lo que pronunciamos y lo que se escucha.

Las escuelas checas rivalizaban con las alemanas. En Primaria, sus condiscípulos eran alemanes. En el bachillerato de humanidades de lengua alemana de la Ciudad Vieja, se destaca en el estudio del alemán. A los 17 años, debido a su inseguridad y timidez, Franz quería ser invisible. Entre las continuas disputas entre checos, alemanes y judíos, el único lugar seguro era él mismo (judío checo, expresándose en alemán).

Según refiere Hugo Bergmann, a la entrada de la escuela estaba escrito en checo: ¡Cada niño checo a una escuela checa!

Estas palabras servían de advertencia a los padres checos que enviaban a sus hijos a escuelas alemanas. “¿Y nosotros? ¿Fuimos niños checos? Llevábamos sin saberlo el patrimonio de miles de años y el destino de un pueblo que se había acostumbrado a vivir entre otros pueblos” (Salfellner, 2003: 41).

A pesar de sus luchas nacionales, los checos tuvieron que aceptar la imposición de la lengua alemana en la administración y por ende en sus trámites, dificultándolos, incluso en zonas exclusivamente habitadas por checos. En las regiones germano-checas se cometieron excesos contra las minorías checas. Estos peligrosos acontecimientos no dejaron más que un camino al emperador Francisco José, y en noviembre de 1897 cerró el Parlamento. Los checos que confiaban en el apoyo de Austria, respondieron con furiosas agresiones contra los alemanes y judíos en las calles de Praga. Los políticos pertenecientes a los “jóvenes checos” asistieron a los acontecimientos pero con los brazos cruzados. Con la parálisis del Consejo del Imperio austro-húngaro, se organizó un movimiento de unión con Alemania. Se impuso el bilingüismo y en Bohemia y Moravia estalló una crisis. Dos años después, al agravarse la situación, se derogó el bilingüismo. Los judíos liberales reconocían el germanismo, el resto de judíos eran partidarios de la causa checa (Salfellner, 2003: 23).

En 1910, con intención de acercarlo al sionismo, Brod invitó a Franz a una función de una compañía de teatro yiddish12 (judíos orientales). En 1911 se celebró la primera representación del teatro yiddish de Jizchak Löwy, actor procedente de Varsovia. A partir de entonces se dedicaron a practicar con intensidad la religiosidad del mundo del judaísmo oriental, descubriendo no sólo espiritualidad popular sino los principios de su propio judaísmo. Brod animó a Kafka a participar de las representaciones del grupo teatral de Galitzia, y también juntos asistieron a reuniones del Partido Socialista, en donde hablaban en el idioma prohibido, el checo (Salfellner, 2003: 49). Además, eran asiduos concurrentes a cafés literarios, cabarets y salones de fiesta (Rilke, 2004: 9-10).

En los primeros años en la República de Checoslovaquia (1919) había oleadas de antisemitismo. El presidente Masaryk arriesgó su carrera al defender a un judío acusado injustamente (Salfellner, 2003: 129).

Estoy pasando por las calles bañándome en el odio contra los judíos. Hace poco oí llamar a los judíos una raza inmunda. ¿No es lógico que uno se vaya de donde le odian tanto? El heroísmo de los que a pesar de todo se quedan, es el de las cucarachas que tampoco pueden extirparse. Existe una muchedumbre que persigue a los judíos (Carta a Milena Jesenská, 1920).

Cuando sus fuerzas se lo permitían, asistía a la Escuela Superior de la Ciencia del Judaísmo. La vida literaria y espiritual de Praga, al igual que en Viena o Berlín, se desarrollaba en los cafés que servían como centros culturales. De ahí el nombre de Bohemios para identificar a los jóvenes filósofos de pensamiento crítico y con participación política. En el Bar Kochba, Kafka mantenía contacto con un grupo de jóvenes estudiantes judíos, con ellos tuvo sus primeras experiencias en el movimiento sionista. En el Café Nacional circulaban hombres que eran lo mejor del pueblo, vestidos a la moda, con vasos de tschaj y cervezas Budweiser que hacían comprender que la afinidad estaba en las frases que salían de sus labios. Así discutían los asuntos de la Nación, de la opresión sufrida durante años (Rilke, 2004: 79-80).

