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Vol. 72. Núm. 283.
Páginas 5-30 (enero - marzo 2013)
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Vol. 72. Núm. 283.
Páginas 5-30 (enero - marzo 2013)
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El atraso de las naciones: los retos al desarrollo en las teorías de Evgeny Preobrazhensky y Raúl Prebisch
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Andrés Lazzarini
Universidad Nacional de San Martin y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet), Argentina
Denis Melnik
National Research University Higher School of Economics, Rusia, respectivamente
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Resumen

Se confrontan las visiones sobre el desarrollo económico sostenidas por dos protagonistas de la historia de las políticas del desarrollo en la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss) y en América Latina: los economistas Evgeny Preobrazhensky (1886-1937, ruso) y Raúl Prebisch (1901-1986, argentino). Si bien ambos pensadores afrontaron los problemas del desarrollo económico desde premisas analíticas diferentes –y elaboraron sus teorías para contextos socio-políticos radicalmente diversos– hay un punto básico en común: el examen detenido de la naturaleza y las causas del atraso económico aparece como el eje central en sus respectivas propuestas de política económica para el inicio de un proceso de desarrollo sostenido. Ambos economistas sostuvieron que el atraso no es el primer paso necesario para el desarrollo a ser superado sólo con políticas económicas que promuevan la parsimonia y el emprendimiento privado sin injerencia del Estado en la economía. Por el contrario, para ellos, el atraso económico es el resultado de la dependencia por parte de los países menos desarrollados del sistema económico mundial. Sus estudios al respecto subrayaron no sólo los obstáculos económicos sino también aquellos de carácter político y social que los países periféricos deben afrontar en sus estrategias para el desarrollo.

Palavras clave:
teoría del desarrollo económico
Prebisch
Preobrazhensky
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Introducción

El siglo xx fue una época en la cual el desarrollo económico devino idea predominante para los gobiernos y las elites nacionales de todo el planeta. La historia de Rusia y Argentina en ese mismo siglo proporciona ejemplos sobresalientes de la lucha contra el atraso económico y los intentos para asegurar los medios que llevaran a un desarrollo estable y sostenible. Con todos los bien conocidos fracasos, no puede descartarse el hecho de que esos intentos resultaron en cambios profundos para ambos países y que las consecuencias siguen afectando su situación actual. Naturalmente, ambas estrategias de la política de desarrollo partieron de distintos ámbitos históricos y sociales y también difirieron en su ejecución política. A pesar de ello, no fueron completamente distintas en algunas características generales: 1) el impulso a la industrialización como una salida del atraso; 2) la estrategia de sustitución de importaciones, y 3) la regulación del comercio exterior.

No fueron los economistas los únicos que contribuyeron a la formulación de las estrategias de modernización; de hecho, el impulso al desarrollo en sí mismo afectó la conformación de la economía moderna. Para el estudio de la interacción entre las políticas y las economías seleccionamos, como estudios de caso, las teorías de desarrollo económico de dos protagonistas de la industrialización, uno en la urss y otro en América Latina: Evgeny Preobrazhensky (1886-1937) y Raúl Prebisch (1901-1986). Cada uno de ellos, a su manera ―como asesores económicos o formulando políticas económicas―, buscó fomentar el desarrollo, reaccionar ante los retos del desarrollo e influir en el curso real de los eventos. A pesar de que comenzaron con enfoques teóricos diferentes (mar-xista en el caso de Preobrazhensky y neoclásico ―aunque muy consciente de la Teoría general de Keynes― en el de Prebisch),1 sus conclusiones fueron sorpren- dentemente similares.

Para ambos, Preobrazhensky y Prebisch, el diagnóstico que hicieron de sus propias economías subdesarrolladas fue el atraso: quedar a la zaga de los países desarrollados industrializados con respecto al progreso tecnológico y a los cam-bios estructurales como se revela y se sostiene a través de la participación en el comercio exterior. Comprensiblemente, dada la similitud en el diagnóstico de estos economistas del desarrollo, ambas teorías ofrecieron la misma recomendación para las economías atrasadas: la industrialización, esto es, dar prioridad al desarrollo del sector industrial y acelerarlo por medio de reglamentos normativos, no obstante los obstáculos “naturales” nacionales e internacionales. Frecuen- temente, ambos economistas recibieron críticas por su presunto descuido del sector primario; sin embargo, nada más lejos de ello, pues en verdad creían que el aumento de la productividad del sector industrial era una condición sine qua non para incrementar la de los otros sectores económicos, en especial porque, en líneas generales, la creación de empleos en la industria se incrementa a un ritmo más acelerado en comparación con los sectores primarios. Por tanto, la clave para el desarrollo económico era el sector industrial. Esa era la preocupación central de ambos economistas para superar los problemas de subdesarrollo en sus respectivas regiones geográficas y, en efecto, dicha preocupación constituye el vínculo entre los autores examinados, a pesar de que uno de ellos apuntaba hacia dicha superación por la vía del socialismo, mientras que el otro lo hacía por la liberal-keynesiana.2

Naturalmente, se podría argumentar que un examen de los planteamientos económicos sustentados por los dos teóricos aquí estudiados sería un tanto extraño. Y, en efecto, como ya se dijo, desde el punto de vista de sus antecedentes teóricos Preobrazhensky era un economista marxista, mientras que Prebisch era un liberal-keynesiano, y no hay duda de que ambos discrepaban con respecto a cuál sistema sociopolítico sería la configuración más apropiada para aumentar la acumulación que permitiera establecer un patrón de distribución más progresivo y la participación social.3 En el caso de Preobrazhensky,4era un acérrimo defensor del Estado socialista y de la estrategia de planificación iniciada después de la revolución en Rusia, pero Prebisch, “por mucho que respet[ara] lo conseguido [en la Unión Soviética]” (Prebisch, 2008: 33), buscaba “una síntesis entre socialismo y liberalismo o, si se quiere, una versión del socialismo basada en la libertad del individuo y en nuevas formas de convivencia social” (Prebisch, 2008: 32). Empero, es digno de mencionar que dicho autor veía al sistema de la Unión Soviética como un “gran experimento social” en el cual “se ha cum-plido un esfuerzo ingente y deliberado de acumulación y equidad distributiva” (Prebisch, 2008: 33), si bien le preocupaba que los medios de producción en poder del Estado hubieran tenido consecuencias “que no se concilian con las aspiraciones del liberalismo democrático y sus valores inherentes” (Prebisch, 2008: 33). Parecería, por tanto, que el desacuerdo entre ambos pensadores estaría, en todo caso, en cuál sería el sistema sociopolítico más óptimo para mejorar las condiciones de vida de las masas de sus respectivas geografías. Sin duda, la preocupación de Prebisch por los valores liberales tiene que ver, finalmente, con su profunda adhesión al liberalismo democrático: “es una herencia que hemos recibido de la civilización occidental, cuya plena significación nunca se siente y comprende mejor que cuando tales principios se vulneran y eclipsan” (Prebisch, 2008: 33). Sin embargo, el interés del presente artículo no es examinar las diferencias de carácter político entre ambos economistas; en realidad nuestra comparación seguirá de cerca un enfoque más directo, concentrándose estrictamente en algunos aspectos del pensamiento económico que sostuvieron ambos pensadores. Y, entonces, cuando llegamos a aproximarnos al pensamiento económico subyacente y a las estrategias buscadas a la luz de sus respectivas teorías del desarrollo, probablemente encontraremos que ambos enfoques económicos comparten muchos conceptos, estrategias y diagnósticos de los problemas en sus respectivas regiones.

