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Vol. 2017. Núm. 94.
Páginas 138-149 (diciembre 2017)
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Páginas 138-149 (diciembre 2017)
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Otra modernidad, otra geografía: una interpretación crítica de las influencias y orientaciones geográficas de José Carlos Mariátegui
Other Modernity, Other Geography: A Critical Interpretation of José Carlos Mariátegui’s Geographical Influences and Political Orientations
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Rodolfo Quiroz Rojas
* Departamento de Geografía, Universidad Alberto Hurtado, Cienfuegos 41, Santiago, Región Metropolitana, Chile.
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Resumen

Este artículo explica y defiende una interpretación crítica del origen epistemológico de las principales operaciones geográficas que elaboró José Carlos Mariátegui (1894-1930), reconociendo su contexto histórico particular y las condiciones de la geografía de la época. Más allá de las escasas referencias que abordan perspectivas geográficas dentro del pensamiento de Mariátegui (Ruiz, 2003; Méndez, 2016; Sanjinés, 2009), se enfatiza situar este objeto a partir de la disputa por la modernidad y el proyecto político-intelectual que encarnó el pensador peruano. Lejos del inventario de regiones naturales o históricas, legitimadas en el positivismo y el nacionalismo republicano, Mariátegui recreó a la geografía a partir de las prácticas sociales e históricas de la realidad peruana. Es decir, sus fuentes y direcciones geográficas son sacudidas y transformadas a partir de un proceso categorial más amplio que se vincula a su propia trayectoria política y analítica: el rechazo tajante al positivismo como única forma válida de conocimiento y la construcción de un socialismo antiimperialista que se organiza en la propia realidad peruana. Implícitamente, así, Mariátegui proyectó una modernidad alternativa que significó reincorporar el problema de la subjetividad a la comprensión de la realidad geográfica y abrir una geografía en diálogo con un proyecto político socialista fundamentado en las diferencias geográficas o provinciales (Flores Galindo, 1980). Esto implicó, entre otras cosas, que el espacio y el tiempo en Mariátegui son siempre posibilidades abiertas a la política y a la imaginación (Germaná, 1994). He aquí una fuente significativa de sus influencias geográficas.

Palabras clave:
Mariátegui
modernidad alternativa
positivismo
anti-imperialismo
tradición
Abstract

Scholars have consistently overlooked the problem of geographic relationships in the work of José Carlos Mariátegui (1894-1930).This silence can be summarized into two fundamental dynamics: Mariátegui's scarce reference in the geographical field and the predominance of historiographic, sociological, and literary approaches to his work. This article aims to question such inertia and bridge the gap between Mariátegui and Latin American geographical thought. It critically interprets the epistemic origin of Mariátegui's foremost geographical notions, recognizing the particular historical context and state of geography during the first decades of the twentieth century. Against the Eurocentric approaches of his time, Mariátegui was one of the first intellectuals to express thought from and for Latin America, but without neglecting fundamental contributions of European and Western traditions (Urquijo y Bocco, 2016). Indeed, Mariátegui questioned the possibility of an absolute Latin American or Latin Americanist thought, all the while confronting the challenge of understanding the “reality” of his country, constructing innovative theses on Peruvian society and culture in which, evidently, geography was not exempt. In his seminal work, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (Seven Interpretive Essays on Peruvian Reality, 1928), Mariátegui explains the antagonism and inequality between the coast and the sierra, he identifies the coexistence of three forms of economies (indigenous, colonial, and capitalist) that articulate different social geographies, and he outlines regional problems stemming from political alliances on different social levels, among other issues. Closely examining these analytical positions reveals a powerful geographic and human sensitivity yet to be explored in Mariátegui's thought, as well as the need to critically examine their argumentative origins. To date, the scarce research on theoretical relationships between Mariátegui and geography have only referred to three aspects of this problem. First of all, that Mariátegui's geographical influence comes from certain liberal intellectuals, reflected in a physicist and economistoriented vision of geography, based on localization and industrial growth of the positive “regions” (Ruiz, 2011: 144). Second of all, that Mariátegui elaborated a racist vision of Peru's territory based on the critical dualism of coast/white and sierra/indigenous, which avoided other interregional racial differences (Méndez, 2016). Thirdly, that Mariátegui's unique perception of geographic differences was circumscribed to the social and economic differences of Peruvian reality (Sanjinés, 2009). However, none of these proposals extensively analyze the situation of geography in Mariátegui's particular debate on modern imaginaries, focusing on other subjects of study that stray from strictly epistemological discussions of geography. Therefore, our proposal analyzes and explains the source of Mariátegui's geographic mechanism. Far from the kind of geography produced during the Republic or positivist inventories of natural and historical regions, Mariátegui recreates geography based on social and historical practices of Peruvian reality. In other words, he rids geography of its traditional sources and directions, transforming the discipline from a much larger categorical process that connects his own political trajectory and analytical exploration: he unambiguously rejects positivism as the only valid form of knowledge and attempts to construct an anti-imperialist socialism apt for Peruvian reality. Similarly, both positions are part of an alternative model of modernity which is defended and constructed from new content, such as recovering the value of indigenous roots for the future and challenging nationalisms that surrender to foreign capital and exploit indigenous communities. Therefore, Mariátegui's modernity implied profoundly questioning the dominant spatial order of nationalism and the possibility of revising the still prevalent colonial margins and representations. In other words, Mariátegui incorporated the problem of subjectivity into comprehending geographic reality in an age when geography was practiced without social subjects. Furthermore, he advocated for a socialist political project that integrated both regional-indigenous and urban-workers, crucial for a modernization that had always reflected geographic and provincial differences (Flores Galindo, 1980). Definitively, Mariátegui's conceptions of space and time are consistently open to political and imaginative possibilities (Germaná, 1994). As this article argues, such elements are key sources of Mariátegui's geographical influences.

