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Vol. 2013. Núm. 80.
Páginas 71-85 (abril 2013)
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Paisaje e identidad en El Arbolito, Pachuca, Hidalgo. Jóvenes y adultos en apego a un barrio ex minero
Landscape and identity in El Abrolito, Pachuca, Hidalgo. How young and old express attachment to a former mining district
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José Antonio Ramírez Hernández*, Federico Fernández Christlieb**
* Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de México, Circuito Escolar, Ciudad Universitaria, Coyoacán, 04510, México, D.F.
** Escuela de Extensión en Canadá, Universidad Nacional Autónoma de México, 55, Promenade du Portage, Gatineau, Quebec, J8X 2J9, Canadá.
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Cuadro 1. División de grupos
Resumen

La población del barrio de El Arbolito colaboró con la riqueza argentífera de la ciudad de Pachuca desde finales del siglo xix y hasta la década de los años setenta; sin embargo, su vocación minera ha ido cambiando junto al resto de la ciudad y las actividades de la gente se han orientado hacia el sector terciario. Este artículo da cuenta de los cambios materiales que se han verificado en el paisaje del barrio y de los significados que tienen para dos grupos de edad en los que se ha dividido a sus habitantes: por un lado a los jóvenes y por otro a los adultos. En este estudio se muestra que la población tiene apego o desapego al barrio dependiendo, entre otros, de la experiencia que le ha tocado vivir por el rango de edad al que pertenece. También con esos elementos materiales y con los significados que representan, los habitantes de El Arbolito construyen su identidad cultural.

Palabras clave:
Pachuca
geografía cultural
paisaje
territorio
identidad cultural
Abstract

The population of the barrio of El Arbolito wor- indifference towards the barrio depending on their personal ked predominantly in the silver mines on which the city of experience of living there and the age range they belong Pachuca built its wealth from the late 19th century until the to. The population of El Arbolito also uses these material 1970s. However, since the mines have declined throughout elements and the meanings they represent to construct their the city, most local people now work in service industries. cultural identity. This article describes the material changes that can be observed in the landscape of the barrio and the meanings that these changes have for two age groups in the population. Our study shows that the population express attachment or indifference towards the barrio depending on their personal experience of living there and the age range they belong to. The population of El Arbolito also uses these material elements and the meanings they represent to construct their cultural identity.

Keys words:
Pachuca
cultural geography
landscape
territory
identity
Texto completo
Introducción

La herencia minera en El Arbolito dejó una estela de significaciones en su entorno construido; sin embargo, hoy en día la minería se ha alejado del barrio y por consiguiente se han modificado los significados generados con respecto a la materialidad de este asentamiento urbano. Este artículo tiene como objetivo estudiar las expresiones materiales de dos grupos de población de este barrio ubicado al norte de la capital del estado de Hidalgo. El primer grupo está constituido por “jóvenes” (de 16 a 24 años de edad), y el segundo por la conjunción de “adultos” más “adultos mayores” (de 25 a 59 años los “adultos” y de más de 60 años los “adultos mayores”). Estos rangos de edad son frecuentes en la información estadística nacional generada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi). Al primero se le llamará en lo sucesivo simplemente “jóvenes” y al segundo “adultos”. A través de su apego o escaso apego a su territorio, ambos grupos han forjado una identidad en torno a un espacio construido al que se denominará, como lo hace la geografía cultural: “paisaje” (Cosgrove, 1984, 2002; Duncan, 1990; Jackson, 2008; Relph, 1987; Tuan, 1974). La impronta de la cultura sobre el medio produce un paisaje que se construye cotidiana y pausadamente hasta formar parte de la historia de un lugar. El paisaje también es un objeto geográfico que puede ser percibido de manera diferente por personas externas al barrio. La pregunta que rige este artículo es la siguiente: ¿Cuáles son las expresiones materiales de jóvenes y adultos que representan su apego o rechazo al barrio? Desde la óptica cultural, se pudo haber escogido otras variables como el género o el ingreso económico para entender la manera en que los distintos componentes de la sociedad de El Arbolito perciben su espacio (López, 2010, Shurmer-Smith, 2002). Sin embargo, se prefirió la variable de la edad puesto que la gran diferencia que se detecta en el barrio está asociada con las etapas constructivas. A cada etapa constructiva pertenece una generación. De esta suerte, en el texto se ligará la historia urbana del barrio con las generaciones que lo construyeron. La respuesta no es unívoca y por ahora solo interesa señalar las diferencias que proceden de estos dos diferentes grupos de edad.1

En este manuscrito se seguirán dos ideas convergentes que son precisamente: identidad y paisaje. El geógrafo James Duncan (1990) reconoce que el paisaje tiene diferentes acepciones: puede ser un conjunto de objetos físicos con rasgos de modificación antrópica o sin ellos. Puede ser “un texto” que tenga múltiples lecturas. Puede también ser una serie de actos representados en un espacio por una población, o puede ser un sistema de significados que enuncie uno o varios espacios. En este artículo los significados también forman parte del paisaje que nos interesa junto a los objetos materiales que los evocan.