Ciertamente, en el trabajo de otros autores (Love, 1980: 61-2 y 70-1) ya se han examinado las afinidades entre los planteamientos económicos de Prebisch y algunos marxistas de Europa del Este del siglo xx (incluido Preobrazhensky) (véase también Cooper, 1994: 21-2). Esta afinidad es aún más peculiar en la medida en que no hay indicaciones de que algunos estudios previos sobre el subdesarrollo en Europa del Este, durante el periodo de entreguerras, hayan influido de manera directa en el enfoque de centro-periferia elaborado por Prebisch y su escuela después de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, la historia de las ideas proporciona precisamente ejemplos de un vínculo inverso, en el cual los nuevos desarrollos analíticos permiten arrojar luz sobre nombres y enfoques antes inadvertidos u olvidados. Podemos, por ejemplo, valorar los argumentos planteados por Preobrazhensky (1926) en sus análisis respecto a elegir entre importar los medios de producción o fabricarlos en el país cuando se refería a la posibilidad de “mejorar y abaratar nuestros propios productos”, un indicio claro de los viejos argumentos que formaban parte del planteamiento de la industria en ciernes, según el cual ésta depende de las transformaciones tecnológicas necesarias para aumentar y sustentar la industrialización (List, 1885). Y lo más importante para nuestro estudio de caso, para Prebisch las transformaciones tecnológicas (que son el asunto subyacente involucrado en el intento de los países en vías de desarrollo para cambiar sus relaciones con la economía internacional) desempeñaron un papel fundamental en la elaboración de su teoría del deterioro de los términos de intercambio (como se verá en este artículo) y, por lo tanto, de su propuesta de industrialización de la llamada periferia.

En realidad, el planteamiento centro-periferia contribuyó enormemente a la conformación del discurso del desarrollo desde principios de los años de 1950 y, de forma muy interesante, fue dentro de ese contexto que las ideas de Preobrazhensky se descubrieron tanto en América Latina como en otros lugares.5Por tanto, independientemente de los supuestos iniciales, los dos autores llegaron a conclusiones no tan distintas e influyeron en los estudios subsecuentes del capitalismo periférico. Esta es nuestra motivación fundamental para llevar a cabo esta investigación.

Al mostrar las divergencias y las similitudes en los planteamientos del pro-blema del desarrollo económico propuesto por Prebisch y Preobrazhensky, el objetivo principal de nuestro presente artículo es establecer cómo han visto estos dos economistas los obstáculos y los límites en sus regiones para alcanzar un nivel efectivo de desarrollo, con la esperanza de extraer algunas lecciones para formular políticas de actualidad tanto en América Latina como en Rusia (proporcionando un estudio de caso interesante del capitalismo periférico renaciente).

Además de esta introducción, este trabajo consta de tres apartados. En el que sigue examinamos qué significa el atraso tanto para Preobrazhensky como para Prebisch. A pesar de las diferentes teorías económicas que ambos pensadores avalaron originalmente, el papel analítico que el concepto de atraso ejerce sobre sus propios diagnósticos y políticas en materia económica saltará a la vista. En otro apartado, extendemos el examen del papel que ejerce el concepto de atraso en la teoría de cada uno de los autores, relacionando su autoreproducción en los países subdesarrollados con las fluctuaciones en la economía mundial. Al respecto, también examinamos brevemente en esta sección las relaciones cau-sales entre las conmociones sociales y económicas a la luz de ambas teorías de desarrollo económico que se discuten aquí. El trabajo finaliza con la exposición de nuestras conclusiones.

¿Qué es el atraso?

A principios del siglo xx el concepto de atraso no era, de ninguna manera, una novedad para la ciencia económica. De hecho los atrasos que se percibían en los niveles de desarrollo económico (que básicamente se medía como riqueza acumulada) de una región o un país en comparación con los países desarrollados escogidos como puntos de referencia, estuvieron entre los factores que más influyeron en el esplender de la literatura mercantilista. Más tarde, los críticos del sistema mercantil no negaron el fenómeno mismo del atraso, sino que lo incorporaron en su amplio concepto de progreso, el cual fue resultado de la libre interacción de las fuerzas económicas:

Parece haber una feliz confluencia de causas en los asuntos humanos que frena el crecimiento del comercio y de la riqueza, e impide que se restrinjan totalmente en una sola persona, como naturalmente pudiera temerse al principio, debido a las ventajas de un comercio establecido. Cuando una nación ha ganado a otra la delantera en el comercio, a esta última le es muy difícil recuperar el terreno perdido, debido a la técnica y la industria superiores de la primera, y a los grandes capitales en poder de sus comerciantes, que les permiten comerciar con utilidades mucho más reducidas. Pero estas ventajas se compensan, en cierta medida, por el bajo precio de la mano de obra en cada nación que no tenga un extenso comercio ni abundancia de oro y plata. Los fabricantes, por lo tanto, gradualmente se desplazan de lugar, saliendo de aquellos países y provincias que ya han enriquecido y dirigiéndose hacia otros, a donde son atraídos por el bajo costo de los insumos y de la mano de obra; hasta haber enriquecido también a éstos para luego nuevamente desterrarlos por las mismas causas (Hume, 1742: II.III.3).

La idea de la uniformidad de un patrón lineal de desarrollo donde el “país industrialmente más desarrollado no hace más que mostrar al que es menos desarrollado el cuadro de su propio porvenir” (Marx, 1867), era una parte integral de la filosofía de la historia, compartida por los representantes de la economía política clásica (independientemente de todas las diferencias con referencia a los posibles resultados finales del proceso de desarrollo, ya fuera una prosperidad eterna, el estancamiento secular o la revolución proletaria). Básicamente, la misma idea afectó la manera como los economistas abordaron en general el desarrollo económico.

El concepto de atraso como un valor inicial que permitiera a los “rezagados” ponerse al día rápidamente con quienes se mantenían a la égida de la carrera económica mundial no permaneció incuestionable. Preobrazhensky y Prebisch contribuyeron en mucho a redefinir el concepto de atraso y, por lo tanto, al surgimiento del análisis de la dependencia en el siglo xx. Pero no fue su supuesto inicial, sino más bien uno de los resultados de sus análisis, como este artículo trata de demostrar.

Evgeny Preobrazhensky

Maurice Dobb, quien fue uno de los primeros economistas occidentales (si no el primero) en abordar los debates sobre la industrialización soviética en los años de 1920, notó, casi cuarenta años más tarde, que entre las múltiples razones por las cuales aquéllos pasaron inadvertidos para los economistas ingleses se encontraban “los conceptos pesadamente desconocidos” y “el lenguaje extraño” que se usó en dichos debates: “pareció que no encajaba en sus categorías de pensamiento, todavía demasiado preso en un molde extremadamente victoriano, del cual sólo unos pocos estaban emergiendo” (Dobb, 1965: 198).

Pero en los años de 1960: “[el] estudio del crecimiento, equilibrado o desequilibrado, el desarrollo y el equilibrio dinámico están de moda y está académicamente establecido llevar a cabo estudios empíricos del “subdesarrollo”. En este contexto más realista se comienza a apreciar la pertinencia de esos debates de hace 40 años; están siendo “redescubiertos” (aunque algunas veces de forma bastante condescendiente), y el alcance de su originalidad está siendo reconocido” (Dobb, 1965: 198).

Preobrazhensky, al igual que otros economistas soviéticos, tanto adversarios como seguidores suyos, habían estado alejados de los intereses puramente teóricos cuando aquél comenzó a considerar seriamente los problemas del desarrollo económico en Rusia. Él había llegado al frente de los estudios económicos soviéticos directamente de las batallas de la guerra civil. Entendía con claridad (y esto fue ampliamente reconocido) que la batalla seguía y que su resultado final dependería de la tasa de crecimiento económico que pudieran lograr las nuevas autoridades. En realidad, los teóricos bolcheviques tenían en mente una meta muy práctica: conservar el poder del que se adueñaron mediante la revolución y la guerra civil. No tenían dudas de que los sectores industrializados, tanto en la industria como en la agricultura, una vez establecidos fácilmente probarían ser mucho más eficientes que el sector campesino (productores pequeño burgueses, como generalmente se les denominaba en esa época) los detallistas, intermediarios y revendedores. En realidad, el sector agrícola era atrasado, al estar respaldado por tecnología de los siglos xv-xvii y por caracterizarse por su gran excedente de población y falta de acumulación de capital.

