“Educar la mente sin educar el corazón, no es educación en absoluto” Aristóteles
En un curso de formación docente para médicos al que asistí hace varios años, la profesora nos pidió que recordáramos la mejor experiencia de aprendizaje de nuestras vidas, y después nos pidió que la discutiéramos con nuestros compañeros, explicando por qué esa experiencia fue memorable y cómo produjo aprendizaje profundo y duradero. la mayoría de los asistentes describimos experiencias cuyo denominador común fue un intenso componente afectivo y emocional, cuyos elementos más sobresalientes fueron los aspectos humanos de la interacción profesor-estudiante. Cuando alguien recordaba una clase de “ciencias básicas”, era porque el profesor realizó acciones durante la clase con objeto de conmover a los educandos, porque el concepto se explicaba en el contexto de una anécdota memorable, o por alguna razón relacionada con aspectos afectivos. las experiencias de aprendizaje más intensas e inolvidables ocurrieron cuando tuvimos aprendizaje experiencial, cuando vivimos momentos clínicos en que los “actores” (pacientes, familiares, médicos, personal de la salud, compañeros estudiantes) desempeñaron roles que dejaron huella en nuestras mentes y nuestros corazones. La dicotomía artificial entre lo “científco” y lo “emocional” no tiene sentido, ya que todas las experiencias educativas tienen un mayor o menor componente afectivo. los que tenemos la honrosa oportunidad de participar en la educación de los profesionales de la salud, contamos con los escenarios de aprendizaje más ricos y variados imaginables, en los que se proporciona atención médica al ser humano sano y enfermo. Este proceso ocurre en los niveles físico y mental, en entornos individuales y sociales, lo que transforma la enseñanza y aprendizaje de la medicina en un reto difícil pero intensamente satisfactorio.
El obtener el balance apropiado de ciencia, arte y humanismo en cada momento de la educación médica, es una competencia que requiere experiencia, preparación, sensibilidad de los docentes, y una actitud abierta y motivada de los educandos. Si reflexionamos detenidamente sobre la cita de Aristóteles con que inicia esta Editorial, nos podemos dar cuenta de las dificultades que enfrentamos al enseñar y aprender la medicina. Cuando enseñamos Anatomía, Fisiología, Biología Celular, Bioquímica, etc., exclusivamente desde el punto de vista “mental”, “técnico” o “científco”, con el argumento de que nuestro papel es proporcionar el conocimiento básico para el aprendizaje y práctica de la medicina, y nos limitamos a “informar” a los estudiantes, promovemos primordialmente el aprendizaje superficial y transitorio. la transmisión de conocimientos no tiene significado para los estudiantes más allá de ser un obstáculo a superar a través del pase de exámenes de opción múltiple o herramientas cuantitativas de evaluación del aprendizaje. Debemos aprovechar cada ventana de oportunidad educativa, cada clase, cada examen, cada práctica de laboratorio y en el centro de simulación, cada contacto con un paciente, para infundir conocimientos y emociones que contribuyan a formar mejores profesionales de la salud. las emociones positivas o negativas afectan el aprendizaje, y no debemos actuar como si no existieran o no tuvieran impacto en el proceso educativo. la investigación en educación en ciencias de la salud puede y debe contribuir a dilucidar los lazos existentes entre los procesos cognitivos y los afectivos en docentes y estudiantes, y su potencial impacto en el aprendizaje. De hecho existe un caudal de literatura científica relevante al tema recientemente revisada,1 que es pertinente incorporar en nuestro arsenal educativo.
En este número de la revista tenemos varias muestras de los retos que enfrenta la enseñanza de la medicina. Presentamos cuatro trabajos de investigación originales, sobre temas heterogéneos que documentan el amplio abanico de oportunidades a explorar en educación en ciencias de la salud en nuestro medio: la evaluación de las competencias con el Examen Clínico objetivo Estructurado (ECOE) en estudiantes de medicina; el uso de correlaciones cuantitativas entre la evaluación diagnóstica de ingreso a la carrera de medicina y su desempeño académico; las habilidades docentes en estudiantes tutores sobre evaluación critica de la literatura; y un estudio cualitativo sobre la cultura organizacional, el clima o ambiente educativo y el aprendizaje situado en residentes de cursos de especialización médica. Este último trabajo tiene diversas particularidades que ameritan mención y reflexión. Aborda aspectos poco estudiados en nuestro medio, sobre el contexto en el que nuestros futuros especialistas aprenden medicina, identificando algunas diferencias en el entorno de hospitales privados y públicos. Este tipo de estudios con metodología cualitativa, testimonios e incidentes críticos, proveen una visión integral y realista de nuestros contextos educativos, en donde el currículo oculto, los aspectos afectivos, el apoyo organizacional, y la interacción multidireccional de estos factores con los intrínsecos a estudiantes y docentes, son fundamentales en el aprendizaje de los médicos residentes.
El artículo de revisión explora el uso de simuladores en educación médica. Este es uno de los temas más relevantes en la enseñanza de la medicina en el siglo XXI, los avances tecnológicos en el área ofrecen una variedad amplia de simuladores muy realistas, de alta fidelidad, que en el contexto de un centro de simulación organizado y adecuadamente equipado, pueden producir resultados educativos muy satisfactorios. El alto costo de estos equipos puede ser una limitante en países en vías de desarrollo y escuelas de medicina con recursos limitados, por lo que la identificación de los equipos y herramientas más efectivos educativamente, la regionalización y uso óptimo de los recursos a través de centros interinstitucionales, entre otras estrategias, se convierten en un tema de fundamental importancia en la formación de profesionales de la salud. El énfasis actual en la disminución de errores, la calidad de la atención y la seguridad del paciente, es un motor potente para la implementación del uso eficiente de simuladores en educación médica.
En esta ocasión el artículo metodológico se centra en estrategias para búsqueda de información en las bases de datos electrónicas, destrezas indispensables para el docente y estudiante modernos. En la sección de Pautas una estudiante de medicina hace algunas consideraciones sobre cómo responder a los exámenes de preguntas de selección múltiple, tema de inescapable importancia para docentes y alumnos que, de manera cotidiana, se enfrentan al diseño y a la respuesta de reactivos de selección múltiple en los exámenes sumativos. En la sección de eventos académicos y publicaciones, es importante señalar la aparición de dos nuevos recursos que debemos tomar en cuenta en la enseñanza de la medicina: la segunda edición del libro “informática Biomédica”, texto de las asignaturas del mismo nombre en el Plan de Estudios vigente de la carrera de médico cirujano en la Facultad de Medicina de la UNAM (http://fournier.facmed.unam.mx/ib/site/), que aborda el concepto integrador actual del manejo de información y conocimiento en la práctica de la medicina, y que puede ser de utilidad para cualquier profesional de la salud interesado en el tema; el otro recurso es una nueva revista dedicada al tema del diagnóstico, misión central del médico, y que surge de la necesidad de tener un foro académico, con arbitraje por pares, de los procesos cognitivos del diagnóstico, toma de decisiones, errores médicos, etc., recomendamos ampliamente su consulta a nuestros lectores (http://www.degruyter.com/view/j/dx).
Deseamos que los trabajos publicados en este número de la revista contribuyan a la educación de las mentes y corazones de los docentes y educandos que la consulten, para mejorar el proceso educativo en nuestras instituciones. la siguiente ocasión que participen en un acto docente o de aprendizaje, reflexionen sobre los aspectos afectivos que inevitablemente colorean todas las facetas del mismo, y cómo podemos utilizar nuestras emociones para promover el aprendizaje y no para obstaculizarlo.