Keywords:
Mariátegui
alternative modernity
positivism
anti-imperialism
tradition
Texto completo
Introducción

A propósito de un reciente balance del pensamiento geográfico latinoamericano, Pedro Urquijo y Gerardo Bocco advierten la incoherencia de analizar una geografía latinoamericana sin las influencias francófonas o anglófonas clásicas, puesto que ciertamente no existe una geografía latinoamericana en términos absolutos (Urquijo y Bocco, 2016: 168-169). Paralelamente, los mismos autores subrayan el potencial de un pensamiento geográfico latinoamericano basado en un ejercicio de reapropiación y creación, puesto que se trataría de “consolidar sobre esas tradiciones un pensamiento in situ” (Urquijo y Bocco, 2016:168). Sobre esto último, cabe destacar que José Carlos Mariátegui fue uno de los primeros latinoamericanos del siglo XX en cuestionar un pensamiento absoluto latinoamericanista, reivindicando el aporte de las tradiciones intelectuales europeas,1 pero al mismo tiempo encarando y posibilitando un conocimiento in situ desde la compleja realidad social e histórica. Desde su país de origen, el Perú de principios del siglo XX, Mariátegui elaboró una profunda reflexión crítica para nuestro continente. En su obra maestra, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana [1928], no solo conjugó una mirada compleja e innovadora de lo nacional y lo mundial, y sus efectos en la realidad regional y social del Perú, sino que también incorporó un inexplorado marco interpretativo de relaciones geográficas y espacialidades sociales en claves políticas y económicas. En efecto, su análisis en torno al antagonismo y la desigualdad entre la costa y la sierra, su distinción de la coexistencia de tres formas de economía diferentes (indígena, colonial y capitalista), su aguda descripción de las diferencias regionales entre federalistas liberales contra regionalistas históricos, su profunda descripción de la fragmentación territorial de una estructura productiva nacional, son solo algunos ejemplos que dan cuenta de una notable sensibilidad geográfica de los procesos de ordenamiento político y económico del espacio.

En este artículo trataremos de explicar el origen argumentativo de estas operaciones, reconociendo el contexto histórico-político particular y las condiciones epistemológicas de la geografía de la época en general. Se expone así una interpretación crítica de las fuentes, influencias y direcciones geográficas que elaboró José Carlos Mariátegui (1896-1930), buscando deslindar epistemológicamente sus aportes al campo de la geografía histórica (Nuñez, 2013) y el pensamiento geográfico en un horizonte latinoamericano (Urquijo y Bocco, 2016). Para ello se consultaron las obras totales de Mariátegui (tomo I y II, 1994) y sus principales estudiosos (Quijano, 2007; Melis 1994; Alimonda, 1994; Germaná, 1994, Fernandez, 2010), examinando diálogos con la geografía peruana y el contexto epocal de la geografía occidental (Capel, 1981; Claval, 1986).

En la primera parte del trabajo se analizan los vínculos entre la geografía y Mariátegui, constatando la escasa preocupación contemporánea sobre el problema de los elementos geográficos y socioespaciales dentro de la obra de Mariátegui (Quijano, 2007; Guibal, 1995). Si bien se advierte un inusitado mutismo por parte de los geógrafos hacia Mariátegui, a diferencia de otros campos de las ciencias sociales (Alimonda, 2010; Fielbaum 2012; Gómez, 2015), al mismo tiempo se referencian las escasas investigaciones que vinculan a Mariátegui con la geografía (Sanjinés, 2007; Ruiz, 2011; Méndez, 2016). Bajo estas lecturas se propone discutir a Mariátegui a partir del contexto de la geografía de inicios del siglo XX, particularmente, atendiendo el proceso de los nacionalismos europeos y la colonización acorde a los intereses imperialistas de los países europeos (Capel, 1981). Asimismo, se advierte el proceso de renovación geográfica ligado a las redes de intercambio científico y la especializa ción de determinadas áreas de conocimiento, aun con la ausencia de bases teóricas sólidas (Claval, 1986:39). Se constata que el periodo de apertura y divulgación de una geografía moderna en Perú (Lopez-Oncón, 2001), coincide significativamente con el periodo de maduración política e intelectual de José Carlos Mariátegui, lo cual, a nuestro modo de ver, permite abrir una interpretación más amplia de su formulación geográfica, que involucra otros elementos disciplinares en diálogo con el campo de la geografía y, sobre todo, compromete la disputa por la modernización en América Latina.

Nuestra interpretación crítica de las fuentes y direcciones geográficas, entonces, cuestiona las influencias tradicionales en el pensamiento geográfico Mariátegui a partir de un proceso categorial más amplio que se inicia, fundamentalmente, en la reelaboración crítica de la modernidad. Se contrasta así la geografía de una época frente a Mariátegui, distinguiendo el problema de la subjetividad y el papel del sujeto en la comprensión de la realidad geográfica (Claval, 1986). Es decir, se analiza cómo la reconstrucción categorial de la modernidad en Mariátegui (Alimonda, 1994; Melis, 1994; Germaná, 1994) implicó, entre otras cosas, profundas reelaboraciones geográficas. Se trata, pues, de una modernización alternativa que desde su partida ya integra diferencias geográficas, proyectando una posible espacialidad socialista.