Paul Claval (1999) identifica cinco condiciones a partir de las cuales una colectividad genera su paisaje, éstas son: a) reconocer el espacio en el que se desenvuelve, b) tener la capacidad de orientarse, c) marcar física o simbólicamente el espacio, d) nombrar parte de ese espacio que generalmente es cartografiado por un lenguaje utilizado en un tiempo y espacio específico, y finalmente e) institucionalizar, esto es, fortalecer los lazos creados en colectividad a través de instituciones que den forma a entidades como el estado, la comunidad, el grupo socio-cultural. En otras palabras, el paisaje es un espacio construido socioculturalmente y por tanto percibido de maneras distintas según se ubique el observador.

Yi Fu-Tuan (1977) planteó que la comprensión del espacio tiene como origen la experiencia. Para Tuan el lugar es ese espacio íntimo en el cual las emociones, los afectos y las sensaciones determinan la imagen que se tiene de él. Para este trabajo es relevante la idea de Tuan acerca de la manera en que los habitantes de un paisaje resuelven su apego al territorio o lo conciben de una manera en que poco a poco se va perdiendo. Esto es precisamente lo que ocurre en El Arbolito y es importante señalar quiénes son los actores de una u otra percepción.

Así, en este artículo se retoma teóricamente a Duncan (1990), reconociendo un paisaje compuesto de significados que forjan la identidad de un espacio, a Claval (1999) teniendo en cuenta la capacidad de apropiación y recreación que tiene una colectividad frente a su espacio y a Yi Fu-Tuan (1974, 1977) identificando las formas de apego territorial que se tienen por parte de los habitantes. Algunos de los referentes metodológicos que se han empleado también fueron obtenidos del trabajo más conocido de Denis Cosgrove: Social formation and symbolic landscape en el que se aborda el tema del paisaje posindustrial (Cosgrove, 1984).

El tema de estudio es importante por dos aspectos: el primero porque contribuye al estudio del paisaje urbano de la ciudad de Pachuca desde un enfoque cultural, lo cual no ha sido explorado de manera sistemática. El segundo, porque el estudio de las identidades colectivas desde la geografía en México es escaso y, por tanto, este trabajo contribuiría al desarrollo y mejoramiento de una metodología para la geografía cultural realizada en el país. Hay, en efecto, estudios sobre el tema que provienen de la antropología o la sociología y que en un futuro habrán de ser considerados (Bartolomé, 2006; Florescano, 1997; Giménez, 2000). Los estudios sobre identidad en geografía se han encaminado principalmente a la nacionalidad (Lowenthal, 1994; Roca y Agnew, 2011), aunque también existen estudios recientes sobre raza, género, colonialismo (Keith y Pile, 1993). Los hay también sobre la identidad a escala de barrio o de lugar (Augé, 2006; Blunt, 2003). En México, otras disciplinas que realizan estudios sociales han trabajado arduamente sobre identidades colectivas (Alcalá y Gómez, 2008; Curcó y Ezcurdia, 2009; Salcedo et al, 2008; Tamayo y Wildre, 2005).

Para el desarrollo de este artículo la información se obtuvo de forma cualitativa y cuantitativa. Se visitó el Archivo Histórico del Registro Civil Familiar de la ciudad de Pachuca (ahrfph) y la mapoteca Orozco y Berra para determinar el origen y la construcción del barrio que se remonta al siglo xix. Para el estudio de la identidad se logró adentrarse a la zona en estudio por medio de “observación participante” (Robinson, 1998), ésta se llevó a cabo durante el trabajo de campo desarrollado de enero a junio y de agosto a diciembre del 2011. Esto trajo la posibilidad de identificar aspectos que no son públicos de otra manera. Sobre el terreno se realizó una serie de entrevistas a personas que llevan más de diez años en el barrio, con una edad mayor a los 16 años, quienes mostraron ideas claras con respecto al apego a su barrio. Se contó con dos informantes clave, los cuales permitieron tener una visión general del barrio, específicamente de sus habitantes. Por otra parte, se realizó una encuesta a cien personas ajenas al barrio: 42% de los entrevistados fueron mujeres y el resto hombres. Esta encuesta también permitió reconocer la manera en que la gente de otras áreas de la ciudad percibe a la de El Arbolito. Las preguntas estuvieron relacionadas con representaciones a priori que se tienen del barrio.

Este artículo se divide en tres incisos: a) se comienza con aspectos generales de El Arbolito; b) se presenta la visión de los adultos con respecto a su barrio, identificando el apego por él; y c) se muestra la visión de los jóvenes y la impronta que han dejado en este paisaje urbano.

