Es bien conocido que la prevalencia de HTA sistólica se incrementa a medida que avanza la edad, a diferencia de lo que ocurre con la presión arterial diastólica, cuyas cifras alcanzan una meseta alrededor de los 50-60 años de edad. Debido a la reducción de la distensibilidad arterial, el pulso generado durante la sístole es transmitido a la aorta y otras arterias, por lo que se produce un incremento escalonado en el proceso de degeneración vascular y aceleración de otros procesos del envejecimiento.
En los últimos años diversos estudios poblacionales llevados a cabo en sujetos de edad media y ancianos han puesto de manifiesto que el incremento de la presión del pulso es un factor de riesgo independiente de enfermedad cardiovascular. Esta asociación ha sido observada tanto en hipertensos como en normotensos. Menos conocida es la relación entre aumento de la presión del pulso y afectación temprana de órganos diana, así como el papel que desempeñaría el incremento de la presión del pulso en sujetos jóvenes. En sujetos ancianos el aumento de la presión del pulso sugiere una rigidez arterial a nivel aórtico, mientras que en hipertensos jóvenes podría reflejar un incremento del gasto cardíaco por hipertonía simpática, como se ha observado en fases tempranas de la HTA.
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