La revolución de 1917 trajo consigo un cambio primordial en la distribución del ingreso nacional. En 1918 Preobrazhensky señaló que la revolución traería un alivio significativo sobre los ingresos de los campesinos puesto que había abolido la pesada carga prerevolucionaria de impuestos (junto con la inmensa deuda externa de la Rusia zarista). Ello dio como resultado el aumento del poder adquisitivo de los habitantes de las aldeas (Preobrazhensky, 1918: 11). Mano a mano con el incremento de su poder adquisitivo, los campesinos disfrutaron de una mayor independencia de los mercados gracias a la confiscación de las tierras de los terratenientes. Por otro lado, la producción industrial, no creció al mismo ritmo durante el periodo de cambio estructural de la economía de Rusia. En 1923, el fenómeno de la denominada “tijera de los precios” había tenido lugar abruptamente. Los precios de los productos básicos estaban subiendo relativamente con mayor velocidad que los de los alimentos y los productos agrícolas. Ante el déficit de materias primas industriales, los campesinos se inclinaban por almacenar su excedente comercializable en lugar de venderlo. En consecuencia, los mercados de mercancías industriales quedaron abarrotados de existencias sin vender. Generalmente los economistas soviéticos estaban de acuerdo con la descripción del problema, pero discrepaban en cuanto al diagnóstico.

La falta de capacidad industrial llevaría inevitablemente a una incompatibilidad entre la demanda y la oferta y, por ende, a poner en peligro el programa de acumulación basado en la prioridad dada a la industria estatal en gran escala. Este fue el diagnóstico elaborado por Preobrazhensky. En oposición a la opinión general de que la crisis era el resultado de un rezago en el desarrollo de los me-canismos de la economía planeada (por ejemplo, que fue causada por factores externos), Preobrazhensky contestó: “la tijera de los precios se basa en relaciones generadas espontáneamente dentro de la propia economía, la cual sólo podría ser parcialmente alterada mediante la planificación” (Preobrazhensky, 1924: 49).

Sorpresivamente para un “izquierdista”, Preobrazhensky enfatizaba la nece- sidad de contar con el intercambio de mercado para alcanzar un desarrollo efectivo de la economía socialista. Para él, el atraso era precisamente el problema que hacía necesario contar con relaciones mercantiles monetarias tanto en los mercados nacionales como en los internacionales. Según él, los efectos de la ley del valor (esto es, la distribución de recursos y fuerzas productivas gobernadas por las fuerzas del mercado) en la economía socialista debían estudiarse cuidadosamente para frenar su influencia negativa y antes bien usarla para la acumulación de capital. Pero, en esencia, él veía estos efectos como antagónicos a la tarea de la industrialización. Subrayó que la construcción del socialismo (que era sinónimo del sector industrial moderno) era “irracional” desde el punto de vista capitalista: “la tarea de la acumulación socialista necesita una distribución de la fuerza de trabajo diferente de la que hubiera surgido bajo el libre efecto de la ley del valor” (Preobrazhensky, 1926: 31).

Según Preobrazhensky, en una situación en que ambos sectores, el industrial y el agrícola, estuvieran atrasados, solamente un aumento en el primero permitiría un desarrollo positivo en el segundo. Para modernizar e intensificar al sector agrícola sería necesario construir un poderoso sector industrial socialista estatal. Sin embargo, la ‘ley del valor’ fue vista como uno de los principales obstáculos para lograr ese objetivo.

El análisis de Preobrazhensky revelaba que la estructura subdesarrollada de la economía Rusa originaría permanentemente un exceso en la demanda. La dislocación no podría solucionarse sin un aumento proporcional en la oferta, lo cual sería muy poco factible a corto plazo. Un aumento relativo en los precios agrícolas, aunque posible como una solución inmediata, mediante de la política de precios de las organizaciones comerciales controladas por el Estado, no era la solución apropiada para el sistema en su conjunto; resultaría solamente en una redistribución del ingreso: “los campesinos comprarían en el mismo grado, más, mientras que la población urbana compraría menos; puede que sólo la estructura de la demanda […] cambie, pero no la capacidad de demanda como magnitud de valor, ya que se presenta como una magnitud bastante estable para cualquier periodo de tiempo” (Preobrazhensky, 1924: 30).

Al contrario, una caída relativa en los precios agrícolas induciría a los campesinos a salir del mercado para tener una economía autosuficiente. En cambio y como una solución efectiva, Preobrazhensky había propuesto inicialmente guiar las exportaciones de los productos agrícolas para equilibrar su oferta: “es erróneo hablar del incremento absoluto en los precios del grano, es apropiado hablar del aumento de las exportaciones, que hubieran permitido el aumento automático de los precios y que, al mismo tiempo, hubieran ampliado la base del intercambio mercantil de nuestra economía” (Preobrazhensky, 1924: 27).

Las exportaciones mediante el mecanismo de monopolio del Estado en comercio exterior fueron vistas como uno de los principales medios para la acumulación. También era un denominador común, pero Preobrazhensky se dio cuenta, al mismo tiempo, de las limitaciones de este método debido a la ley del valor.

La restricción mayor en los mercados internacionales eran los precios vigentes para la exportación de materias primas. En aquéllos se fija el límite más alto para los precios de compra de las organizaciones de comercio del Estado; por otro lado, el límite más bajo se fija en el ámbito nacional. La extracción de los excedentes comercializables estaba limitada por la baja productividad de los hogares campesinos y su tendencia a la autosubsistencia. Así, la tarea de extraer los excedentes por medio de las relación mercantiles monetarias requería que las organizaciones de comercio del Estado ofrecieran precios relativamente más altos.

Era deseable un aumento de la exportación para el programa de industrialización (pues proporcionaría los medios para importar bienes de capital) y para reducir la disparidad entre la oferta y la demanda nacional efectivas, puesto que el incremento de las exportaciones atraería más medios que permitirían contar con bienes importados. Pero, como señaló Preobrazhensky, el intento mismo de aumentar la extracción de excedentes disponibles para exportación sacándolos del sector primario conduciría a la reducción de los recursos disponibles para las importaciones. El problema se complicaba aún más debido a la existencia del “libre” mercado de las materias primas: en efecto, había la posibilidad de que los campesinos ofrecieran sus productos directamente en los mercados de la ciudad, ya fuera por sí mismos o por intermediarios privados independientes del Estado, evadiendo las organizaciones de comercio controladas por éste. Por ejemplo, en el año fiscal 1924-1925 el volumen total de grano comercializado fue de 833.7millones de pud,6 cuando el volumen de granos comercializados, consumidos por los mercados de las ciudades y la exportación por medio del intercambio organizado y controlado por el Estado se componía únicamente de 305.7millones (36.7%) de pud (Preobrazhensky, 1926: 199). Por consiguiente, el grado de libertad para la política de precios del gobierno y para el uso de la exportación como medio de acumulación se vio limitado por las fuerzas de los mercados internacional y nacional. El monopolio del Estado sobre el comercio exterior sólo permitía conservar un cierto margen y tenía pocos efectos en la expansión de sus límites. Además, un aumento en los precios de los productos agrícolas (la única herramienta eficaz para extraer excedentes comercializables de los campesinos) hubiera dado lugar a un aumento adicional tanto en el ingreso de los campesinos como en la demanda efectiva.