El arbolito: elementos de paisaje y método de aproximación

La ciudad de Pachuca está situada en el valle de Tlahuelilpan a 90 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México. La zona cuenta con un pasado de actividad minera que determinó en gran parte la traza urbana de esta aglomeración que se convirtió en la capital del estado de Hidalgo. En ella se asentaron poco a poco y de manera espontánea trabajadores de la minería en busca de empleo. Las áreas destinadas a los mineros fueron llamados barrios altos, debido a la posición que ocuparon en el relieve del valle. Estos asentamientos de población se construyeron en las pendientes de los cerros que forman la zona norte de la ciudad. El Arbolito es uno de esos barrios (Figura 1).

Figura 1.

Ubicación del barrio El Arbolito (creación: José Antonio Ramírez y Federico Fernández Christlieb, diseñó: Verónica Lerma.

(0.35MB).

Con una población que crecía o se reducía de acuerdo con las necesidades de la extracción mineral, los asentamientos irregulares cercanos a los tiros de las minas a finales del siglo xix fueron la constante. En esos asentamientos se contrataba directamente la mano de obra. El Arbolito, como los demás barrios altos, se formó con familias que venían de diversos asentamientos mineros del país, de poblaciones cercanas o lejanas a Pachuca (ahrfph, Act. nac: 1869, 1870, 1872, 1873, 1874,1875,1876,1877,1878,1879,1880,1881, 1881, 1882, 1888).

Los barrios formados alrededor del centro urbano y en las cercanías de los tiros de las minas se identificaron con un nombre propio. Algunos se adjudicaron el nombre de un santo católico, otros el nombre de la mina misma, otros el del propietario original de los predios, otros más se bautizaron según las características vegetales o de fauna de la zona, y unos lo hicieron según el carácter físico del propio valle de Tlahuelilpan. Para 1870 existían los barrios de Santiago, San Juan de Dios, De la Veracruz, De lo de Oviedo, Pueblo Minero, Jerusalén y la Granada (ahrfph, act. nac. 1870:f.9, act. 17; 1873:f.8, act. 19; 1873:f.l5, act.35; 1879: f6 y 7, act.9; f12, act. 18). Con precisión se sabe que para la siguiente década estaban establecidos los barrios de la Cuesta China, Santa Apolonia y la Españita (ahrfph, act. nac. 1882, f.5, act. 12; f.12, act. 31; f.37, act.74). Para esta última fecha ya se tienen personas que se registraban como vecinos de algunos tiros de minas, como es el caso de la mina de San Pedro (ahrfph, act. nac. 1880: £18, act. 54 y 55).

De los barrios mencionados, tan solo Santiago, la Granada y la Españita conservan su nombre en la actualidad, el resto se han modificado. En el Plano de la Ciudad de Pachuca, 1864 (Almaraz et al., 1864) los terrenos que ahora corresponden a El Arbolito estaban ya habitados aunque en dicho mapa no aparece un topónimo que los agrupe (Figura 2). Incluso para 1870 se tiene información sobre la existencia de la calle Galeana, que actualmente es una de las principales vialidades del barrio (ahrfph, 1870: p 7, act. 13) aunque no llevaba dicho nombre.

Figura 2.

Plano de Pachuca levantado por la Comisión Científica de Valle de México, 1864. Ramón Almaraz, José Almaraz, Ramón Serrano y Javier Yañez, esc. 1:5 000, tamaño 68×54cm. Mapoteca Orozco y Berra.

(0.24MB).

Para el siglo xx el barrio estaba constituido por una serie de casas edificadas a lo largo de las calles que actualmente se llaman Galeana, Reforma, Observatorio y Humboldt (García, 1924). Son las principales calles que los mineros utilizaron para ascender y descender rumbo a las minas del Bordo, El Cristo, Loreto, El Porvenir y San Juan. Al barrio lo atraviesan en el subsuelo filones de plata que llevan por nombre la Vizcaína, el Encino y el Xacal (Soto, 1984:306), mismos que habían sido explotados ya desde tiempos coloniales.

La primera etapa de construcción del barrio se caracteriza por la utilización de material que desechaban empresas mineras, como son restos de láminas y costales (Lorenzo, 1995). Con el paso del tiempo, el adobe y el ladrillo fueron empleados para la construcción de casas y algunos edificios se levantaron con cantera. El barrio estuvo habitado por personas inmigrantes de varios estados del país: Puebla, Michoacán, Querétaro, Veracruz, Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí (ahrfph: 1869,1870,1872,1873,1874,1875,1876,1877, 1888,1879,1880,1881,1882,1888). La situación del barrio como receptor de migrantes cambió a mitad del siglo xx, justo cuando la minería comenzó a ser una actividad secundaria.