Geografía y mariátegui: enfoques, contexto y bases tradicionales

En su extraordinario ensayo, Vigencia de Mariátegui, Francis Guibal se preguntaba: “¿No consistirá en gran parte el ”genio” propio de Mariátegui en esta capacidad suya de echar puentes “entre” realidades distintas, heterogéneas y hasta conflic-tivas?” (Guibal, 1995:35). La pregunta no deja de ser intuitiva para nuestros propósitos, pues la compleja heterogeneidad y conflictividad que reelaboró Mariátegui es un buen punto de partida para comprender las relaciones geográficas dentro su método de trabajo. Aníbal Quijano, por ejemplo, destaca que la experiencia andina fue un punto de partida del marxismo de Mariátegui, siendo una cuestión fundamental para apreciar la innovación al campo de la política y la historia (Quijano, 2007). En una lógica similar, Guibal sostiene que la vocación crítica del pensador peruano se define por una atención “desde el margen” o unas periferias ocultas, que responden principalmente a una reflexión filosófica de vanguardia (Guibal, 1995). No obstante, ninguno de estos referentes del mariateguismo2 han establecido un puente epistemológico entre las perspectivas críticas del peruano y sus orientaciones geográficas. De modo que son extremadamente escasas las reflexiones que bifurcan nuestro problema. En primer lugar, el historiador Augusto Ruiz sostiene que existió un “aspecto desatendido” dentro de la obra del peruano: “Me estoy refiriendo al hecho geográfico del cual Mariátegui tomó debida cuenta” (Ruiz, 2011:141). En efecto, nuestra autor habría desarrollado una importante conciencia geográfica a partir de ciertos intelectuales liberales, quienes habrían erigido una visión física y economicista de su idea de geografía, basada en la localización y el crecimiento industrial de “las regiones” (Ruiz, 2011: 144). La preocupación de la geografía de Mariátegui entonces, lejos del marxismo, estaría vinculada a las ideas liberales sobre las regiones y el cambio de hegemonía geográfica naturalista a claves posibilistas durante la década del veinte (Ruiz, 2011: 143). La historiadora Cecilia Méndez, en segundo lugar, sugiere que Mariátegui contribuyó con éxito a “la idea de una geografía racializada (o de una raza asociada a una geografía)” (Méndez, 2016: 611), basada en una visión dualista y crítica del territorio peruano que opone racialmente la costa a la sierra. Si bien Mariátegui habría desarrollado una visión racial crítica, develando su entramado colonial-republicano, al mismo tiempo también habría soslayado importantes diferencias raciales interregionales, volviéndose un tanto esencialista (Méndez, 2016: 612). En un tercer orden, se inscribe la reflexión del antropólogo Javier Sanjinés, quien destaca la capacidad analítica del pensador peruano de percibir y profundizar en las diferencias geográficas, circunscritas a las desigualdades sociales y económicas de la realidad peruana. Más aun, Sanjinés defiende un punto de encuentro entre la geografía de Mariátegui y el análisis regional de Gramsci, reflejado en “la naturaleza espacial de ambos pensamientos” pues, justamente, existen “notales similitudes” (Sanjinés, 2009:76).

Ahora bien, más allá de las diferencias y alcances significativos, ninguna de estas reflexiones forma parte del campo de la geografía. Esta situación, en efecto, evidencia la escasa preocupación de los geógrafos por Mariátegui, a diferencia de otros campos donde su aporte ha implicado una profunda revisión y nuevas pesquisas (Alimonda, 2010; Fielbaum, 2012; Gómez, 2015). Uno de los pocos geógrafos que ha “quebrado” este curioso mutismo sobre Mariátegui, es Carlos Porto-Gonçalves. En su valiosa relectura del proceso de Reinvenção dos Territórios, el geógrafo brasileño rescata las advertencias de Mariátegui sobre las luchas agrarias y el significado político de la movilización indígena del continente: “E Quijano (Quijano, 2000) nos remete a Mariátegui (Mariátegui, 1996) que, nos anos 20 do século passado, já nos chamara a atenção para o significado da luta indígena para os movimentos emancipatórios na América” (Porto-Gonçalves, 2006: 160). El problema de Porto-Gonçalves es que no describe ni crítica las propuestas de Mariátegui, pues las refiere mediante Quijano. Es decir, rescata a Mariátegui desatendiendo importantes perspectivas que conjugó el peruano sobre la geografía de su tiempo. Esta omisión, en definitiva, termina convirtiendo los aportes de Mariátegui en una reliquia del pensamiento crítico latinoamericano, pero sin mayores preguntas o problemáticas para nuestra disciplina. Es a partir de estas contradicciones y escasas referencias que urge discutir y repensar a Mariátegui dentro de la geografía contemporánea. Un aspecto específico para emprender esta empresa, sin duda, es distinguir las condiciones históricas de la geografía de la época. En efecto, el peruano fue heredero del proceso de creación de los Estados nacionales y la pretensión unitaria de consolidar dichos estadios territoriales (Gangas, 1985; Zusman, 2011; Ccente y La Torre, 2003). A nivel occidental, la geografía estaba precedida histórica y epistemológicamente por el ascenso de los nacionalismos de inicios del siglo XIX (reflejado en la necesidad de reconocer las identidades y tradiciones interiores de cada país) y por la institucionalización de la enseñanza de la historia y la geografía entrado el último cuarto del siglo XIX (Capel, 1981; Claval, 1986). La necesidad de reconocer las nuevas reparticiones coloniales permitió una propagación de centros de estudios y trabajos geográficos en diferentes reparticiones, creándose áreas como la geografía comercial y colonial.3