La raíz del desequilibrio entre la oferta y la demanda (visto como magnitudes reales según la economía política clásica y no como funciones teóricas según la teoría neoclásica) fue el exceso de demanda originado en el sector agrícola, exceso en relación con la capacidad de la industria nacional para satisfacerla. Preobrazhensky tenía claro que en condiciones “normales” (por ejemplo, sin un monopolio del Estado en el comercio exterior), el comercio exterior llevaría a la importación de bienes de consumo a cambio de productos agrícolas. El desequilibrio existente, que presionaba en favor de la compra en gran escala de bienes de consumo en el exterior, ponía en peligro el programa de importación industrial y, a la larga, la permanencia del monopolio del Estado sobre el comercio exterior. El efecto de la ley del valor en el ámbito nacional conduce tácitamente a la dependencia del mercado mundial, tema sobre el cual Preobrazhensky (1926: 178) dio su opinión, señalando francamente que el capitalismo estadounidense era el que ejercía el papel de “legislador de precios” de la economía mundial. En consecuencia, la exportación no podría servir, a largo plazo, como el instrumento clave para equilibrar la incompatibilidad entre la demanda y la oferta ni para la acumulación. La pista para el éxito se encontraría en el desarrollo interno del sector industrial socialista. Por tanto, Preobrazhensky había dado con el principal mecanismo que habría que utilizar para asegurar el desarrollo económico en la industrialización, contrario al efecto de la ley del valor, mediante herramientas de acumulación forzada, tales como el intercambio no equivalente del sector socialista con el sector no socialista y la privación de consumo de los campesinos, así como de los trabajadores.

En síntesis, se necesitaba la acumulación socialista originaria para lanzar al sector industrial socialista a la etapa de crecimiento autosostenido. Se tenía que hacer con los mecanismos proporcionados por la planificación, por el proteccionismo socialista, por medio de políticas fiscales, crediticias, presupuestales, comerciales y monetarias (desafortunadamente, el segundo volumen de Nueva economía dedicado a la aplicación práctica de la teoría de Preobrazhensky quedó incompleto debido a su oposición a la trayectoria oficial).

Preobrazhensky no presentó su programa como algo radicalmente nuevo. Insistió en que la mayoría de las herramientas para cumplir con la estrategia de acumulación originaria ya se habían lanzado, por lo menos en cierto grado, aunque no siempre de manera consciente. Lo que argumentaba era precisamente una aplicación más racional, con más propósito, de la estrategia para luchar contra el atraso.

Raúl Prebisch

Evgeny Preobrazhensky comenzó su estudio del atraso en el marco de la economía nacional, caracterizada por un inmenso y atrasado sector agrícola (alrededor de 80-85% de la población era campesina) y pequeños (si los hubo) estímulos para la acumulación dinámica de capital y el crecimiento. A pesar de que desde el principio mismo de su biografía intelectual tomó en consideración el efecto del mercado mundial en la perpetuación del atraso, fue hasta la última etapa de su actividad académica que elaboró su enfoque de la economía mundial. El último libro que pudo completar y publicar fue sobre la esencia y las consecuencias de la crisis económica mundial que estalló en 1929 (Preobrazhensky, 1931).

A la inversa, Raúl Prebisch formuló su teoría del desarrollo económico en el marco del orden internacional sacudido por las guerras mundiales y la gran depresión de los años de 1930. Sólo más tarde, en la etapa madura de su larga vida intelectual, “el sombrío Prebisch del Capitalismo periférico (1981)” (Love, 1990: 147), desarrolló sus ideas sobre los problemas internos y el destino del capitalismo periférico en toda su extensión. Ciertamente, el pensamiento económico de Raúl Prebisch no fue uniforme a lo largo de su vida intelectual, que comenzó en los años de 1920 y terminó a principios de los de 1980, como él mismo admitió en 1983 (véase Prebisch, 1983). Aun cuando aquí estamos interesados principalmente en el Prebisch maduro, a partir de 1949 (especialmente durante su permanencia en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, cepal),7 vale la pena revisar brevemente la evolución de su pensamiento económico.

Su primera etapa se caracterizó por su firme creencia en las teorías neoclásicas (Prebisch, 1983: 175), la cual solamente se vio afectada por la gran crisis de los años de 1930. Durante estos agitados años, Prebisch enseñaba economía en la Universidad de Buenos Aires y fue nombrado, primero, subsecretario de Finanzas y más tarde viceintendente del Banco Central. Según él mismo admitió (Prebisch, 1983), el pensamiento ortodoxo estaba tan imbuido en sus prescripciones económicas que recurrentemente proponía planes ortodoxos, antiinflacionarios, para estabilizar los déficit fiscales. Sin embargo, Prebisch comenzó a reconocer que Argentina, como el resto de los países latinoamericanos, tenía que enfrentar las restricciones recurrentes de la balanza de pagos, las cuales muy pronto llevarían a Prebisch a tener sus primeros recelos serios sobre la economía ortodoxa. De hecho, después de su trabajo en el Banco Central, nuestro autor comenzó a teorizar sobre su experiencia en Argentina. Empezó, por lo tanto, a tomar en consideración que la crisis recurrente de la balanza de pagos sólo se podría subsanar con la intervención del Estado (por ejemplo, con políticas monetarias compensatorias y el manejo del tipo de cambio) y la industrialización. Sin embargo, una duda constante circundaba sus nuevos pensamientos: ¿por qué las políticas económicas formuladas en el centro no se podrían seguir en la periferia? (véanse más adelante las definiciones de estos conceptos).

Este pensamiento inicial llevó a Prebisch a su segunda etapa de pensamiento económico luego de ingresar a la cepal en 1949, donde permaneció por más de una década. En los años de 1940 Prebisch ya estaba totalmente familiarizado con la Teoría general de Keynes (véase Prebisch, 1947); en particular, nuestro autor consideraba que se necesitaban políticas fiscales anticíclicas para mitigar las consecuencias de la depresión. No fue sólo este aspecto de las prescripciones económicas que contradecían fuertemente su pensamiento neoclásico anterior, sino también y más importante, su creciente reconocimiento de que los mer-cados capitalistas no son autoajustables; un aspecto que también Keynes había planteado, aunque conservando al mismo tiempo algunos elementos neoclásicos en su análisis.8 Puesto que en la segunda etapa de su pensamiento económico encontraremos elementos clave para entender los puntos de vista de Prebisch sobre atraso y desarrollo, analizaremos aquí los detalles del llamado Manifiesto de Prebisch (Prebisch, 1949) el cual se elaboró en esta etapa.

Mientras tanto, con el afán de redondear, vale la pena señalar que la tercera etapa de pensamiento económico fue una de críticas, que se extendió entre finales de los años de 1950 y principios de los de 1960. En esta etapa, Prebisch criticó algunas políticas e ideas sobre los procesos de desarrollo y problemas de industrialización y de inflación.

De acuerdo con Prebisch (1949), la propagación lenta e irregular del pro-greso tecnológico entre los países ha causado el surgimiento de dos diferentes clases de economías en el mundo: los países más desarrollados, el centro, y aquellos menos desarrollados, la periferia. El centro exporta principalmente productos manufacturados a la periferia, que, a su vez, exporta productos primarios (materias primas, alimentos, etc.) al primero. Desde el punto de vista de la teoría económica, esto no es nada nuevo, porque se puede mostrar teóricamente que los países se especializan de acuerdo con la ventaja relativa en el sector que acumule altos niveles de productividad. El aspecto que tanto destacó Prebisch fue que la configuración internacional dio lugar no sólo a la especialización del comercio y finalmente a utilidades del comercio, sino también a la formación de estructuras productivas radicalmente diferentes en todos los países. Este aspecto, según Prebisch, parece haber sido ignorado por la teoría tradicional del comercio, porque esta última supone que las estructuras económicas y sociales de todos los países son homogéneas, independientemente de su posición económica en las relaciones de comercio internacional.