La segunda etapa constructiva se dio en la década de I960. La expansión territorial de Pachuca fue inminente. En las principales calles se colocó drenaje y asfalto (Cravioto, 2010). Antes de esta década el suelo era polvoso, pedregoso y los desperdicios orgánicos se arrojaban a la calle. Al oeste del barrio, tomando como eje la calle El Porvenir, el incremento en la población y de las construcciones fue inmediato. El Porvenir es la calle que comunica a El Arbolito con los barrios que colindan hacia el oeste: uno de ellos se nombra también El Porvenir, otro La Cruz y uno más La Bandera. De esta manera se establecieron los primeros límites identitarios en torno a las cuatro calles siguientes: Galeana, Reforma, Observatorio y Humboldt.

La tercera etapa constructiva se realizó en la década de los ochenta cuando se concluye el pavimentado de los callejones, colocándose en algunas partes escaleras por lo empinado que resultaban las vialidades. También se construyó la escuela secundaria, que para algunos habitantes fue un logro importante; el templo católico se edificó en la calle El Porvenir. Muchos de estos logros materiales reconocidos por la población tuvieron lugar durante el sexenio presidencial de Carlos Salinas, a través del programa de desarrollo social que se conoció como “Solidaridad”. También el crecimiento del barrio marca físicamente sus propios límites que serán los barrios: La Palma, La Granada, Julián Carrillo, San Juan, Nueva Estrella, Asta Bandera, La Cruz y El Porvenir.

Actualmente el barrio cuenta con 3 623 personas (inegi, 2010).2 El barrio ha disminuido su población que reportó el censo de 2000 como de 4 828 habitantes (csince, 2000). En el futuro se espera descienda aún más el número de vecinos por presiones del gobierno municipal. Éste argumenta que se trata de una zona de riesgo. En efecto, en 2005 el suelo de El Arbolito sufrió derrumbes que dieron paso a varios estudios geológicos, evidenciando zonas de alto, medio y bajo riesgo (gehpe, 2006). Más de una veintena de familias fueron reubicadas al sur de la ciudad.3

El barrio cuenta con una población mayoritariamente madura, esto es, una población de adultos (42.63%) y adultos mayores (11.78%). Juntos suman 54.41% del total de El Arbolito (Cuadro 1). El resto de la población está integrada por jóvenes (16.49%) e infantes (29-94%), (inegi, 2010). Los promedios son similares a los porcentajes a nivel nacional, en cuanto a la población de adultos y adultos mayores, éstos suman 51.19%, mientras la de los jóvenes 18.62 y los infantes 30.19, respectivamente (inegi, 2010).

Cuadro 1.

División de grupos

Población de México y de El Arbolito, Pachuca de Soto, Hidalgo
    MéxicoEl Arbolito, Pachuca
Grupos  Edad  Número de personas  Número de personas 
Infantes  0-15  33 913 202  30.19  1 085  29.46 
Jóvenes  16-24  20 918 383  18.62  594  16.13 
Adultos  25-59  47 449 574  42.24  1 570  42.63 
Adultos mayores  60-(+)  10 055 379  8.95  434  11.78 
Total de personas  112 336 538  100  3 683  100 
Fuente: inegi, 2010.

Utilizando los datos del inegi se decidió dividir a los grupos de siguiente manera: jóvenes de los 16 a los 24 años, y adultos que cuentan con 25 años o más. Esta división de grupos de población se fue amoldando a características generacionales de los arboliteños como son los gustos, las formas de apropiarse de su espacio y la manera de imaginarlo. Se decidió dejar de lado a los infantes porque es un grupo cuya identidad está en formación y poco puede ayudar a los propósitos de este artículo. La conformación de estos dos grupos se hizo con base en los criterios que habitualmente emplea inegi para dividir por edades a la población, en este caso fue de mayor utilidad manejar de manera conjunta a todos los jóvenes hasta los 24 años pues se ha marcado ahí un corte que diferencia a esta nueva generación con aquélla que construyó físicamente el barrio y sus equipamientos.

Los jóvenes son 594 personas que, como se indicó, representan un 16.49% del total de la población. Aunque el porcentaje de jóvenes es pequeño por su número, como se analizará, resulta significativa su presencia en el barrio. Los adultos son 2 004 personas que representan el 54.41%. Al igual que el grupo anterior, es significativa su presencia en El Arbolito (Cuadro 1). Estos son los dos grupos de edad que intervienen directamente en la definición de la identidad local tanto en sus aspectos materiales como en los significados que no son evidentes para un visitante ajeno.

