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Vol. 28. Núm. 62.
Páginas 7-11 (enero - abril 2014)
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Catalina Naumis Peña
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Leer y organizar: un nuevo desafío

Los problemas más profundos de la vida moderna vienen de los intentos que hacen los individuos por mantener su independencia y la individualidad de su existencia frente a los poderes soberanos de la sociedad, contra el peso de la herencia histórica, y contra la cultura externalizada y las tecnologías de la vida.

Georg Simmel, “Metropolis and mental life”, 1903

A comienzos del siglo pasado Simmel plasma la lucha entre el individuo y el poder que suponen las tendencias de la sociedad hacia el consumo de productos tecnológicos en contraste con la vida rural que era la predominante en el siglo XIX. Unos ciento y tantos años más adelante, las posibilidades de independencia de las tecnologías surgidas a partir de la revolución industrial son impensables porque la mayor parte del tiempo existe un uso social creciente de éstas. La personalidad y modo de vida del ser humano actual es muy diferente al que comenta Simmel, pero aun así la frase es vigente. ¿Por qué es vigente? Porque varios intelectuales lo han demostrado a lo largo del siglo pasado y lo que va del presente a través de sus estudios, como es el caso de Manuel Castells, quien señaló que por obra de un nuevo paradigma tecnológico organizado en torno a las tecnologías de la información, al final del siglo XX estamos atravesando uno de esos raros intervalos en la historia que se caracteriza por la transformación de nuestra “cultura material”.

Un poco trayendo a colación la lucha por el individualismo surge quizás una pista en el análisis que hizo Google de la frecuencia de las palabras de una base de datos que contiene más de 5 000 000 de libros publicados entre 1500 y 2008. David Brooks comenta el análisis y en particular un estudio de Jean Twenge, W. Keith Campbell y Brittany Gentile, quienes encontraron entre 1960 y 2000 que las palabras y frases individualistas eclipsaron cada vez más a las comunitarias. Brooks lo interpreta como un apogeo del individualismo pero también podría interpretarse como la preocupación por recobrar cierta independencia de las exigencias y hábitos consumistas que nos impone la sociedad actual.

El ser humano de la época de Simmel es diferente del actual, éste ha adquirido destrezas nuevas y otras formas de conocimiento, a diferencia de la lectura lineal predominante en la etapa anterior. El auge de la imagen, las comunicaciones y la transferencia de información son los signos principales de esos cambios.

De la sala de cine se pasó a la creación, el abaratamiento y la difusión del video. Y un acontecimiento importante fue el comienzo de la televisión y la posibilidad de ver en tiempo real cualquier suceso mundial. El teléfono pasó de ser sólo un instrumento de transmisión de voz a incluir una cámara fotográfica y de videos para grabar la experiencia cercana, reconocer la ubicación física donde se encuentra y también transmitir mensajes escritos. No se pueden dejar fuera de la categoría de desarrollo audiovisual a los videojuegos, que son fundamentalmente visuales, ruidosos y rápidos. La Internet, con toda la gama de servicios de interconexión lineal y audiovisual, es un parteaguas para la vida moderna. La comunicación de los acontecimientos es casi paralela a su ocurrencia.

La sensación que domina es que una parte de la población mundial conoce mucho del planeta y hasta del espacio porque a diario puede observar imágenes que se transmiten a través de satélites y naves que transitan por otros espacios en el firmamento. Y también puede soñarse que se domina todo esto con los videojuegos.

Muchos hemos visto las imágenes de la matanza de Ruanda, la llegada del hombre a la Luna, el humo saliendo de las Torres Gemelas y hasta el espectáculo de su estruendosa caída sobre la ciudad que las albergaba; México compartió con el mundo el sismo de 8.1 grados sobre la ciudad en 1985 y hace muy poco se difundieron las inundaciones de septiembre del 2013. Sin embargo, varios autores resaltan frente a tanta información una especie de reacción defensiva dada la cantidad tan inconmensurable de estímulos.

Es posible decir que este conocimiento pueda resultar mínimo y engañoso, como lo pregonan autores como Aldo Mazzucchelli; sin embargo, existe una familiarización con las imágenes y los acontecimientos mundiales, muy notables en la vida social, que no pueden ser desconocidos y los cuales tiene que abordar la Bibliotecología en su vertiente de organizadora del conocimiento.

Aunque también existen fenómenos asociados al ambiente actual de la conexión a Internet y la búsqueda de información que demuestran una parte débil de todo esto porque promueven una lectura rápida y superficial, un pensamiento acelerado y una atención ligera a la información y a los datos obtenidos, que se olvidan con la rapidez que otorga la seguridad de tenerlos a disposición en la red en cualquier momento.