En cambio, según la economía neoclásica estándar, el comercio internacional siempre puede ser ventajoso tanto para los compradores como para los vendedores, independientemente de que unos u otros pertenezcan al centro o a la periferia. De hecho, esta teoría supone que siempre será posible para cada país encontrar las técnicas más eficientes de producción para elaborar artículos en los cuales la economía termine por especializarse, determinadas por la escasez relativa de los factores de la producción con que está dotada la economía bajo la libre competencia y la información perfecta. Para la teoría neoclásica de comer-cio internacional (véase Leamer, 1995), según lo expresa el modelo Heckscher- Ohlin, un país con capital abundante exportará entonces productos intensivos en capital, mientras que otro con escasez de capital venderá al exterior productos intensivos en mano de obra. Sin embargo, además de los supuestos concer- nientes a la libre competencia, información perfecta, libre movilidad de recur-sos, este modelo neoclásico sería factible si, y sólo si, se establece otro supuesto clave: que todos los países sean idénticos, excepto por sus diferentes dotaciones de recursos. De hecho, tal enfoque económico hacia el comercio internacional, según lo definen los teóricos neoclásicos (por ejemplo, Stolper y Samuelson, 1941) se basa completamente en este supuesto de homogeneidad estructural. Por consiguiente, los países con capital abundante terminarán especializándose en productos intensivos en capital, estableciendo un precio más bajo en relación con otro país con escasez de capital. De igual modo, un país con mano de obra abundante producirá bienes intensivos en mano de obra cuyos precios serán más baratos frente a los mismos productos producidos en los países con capital abundante. De esta forma, el comercio internacional entre las partes demostraría ser productivo para todos.

Por el contrario, Prebisch observó que tal homogeneidad estructural sólo podría ser el caso para los países más desarrollados, no así en la periferia. Es más, la homogeneidad estructural en los países del centro mostraría ser uno de los elementos mediante de los cuales los aumentos en la productividad laboral se traducirían en mejores condiciones sociales para la mayoría de su población. De hecho, estos incrementos en la productividad generaron un mejoramiento considerable en la riqueza de la gente. Estos avances involucraron razones sociales, históricas y políticas y, de hecho, no sólo aumentaron las utilidades capitalistas sino los salarios. La existencia de sindicatos poderosos, en comparación con organizaciones laborales débiles en las economías atrasadas, pudiera ser de ayuda para comprender este hecho. Este proceso llevó al logro de mejores estánda-res de vida para la gente en el centro, originando una economía homogénea y estructuras sociales con altos niveles de productividad y difusión amplia de progreso tecnológico, en ambos sectores, el industrial y el agrícola; el aumento de la productividad en este último permitió tener recursos adicionales para el desarrollo de la primera.

Prebisch argumentó que la estructura económica de los países periféricos es radicalmente diferente de la de los del centro. Es importante notar que nuestro autor se enfocaba en los países latinoamericanos que, en conjunto, gozaban de relativamente mejores condiciones que los otros países subdesarrollados de África o de Asia. Empero, vale la pena tomar nota de la presencia de sectores agrícolas atrasados en los países andinos (Bolivia, Ecuador y Perú) o en las regiones marginales de Argentina (el noroeste y el noreste) o de Brasil (noreste). Uno de los aspectos más importantes, de hecho, es la existencia de una muy notable estructura heterogénea, esto es, la presencia de dos sectores en la economía, uno de los cuales contribuye al progreso técnico y la alta productividad (con-centrada principalmente en artículos primarios de consumo, materias primas y comestibles para exportación), en tanto que el otro ―un sector de subsistencia tradicional― explica los niveles muy bajos de desarrollo técnico y de productividad, especialmente en las actividades agrarias autosustentables dentro de las cuales hay un inmenso excedente de población.

De acuerdo con el enfoque tradicional del comercio internacional, la diferencia en productividad sería suficiente para un efecto derrame de la tecnología. De hecho, Prebisch vio el progreso tecnológico como una de las fuerzas impulsoras del desarrollo. De sus observaciones sobre las estadísticas históricas de precios (véase Consejo Social y Económico de las Naciones Unidas, 1949), dedujo que: “En general, parece que el progreso técnico ha sido más acentuado en la industria, que en la producción primaria […]. En consecuencia, si los precios hubieran descendido en armonía con la mayor productividad, la baja habría tenido que ser menor en los productos primarios, que en los industriales” (Prebisch 1949: 13).

Si hubiera sido el caso, creía Prebisch, la especialización en la exportación de productos primarios por parte de la periferia habría sido suficiente para garantizar la difusión tecnológica, el aumento de la productividad y el mejoramiento de los estándares de vida de la gente de esa parte del mundo por medio del consumo de mercancías importadas de bajo precio. Dicho de otra forma, los países periféricos se hubieran beneficiado del comercio internacional al impulsar los esfuerzos de producción hacia la exportación de mercancías primarias al centro. Sin embargo, ¿es una hipótesis factible, a la larga, que los precios de las mercancías primarias bajen más lentamente que los precios de las mercancías manufacturadas? Veamos la respuesta de Prebisch:

Desde los años setenta del siglo pasado, hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, la relación de precios se ha movido constantemente en contra de la producción primaria […] En los años treinta, sólo podía comprarse el 63 por ciento de los productos finales de la industria que se compraban en los años sesenta del siglo pasado, con la misma canti-dad de productos primarios; o sea que se necesitaba en término medio el 58.6 por ciento más de productos primarios para comprar la misma cantidad de artículos finales de la industria (Prebisch, 1949: 14). [Las cursivas son nuestras.]

Prebisch señaló un fenómeno, bastante inadvertido en ese tiempo en los centros académicos de la economía: que los términos de intercambio se volvieron en contra de las exportaciones primarias, que es la principal forma que tiene la periferia para allegarse divisas en el mercado mundial. Por tanto, Prebisch negó, sobre el terreno empírico proporcionado por las series históricas de precios, la confiabilidad de la teoría del comercio tradicional. Además, cualquier “derrame” del sector dinámico (el orientado a la exportación) está condenado a intensificar aún más la orientación externa de las estrategias de desarrollo escogidas por muchos países periféricos, lo que tiene como resultado que: “en la periferia se parte de un atraso inicial y al transcurrir un periodo llamado de ‘desarrollo hacia afuera’ […] las nuevas técnicas sólo se implantan en los sectores exportadores de productos primarios y en algunas actividades económicas directamente relacionadas con la exportación […] (Rodríguez, 2001: 105). [Las cursivas son nuestras.]

Ciclos económicos y atraso

El otro elemento importante de las teorías del desarrollo económico de Preobrazhensky y de Prebisch, a menudo inadvertido en la historia del pensamiento económico, se refiere a la relación establecida, por medio del comercio internacional y los flujos de capital, entre la perpetuación del atraso y las fluctuaciones de la economía mundial.