La visión e impronta de los adultos

Los adultos de El Arbolito tienen una percepción sobre su barrio como un lugar insustituible en el que realizan parte de sus actividades cotidianas, a diferencia de los jóvenes como se expondrá más adelante. Algunos de los adultos que laboran fuera del vecindario permanecen menos tiempo en el barrio, de manera que sus actividades al interior de él se ven reducidas. Por lo general laboran en otras colonias de Pachuca y los hay que trabajan fuera de la ciudad.4 Sin embargo, los que permanecen, ya sea por su trabajo o por actividades recreativas, reconocen sus calles y callejones como puntos nodales.

… la casa de mi mamá. Salgo de mi casa y me voy toda la calle de Humboldt, está el tiro [boca de la mina] que tiene una malla, donde termina la malla ahí es la casa de mamá. También está una tienda, de doña Aurelia, desde que era pequeño compro con la doña… (Magdalena González, entrevistada: 16 de noviembre de 2011).

… en las cuadras, todas las cuadras anteriormente eran cantinas, que era la Palma, el Atorón, los Pirineos, la Violeta, y por cuadra nos identificábamos los de los pirineos, los de las palmera, de la montaña, la veta aquí arriba… (Gregorio Hernández, entrevistado: 3 de marzo, 2011).

Los adultos consideran a los espacios públicos (calles y callejones) en El Arbolito como lugares de encuentro y de distracción, ya sea porque son parte de los recorridos y traslados que realizan diariamente o por las conversaciones que mantienen con otros vecinos en alguna esquina. Existe un centro de reunión para adultos en el barrio: la Casa de la Cultura. En palabras de un arboliteño:

… la casa de la cultura, al menos una vez a la semana vengo aquí, después pues [sic] todo lo que está en el Porvenir, Reforma, son mis lugares habituales, son los lugares que más visito… (Alfredo Pérez Pagóla, entrevistado: 13 de abril, 2011).

Es un edificio multifuncional donde se imparten principalmente talleres de manualidades; cuenta con un comedor para niños y niñas y también funge como una clínica de la Secretaría de Salud, conocido desde el sexenio de Vicente Fox como Seguro Popular.

Sucede lo mismo con la escuela secundaria general número 6. Algunos arboliteños han identificado este edificio como parte integrar de su barrio, que al igual que otras construcciones que asocian como suyas por el esfuerzo realizado en su edificación, gustan hablar de él como un triunfo obtenido por los arboliteños.

… nos organizamos para la secundaria; no, no la querían hacer porque todo eso era de la primaria, y el maestro, el director de la primaria no quería dar ningún espacio para la secundaria, entonces, empezamos hablar con el gobernador [del Estado], no solo yo, mucha gente, empezamos a movernos hasta que logramos que el director prestará la mitad de la escuela, tenían mucho patio, pues se imagina sí la secundaria no estuviera aquí, sería otra cosa y está en el Arbolito” (María Eugenia Callado, entrevistada: 24 de noviembre, 2011).

Nuestros informantes de este grupo de población se han arraigado en el barrio por el afecto que se le tiene. Es lo que Yi Fu-Tuan llama “topofilia” (Tuan, 1974). Incluso este afecto ha sido estudiado en zonas periféricas en condiciones precarias (Lindon, 2005). Resulta curioso constatar que al interior del barrio existen unos adultos que se reclaman como poseedores de una especie de derecho de antigüedad. Por ejemplo, las familias que habitan las calles de Galeana y Reforma asumen el papel de fundadoras del barrio, autoacreditándose como “originarios” y suelen presentarse como diferentes de las personas que llegaron hace apenas tres o cuatro décadas a poblarlo. Así se tiene que apellidos como los Lazcano, los Hidalgo, los Pichardo, los Nava, por mencionar algunos, se conciben como estas familias “originarias”. Esta necesidad de identificación y de pertenencia al sitio ha sido estudiada en otros casos, como se ha señalado anteriormente, por Paul Claval (1999).

Esta diferencia es de peso, pues las familias “oriundas” no consideran como parte de los suyos a los “recientes” habitantes del barrio, lo cual afecta probablemente la relación que hay al interior del vecindario. El hecho de que haya estos habitantes “recientes”, provee a los “originarios” de la perfecta excusa para justificar los cambios negativos que hay en El Arbolito. La violencia desatada en el barrio por la presencia de una banda delictiva en años anteriores, generalmente se asoció a los jóvenes que no habían crecido ahí y a la segunda generación de hijos de migrantes provenientes de zonas serranas del estado de Hidalgo.

So contó con testimonios de personas que tienen menos de diez años viviendo en el barrio. Existe el interesante caso de una comunidad otomí que ha conformado un grupo compacto de gente en los barrios altos de Pachuca, pero particularmente en El Arbolito. Uno de ellos nos dice: “Me siento bien viviendo en el barrio, no lo cambiaría por otro lugar … mi familia vive aquí cerca, es importante que viva cerca”. Pese a haber encontrado satisfactores básicos en El Arbolito, miembros de este grupo no desecharían la oportunidad de llegar a nuevos y lejanos horizontes: “Si, si me gustaría irme a otra parte … donde ganemos mejor…pues, por ejemplo, el DF o Estados Unidos” (Máxima Bartolo, entrevistada: 9 de marzo de 2012).