Cuando se le decía al pueblo “eres joven”, los hombres cultos se avergonzaban y rápidamente se convirtieron en viejos en lugar de hacerse mayores. El pueblo protege su vieja tradición, va palideciendo nieto a nieto, casi nadie sabe de las riquezas vivas de su país. Sería demasiado humillante para esos caballeros conducir al pueblo ante su herencia sagrada y hablarle con palabras nuevas de su antiguo valor y su santa dignidad (Rilke, 2004: 20).

Max Brod era pianista y a pesar de ser muy religioso, bebía y comía mucho; era la viva imagen de la vitalidad y antítesis de Kafka, quien sólo ingería líquidos y estaba muriéndose. Franz le hizo prometer a Brod que en el momento en que falleciera, quemaría sus manuscritos. En su testamento dejó una instrucción por la que ordenaba destruir su legado, orden muy difícil de cumplir como guardián ante la ley. Por fortuna, Brod desobedeció y así cumplió con el verdadero propósito kafkiano. No quemó los manuscritos, sí los leyó y se dedicó durante 20 años (entre 1930 y 1950) casi exclusivamente a trabajar en la edición de la obra de Franz.

Burocracia Kafkiana

La administración de Bohemia estuvo bajo la influencia alemana hasta finales del siglo XIX. Kafka criticará esta situación que hacía muy complejos los trámites porque la función de la burocracia era mantener la estructura social germanizándola, que era otra forma de dominación. Lo que no sabía, era que aún después de su muerte, los trámites que tanto odiaba lo perseguirían.

A los 25 años, Kafka empezó a trabajar como funcionario auxiliar en la Mutualidad de Seguros y Accidentes Laborales, donde permaneció 12 años hasta que se jubiló. Llegó a ser perito, clasificaba los centros laborales según su grado de siniestralidad y los inspeccionaba. También se ocupó de casos frente a tribunales representando a la compañía, elaborando estadísticas, organizó actividades para prevenir accidentes.

…cae la gente como borracha de los armazones de las máquinas, se derrumban las vigas, se resbalan las escaleras, si pones alguna cosa arriba se te cae al suelo; si colocas algo abajo tropiezas tú mismo con ello. Y tengo grandes dolores de cabeza con las muchachas jóvenes de las fábricas de porcelana, que se arrojan a las escaleras con montones de vajilla (Carta a Max Brod,1909).

Este pasaje refleja la preocupación que Franz tenía en cuanto a la organización de la vida y del trabajo en la comunidad humana, cuanto más impenetrable le parece, ésta se presenta como destino. Y no sólo en las extendidas jerarquías de los funcionarios como presenta en El Proceso y El castillo (Benjamin, 2014: 41).

Debido a la experiencia que desarrolla en la ejecución de los diferentes trámites en los Seguros Laborales, Kafka llega a ciertas conclusiones acerca de los procesos legales y las explica a través de su personaje K.

¿Qué significa entablar una demanda a una aseguradora para el cobro de gastos médicos ocasionados por un accidente de trabajo? Lo primero que se enfrenta es la investigación de un perito (función que desempeñaba Franz) para determinar si el accidente es realmente tal o causado por negligencia del obrero. Después tendrá que conseguir certificados y llenar formatos con códigos legislativos escritos en idioma técnico. En la administración, el idioma oficial era el alemán, por lo que las entrevistas y los trámites debían ser en ese idioma. Sólo durante dos años se admitió el bilingüismo, lo que dificultaba en extremo los procedimientos a los obreros.

De esta forma, llega a afirmar que es parte del sistema judicial que uno sea condenado no sólo sin culpa, sino también sin saberlo. Aunque la ignorancia de la ley no nos excluye de su cumplimiento. Las leyes y las normas definidas siguen estando no escritas, por lo que el hombre puede transgredirlas sin sospecharlo y así caer en la expiación. En su obra, muestra que las condiciones en las oficinas estatales y en la familia tienen múltiples puntos de contacto.

En marzo de 1917 alquiló un piso en el palacio Schönborn, ahí la noche del 12 al 13 de agosto sufrió su primer vómito de sangre. El diagnóstico: tuberculosis pulmonar.