Evgeny Preobrazhensky

Como se apuntó antes, Preobrazhensky siempre había considerado el efecto de la economía mundial como un factor influyente que repercutió en el desarrollo económico ruso. De hecho, la idea de un desglose de países en fijadores de precios y tomadores de precios no era una novedad ni para Preobrazhensky mismo ni para la literatura marxista en general. Ya desde 1912, durante el exilio en Siberia, al observar las perspectivas de la agricultura rusa, escribió que a pesar de la enorme exportación de granos desde Rusia, los precios de éstos se determinaban en el continente americano: “ahora, la pregunta referente a por qué hay un nivel dado de precios para el grano, podría resolverse plenamente si se resuelve la cuestión sobre las razones del aumento o disminución de precios en Estados Unidos y en Argentina” (Preobrazhensky, 1912: 80)

Casi dos décadas después, en medio de la gran depresión, planeaba preparar un estudio exhaustivo del imperialismo moderno, del cual pudo presentar sólo una parte (Preobrazhensky, 1931). Consideraba que este estudio tenía que ampliar el alcance del análisis: para tener éxito no podría enfocarse en una economía nacional cerrada. Insistió en que el capitalismo monopólico, como base económica del imperialismo, solamente se podía estudiar como un fenómeno mundial: “El sistema monopólico […] está intrínsecamente conectado, incluso podríamos decir estructuralmente conectado, con un alto [nivel de] desarrollo de la economía mundial como una entidad económica individual (Preobrazhensky, 1931: 520). [Las cursivas son nuestras.]

Para Preobrazhensky, el capitalismo monopólico se caracterizaba por la trans-formación del ciclo económico, basado en el papel crucial que desempeñan los monopolios en la producción y en la distribución. Otra característica importante era el desarrollo cíclico irregular, donde la crisis, la recesión y el estancamiento en varios países posibilitaron la redistribución de recursos y de capitales en una escala global, permitiendo la perpetuación del crecimiento sin la debida base económica en otros países. Al respecto, Preobrazhensky destacó la principal tendencia en el periodo previo a la gran depresión: el proceso de transferencia del centro mundial económico y financiero de Europa al otro lado del océano (Preobrazhensky, 1931: 556). Este proceso lo vino a reforzar significativamente la Primera Guerra Mundial y una nueva configuración de fuerzas derivó en una situación donde el crecimiento económico de la posguerra:

[…] no podría haber iniciado sino en ultramar. En Europa, solamente Francia, que recibió un fuerte impulso para el desarrollo a causa de la derrota de Alemania y de Austria, y a costa de ambas, constituyó una excepción. El carácter unilateral del desarrollo económico mundial después de la guerra y como resultado de ella, determinó no solamente el carácter de la mejor situación económica, sino también el núcleo de la crisis venidera. Necesariamente, este núcleo estaba destinado a situarse en Estados Unidos y su periferia económica más cercana en el norte y el sur del continente americano, donde había llegado la mejora económica impulsada por la economía estadounidense (Preobrazhensky, 1931: 553-4).

El análisis hecho por Preobrazhensky, de un desarrollo desigual de la economía mundial, reveló que durante la fase de auge y crecimiento algunas economías periféricas pudieron aumentar sus utilidades debido a la naturaleza de su conexión con las economías del centro. Pero durante la etapa de recesión la situación iba a cambiar radicalmente:

Si bajo la libre competencia las empresas más poderosas se ajustaban a los precios bajos por medio de mejoras en las técnicas de producción, bajo el monopolio los países económicamente más poderosos se esforzarán, mientras racionalizan y revisan las tarifas para elevarlas, por arrancar a los países más atrasados su participación en el comercio mundial. En este caso la depresión poscrisis traerá una cierta mejoría en la coyuntura económica de los países capitalistas más poderosos (comparada con el periodo de crisis) y un retroceso mucho más rápido de los países [atrasados] (Preobrazhensky, 1931: 550).

Raúl Prebisch

Prebisch estaría de acuerdo con el análisis de Preobrazhensky; sin embargo, llegó a una conclusión muy similar mediante una vía bastante diferente. En su opinión, los ciclos económicos siguen caminos diferentes según se considere el centro o la periferia para el análisis. Prebisch observó los ciclos económicos en el centro y en la periferia como un fenómeno unificado y no como dos desarrollos económicos separados. En el centro, durante la fase ascendente del ciclo, la demanda efectiva tiende a aumentar más rápidamente que la producción, y los ingresos de los factores económicos (por ejemplo, los salarios) tienden a aumen-tar más rápidamente que el incremento de la productividad debido al progreso tecnológico. Por otro lado, en la fase descendente del ciclo la demanda raramente aumenta. La producción disminuye, pero los ingresos de los factores económicos no pueden caer debido a los factores tanto sociohistóricos como políticos presentes; los precios de los fabricantes no tienden a bajar ya que el progreso tecnológico mejora la productividad debido a las rigideces presentes en la fase descendente del ciclo en el centro. No obstante, Prebisch vinculó la evolución del ciclo en el centro a la situación económica y las perspectivas de la periferia. Afirmó que: “si ello es así, ¿cómo se explicaría que con el andar del tiempo y a través de los ciclos, los ingresos en el centro hayan crecido más que en la periferia?” (Prebisch, 1949: 19).

Prebisch vincula el deterioro de los términos de intercambio con las fases de ascenso y de descenso del ciclo económico del centro. Según él, la falla de la teoría tradicional ha sido no considerar los movimientos de los precios primarios en conexión con las fases del ciclo: “los precios primarios suben con más rapidez que los finales en la creciente, pero también descienden más que éstos en la menguante, en forma tal que los precios finales van apartándose progresivamente [en detrimento de los términos de intercambio en las economías en la periferia]” (Prebisch, 1949: 19). [Las cursivas son nuestras.]

Aun desde un punto de vista estrictamente tradicional, parece que hay lugar para el desconcierto en las explicaciones de Prebisch: si durante la fase descendente de los ciclos económicos las utilidades caen en la misma proporción en la que suben durante la fase ascendente, aparentemente no habría razón para que surgieran movimientos desiguales en el comercio entre el centro y la periferia. Por el contrario, Prebisch destaca que:

Durante la creciente, una parte de los beneficios se ha ido transformando en aumento de salarios, por la competencia de unos empresarios con otros y la presión de las organizaciones obreras sobre todos ellos. Cuando, en la menguante, el beneficio tiene que comprimirse, aquella parte que se ha transformado en dichos aumentos ha perdido su fluidez en el centro […] La presión se desplaza entonces hacia la periferia, con mayor fuerza que la naturalmente ejercible, de no ser rígidos los salarios o los beneficios en el centro, en virtud de las limitaciones en la competencia (Prebisch, 1949: 19).

En el núcleo del análisis de Prebisch se encuentran los intereses conflictivos de las partes,9 pero en escala mundial: “cuanto menos pueden comprimirse así los ingresos en el centro, tanto más tendrán que hacerlo en la periferia (Prebisch, 1949: 19) [Las cursivas son nuestras.]

Las rigideces de la distribución del ingreso en el centro, dice Prebisch, pare-cen ser una de las explicaciones de por qué hay tal deterioro de los términos de intercambio en los países periféricos. Así que, puesto que la “compresión de los ingresos ―sean beneficios o salarios― es, pues, menos difícil” en la periferia que en el centro y puesto que “las masas obreras en la producción primaria, especialmente en la agricultura de los países de la periferia [están desorganizados]” (Prebisch, 1949: 20), entonces la caída de utilidades en el centro durante la fase descendente del ciclo queda, parcial o totalmente, subsanada simplemente pasando dicha pérdida en los precios de exportación a los países periféricos que, a su vez, importan productos industriales manufacturados del centro. Prebisch vislumbra que la raíz de tal fenómeno hay que buscarla en las estructuras económicas heterogéneas de los países y proporciona más explicaciones de la tendencia del deterioro secular de los términos de intercambio para las economías latinoamericanas:

La mayor capacidad de las masas, en los centros cíclicos, para conseguir aumentos de salarios en la creciente y defender su nivel en la menguante, y la aptitud de esos centros, por el papel que desempeñan en el proceso productivo, para desplazar la presión cíclica hacia la periferia, obligando a comprimir sus ingresos más intensamente que en los centros, explican por qué los ingresos en éstos tienden persistentemente a subir con más fuerza que en los países de la periferia, según se patentiza en la experiencia de América Latina (Prebisch, 1949: 20). [Las cursivas son nuestras.]