De este modo, el contexto de geografía de Mariátegui estaba fuertemente marcado por un interés político y económico reflejado en las ideas Ratzel y Mackinder y la aplicación de saberes geográficos desde las necesidades del Estado (Capel, 1981). A su vez, para finales del siglo XIX existe un crecimiento cualitativo en las posiciones universitarias de la geografía que se refleja en la ampliación de cátedras, congresos nacionales e internacionales y la circulación de revistas geográficas especializadas (Capel, 1981). No obstante, aún no existe un sistema teórico modélico y explicativo de la geografía en su conjunto (Claval, 1986: 40). Esta situación se traduce a que los geógrafos varían frecuentemente en sus métodos y combinaciones analíticas. Por lo general, se apoyan en las ciencias naturales para validarse, desconfiando de las ciencias sociales. Para el nacimiento de Mariátegui en Moquegua (1894), la Sociedad Geográfica de Lima solo llevaba tres años de funcionamiento y representaba el avance de la geografía moderna aplicada en Perú (Córdova, 1993; López-Ocón, 2001). Siguiendo el itinerario institucional europeo, también fue financiada por el Estado peruano e integrada por connotados militares, ingenieros, abogados y médicos de la elite peruana y extranjera (López-Ocón, 2001). La Sociedad Geográfica limeña, tercera en América Latina, se fundó en 1888 para cumplir con tres objetivos: 1) “aumentar los conocimientos que se tenían de los recursos naturales del país”; 2) “defender las condiciones de habitabilidad del espacio peruano para captar inmigrantes europeos”; 3) “mejorar el nivel de información de los peruanos acerca del nivel de desarrollo de los países vecinos” (López-Ocón, 2001:4). De tal manera, la geografía científica aún estaba asociada estrictamente al desarrollo físico o natural del territorio nacional y se condicionaba por su instrumental cartográfico con fines geopolíticos (Ccente y La Torre, 2003). Entre 1919 y 1930 la geografía peruana comenzó una paulatina transición de una geografía naturalista a una geografía humana, abierta a un imaginario e identidad nacional (Luque, 2002; Córdova, 1993; Méndez, 2016). La transición de los fundamentos de la geografía moderna en Perú coincidía con la implementación del proceso de Independencia política del nuevo Estado latinoamericano, basado en el cientificismo nacionalista-positivista −el paso del siglo XIX al XX −, pero también se conectaba críticamente con el máximo periodo de productividad de Mariátegui (1919-1930).

Una interpretación crítica de las influencias geográficas de josé carlos mariátegui

La identificación de las cualidades físicas de los recursos, sumado a las necesidades estratégicas de integrar regiones y territorios internos, conjugó la institucionalización de la geografía del Perú4. Un hito clave de este proceso, fue la creación de la cátedra libre Geografía social del Perú en la Universidad Mayor de San Marcos, a cargo de Ricardo Bustamante Cisneros (1896-1977), filósofo y abogado de gran trayectoria en la academia de este país (Ccente y La Torre, 2003). Bajo la influencia de Jean Brunhes, Bustamante Cisneros publicó en 1919 Las Nuevas Bases de la Geografía, lo que marcó el inicio del proceso de dominio de la tradición francesa, similar al resto de las escuelas geográficas de América Latina (Palacio, 2011). Los estudios geográficos peruanos frecuentemente debían interpretar y relacionar elementos físicos y humanos y, sobre todo, caracterizar y definir regiones naturales e históricas afines a un nuevo proceso de modernización liberal del Estado (Córdova, 1993; López-Ocón, 2001). Cuando la cátedra libre de Bustamante Cisneros, Geografía Humana del Perú, pasó a ser un curso obligatorio en 1928, Mariátegui ya era un importante intelectual que enmarcaba sus ideas dentro del marxismo y el socialismo (Fernández, 2010), sin embargo, carecía de mayores intercambios con la geografía de la época. Aun cuando en sus escritos puedan encontrarse referencias a problemas fronterizos o menciones a los padres de la geografía moderna, como Humboldt5 o Reclus,6 la geografía de Mariátegui se circunscribía a una lectura crítica e histórica del Perú que, sin duda, carecía de una reflexión crítica sobre los usos y contenidos de la geografía de la época. Augusto Ruiz, como sosteníamos más arriba, insiste que Mariátegui habría gestado sus preocupaciones geográficas a partir de un “conjunto teórico de la derecha militante” (Ruiz, 2011:141), compuesto por “Mariano Felipe Paz Soldán, Francisco García Calderón y Pedro Dávalos y Lisson”, quienes –según Ruiz– habrían inspirado a Mariátegui a descubrir la profunda tensión entre la historia y la geografía, moldeando una particular visión posibilista sobre las regiones naturales y productivas (Ruiz, 2011:144). Esta afirmación es correcta en tanto que Mariátegui efectivamente intercambió perspectivas con estos autores, sobre todo con Francisco García Calderón7. Sin embargo, la referencia de Ruiz es incompleta puesto que las discusiones específicamente geográficas entre Mariátegui y García Calderón, en primer lugar, están supeditadas a otro problema de escala mayor: la cuestión nacional y sus variantes políticas y económicas que, evidentemente, separan a Mariátegui de estos autores. Es decir, la posible influencia geográfica que destaca Ruiz no es esencialmente parte de una representación autónoma del campo de la disciplina, sino más bien se referencia y participa dentro de una disputa por la identidad nacional e histórica, donde la geografía está orgánicamente vinculada a los fines republicanos (Lopez-Ocón, 2001; Ccente y La Torre, 2003). Por ello, a nuestro modo de ver, más que ideas liberales o regionalistas estrictas, lo que posibilita una enunciación geográfica diferente en Mariátegui, primeramente, está atravesado por una profunda y diversa autoformación de nuestro autor, que se refleja en su incansable batalla por estar informado de los más diversos debates filosóficos, literarios, económicos y, sobre todo, políticos. No se puede aislar a su geografía de esa rica articulación de problemas y categorías, pues, Mariátegui permanentemente combina sus influencias geográficas en medio de varios problemas y registros: desigualdades en su amplio espectro, autonomías culturales relativas, propuestas políticas, etc.

