Mediante un análisis económico e histórico riguroso, en este su más reciente libro, David Ibarra realiza una magistral caracterización de la situación económica global actual y de sus articulaciones con el desmoronamiento de las capacidades y funciones institucionales que tuvieron los Estados nacionales durante toda la segunda posguerra del siglo xx. El título y subtítulo del libro no sólo son fieles al contenido del mismo, sino que expresan de manera precisa el argumento central que se sostiene: los excesos de la apertura comercial y financiera, a escala global, han reconfigurado los (des)equilibrios de los poderes público y privado en las sociedades contemporáneas, en desmedro de los trabajadores asalariados y de amplios sectores de la población en general. Lo cual también se ha traducido en la ineficacia creciente de la democracia, como forma de gobierno y como arreglo institucional para influir sobre las prioridades, los objetivos y los instrumentos de la política económica vigente, a escalas nacional y global. Por estas razones, no hay duda alguna de que se trata de un excelente libro de economía política que favorece la mejor comprensión de los desafíos económicos, sociales y políticos que hoy enfrentamos en estas primeras décadas del siglo xxi.
A partir de la decisión tomada en 1971 por el gobierno de Estados Unidos (EE.UU.), de abandonar la convertibilidad del dólar en oro, David Ibarra expone con claridad cómo inició el derrumbe del orden económico internacional basado en los acuerdos de Bretton Woods y, con ello, cómo se originó la transformación profunda de hacer política y política económica, atizada tanto por el ascenso desmedido y la extroversión sin límites del poder de las corporaciones transnacionales en las estructuras del poder público como por la connivencia de los Estados nacionales.
De esta manera, se argumenta la simbiosis existente entre el desmantelamiento de los Estados de bienestar en las sociedades de mayor desarrollo económico (y de los Estados asistencialistas en otras realidades nacionales) y la vertiginosa globalización de los mercados laboral, de bienes, servicios, tecnología, divisas, capital y finanzas. Esta explicación analítica del binomio ascenso de los mercados abiertos y derrumbe de los pactos sociales también le permite al autor establecer la correlación de tal binomio con otro no menos preocupante: la creciente desigualdad social y las propensiones recesivas de la dinámica económica global/nacional.
¿Por qué la globalización de los mercados tiene propensiones recesivas? Entre otras razones, debido a las tres que a continuación se refieren. Primera, los crecientes flujos de inversión extranjera directa a escala global se han destinado preferentemente, durante las últimas tres décadas y media, a la adquisición de empresas y bancos que ya están en operación, mediante estrategias de fusión y/o consolidación de activos ya existentes, mercados maduros y con potencial favorable. Estas adquisiciones, fusiones y consolidaciones corporativas a escalas global y nacional no promueven nuevos ni crecientes procesos de formación de capital fijo, por lo tanto, sus impactos en la generación neta de empleos, ingresos y encadenamientos productivos hacia atrás y hacia adelante son magros e irregulares, lo cual, a su vez, no propicia una mayor ni mejor articulación entre las actividades económicas que conforman el mercado interno con las que están más conectadas con aquéllas ligadas a los mercados externos. Estas inversiones extranjeras directas inducen, además, flujos de comercio global intrafirma, donde los beneficiarios netos del proceso son las propias matrices, sus sucursales existentes en diversos lugares del mundo y sus empleados más calificados y gerentes. La expresión territorial, rural, urbana y metropolitana de estas complejas relaciones, que propenden a la recurrente recesión económica, es la desarticulación productiva y la profunda y evidente desigualdad regional y social. Estas inocultables desarticulaciones y desigualdades alimentan las propensiones recesivas de la globalización.
Segunda razón, los también crecientes flujos de capital financiero, lejos de fondear dinámicos procesos de inversión directamente productiva, tienen destinos preferentemente especulativos que afianzan su mayor desvinculación con la denominada economía real (tanto como su frenético apetito por buscar los mayores márgenes de rentabilidad de corto plazo), asociados con las diferencias existentes entre muy diversas tasas internacionales de interés, tipos de cambio, cotizaciones de acciones, títulos de deuda y otros instrumentos bursátiles con alto rendimiento y elevada liquidez. La hiperglobalización financiera y sus burbujas especulativas, sustentadas en su desvinculación con la acumulación de capital directamente creadora de riqueza material nueva, propenden, sobre todo después de la crisis de 2008 —según David Ibarra—, al peligro de la deflación general. Se trata del fenómeno referido por varios analistas como la financiarización del capital.
