Una modalidad de diagnóstico por imagen relevante es la tomografía por emisión de positrones (PET) con 18F-fluorodesoxiglucosa (FDG), combinada con tomografía computarizada (TC), que en oncología permite caracterizar lesiones, estadificar la enfermedad, valorar respuesta al tratamiento y detectar recidiva tumoral. Esta modalidad diagnóstica genera altos niveles de ansiedad, malestar, incomodidad e inquietud entre otras muchas reacciones emocionales1, lo que puede producir falta de cooperación, incapacidad para completar el estudio e incluso la presencia de falsos positivos disminuyendo la calidad de la imagen con un menor rendimiento diagnóstico.
Por tanto, parece necesario diagnosticar y tratar previamente la ansiedad u otra respuesta emocional, para mejorar y garantizar el bienestar personal, social y emocional del paciente durante la realización de la prueba PET/TC.
Con este objetivo, se han desarrollado diferentes intervenciones. Por un lado, existen propuestas orientadas a la relajación muscular progresiva y ejercicios de respiración abdominal. Sin embargo, estas no son adecuadas porque requieren mucho tiempo de entrenamiento previo y producen acúmulo de 18F-FDG a nivel muscular, lo que dificulta un correcto diagnóstico2.
Por otro lado, otras intervenciones parecen estar mostrando una efectividad adecuada: las intervenciones basadas en modificar factores ambientales que hacen la estancia del paciente durante todo el proceso más agradable, la administración de psicofármacos como el diazepam, la escucha de música relajante o de sonidos de la naturaleza, las visualizaciones o imágenes de paisajes o colores3, la conciencia plena o mindfulness4, la hipnosis e incluso la información detallada exhaustivamente por parte del facultativo para explicar claramente el procedimiento y aclarar posibles dudas generadas por el paciente5.
Todo ello pone de manifiesto la necesidad de entender que la ansiedad u otro estado emocional no deben ser consideradas, únicamente, como una situación colateral a la situación que vive el paciente, sino que debe ser reconocida a fin de reducir las repercusiones negativas que tiene tanto para su bienestar como para la validez y fiabilidad de los resultados obtenidos tras la realización de la PET/TC. Parece conveniente poner en marcha de manera coordinada y multidisciplinar, desde los centros hospitalarios, intervenciones para reducir, mitigar o evitar cualquier estado emocional, incluida la ansiedad que presentan muchos de estos pacientes.
Tenemos que ser capaces de dar respuesta a las necesidades de los pacientes que acuden a un servicio de diagnóstico por imagen, como es el servicio de medicina nuclear y es nuestra responsabilidad, para garantizar una adecuada relación médico-paciente, velar por la calidad y el bienestar del paciente. Así pues, el personal sanitario implicado en el proceso tiene que aprender a dar prioridad a las demandas psicoemocionales de los pacientes, lo que supone cambiar la mirada hacia una atención más individualizada y respetuosa de cada persona.
Es por ello, que tenemos por delante un importante reto para institucionalizar de manera coordinada y multidisciplinar intervenciones que mejoren la estancia del paciente que acude al servicio de medicina nuclear ¿estamos preparados?