Alberto Flores Galindo sostiene que el método de Mariátegui se caracterizaba por abrir diferentes caminos analíticos, desde la consulta de materiales estadísticos y archivos históricos, hasta la revisión minuciosa de la literatura científica y las fuentes directas, es decir, la conversación in situ con otros intelectuales. Cuando Emilio Romero y Luis Valcárcel estaban en Lima –cuenta Flores Galindo– desarrollaban extensas conversaciones en la casa de Mariátegui, “donde eran sometidos a un interrogatorio perspicaz, escuchados con detenimiento, obligados a veces a precisar uno y otro dato y de esa manera el ‘maestro’ Mariátegui acababa durante esas tardes convertido en un acucioso ‘alumno’ que tomaba notas y reflexionaba luego sobre todo lo que apuntaba” (Flores Galindo, 1980: 48). La información de Flores Galindo es interesante no solo porque demuestra la actitud de autoformación de Mariátegui, coherente con su trayectoria intelectual –nunca estudió formalmente en la academia–, sino también porque lo vincula con una de las máximas autoridades geográficas del Perú: Emilio Romero Padilla (1899-1993). En efecto, durante el siglo XX los planteamientos regionales de este geógrafo cuzqueño fueron una referencia obligada dentro del pensamiento geográfico peruano. Sin embargo, en términos concretos de influencia geográfica hacia nuestro autor, los aportes de Romero son casi nulos, producto de la prematura muerte de Mariátegui en 1930. Entonces, despejada esta duda, ¿cuál es la operación analítica que permite a Mariátegui construir una significación geográfica? Una cuestión importante, sin duda, es el rechazo al positivismo de Mariátegui. Esta posición implícitamente significaba que su geografía dialogaba internamente con la influencia bergsoniana, reflejada al interior de algunas corrientes francesas a principios de la década de los años veinte, tales como la obra de André Meynier (Claval, 1986). Esto -por supuesto- no quiere decir que Mariátegui haya establecido un vínculo directo con estas obras, y menos aún con Meynier, sino que habilita una similitud intertextual entre estas perspectivas regionales y ciertas elaboraciones analíticas en su método. El “intuitivismo bergsoniano”, en efecto, aprobaba la crítica a los métodos enciclopédicos y privilegiaba el dato “otorgado a la encuesta, a la aprehensión directa del medio a través de la experiencia sobre el terreno” (Claval, 1986: 61). Por el contrario, Mariátegui no desarrolló un trabajo de campo al estilo de los geógrafos de la época, no obstante, gran parte de sus investigaciones y aciertos intelectuales son reflejo de un esfuerzo de construir un conocimiento in situ de la realidad peruana y la carencia de una construcción enciclopédica. Conforme a esta posición epistemológica, su predilección por el género del ensayo y no así por el metadato de la comprobación empírica, es solo un botón de muestra de la cercanía de su metodología con el intituivismo bergsoniano. Por otro lado, además, no es un misterio que Mariátegui fue un importante lector de Henri Bergson (1859-1941) y el vitalismo (Bassols, 1985; Melis, 1994; Massardo, 2001). La diferencia recae en lo siguiente: si la geografía de la época reflejaba una inclinación por el método fundamentado en la práctica de campo y el empirismo analítico, la geografía de Mariátegui implícitamente criticaba al cientificismo positivista, incorporando el problema de la subjetividad y el papel del sujeto a la comprensión de la realidad geográfica. Mariátegui, al mismo tiempo, no desatendía la importancia de la información estadística construida a partir de métodos empíricos, pero sí cuestionaba su carácter universal como única forma válida de conocimiento científico. La subjetividad, en el fondo, es la puerta de entrada a una geografía humana alerta a los procesos sociales y a sus configuraciones temporales. Todas las influencias tradicionales de Mariátegui, en consecuencia, entran en colisión y confluencia desde otras perspectivas del campo político y filosófico, pues su geografía emerge en el contexto de una alternativa del Perú heredado y presente. Un dato clave para explicitar este argumento y quizás comprender la orientación geográfica de nuestro autor y su distancia con la geografía oficial de su tiempo, recae en lo que nos informa Claval: “los geógrafos no creen que su objetivo sea estudiar las relaciones sociales” (Claval, 1986: 39). En efecto, para Mariátegui lo fundamental es comprender y definir las relaciones sociales desde una observación profunda de las prácticas históricas del capitalismo y el colonialismo, es decir, se trata de una compleja interrogación a la modernidad como concepto y práctica revolucionaria.