Tercera, los crecientes flujos del comercio de bienes y servicios en los mercados abiertos han construido, durante estas tres décadas y media más recientes, otra relación binomial más, la cual se traduce en dos obsesiones normativas con sus correspondientes propensiones recesivas: la política antiinflacionaria y la política de austeridad fiscal estricta. Estas dos obsesiones de la política económica actual pretenden abatir costos económicos y generan, de facto, cuantiosos costos sociales en términos de la drástica caída de las remuneraciones al trabajo, de la menor generación de empleos formales, del empobrecimiento de los regímenes de seguridad social fondeados con presupuestos públicos, de la menor capacidad de consumo de la mayoría de la población, del debilitamiento de los mercados internos, así como de la destrucción de las capacidades gubernamentales para emprender acciones contra-cíclicas eficaces.
Estas razones, y otras más, se analizan en este muy interesante libro para argumentar que el vertiginoso ascenso y la generalización de los mercados abiertos, con preponderancia especulativa y no siempre con impulsos expansivos en cuanto a nueva producción de riqueza material, están relacionados con la erosión de los pactos sociales que hicieron prosperar la cohesión social, la maduración de las ciudadanías a escala global y el gobierno de las sociedades contemporáneas mediante estructuras y formas democráticas de representación y decisión públicas. Cuando el crecimiento económico deja de ser prioridad nacional y global, la generación de empleos es insuficiente para quienes demandan ocupación formal, las remuneraciones al trabajo son muy bajas e indignas y las condiciones de contratación de la fuerza de trabajo están enmarcadas en la flexibilización de la jornada laboral, el pago por tiempo específico, por obra determinada o a destajo, al tiempo que la intensidad del trabajo aumenta sin que necesariamente ello implique incrementos sustantivos de productividad. Por ello, David Ibarra también argumenta en su libro que la globalización de los mercados, en el marco del desmantelamiento fiscal de los Estados nacionales, se ha traducido en una persistente y mayor desigualdad social.
¿Qué hacer? ¿Regresar al pasado? ¿Instalarse en la nostalgia de los arreglos institucionales y la política económica vigentes durante la segunda posguerra del siglo xx? No. La respuesta del autor del libro Mercados abiertos y pactos sociales. Democracia arrinconada es categóricamente no. Pero su respuesta inteligente a estas preguntas elude las fáciles y groseras alternativas que otros refieren como el regreso al “Estado despilfarrador” o al “endeudamiento impagable”. Para evitar que sea impagable cualquier deuda, el autor propone considerar y discutir propuestas como las relacionadas con el “impuesto Tobin” y/o el “impuesto Piketty”. Otra vez, el análisis económico e histórico, expuesto en este libro, muestra la vitalidad de la economía política y advierte que ante los desequilibrios, la inestabilidad y la incertidumbre recurrente de los mercados hoy en día, conviene tomarse muy en serio la identificación de las alternativas de política económica en los estrechos márgenes que aún quedan para tomar decisiones en beneficio de las amplias mayorías de la población, de las economías nacionales y, en particular, de la economía y la sociedad mexicanas. Por esto es que, a su parecer, la democracia está arrinconada y debiera recuperar su capacidad genuina de reorganización institucional en favor del bienestar y la cohesión social.
En cualquier caso, resulta un libro imprescindible para cualquier economista intelectualmente honrado, es decir, para todo economista que quiera debatir con argumentos y evidencias documentables en la mano, más allá de preferencias ideológicas y posturas partidarias. Lectura obligada también, en esta coyuntura mexicana, para todo ciudadano que quiera entender los trasfondos de la reconfiguración del poder económico global, el ascenso de China, la mayor presencia de la India, los problemas de la Unión Europea, la declinación relativa de EE.UU., el persistente rezago de América Latina y el Caribe, así como el lento crecimiento económico y la abismal desigualdad social de México. En once capítulos breves, una introducción, un epílogo y mediante el análisis de treinta y cuatro cuadros estadísticos y tres gráficas, y con el apoyo y fundamento documental de doscientas referencias bibliográficas, este libro representa una lectura, lo reitero, imprescindible. La Facultad de Economía de la unam está de plácemes con esta edición conjunta con el Fondo de Cultura Económica (fce), mediante la cual se refrenda la motivación originaria de la existencia y la trascendencia de ambas instituciones públicas nacionales. Deseo concluir esta reseña expresando, una vez más, mi agradecimiento y reconocimiento al maestro David Ibarra Muñoz, querido profesor de nuestra Facultad y Doctor Honoris Causa de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México, por sus valiosas y reiteradas contribuciones al debate ilustrado sobre los asuntos económicos y sociales de México y el mundo.