Era como si el cerebro ya no pudiera soportar la acumulación de preocupaciones y de desdichas. Y dijo: “me rindo. Pero si hay aquí todavía alguien que se interesa en la conversación del todo, que me ayude un poco con mi carga, y eso durará un poco más”, entonces se presentaron los pulmones (Carta a Milena Jesenská, 1920).

El diagnóstico de tuberculosis era más que suficiente para tramitar su jubilación y dedicarse a su verdadera vocación: escribir. Y desde luego, que por su experiencia en Seguros Laborales sabía cómo hacerlo; sin embargo, su solicitud fue rechazada y sólo se le concedió un permiso de tres meses para recuperarse de su enfermedad incurable.

De El proceso se puede deducir que este procedimiento judicial acostumbra carecer de esperanza alguna para los acusados, es desesperanzado aun cuando les quede la esperanza de la absolución. Esta organización se asemeja al destino, del que nadie puede huir (Benjamin, 2014: 32-42).

En 1924 regresó a casa de su familia, la tuberculosis acababa su laringe. En abril, buscando mejorar su estado físico, fue a Austria (Salfellner, 2003: 137). Las últimas seis semanas de su vida las pasó en el sanatorio acompañado de su amigo Klopfstock13 y de Dora Diamant, sufriendo intensa sed y dolores insoportables. ¡Finalmente perdió la voz! Y pudo valerse absolutamente de la escritura en checo para poderse comunicar.

El 3 de junio al mediodía murió. Sin embargo, su entierro fue hasta el 11 de junio.

Como muchos bohemios, Kafka nació en Praga como súbdito del imperio de los Habsburgo, ciudadano del imperio Austro-húngaro y murió en el hospital Kierling, fuera de la ciudad de Viena, como ciudadano de la República de Checoslovaquia, por lo que su amigo, el Dr. Klopstock, que estaba a su cuidado, realizó trámites y certificados durante dos días muy calurosos para conseguir su traslado, mismos que Franz pasó en la morgue. Finalmente, cuando lo llevaron a su casa, el féretro no tuvo espacio suficiente en el elevador y subieron tres pisos, cargándolo. Al entrar, su madre ordenó que lo sacaran del ataúd porque no era de pino como correspondía a un judío, lo velaron en el piso. Ni siquiera muerto pudo descansar…

En el Nuevo Cementerio Judío de Strasnice en Praga, en la sala de oraciones, se reunieron alrededor de cien personas, entre las que estaban su maestro de hebreo, Friedrich Thieberger, y Dora Diamant. Pronunciaron en hebreo las oraciones por los difuntos, que anunciaba la esperanza de la salvación (Salfellner, 2003: 138). Al bajar el ataúd, Dora Diamant, sollozando, lanzó un grito doloroso. Mientras se echaba la tierra a su tumba, no se pronunció ninguna palabra; al final empezó a llover (Urzidil, 1966: 140).

En la revista judía Selbstwehr se publicó: Kafka era “un judío profundamente unido con el judaísmo, un sionista fervoroso” (Salfellner, 2003: 141). Como si sólo a través de la muerte se hubiera liberado de su búsqueda de identidad.

Para Kafka, escribir era una forma de orar, como acción comprometida con las ideas propias, con lo que se quiere describir, narrar a los demás, como una forma de existir.14 Escribir era su verdadera fe, que sólo pudo profesar con plena entrega al final de su vida como representante de miles de judíos checos de su generación.

Conclusión

Escribir sobre la vida es relatarla, hacer literatura y al mismo tiempo se convierte en una forma de vida, como registro de la existencia misma. De esta forma podemos concluir que la escritura es un encuentro con uno mismo y con los demás.

Se escribe cuando se tiene algo qué decir. Escribir es una forma de hablar en silencio. A través de los signos de puntuación denotamos una determinada intención. Pero también el uso de las pausas es una forma de callarse, de decir sin pronunciar.

Los escritores no sólo fantasean durante el sueño, sino también durante la vigilia, para trabajar creativamente con las personas que viven en su mente y que encarnan en situaciones posibles. El escritor es una rica fuente de cultura. Desarrolla libremente la imaginación, ya que al no ser retrato fiel de la realidad, no queda sujeta a censura o represión, salvo en los totalitarismos en los que la quema de libros es una forma de desaparecer palabras, ideas, volverlas cenizas, después de purificarlas con fuego. Pero justa y paradójicamente al estar prohibidos los libros, se vuelven más incendiarios, como las letras prohibidas del marqués de Sade.