La mayoría de la gente adulta habla del apego a El Arbolito con fundamento en su propia experiencia, esto es porque muchos de ellos han vivido siempre en el lugar, porque ahí tienen sus raíces, porque “les gusta” su vecindario, porque “les brinda seguridad”, por la “herencia patrimonial” que representa su casa, e incluso el “aprecio que tienen por la gente” que fundó el barrio.5 La gente que tiene menos tiempo en el barrio, tiene concepciones diferenciadas sobre lo significativo del barrio de El Arbolito.

Estas ideas producto de percepciones, experiencias y valoraciones que la gente del barrio ha tejido en su paisaje están vinculadas con expresiones materiales, con transformaciones en el espacio. Los objetos materiales creados a partir de estas expresiones están ampliamente diseminados a lo largo de las etapas de construcción del barrio. De la primera etapa constructiva (1864-1959) aún se puede apreciar un malacate en los límites del barrio; como parte de la mina El Porvenir sobresale esta torre de metal. Las fachadas de viejas pulquerías forman parte también de la identidad de barrio. Las pulquerías fueron centros de reunión para los mineros principalmente: son producto de la transformación material que los adultos refieren en sus narraciones del viejo barrio de El Arbolito. Los nombres de algunas pulquerías eran parte de este paisaje: el “Gran Golpe”, “El Tlachiquero”, “La Salida”, “Los Pajaritos”, “La Sangre Minera”, “La Violeta”, “Un día en Pachuca”, “El Día Feliz” (Soto, 1984).

En la década de 1950, al finalizar la primera etapa constructiva del barrio, fueron desapareciendo los hidrantes instalados en El Arbolito. Éstos eran llaves de agua potable donde la gente acudía para abastecerse. Se conocían como “gallitos”; el agua era conducida desde un paraje llamado la Estanzuela. Distribuidos a lo largo del barrio consistían en una tubería galvanizada y unas llaves de bronce y algunos de ellos tenían su nombre propio: los más conocidos eran “el infierno” y el de “la quemada”. La gente recuerda a los gallitos como parte de su vida diaria. Años después, el agua llegaría hasta las vecindades y casa particulares, desapareciendo la figura de una toma de agua comunitaria. El significado de esta modificación material, si se evoca lo que dice James Duncan (1990), representaría la sustitución de una vida intensa en espacios públicos por una vida más orientada hacia los espacios domésticos.

En la segunda etapa constructiva del barrio (1960-1979) es en la que se introducen mejoras como el drenaje y asfalto que se colocaron a partir de la década de los sesenta. Esto se logró por la negociación que hubo entre el gobierno municipal y los habitantes. Tales arreglos al interior del barrio trajeron un cambio en la imagen del asentamiento, pero sobre todo conllevaron formas de organización entre los vecinos que dieron la imagen al exterior de ser un barrio unido.

Con la construcción del templo católico comienza una etapa distinta en el barrio. Construido en honor a la Virgen de la Candelaria, los donativos más importantes para la construcción de este edificio fueron otorgados por las familias Pérez y Lazcano. En ese momento el párroco de la iglesia era una persona de apellido Barragán. El crecimiento territorial es inminente en la ciudad. En las calles principales se colocó drenaje y asfalto (Cravioto, 2010). Antes de esta década el suelo era polvoroso, rugoso y los desperdicios se arrojaban a la calle. El tránsito diario de las personas por los callejones antes de la fecha señalada generalmente era complicado, por ejemplo, en época de lluvia las pendientes del barrio hacían fluir el agua precipitada por los callejones convirtiéndolos en suelos resbaladizos, formándose charcos o lodazales.

En la década de los ochenta tuvo lugar la tercera etapa constructiva (1980-2012) en la que se dieron cambios importantes en el paisaje. El arreglo de sus vialidades quedó registrado en el único periódico de la ciudad en aquel tiempo: el Sol de Hidalgo. Los arreglos mencionados se dieron con el esfuerzo y las propias manos de los vecinos que fueron incentivados con recursos materiales otorgados por los tres niveles de gobierno. Así fue como se construyeron escaleras, guarniciones, banquetas y concreto. En los términos de un testigo: “vimos cómo cambió el barrio de polvoso a cemento” (Felipe Martínez, entrevistado: 17 de marzo de 2011).