Otra modernidad, otra geografía

En la primera parte del siglo XIX la modernidad latinoamericana acontecía como una necesidad histórica, casi natural, donde los Estados-nacionales debían incorporar el mayor número de variables modernizadoras en una lógica cuantitativa de “com-paración con Europa o Estados Unidos si el modelo ideal se estaba cumpliendo” (Larraín, 2005: 13). Así, se excluían las condiciones particulares del contexto histórico-estructural de cada país, clausurando el debate de las trayectorias de la modernidad y la disputa de significaciones imaginarias. No obstante, desde finales del siglo XIX y principios del XX, comienza a cuestionarse el sentido de la modernización en América Latina (Beigel, 2003), producto la emergencia de los movimientos populares y sociales (Quijano, 2007) y la llegada de capitales económicos extranjeros (Cancino y Cristofannini, 1994). En este cuadro, Mariátegui fue uno de los más connotados escultores de la disputa imaginaria del proceso de modernización de su tiempo: “El descubrimiento de América –dice Mariátegui– es el principio de la modernidad: la más grande y fructuosa de las cruzadas. Todo el pensamiento de la modernidad está influido por este acontecimiento” (2005: 464).8 Sin embargo, argumenta en el mismo artículo, América Latina “no encontrará su unidad en el orden bur-gués” (Mariátegui, 2005: 464).9 Se trataba, en el fondo, de un cuestionamiento profundo y general a todo el proceso de modernización económica y cultural llevado a cabo a la fecha, es decir, una impugnación directa al capitalismo y su lógica imperialista que internalizaba una particular forma despótica dentro del proceso territorial interior del Perú. En efecto, Mariátegui aceptaba la modernidad en tanto progreso científico y tecnológico para la vida humana. Sin embargo, rechazaba categóricamente el contenido de la formación nacional asociado al proceso de modernización, basado en una combinación hispánica y liberal dependiente de la cultura europea y xenófoba de las raíces autóctonas (Melis, 1994; Fernández, 2010).

Una cuestión relevante de la modernización en Mariátegui fue la re-significación del contenido de la tradición, pues, debía ser “heterogénea y contradictoria en sus componentes” (Mariátegui, 2005: 407).10 De aquí Mariátegui reincorporó el bloque indígena al proceso de modernización, siendo un actor clave no solo del pasado y presente del Perú, sino del futuro de “una nacionalidad en formación” (Mariátegui, 2005: 266). Héctor Alimonda sostiene que la estrategia de Mariátegui justamente se diferenciaba por la “recuperación de elementos no modernos como integrantes de una fusión de fuerzas sociales comprometidas con la modernización” (Alimonda, 1994:89). Mariátegui, en efecto, estimaba el elemento indígena como parte constituyente de la peruanidad y la nueva tradición, al tiempo que impugnaba a las clases dominantes por el proceso de modernización que habían liderado infructuosamente. Su modernización denunciaba la continua represión y desprecio por el elemento indígena, develando la incapacidad cultural por desarrollar una conciencia nacional auténtica y coherente de sus raíces y, por último, rechazaba la economía técnicamente retrasada por la presión de los terratenientes. A finales del siglo XIX, en Perú ya era visible un aumento significativo de las inversiones de capital extranjero, sin embargo, su impulso se caracterizaba por una escasa movilidad industrial que contrastaba con la intensiva exportación de materias primas, tales como el guano y el salitre en la costa (Cancino y Cristofannini, 1994). Es decir, no se trataba de cualquier crítica general de los componentes modernos sino una elección minuciosa de sus dispositivos culturales y consecuencias políticas-económicas derivadas del capitalismo.

Por otro lado, el mito, la fantasía y la abstracción, también son formas válidas de aprehender la realidad, según Mariátegui: “Ser revolucionario o renovador es, desde este punto de vista, una consecuencia de ser más o menos imaginativo” (Mariátegui, 2008: 101).11 La imaginación es una herramienta central de la matriz alternativa de modernidad12, un bien absolutamente imprescindible para una nueva sociedad socialista (Germaná, 1994). Antonio Melis destaca que durante la estadía en Europa se produce “uno de los cambios más profundos en el itinerario de Mariátegui” (Melis, 1994a: XXI): el paso de una formación intelectual fecundamente urbana y metropolitana a una nueva sensibilidad crítica de las estructuras rurales, indigenistas y provincianas. “Mariátegui advierte que el destino del Perú no puede ser la modernización indiscriminada, que resulta al mismo tiempo veleidosa e inadecuada… En el contexto específico del mundo andino, esto significa, justamente enfrentarse con el problema indígena, en su presente y en la herencia del pasado que conlleva” (Melis, 1994a: XXI). Este pasaje de Melis representa un punto nodal para comprender el horizonte creador y transgresor de las aun ocultas geografías de Mariátegui, pues, distingue que la modernización no puede ser indiscriminada y homogenizadora. Por el contrario, desde Mariátegui emerge otra matriz modernizadora que acoge a las diferencias de los espacios locales y nacionales internos, permitiendo que las diferencias participen del proceso de modernización y no sean ocultadas u homogenizadas en un afán nacional oligárquico o europeizante. He aquí el vínculo orgánico y cualitativo entre las diferencias espaciales-geográficas y los sujetos subalternos en la modernidad de Mariátegui. Ahora bien, ¿qué otra distinción analítica de esta modernidad alternativa recrea a la geografía de Mariátegui? Si bien ya hemos mencionado varios elementos, tales como la revisión de la tradición nacional, la necesidad de un diagnóstico crítico de la realidad peruana o la necesidad de diferenciarse de los métodos positivistas, también existe otra situación particular que participa significativamente dentro de nuestro problema. Se trata de la enunciación colectiva y crítica desde el antiimperialismo latinoamericano expresado en la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), creada en 1924. En efecto, este instrumento político recreaba una nueva disputa por lo nacional a partir de una plataforma continental de significativos contenidos: 1) la acción contra el imperialismo estadounidense; 2) la unidad política de América Latina; 3) la nacionalización progresiva de la tierra y de las industrias; 4) la internacionalización del Canal de Panamá; 5) la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas (Alimonda, 2010:17). Sin duda se trata de un programa político de avanzada que demuestra el avance descolonizador de la época y la profunda revisión de los modelos de desarrollo. Uno de los líderes de este proceso de autonomía latinoamericana, junto a Mariátegui, fue Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1975). Más allá de las diferencias políticas entre ambos,13 no es menos cierto que tanto Mariátegui como Haya de la Torre fueron creadores del proceso teórico crítico latinoamericano, pues ambos defienden un momento de diferenciación como punto de partida para cualquier proceso emancipatorio en América Latina (Chang-Rodríguez, 2009).