En los últimos años se han estudiado algunos cambios que vienen sucediendo en la actividad cerebral, entre los que se cuentan los efectuados por Patricia Greenfield, quien en 2009 publicó en la revista Science una revisión sobre los efectos causados por los diversos tipos de medios en la inteligencia y la capacidad para aprender, con base en la observación de casos. Greenfield explica que todo medio nuevo desarrolla alguna habilidad cognitiva a expensas de otra u otras. Aparecen nuevas fortalezas en la inteligencia visual-espacial y esto se debe compensar con nuevas debilidades en los procesos cognitivos de orden superior: el vocabulario abstracto, la atención, la reflexión, la solución inductiva de problemas, el pensamiento crítico y la imaginación. Rafael Capurro también advierte que el cambio de medio significa necesariamente una pérdida y una ganancia de cualidades específicas asociadas a la peculiaridad de nuestra situación en el mundo, a diferencia de lo que sucede con otros seres vivientes que no están fijados evolutivamente a un programa y a un medio de comunicación determinados.

La nueva forma de leer de los jóvenes y los nuevos medios que usan para hacerlo están incorporados en los métodos de enseñanza de la Bibliotecología y la Información, muy especialmente en la enseñanza de la indización, que es parte fundamental de la organización del conocimiento.

Además de estudiar la comprensión lectora del soporte escrito también se ha incorporado la comprensión lectora del medio audiovisual para formar al nuevo estudiante. Del estudio estructural de la imagen (objetos, luz, color, figura humana, relación con el contexto histórico y social) surge una lectura que exige la reflexión, la atención, la imaginación, el pensamiento crítico y la solución inductiva de problemas. A ello deberá enfocarse la educación bibliotecológica mezclándose con una lectura que propicie la apropiación de textos comprensibles para el nivel que cursan.

La comprensión de textos y la aptitud para transmitir los contenidos informativos en forma abreviada es una tarea que el bibliotecólogo, como agente natural del proceso informativo, tiene como responsabilidad ante obras de cualquier tipo y en cualquier soporte, y que pueden contar o no con una información abreviada previa. El estudiante de Bibliotecología, además de experimentar el gusto por la lectura y la afición por la comprensión de los textos en cualquiera de sus expresiones, tiene que adquirir desde los estudios profesionales la formación necesaria para entender los textos y transmitírselos al medio social.

Por supuesto, la lectura que hace el bibliotecólogo no puede ser mecánica porque es necesaria no sólo la comprensión del texto, también se debe contar con un conocimiento del tema y del contexto social en que éste se produce para realizar el análisis de contenido. Con posterioridad a los estudios formales cada estudiante complementará el conocimiento adquirido con la comprensión lectora de algún tema o aspecto informativo en el que pueda desarrollar su ejercicio profesional e irá adquiriendo la rapidez necesaria al preparar así su capacidad.

A partir de la segunda mitad del siglo XX la lingüística se ha desarrollado en forma exponencial y en especial los estudios de la lingüística cognitiva, que han ayudado a cambiar las formas de comprender e interpretar los textos y han incluso per-meado las ciencias que fundan sus investigaciones en las relaciones textuales y discursivas.

Los sistemas de organización del conocimiento se vinculan sin duda con las formas de construirlo. La actual explosión del entorno audiovisual y las características de su organización involucran aspectos empíricos y racionales, así como significados transmitidos a través del idioma y la expresión de sus evidencias culturales desde la perspectiva teórica de un dominio específico.

Lo dicho por Simmel, reforzado con otra frase acuñada por él (“Todos somos fragmentos no sólo del hombre en general, sino de nosotros mismos”), se comprueba una vez más porque las tecnologías imponen su presencia y la inmersión social para dominarlas es cada vez más necesaria y vigente.

Quizás la individualidad más rescatable en este siglo XXI sea disponer de conocimientos organizados a partir de una apreciación humana en una sociedad en particular, donde el bibliotecólogo puede hacer su aportación poniéndolos a disposición de las sociedades en las cuales está insertado, asegurando así el acceso a la información pertinente y no a la impuesta por actitudes mercantilistas, como previene Dénis de Moraes y había advertido Simmel hace ya mucho tiempo.

Éste es el verdadero desafío del bibliotecólogo ante la concentración monopólica de los sectores info-comunicacionales: ofrecer, en su ámbito de acción, información valiosa, comprendida y transmitida tras una mirada profunda.

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