Durante esa misma década los vecinos pintaron las fachadas de todas las casas y realizaron arreglos en el mobiliario urbano. Se techó el umbral de las puertas de las casas y se colocaron faroles en el barrio. Incluso la construcción del templo católico se aceleró en esta década con donaciones que hicieron los vecinos del barrio. Estas huellas que quedan en el paisaje fueron parte de las modificaciones realizadas a su espacio por medio del esfuerzo y organización barrial, que con el paso del tiempo se adhieren como elementos identitarios que marcan el apego a su entorno.

Lo anterior es un buen ejemplo de cómo una sociedad construye un espacio y a la vez se construye a sí misma como grupo identitario. Es así como nace el apego, al hacerse del espacio de una manera material y simbólica en la cotidianidad. Sucede con espacios urbanos donde el espacio de vida y el espacio vivido en torno a condiciones socioeconómicas precarias se ha generado a la par de las condiciones urbanas que se analizan por medio de discursos (Lindón, 2005). Otro caso de apego ha sido muy bien trabajado por el arqueólogo Lorenzo Ochoa, quien a partir del estudio de algunos platillos de la cocina huasteca, propone el establecimiento de una microrregión (Ochoa, 2010). Aquí no se persigue el fin de regionalizar, sin embargo, los vehículos identitarios que promueven el apego tienen que ver mucho con esta construcción simultánea de grupo y de barrio con todas las implicaciones, en particular con las que van moldeando los rasgos distintivos de un pueblo, como lo es la cocina, la música o la afición por un equipo de fútbol; fenómenos que en etapas posteriores de esta investigación podrían ser consideradas.

En el imaginario de los adultos, el barrio está asociado a narraciones sobre la minería que se desarrolló durante décadas; son temas recurrentes de conversación: se habla de las formas en que se organizaban los mineros, de la tecnología que se empleaba y de sus consecuencias en la vida diaria. Los adultos cuentan con esas experiencias que rememoran a veces con agrado y a veces con pesar, porque les dio de comer pero también fue un trabajo muy pesado. Para nuestros informantes adultos que fueron mineros, en sus narraciones el telón de fondo siempre es un ambiente que revela un imaginario ligado a la minería.

Sin embargo, como se verá más adelante, otros informantes nos dirán que el barrio no puede ser un asentamiento minero porque las minas solo están parcialmente en funcionamiento. En la actualidad en la ciudad de Pachuca no existe la explotación minera como hace un siglo; tan solo se lleva a cabo extracción de mineral en perforaciones ya realizadas y los trabajadores empleados en las minas no rebasan una centena. Pachuca dejó de ser una ciudad minera por el cambio de su vocación minera que tuvo lugar después de 1946, cuando la mayor empresa minera, Real del Monte, se vende al Estado Mexicano. Los datos así lo revelan. Se tiene que en 1882 existían 4 306 mineros, para 1988 se redujo a 1 300 trabajadores, en 1990 había 1 150, para el 2002 tan solo había 800 trabajadores y para el 2010 solo había cien mineros (Gutiérrez, 1992; Vargas, 1998; Pizarro, 2010). En la segunda década del siglo xx la economía de Pachuca comenzó a terciarizarse y actualmente forma parte de la región centro que funciona en torno a la Ciudad de México, con esto el barrio deja de depender de la actividad minera, coadyuvando en los cambios que se dieron en él en la década de 1980 hasta la actualidad como un barrio ex minero.

Para dilucidar este aspecto se incluyó en nuestras entrevistas una pregunta que pedía definir si el barrio era minero o no. Algunos adultos respondían con una negativa que uno de ellos sintetizó así:

yo creo que en este tiempo ya no tanto, en primera porque laminayano está funcionando … las minas ya cerraron, ya muchos se fueron de aquí … pero el barrio se quedó con eso, pero a mi criterio creo que ya no es tanto así (Armando Cabrera Martínez, entrevistado: 28 de diciembre de 2011);

un adulto después de dudar un poco respondió: “mmhhh, ya no se explota el mineral como antes, yo pienso que ya no es un barrio de minas” (Justino Cabrera: 28 de diciembre de 2011). La ausencia de esta actividad económica dio paso a una concepción del barrio también distinta.

Entre las diversas actividades que legó la minería está el fútbol (Calderón, 2000). Fue la comunidad inglesa ligada a la minería la que lo trajo de Inglaterra. En el barrio, se asocia con los trabajadores mineros en función de la recreación que les proveía y del espíritu de trabajo en equipo. Los mineros llegaron a jugarlo y a ser parte de equipos representativos de Pachuca. El trabajo en conjunto que se realizaba en las minas, era similar al que se demostraba en la cancha de fútbol, incluso en la vida diaria.

… uno lo conocía como minero y sabía qué tipo de trabajador era. Luego decían que fulano de tal se daba su paquete, —con perdón de usted— la gente decía pinche huevón allá abajo no puede con la pala, no puede con esto, es muy flojo no acaba la tarea… (Felipe Martínez, entrevistado: 14 de marzo, 2011).