Para distinguir la vitalidad de este debate a continuación expondremos dos definiciones de ambos autores. La primera definición de Haya (1927) versa sobre la eficacia de la revolución en América Latina, considerando el horizonte intelectual comandado por Lenin. Para el fundador del APRA el marxismo se fundaba sobre la necesidad de “mirar, estudiar y conocer el mundo y sus problemas desde y para nuestra realidad. Y una de las mejores enseñanzas de la Revolución rusa nos lo da el leninismo, que es, sin duda, fundamentalmente la aplicación de las teorías internacionales de Marx a la realidad del ambiente ruso” (Haya de la Torre, citado en Castro, 2006: 52, el subrayado es nuestro). Del mismo modo, en su mensaje al Congreso Obrero de Lima, en 1927, Mariátegui definió su método marxista distinguiendo lo siguiente: “El marxismo, del cual todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un método fundamentalmente dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la realidad, en los hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la historia. El marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades” (Mariátegui, 1991: 168-169, el subrayado es nuestro). En efecto, la necesidad de articular principios anclados en la realidad y no caer en una imposición desarraigada de ideas y consignas sobre los hechos y prácticas sociales de la ‘realidad’, es una posición generacional que implica enfrentar el problema de las diferencias geográficas y sus espacialidades en claves políticas. Respecto al pensamiento de Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), el filósofo Augusto Castro destacó que una de las características centrales de su pensamiento político fue el análisis de “la diversidad social, geográfica y temporal del mundo, que implica, además, tomar nota de estas diferencias” (Castro, 2006: 46). Esta capacidad analítica, sin duda, también fue uno de los rasgos fundamentales de Mariátegui. Más aún, el marxismo de nuestro autor no está ajeno a las condiciones particulares de las sociedades, siendo el ambiente un aspecto más a conquistar y a analizar. Esta demarcación, a su vez, implícitamente rompía con el marxismo de la época que se legitimaba como un canon de valor universal, “un referente teórico dado una vez y para siempre” (Fernández, 2011:199). El marxismo de Mariátegui, por el contrario, ensayaba diversas posibilidades dentro del espacio y el tiempo, incorporando disímiles combinaciones y trayectorias del proceso de modernización donde teoría y realidad se fundían permanentemente. De ahí, no es de extrañar que la participación de las comunidades indígenas de la sierra y los grupos medios obreros y urbanos situados en la costa, lejos de frenar el proceso de modernización, para Mariátegui son el fundamento de una nueva sociedad socialista. En términos de identidad política para Mariátegui no existía una supuesta división entre una ciudad revolucionaria y un campo reaccionario: “una clasificación demasiado simplista” (Mariátegui, 2005: 246).14 El problema de esta distorsionada tendencia, más bien, respondía a la ausencia de una estrategia política articuladora de lo urbano y lo rural y al hecho que el socialismo había “descuidado la conquista del campo” (Mariátegui, 2005: 246). En efecto, “Lo que distingue y separa a la ciudad del campo no es, por ende, la revolución ni la reacción. Es, sobre todo, una diferencia de mentalidad y de espíritu que emanan de una diferencia de función” (Mariátegui, 2005: 247). Nuevamente la subjetividad no puede ser homogenizada ni esencializada en la política de los territorios sub-nacionales: indígenas y serranos, fundidos en alianza con los sectores urbanos y obreros, son parte íntegra del proceso de modernización que defiende el socialismo indoamericano: “la Sierra no se salvará sin Lima” (Alimonda, 1994:88), solía decir Mariátegui.