Las teorías del desarrollo económico de ambos economistas han establecido una relación causal entre el atraso, los ciclos económicos y las conmociones sociales. Al observar la situación contemporánea en los países periféricos, Preobrazhensky escribió: “la crisis en los países productores de materias pri-mas y bienes de consumo, muchos de los cuales son colonias ―como India― o países que dependen de países capitalistas poderosos ―como los de América del Sur―, conduce a una agudización de la lucha por la independencia nacional, a ‘revueltas’ incesantes en los países de América del Sur; la periferia del capitalismo europeo y americano en su totalidad está ahora en intenso fermento […] (Preobrazhensky, 1931: 601).

Pero la profundidad de la crisis fue tal, que también afectó al centro:

[…] la atmósfera que se respira en Europa está llena de olor a pólvora y gas venenoso. Está creciendo una decepción general con el capitalismo aun entre las clases no proletarias, aun entre sus antiguos defensores. Los mismos capitalistas no saben qué esperar mañana. La situación es tan inestable, especialmente en el eslabón más débil de la cadena capitalista ―en Alemania― que los eventos más cruciales y los choques más severos pueden aparecer en todo momento. A nadie tomará por sorpresa, todos están psicológicamente preparados para esto (Preobrazhensky, 1931: 601).

Los estudios de Preobrazhensky terminaron a la fuerza justo en un momento en el cual, en el extremo opuesto del mundo, Prebisch había iniciado su largo viaje intelectual. Sobre la base de sus fundamentos bolcheviques y de la evaluación que había realizado de la crisis económica mundial, Preobrazhensky predijo que el sistema capitalista estaba condenado al fracaso, a no ser que una nueva revolución tecnológica o una nueva guerra mundial lo pospusiera por un tiempo. Seguramente no era una predicción con la cual Prebisch hubiera estado de acuerdo. Por el contrario, su propuesta inicial para una política de desarrollo en los países periféricos, delineada primero a finales de los años de 1940, se basó en la idea de que, por medio de una política económica sólida, los países periféricos hubieran podido superar el atraso. Más tarde, al observar el destino inseguro de la política de desarrollo, recalcó que la interrelación de los procesos político y económico a lo largo del camino del desarrollo económico resultaría en un severo desafío del mismo:

Me preocupa fundamentalmente que el sistema, por las grandes fallas que entraña, desemboque en una sucesión de ciclos políticos, con periodos de democratización seguidos de represión política y agravamiento de la desigualdad social.

Frente a esa perspectiva muy perturbadora, es mucha la responsabilidad que tenemos quienes nos ocupamos de los fenómenos del desarrollo periférico. Responsabilidad que estamos muy lejos de haber cumplido hasta ahora. Pues ¿qué opciones supimos presentar a los actores políticos para superar la crisis del sistema? Sólo dos opciones extremas. La del liberalismo económico, que exige inexorablemente ese sacrificio del liberalismo democrático o la opción de transferir los medios productivos al Estado y concentrar su gestión en los hombres que tienen el poder político en la cúspide de aquél, poder político que de este modo se vuelve incontrastable. En la primera de estas opciones se interrumpe el proceso de democratización. En la otra se lo sustituye por una concepción básicamente distinta del régimen político y de los derechos humanos (Prebisch, 1981: 32).

Pero de esto tal vez resulte que la única forma de frenar las consecuencias políticas y sociales negativas del patrón periférico de desarrollo sea superar el retraso mismo. Cada régimen político en los países periféricos, independientemente de sus orígenes, especialmente en las épocas de revueltas, se inclinaría a seguir la política de luchar contra el atraso para legitimarse y asegurar el poder. En esto hay una ironía amarga (en el caso de Preobrazhensky, una ironía trágica), la de que los nombres de los dos protagonistas del desarrollo económico, en la actualidad estén ampliamente asociados con políticas de las cuales no fueron responsables: la industrialización stalinista, que empezó en 1928-1929 y los esfuerzos de industrialización en Argentina que culminaron durante la era de Perón.10

Por tanto, sostenemos que la contribución más importante que ambos economistas hicieron a los estudios del desarrollo está no en la comprobación de una cierta estrategia de industrialización (y aquí las opciones no son muchas, como lo ha mostrado la historia del desarrollo económico) sino en señalar los obstáculos que enfrentaría cualquiera estrategia que se siga. Por esto los resultados de su análisis siguen siendo pertinentes en la actualidad.

Ellos entendieron que la política (aun la política “correcta”) no es suficiente: el atraso se reproduce a sí mismo a través de ciclos, y el ciclo político sobre el cual “el sombrío Prebisch” trabajó, con repetidos intentos de luchar contra el atraso, no es sino un subproducto de este proceso de reproducción. La política podría ser dañina, cualquiera que sea la agenda que siga y cualquiera sea la presión que ejerza sobre los ciudadanos, si resulta inalcanzable en el marco de la realidad de la economía como está. Para luchar contra el atraso necesitamos seguir cuidadosamente las mismas leyes que generan y perpetúan el atraso: las leyes que gobiernan el sistema económico mundial. En efecto, una difícil tarea.

Conclusiones

Un grado sustancial de afinidad en las conclusiones de los dos economistas surgió de la naturaleza de los problemas que analizaron y trataron de resolver. No obstante, en el caso de Preobrazhensky, el énfasis que puso en la industrialización fue muy comprensible si se considera la situación en la Rusia posrevolucionaria. Prebisch de hecho fue el primer economista latinoamericano que teorizó sobre la necesidad de que esta región enfrentara el atraso siguiendo el camino de la industrialización. En ambos casos, la noción de atraso fue el punto de partida para el análisis; esta noción en sí contribuyó en gran medida a lo novedoso de las teorías.

El planeamiento tradicional del desarrollo económico consideraba esta etapa como un “activo inicial” para permitir las entradas de capital y de tecnología que venían de la mayoría de los países desarrollados bajo el régimen de libre comercio. Preobrazhensky y Prebisch, cada uno en su propia manera, anticiparon la idea de que el atraso no es una primera etapa necesaria del desarrollo económico que hay que superar mediante las condiciones que establezca la política económica, esto es, parsimonia y el emprendimiento privado sin injerencia del Estado en la economía. Según ellos, el atraso es resultado de la dependencia que una economía menos desarrollada tiene del sistema de la economía mundial, caracterizada por la supremacía de los países industriales más desarrollados y sus centros financieros. En tales circunstancias, el atraso está destinado a reproducirse a sí mismo sobre una base cada vez más amplia por medio de los ciclos de desarrollo. En este sentido, el análisis de Prebisch (quien inicialmente arrancó de la premisa del libre comercio tradicional, aunque más tarde la criticó sobre la base de evidencia empírica) es bastante notable.

Ciertamente, no fueron los primeros académicos que abordaron el proble-ma del atraso. De hecho, el impulso a la industrialización, del cual la noción de atraso era una parte indispensable:

Es un fenómeno recurrente, que puede ser estructuralmente explicado como la ideología de los rezagados en desarrollo […] Dicha explicación se remonta a F. List y la reacción alemana ante Inglaterra como el taller del mundo, que posteriormente surgió en otros países industrializados: en Estados Unidos a mediados del siglo xix, Rusia a fines del siglo xix, Europa Oriental y Suroriental en el periodo de entreguerras y Brasil, Chile, Argentina y México en los años treinta y cuarenta del siglo xx (Hettne, 1983: 253).

Pero en un contexto moderno, la ideología necesita la teoría para poder ser persuasiva. Ambos economistas contribuyeron en gran medida a la formación de las teorías que estructuraron el discurso y la política de industrialización. Captar la importancia primordial que tiene la noción de atraso para los países en desarrollo fue una parte importante en los trabajos de estos dos economistas.