El espíritu que se manifiesta en ese tipo de obras, es el proyectado. De tal manera, los personajes en una novela constituyen nuestros dobles, pero más libres. Por eso es muy importante crear el personaje adecuado con el que nos identifiquemos, porque ellos hacen lo que nosotros no nos atrevemos, viven por nosotros nuestras fantasías y deseos. Viven en libertad, porque al ser ficticios no los alcanza la represión, la coacción, etcétera. Por ello se constituyen en héroes, ya que pueden hacer lo que nosotros no imaginamos posible.

La novela El proceso es la historia de sus relaciones con Felice Bauer. Kafka tuvo varios amores, pero no quería casarse sino seguir escribiendo. Felice guardó la correspondencia que tuvo con Franz y durante la Segunda Guerra hizo una copia y la mandó a un banco en California para proteger los textos. Cuando se decidió su publicación, recibió cerca de un millón de dólares. Ella siempre fue una empresaria pragmática.

De tal suerte, la libertad no es una meta sino una forma de pensar y vivir. Entonces, podemos definir a la libertad como algo hecho a mano, como sólo puede hacerse a través de la escritura (Durás, 1994). Esto explica la fuerza de las Letras prohibidas, o de los poetas malditos, como Arthur Rimbaud (Rimbaud, 2003: 9).

En la literatura, al igual que en cualquier obra de arte, vida y creación coinciden. El autor debe mantener la congruencia entre lo que piensa y lo que escribe, en tanto el lector a través de la interpretación que hace del texto, inspira múltiples traducciones. El libro en sí mismo es un mundo cuyo universo posee un tiempo y un espacio propio. Para el gran escritor del realismo mágico, Jorge Luis Borges: “la literatura no es menos real que lo que se llama realidad” (Barone, 1996: 49).

En las historias que se narran en los libros, los personajes son arquetipo de personas de la vida real y existen en tanto forman parte de una realidad que no existe fuera del texto. Así, el protagonista de una historia puede encarnar a un campesino, reflejar al borracho de la cantina, al enterrador y al mismo tiempo todos juntos reflejan a cualquier persona. También es cierto que

…es una leyenda el considerar que los poetas y narradores se dirigen al hombre abstracto. Hablan al individuo de una época y situación, al individuo que siente determinados problemas y busca a su manera su solución sobre todo cuando lee novelas. Para entender las novelas será necesario situarse en la época, y plantearse sus problemas (Pavese, 1975: 13).

Lo político se expresa en la reconciliación de la individualidad con la universalidad, no obstante, el término reconciliación no implica anulación de la individualidad, sino superación de la misma. A la vez que considera que dicha superación no es una meta o un estadio definitivo, sino un permanente proceso de construcción de la universalidad que he ilustrado, recurriendo al círculo hermenéutico. Lo político en un texto literario tiende naturalmente a esa reconciliación, una dualidad en la que los opuestos no son excluyentes sino que se necesitan mutuamente, se implican y tienden a reconciliarse en y a través de lo político, buscando restaurar el sentido de lo comunitario.

La interpretación es una actividad política, cuando se desvela el significado de conceptos tales como historia, comunidad, poder y cambio. El poder se encuentra relacionado con el proceso de comprensión.

La forma de representar al mundo es un despliegue de poder o cuestionamiento de autoridad. El poder y la autoridad son inherentes al proceso mismo de interpretación hermenéutica (Armstrong, 1992: 123).

El poder está presente en las maneras de comprender. La relación entre intérprete y texto es una cuestión de distribución de poder. En una lectura, el intérprete puede quedar atrapado en sus creencias. Franz Kafka escribió a Milena en 1920: “Nunca he vivido en medio del pueblo alemán; el alemán es mi lengua materna; por consiguiente, me es natural, pero el checo está más cerca de mi corazón”.

Kafka, al igual que tantos otros checos, nació como ciudadano de la monarquía de los Habsburgo hasta la creación de Checoslovaquia. Esperaba el apoyo de los vieneses y tenía relaciones con la alemana Leipzig, ya que los judíos habían apoyado económicamente al gobierno. Al mismo tiempo, pertenecía a la minoría yiddish, que no coincidía con el judaísmo ortodoxo.

