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Vol. 3. Núm. 11.
Páginas 172-173 (julio - septiembre 2014)
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Estimado Dr. Melchor Sánchez Mendiola

Muy interesante su Editorial del Número 10, Año 3, “¿Aprender con la mente o con el corazón? Retos de la investigación en educación médica”. Debo admitir que me sorprende y que además celebro con entusiasmo que, al menos dentro de la Educación Médica, se esté empezando a incursionar en los aspectos emocionales del aprendizaje. Misión que parece heroica pues, al ser las emociones poco entendidas y aún peor poco manejadas hábilmente, se dejan debajo de la alfombra con la esperanza de que algún día desaparezcan.

Es estimulante la revisión que usted cita sobre el tema (McConnell MM, Eva KW. The role of emotion in the learning and transfer of clinical skills and knowledge. Acad Med. 2012;87:1316-22). Además del aspecto memorístico que usted amablemente nos comparte, me parece importante destacar lo siguiente: si los estados mentales positivos ayudan a procesar la percepción de tal forma que nos fijemos en el bosque y no en las hojas, ¿cómo podríamos ayudar a la integración de síndromes clínicos si no fomentamos estados emocionales positivos? Por otro lado, es preocupante que los estados mentales positivos sean promotores del pensamiento flexible y creativo. Preocupante porque todos sabemos el tipo de escenarios emocionales que son prevalentes en nuestras aulas y hospitales.

Volviendo a nuestro contexto, hay que resaltar que en el Plan 2010 de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en los Perfiles Intermedios y de Egreso no están explícitas las emociones.1 Tampoco lo están en la caracterización de la competencia de desarrollo y crecimiento personal. Aún cuando dentro de los ejes curriculares, el tercero de articulación Ética, Humanística y Profesional, menciona que para su cumplimiento parte fundamental es “permitir al alumno iniciarse en el conocimiento de él mismo y abrirse a las relaciones con los demás…”, el desarrollo emocional otra vez queda implícito y tal vez olvidado. Por el lado de las materias obligatorias, sólo la de “Introducción a la Salud Mental” tiene un par de tópicos que toman el aspecto emocional del humano. Dentro de las materias optativas, y para toda la población estudiantil, existen aprobadas las de “Estrategias para manejo de emociones y situaciones estresantes en el ámbito profesional y personal” con dos horas teóricas a la semana, y la de “Las Relaciones Interpersonales en el Ambiente Hospitalario”, también con dos horas teóricas a la semana.

Más que sólo señalar las carencias, y contestando a su pregunta editorial, aunque pareciera ser que la dialéctica entre razón y emoción no tiene final, creo que es nuestra responsabilidad como docentes y profesionales de la salud que, al igual que en el cerebro, podamos encontrar la comisura que una a ambos aspectos de nuestra experiencia humana.

Atentamente,

Alan Giovanni León-Cardona

Médico Pasante de Servicio Social, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, México D.F., México

Estimado Alan Giovanni,

Tu carta toca un área fascinante y harto complicada de la Educación Médica, y pone el dedo en la llaga en el tema de los retos y limitaciones a que nos enfrentamos cuando diseñamos planes y programas de estudio. ¿Cómo capturar en un documento curricular formal, que debe seguir una serie de normas y lincamientos institucionales para ser aprobado, y que por tradición educativa frecuentemente se centra en definir contenidos, objetivos (o competencias), métodos de enseñanza y evaluación bajo el paradigma del aprendizaje técnico de la Medicina?, ¿cómo trasladar al plano de la realidad la necesidad de que los profesores tomemos en cuenta las emociones y aspectos afectivos de los estudiantes, sin desdeñar estas facetas con el tradicional “si eligieron ser médicos, tienen que aguantar todo y trabajar sin descanso, dejen las emociones para otro momento y manténgalas bajo control”? Meditemos sobre el paradójico significado de la frase “hacer de tripas corazón”, aplicado al contexto de la enseñanza y práctica de la Medicina.

No hay una respuesta fácil ni sencilla a todas tus observaciones, ojalá que los lectores de la Editorial y de esta carta, reflexionen sobre la pertinencia de considerar las emociones en la enseñanza y el aprendizaje, de la misma manera en que lo deberíamos hacer con nuestros pacientes.

Atentamente,

Melchor Sánchez-Mendiola

Editor

Referencia
[1.]
Sánchez-Mendiola M., Durante-Montiel I., Morales-López S., et al.
Plan de Estudios 2010 de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, GacMed Méx, (2011), pp. 152-158
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