"Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes"
Albert Einstein
¿Cuántas veces hemos escuchado en los pasillos de los hospitales o escuelas de medicina las lamentaciones del exceso de trabajo que tenemos los médicos y profesionales de la salud, aderezadas con nuestras frustraciones por el proceso educativo? Nuestras labores como educadores en las ciencias de la salud abarcan un amplio abanico de actividades, que van desde preparar una conferencia magistral hasta enseñar una destreza psicomotriz con un paciente, pasando por elaborar reactivos para exámenes, diapositivas para presentaciones, material para talleres, prácticas de laboratorio, una, otra y otra vez. Las tareas educativas siempre están relacionadas con una suerte de tensión con los demás elementos del complejo sistema de atención a la salud, en el que predominan la asistencia clínica y la investigación. En este contexto aplica la frase de Albert Einstein citada arriba, en donde define locura de una manera muy ingeniosa, revelando la profunda faceta humorística (que surge de la humanística), de este célebre personaje. Le pido al lector que reflexione sobre sus habilidades reales de comunicación, cómo enseñamos en los cursos de las llamadas ciencias básicas y clínicas, la manera en que evaluamos la retención a largo plazo del conocimiento, el uso de los marcos conceptuales y de la p<0.05 al escribir o leer un trabajo científico. ¿Enseñamos los conceptos de medicina basada en evidencias e identificamos las barreras para su práctica?, ¿hacemos las cosas habitualmente de la misma manera, convirtiendo el acto educativo en una rutina repetitiva?
En este número de la revista se presentan trabajos y reflexiones, que pueden motivar modificaciones en nuestra conducta de enseñanza y aprendizaje. Tenemos cuatro trabajos de investigación originales, que abordan aspectos tradicionales y novedosos de la enseñanza de la medicina. El trabajo de la Dra. Fortoul y cols. sobre la retención de los conocimientos de las ciencias básicas, en cinco generaciones de estudiantes de la Facultad de Medicina de la UNAM, pone "el dedo en la llaga" en uno de los aspectos más importantes (y frustrantes) de la abundante enseñanza de las diferentes disciplinas, que reciben los estudiantes durante los primeros años de su formación médica en los planes de estudio tradicionales. Con dolorosa frecuencia hacemos demasiado énfasis (y en consecuencia, captamos la atención de los alumnos de manera obsesiva) en las evaluaciones sumativas y los exámenes de fin de curso, en donde documentamos "calificaciones aprobatorias" sobre los conocimientos adquiridos y nos vamos a dormir tan tranquilos (tanto docentes como discentes). Al final de cada curso damos "vuelta a la página" y recibimos a la siguiente generación, bajo la premisa cuestionable de que lo que aprendieron hasta el día del examen es suficiente, y que de alguna manera mágica lo aprendido para el examen permanecerá en sus mentes, se integrará al resto de sus conocimientos y se incorporará a la práctica y competencias profesionales del estudiante, de manera cuasi permanente. Los hallazgos del trabajo de la Dra. Fortoul hablan por sí mismos, y revelan una más de tantas verdades que se encuentran ahí, enfrente de nosotros, como el proverbial "elefante en la sala". Bien haríamos todos los involucrados en educación médica en no olvidar (paradójicamente) la curva del olvido, descrita por Herman Ebbinghaus desde el siglo XIX, y procurar un proceso educativo más significativo, duradero y relevante. Si queremos que los médicos utilicen conocimientos de las disciplinas básicas en la práctica, debemos preocuparnos porque los internalicen de manera más efectiva y darle seguimiento longitudinal a la adquisición y permanencia de los mismos.
Los demás artículos originales tocan los siguientes temas: la conciencia de los estudiantes de medicina sobre las guías de práctica clínica; las barreras para la práctica de la medicina basada en evidencias en las residencias médicas, diseñando un cuestionario con el uso de las redes semánticas; y el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) por médicos residentes. Estos trabajos contribuyen a dar un poco de luz en las problemáticas educativas en nuestro medio, que son de relevancia para todos los países de habla hispana.
En este número incluimos una sección de "ensayo crítico", que va más allá de una revisión narrativa tradicional, ya que aporta conceptos originales y ofrece un marco conceptual novedoso. El Dr. Viniegra hace un profundo análisis sobre la importancia de la lectura crítica en la formación y práctica continua de los médicos, invitamos al lector a revisarlo con detalle. También tenemos dos artículos de revisión, uno sobre la comunicación en medicina por la Dra. Petra, y otro sobre la enseñanza de la clínica y sus retos en la era moderna por el Dr. Alberto Lifshitz, ambos expertos en sus respectivos temas. Pocas cosas hay más importantes para la práctica médica profesional y efectiva que estos tres temas: la crítica, la comunicación y al aprendizaje de la clínica, seguramente los lectores reflexionarán profundamente sobre los aspectos explícitos y tácitos de los mismos.
En el trabajo sobre metodología de investigación se aborda el fascinante y cognitivamente complejo tema de la hipótesis nula y el valor de p<0.05. La mayoría de los médicos "normales" no poseemos una conceptualización operativa del nebuloso mundo de la estadística, y la ubicuidad de la estadística frecuentista inferencial en el paradigma dominante de la investigación clínica, propicia que no reflexionemos de manera crítica sobre el origen del modelo de la hipótesis nula vs alterna, así como sobre el uso rutinario de la "significancia estadística". Una revisión de esta naturaleza es indispensable para ser competentes en el uso e interpretación de estos conceptos, tan profundamente insertados en nuestra "psique académica" individual y colectiva.
Finalmente, pero no por ello menos importante, tenemos el honor de contar en este número con una editorial invitada del Dr. Georges Bordage, del Departamento de Educación Médica del Colegio de Medicina, Universidad de Illinois en Chicago. El Dr. Bordage es una de las estrellas más importantes en el firmamento de la educación médica a nivel internacional, ha recibido varios reconocimientos entre los que se cuenta el premio Abraham Flexner de la American Association of Medical Colleges, el premio John P. Hubbard del National Board of Medical Examiners, entre otros, y es Fellow de la American Education Research Association y miembro emérito del Consejo Editorial de la revista Medical Education. El Dr. Bordage ha sido un extraordinario maestro y amigo durante mi formación de posgrado y trabajo en el mundo de la educación médica, y accedió a colaborar con una editorial sobre el tema de los marcos conceptuales en investigación en educación médica, utilizando como eje de discusión la evaluación del razonamiento diagnóstico. Invitamos al lector a que reflexione sobre la enorme utilidad que tiene el uso efectivo de los marcos conceptuales para diseñar, analizar e interpretar los trabajos de investigación en educación en ciencias de la salud.
Al final del día, la sociedad espera de las instituciones académicas y de servicios de salud que desarrollen estrategias de respuesta efectivas al cambiante mundo de la medicina moderna. La calidad de los egresados de las escuelas de formación en ciencias de la salud está a la vista, con sus virtudes y áreas de oportunidad. ¿Debemos seguir haciendo las cosas igual y cruzar los dedos para que los resultados sean mejores, más compatibles con las necesidades de nuestros respectivos países, y contribuyan a la mejoría de la salud en la población?, ¿hay algo de locura Einsteniana en nuestros métodos de enseñanza, evaluación y aprendizaje? Como siempre estimados lectores, Ustedes tienen la mejor opinión.
Correspondencia:
Secretaría de Educación Médica. Facultad de Medicina, UNAM.
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