Conclusiones

En este artículo hemos podido observar, distinguir y analizar las fuentes teóricas, imaginarias y materiales sobre las cuales Mariátegui articuló y fundó su geografía. Sin embargo, aún queda una extensa bibliografía por explorar y analizar de acuerdo a los contenidos de la geografía de Mariátegui. Como hemos afirmado anteriormente, lejos de centrarse en la componente tradicional, su geografía es parte de un complejo proceso de reelaboración teórica en diálogo con otros campos de conocimientos. Es una geografía que se inserta dentro de un proyecto político socialista y una matriz alternativa de modernidad que se combina y reacciona ante los proyectos positivistas y nacionalistas de la época. La geografía de la época de Mariátegui se caracterizaba por una pretensión científica empírica que desestimaba un marco teórico sistemático, estando fuertemente relacionada al proceso de nacionalización y modernización capitalista del Perú. En otras palabras, los geógrafos solían legitimarse por el uso de técnicas y categorías provenientes de las ciencias naturales, alejadas y escindidas de las relaciones sociales, que ayudaban al proceso de explotación de recursos naturales y definición territorial de provincias y regiones. Mariátegui, en cambio, aun cuando no se cuestionaba el campo de la geografía, sí incorporaba implícitamente nuevas preguntas y perspectivas a la disciplina. Esta nueva orientación de la geografía básicamente se anidaba en su búsqueda hermenéutica de historizar el flujo de relaciones sociales y reincorporar el problema de la subjetividad al campo de la política y el espacio. Una interpretación innovadora en este sentido, a nuestro modo de ver, es que Mariátegui tendría una particular cercanía con el intuitivismo bergsoniano que criticaba los enfoques enciclopédicos a principios de la década del veinte. Por otro lado, la operación analítica y geográfica producida por Mariátegui, está fuertemente influenciada por su estrategia revolucionaria socialista y una conciencia antiimperialista. Este último campo significa una segunda fuente de ideas importantes para su geografía, pues, la construcción de una nueva identidad política implicaba abrir un camino revolucionario que rechazaba cualquier forma de eurocentrismo e imposición coercitiva, imaginando nuevas prácticas sociales y colectivas, alertas a los problemas interiores desde y para América Latina. Este ejercicio permite, por un lado, reconocer las diferencias al interior de los territorios nacionales frente a otros procesos socio-políticos capitalistas y, por otro, proyectar imaginariamente nuevos espacios y tiempos en clave socialista que denotan un sentido epistemológico diferente de la modernización en América Latina. “Desde la provincia –afirma Flores Galindo– es posible asumir los desafíos de la modernidad. Pocos como Mariátegui entendieron a cabalidad esta manera de encarar el mundo” (Flores Galindo, 2005: XXI-XXII). En definitiva, Mariátegui forma parte de un selecto grupo de latinoamericanos que planteó “la posibilidad de ser modernos en un sentido más innovador por medio del cual los principios básicos de la autonomía y la racionalidad podrían plasmarse en nuevas formas institucionales que estén en consonancia con la identidad propia” (Larraín, 2005: 25). Se trataba, en el fondo, de una obstinada voluntad por insertarse en la construcción nacional y las simultáneas contradicciones del capitalismo peruano y del continente. Una memoria histórica-disruptiva que, a su vez, tomaba atención de las diferencias geográficas y las posibilidades del futuro, operando como un activo sustrato de bifurcación de relaciones sociales que movilizaban órdenes geográficos. He aquí parte fundamental de la contemporaneidad y fuente de las posibles relaciones geográficas dentro de la obra de Mariátegui.

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En la advertencia de Siete ensayos de interpretaciones de la realidad peruana, sostiene Mariátegui: “He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación para Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales” (Mariátegui, 2007: 6).

Con esta expresión nos referimos a los principales biógrafos y estudiosos de la obra de Mariátegui, partiendo desde los fundadores (Aníbal Quijano, Antonio Melis, Armando Bazán, Robert Paris, Osvaldo Fernandez, Cesar Germaná, Javier Mariátegui, José Aricó y Alberto Flores Galindo) hasta los estudios más contemporáneos (Michael Löwy, Fernanda Beigel, Julio Portocarrero, Luis Alberto Chang-Rodríguez).

Uno de los países que mejor expresa la proliferación de institucionalidades geográficas destinadas a estudiar la cuestión colonial es Francia: en 1885 se funda la Societé de Geographie Commericiale y la Cátedra de Geografía Colonial dependiente de la Universidad de París (Capel, 1981).

La consolidación como práctica científica autónoma en el campo universitario será más relevante durante la década del cuarenta, una década después de la muerte de Mariátegui. En 1948 se fundó el Instituto de Geografía (1948) al interior de la Universidad Mayor de San Marcos.

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José Carlos Mariátegui, “Defensa del Marxismo” (obra póstuma), en Mariátegui Total (Minerva, 1994).

Autor de Le Pérou Contemporain (1907), libro que Mariátegui consultará una y otra vez para polemizar en Siete ensayos (1928). En una carta desde París, fechada el 13 de julio de 1929, García Calderón agradece el envío de Siete ensayos a Mariátegui. Si bien estima y valora la obra, difiere sobre el marxismo.

José Carlos Mariátegui, “En el día de la raza”, publicado en Variedades, octubre de 1928.

La modernidad de Mariátegui se insertaba en una crítica vanguardista que interpelaba a la generación de la Independencia, pero sobre todo, articulaba nuevas coordenadas políticas y culturales que rompían con el eurocentrismo: “Sarmiento que es todavía uno de los creadores de la argentinidad, fue en su época un europeizante. No encontró mejor modo de ser argentino” (Mariátegui, 2007: 6).

José Carlos Mariátegui, “Heterodoxia de la tradición”, publicado en Mundial, noviembre de 1927.

José Carlos Mariátegui, “La imaginación y el progreso”, publicado en Mundial, octubre de 1924.

“Vitalismo, activismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas, en lo que podrían aportar a la Revolución, han quedado al margen del movimiento intelectual marxista” (Mariátegui, 2005: 449).

Desde el exilio en México, en 1928, Haya de la Torre anuncia el paso del APRA a partido. Este hecho provoca el quiebre definitivo entre ambos autores.

José Carlos Mariátegui, “La urbe y el campo”, publicado en Mundial, octubre de 1924.

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