La imposibilidad de no escribir, la imposibilidad de escribir en alemán, la imposibilidad de escribir de otro modo, a la que podría agregarse una cuarta imposibilidad: la imposibilidad de escribir. Era pues una literatura imposible de todos lados, una literatura de cíngaros quienes habían robado el niño de su cuna (Carta de Kafka a Max Brod, junio de 1921).

Este artículo fue resultado de los trabajos de investigación en el marco del Proyecto PAPIIT IN-302912, “El estudio de la relación arte y poder a la luz de la hemenéutica”, bajo la responsabilidad del Dr. Fernando Ayala Blanco y con el apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) de la UNAM.

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Una primera versión de este trabajo se presentó en el Congreso organizado por GIGAPP, INAP y Ministerio de Hacienda y Administración Pública en Madrid, España, en octubre de 2014 y fue nominado al Premio Joan Prats.

La Jornada, sección “Cultura”, miércoles 26 de diciembre de 2012, p. 31.

El escritor es aquel que representa a las ideas con letras o palabras convencionales, pero también es el que escribe las notas y signos de la música para comunicarlas.

Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Profesora de Tiempo Completo adscrita al Centro de Estudios Políticos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

El horario era de 8:00 a 20:30hrs. Sólo tenía siete días de vacaciones al año. Condiciones muy duras para un hombre de 61kg. de peso y 1.82cms. de estatura.

Praga fue alumbrada por primera vez con luz eléctrica en 1894.

Enfermedad infecciona muy antigua, sólo el 30% de los casos se da en los pulmones. Entre los muertos por esta enfermedad: René Laënnec, inventor del estetoscopio y estudioso de la tuberculosis; literato Chéjov; Enrique IV y el cardenal Richelieu; Napoleón II; literato Gorki; poeta Bécquer; músico Chopin; dramaturgo Moliere.

En Praga se originarán movimientos independentistas en contra de los alemanes. Una vez que la industrialización generó la clase trabajadora checa, se unieron a ésta, estudiantes e intelectuales liberales (conocidos como bohemios), de los que Franz llegó a formar parte.

Esto pudo ser la causa de su tuberculosis. En 1864, Pasteur realizó la primera pasteurización. Los primeros antibióticos se produjeron en 1942. Kafka nace cinco años después de que se inventara la luz eléctrica y antes de su uso común, así que trabajaba con luz de velas, aumentando sus dolores de cabeza.

Textos: música, pintura, escultura, arquitectura y todas las manifestaciones artísticas y culturales.

En 1620, los rebeldes bohemios fueron derrotados, sus privilegios quedaron suspendidos, incluyendo la práctica del protestantismo. Además, se decretó al alemán como la lengua oficial. Así, los checos debían escribir y hablar en un idioma diferente al que expresaban sus pensamientos, con la consiguiente dificultad para comunicarse.

Este texto se ha tomado como lema de turismo de la ciudad de Praga.

Para Kafka fue muy importante tomar conciencia de su origen judío, no sólo por raza sino por las costumbres y tradiciones y muy especialmente la forma de ver la vida.

Lengua primitiva de los judíos refugiados en la Europa Central, como lo es el sefardí con respecto a los judíos de origen español expulsados por los Reyes Católicos en 1492.

El Dr. Robert Klopfstock, que había cuidado a Franz, se fue a vivir a Nueva York y trabajó en el Queens General Hospital, en la sección de tuberculosos, porque se había especializado en enfermedades de los pulmones. Había simpatizado con Franz porque él mismo padecía tuberculosis. Se desvelaban discutiendo temas de Kierkegaard.

Los manuscritos de Kafka se encuentran en la Universidad de Cambridge. La mayor parte de sus cuentos son relatos de sueños que tuvo. La novela El proceso es la historia de sus relaciones con Felice Bauer. Kafka tuvo varios amores, pero no quería casarse sino seguir escribiendo. Felice guardó la correspondencia que tuvo con Franz y durante la Segunda Guerra hizo una copia y la mandó a un banco en California para proteger los textos. Cuando se decidió su publicación, recibi ó cerca de un millón de dólares. Ella siempre fue una empresaria pragmática.

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