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Los autores agradecen los comentarios y sugerencias de dos dictaminadores anónimos de la revista.

Los autores agradecen los comentarios y sugerencias de dos dictaminadores anónimos de la revista.

En 1947 Prebisch publicó una Introducción a Keynes.

Este término no debe ser mal entendido. Por liberal-keynesiano simplemente queremos decir que las ideas de Prebisch acogieron la participación del Estado en la esfera económica, sin negar al sistema de mercado como el principal regulador del sistema capitalista, al menos en el periodo que nos concierne (fines de los años de 1940 y hasta los de 1960). Para un análisis detallado de las ideas de Prebisch con respecto a teorías económicas y sistemas políticos, véase Prebisch (2008).

Según una biografía reciente (Dosman, 2008), la preocupación de Prebisch por la participación social y por la redistribución de la riqueza social entre los estratos más bajos de la sociedad se remonta a los primeros años de su juventud: “como su padre, Raúl [Prebisch] creció con un menosprecio de clase media hacia la oligarquía argentina, odiando en particular a los magnates azucareros de Tucumán [una provincia apropiada para el cultivo del azúcar] cuyas prácticas laborales la hicieron la provincia más socialmente retrasada del país” (Dosman, 2008: 17).

El nombre de Preobrazhensky se encuentra entre algunos de los economistas soviéticos internacionalmente reconocidos. Se puede decir, en realidad, que sus escritos merecieron mucha más atención en el extranjero que en Rusia, donde fueron prácticamente olvidados desde los años de 1930. En Rusia se volvieron a abordar sus ideas abiertamente para la historia del pensamiento económico sólo a fines de los años de 1980, mientras que el amplio reconocimiento que en el extranjero mereció la contribución de Preobrazhensky a los estudios del desarrollo económico se remonta a la década de 1950.

Con la caída del socialismo, el interés en los problemas del desarrollo no capitalista ha disminuido grandemente en la literatura económica tanto en Rusia como en el extranjero. A la fecha, el nombre de Preobrazhensky aparece en la descripción de conflictos entre los planteamientos de la industrialización en los años veinte del siglo pasado. Como de costumbre, una reflexión más cercana del caso revela algunas complicaciones. Aquella visión extendida de que la industrialización estalinista, en general, siguió las líneas prescritas por Preobrazhensky y otros izquierdistas dentro del partido quedó sujeta a críticas (véase, por ejemplo, Dobb, 1965: 207-8). La etiqueta que se adosó a Preobrazhensky como “miembro de la izquierda” oculta la evolución de su teoría, así como la diversidad dentro de la izquierda. La lista de las complicaciones, sin embargo, se puede ampliar: Preobrazhensky recibió el crédito muy merecido, por practicamente todos sus comentaristas, por haber planteado los problemas que encontraba una economía atrasada de frente a un proceso de industrialización rápida. Sus escritos proporcionaron, en la segunda mitad del siglo xx, una comprensión no solamente de los orígenes de la economía socialista soviética, sino también de la teoría de desarrollo económico (y del subdesarrollo).

Como mencionamos previamente, el proceso de recepción del legado de Preobrazhensky en el discurso del desarrollo fuera de Rusia comenzó en la década de 1950 (Erlich, 1950) con traducciones subsecuentes de sus obras a diferentes idiomas. En el mundo de habla española su Nueva economía fue publicada primero en Argentina (Preobrazhensky, 1968), seguida de otras dos ediciones (Preobrazhensky 1970, 1971). Algunos ejemplos recientes de referencias a sus ideas en el contexto de estudios del desarrollo se pueden encontrar en (Zermeño, 2004; Gandásegui, 2007 y 2008; Miranda Parrondo, 2009).

El pud es una unidad de peso rusa equivalente a 16.38kg.

Como manifestó Prebisch: “mi ingreso a la cepal en 1949 tuvo lugar cuando mis ideas estaban llegando a la madurez y pude por lo tanto cristalizarlas en varios estudios publicados a principios de los años de 1950” (Prebisch, 1983: 176).

En efecto, a pesar de que Keynes (1936) planteó serias dudas sobre la teoría económica ortodoxa, en especial sobre la validez de la ley de Say, según la cual los ahorros del pleno empleo determinan la inversión, Keynes conservó elementos importantes de la teoría marginalista en su pensamiento, como por ejemplo la creencia en las funciones de demandas factoriales decrecientes, basadas, como lo están, en el principio de sustitución de factores (escasos). De hecho, la crítica de Keynes estaba dirigida a los postulados neoclásicos del pleno empleo y de la autoregulación de los mercados, y sacudió tan profundamente el pensamiento ortodoxo que incluso provocó que autores neoclásicos como Samuelson, Hicks y Modigliani trataran de alguna forma de incorporar a Keynes al pensamiento neoclásico, haciendo surgir de esta manera la así llamada síntesis neoclásica, en la cual los elementos keynesianos de precios y salarios rígidos y desempleo son fenómenos considerados válidos sólo durante el corto plazo, mientras que, en el largo plazo, los mecanismos neoclásicos operan plenamente.

Sin embargo, hay que hacer notar que Prebisch en este momento concibe los intereses conflictivos como un conflicto entre el centro y la periferia, no como una relación conflictiva entre capital y fuerza de trabajo (o utilidades y salarios). Sin embargo, en su etapa posterior de pensamiento económico, Prebisch reconocería que para captar los procesos de desarrollo es de suma importancia considerar la producción del excedente como esencial, por lo que la distribución de tal excedente podría entrar en conflicto entre las diferentes clases sociales (Prebisch, 1981: 185-6).

Ambos economistas en realidad fueron vistos como oponentes (aun como enemigos) por las más altas autoridades en sus periodos respectivos. El caso de Preobrazhensky es bastante notable en este respecto. Hay la opinión ampliamente mantenida de que Stalin, después de derrotar a la oposición, primero de izquierda y después de derecha, puso en marcha la política de industrialización que había propuesto la primera, incluido Preobrazhensky. Esta generalización, conveniente como es vista a “vuelo de pájaro”, resulta estar sobresimplificada cuando observamos los detalles. Primero, esta misma distinción la inventó Stalin, acertadamente, para luego utilizarla él y su aparato de gobierno conforme al viejo principio de divide y vencerás. Esto no quiere decir que no hubiera diferencias de opinión entre los bolcheviques con respecto a la política económica, pero no eran tan sutiles ni homogéneos. Segundo, Preobrazhensky y otros economistas soviéticos de los años veinte del siglo pasado discutieron no la necesidad de la industrialización como tal, sino los métodos más convenientes y eficaces para extraer del sector agrícola los recursos para la industrialización en un escenario institucional dado (como lo describimos al principio de este trabajo). Preobrazhensky subrayó la necesidad de contar con mecanismo de mercado y frenar su efecto (por medio del proteccionismo social, redistribución de recursos entre la industria y la agricultura mediante la inflación “dirigida por el Estado”, etc.) Por el contrario, la industrialización estalinista forzada se basaba en un cambio abrupto, sin precedentes y trágico en la configuración institucional: la colectivización, que permitió la extracción de recursos mediante un mecanismo administrativo centralizado sin consideración alguna a las demandas ni voluntad de los campesinos y aun de un mínimo de subsistencia.

El caso de Prebisch es más complicado. Aunque se había convertido en persona non grata desde que Perón subió al poder (1946), tuvo influencias en la aplicación de la estrategia de Industrialización por Sustitución de Importaciones (isi) desde los años cincuenta del siglo pasado, pero fue él (y no los economistas neoclásicos) quien comenzó a criticar la forma en que se aplicó esta estrategia en los países latinoamericanos a finales de la década de 1960.

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