Sanidad actualizará el Real Decreto-Ley 5/2000 y excluirá de la escala de deducciones los fármacos de más de 78,34 euros a PVL.»
Esta noticia que saltó a la palestra a mediados del mes de mayo pasado y que ha sido portada de los principales periódicos de ámbito médico y farmacéutico tiene, a mi entender, mayor importancia de la que en un principio se le ha dado. Por una parte, ha puesto de manifiesto la monumental pifia que hicieron aquellos que, en su afán de notoriedad y de pasar a la historia como los «héroes» que consiguieron frenar el crecimiento del gasto sanitario, tuvieron la genial idea de implantarlo. Y además, ha dejado al descubierto su falta de coherencia, ya que no han dado la cara reconociendo su error.
El real decreto es injusto e inconstitucional, pero ningún responsable de la Administración ha tenido a bien admitirlo. Y por si fuera poco, según los responsable de nuestra corporación, hemos de agradecer «la sensibilidad que muestra el departamento de la actual ministra de Sanidad, Ana Pastor, hacia los farmacéuticos al anunciar la modificación del redactado». Nos lavan la cara con un trapo sucio y encima hemos de estar agradecidos. ¡Es el colmo! Al parecer nos basta con una simple palmadita en la espalda y con que nos digan lo buenos chicos que somos.
De todos modos, también nosotros debemos hacer autocrítica. El 5/2000 ha destapado comportamientos despreciables y vergonzosos en nuestra profesión. Ha evidenciado la escasa calidad humana de algunos compañeros que no han dudado en valerse de la picaresca para esquivar las consecuencias de ese injusto texto legal y tirar la piedra en tejado ajeno. Más de uno ha tenido en «falta» sistemática los medicamentos de más de 78,34 euros y otros no han dudado en ir a adquirirlos a la oficina de farmacia de otros colegas alejados geográficamente de la suya y «dispensarlos» a sus clientes.
Espero sinceramente que el recurso que sigue interpuesto llegue a buen puerto y que su efecto sea retroactivo, con la devolución del dinero perdido a esa mayoría de farmacéuticos que, afortunadamente, mantienen intacta su ética personal y profesional y han seguido dispensado esas especialidades aun a costa de su propio bolsillo.