Así que del interior de la mina se extendía no solo la imagen de un minero, sino su vocación para el trabajo con un objetivo en común. Actualmente, en el barrio se forman torneos de fútbol que tienen relación con esta herencia que llegó a México para quedarse. En un futuro será interesante explorar en qué medida El Arbolito es un barrio que cohesionó a sus aficionados en torno al primer equipo que existió en nuestro país: los Tuzos del Pachuca (Angelotti, 2004).

El barrio forjó una identidad que implicaba buena comunicación entre los arboliteños: organización y trabajo conjunto, adjetivos que han mencionado abundantemente nuestros informantes. Después de la primera temporada de trabajo de campo emergían algunas señas de identidad, algunas apegadas a su pasado minero otras a su presente. Así los adjetivos con los que se autodenominaban los arboliteños era como una comunidad “trabajadora”, “fiestera”, “brava”, “alburera”, “bravucona”, “inexacta en su hablar” y “solidaria”.

Sin embargo, existe una percepción diferente del resto de los habitantes de otros barrios y del resto de la ciudad que asocia a los arboliteños con gente poco grata, aunque también se les reconoce como personas organizadas. De las cien personas encuestadas sobre El Arbolito, un 22.36% tiene la creencia que la gente es “peligrosa”. Para un 19-66% la gente es “conflictiva”. Un 18.66% los supone gente “peleonera”. Para el 12.33% de los entrevistados, la gente del barrio es “bravucona”. Las palabras de doble sentido adquieren una noción principal de identidad en el barrio, y aunque el albur no sea de uso frecuente hoy en día, el 11% de la población encuestada cree que la gente lo usa de manera cotidiana. La identidad explicada en un sentido positivo aparece con porcentajes bajos: por ejemplo ser “trabajador” tan solo ocupa un 5-66%. Un 3-66 % cree que esa población siempre reniega por muchos aspectos de su cotidianidad y tan solo el 2.66% de los encuestados cree que la gente es “solidaria”.

La visión e impronta de los jóvenes

El paisaje en El Arbolito es usado y significado por los jóvenes de una manera física y subjetiva, dejando su huella en las paredes y en la percepción de los habitantes del barrio. El grupo de población joven experimenta de una manera distinta el paisaje, por lo que las trasformaciones en el barrio se expresan con ideas y objetos materiales diferentes a los del grupo adulto. Este grupo de arboliteños nació entre 1988 y 1996, esto es, al finalizar la última etapa constructiva del barrio.

En el barrio no existen espacios públicos suficientes diseñados para los jóvenes. Se cuentan con dos explanadas de concreto que funcionan como cancha de fútbol soccer y de basquetbol. La primera ubicada en Galeana es llamada el “Pópolo”. Está ubicada en una terraza que colinda con la hacienda minera de Loreto; sus medidas van de los 10 a los 20 m con los aditamentos adecuados para ser una cancha de basquetbol aunque principalmente se juega fútbol en ella. La segunda es muy pequeña, cuenta con 6 m de largo por 5 de ancho; ahí solo se puede jugar fútbol en lo que cabe y es utilizada principalmente por los niños. En ocasiones los jóvenes visitan la cancha en el barrio vecino El Porvenir, ubicada en una terraza, con dimensiones similares a la del Pópolo.

En la Cerrada de Observatorio se construyó un altar para rendir culto a la Santa Muerte. Esta manifestación de sacralidad atrae a personas de distintas edades pero sobresalen los jóvenes. Probablemente en el tiempo en que los hoy adultos trabajaban activamente en la mina, hubiera sido impensable tener un altar de esta índole. A manera de contrapeso, la iglesia católica del barrio trata de atraer precisamente a los jóvenes a su causa, con escasos resultados, pues la constancia juvenil en estas actividades no parece ser la de un fiel adulto mayor (Alfredo Pérez Pagola, entrevistado: 13 de abril de 2011; José Luis Moreno, entrevista: 20 de enero de 2012). En el barrio también existe la Iglesia de los Santos de Los Últimos Días, culto de orientación cristiana que cuenta con evangelizadores jóvenes que tratan de atraer a la población coetánea a sus actividades y a su doctrina. Para ello tienen con frecuencia a algunos misioneros de unos 25 años de edad apostados en la zona (Alejandro y Efraín, entrevistados: 21 de noviembre de 2011).

Durante el trabajo de campo se pudo detectar un sentimiento ambiguo que vive en la población joven: por un lado, tienen sin duda apego a la familia y a los amigos que conforman el barrio pero por otro hay un rechazo a las formas habituales de vida. Hay desazón y expectativas laborales muy reducidas.

Las personas entrevistadas aceptan sin titubeos que han crecido en El Arbolito y reconocen la importancia de contar con las amistades que hacen y aprecian sus recorridos por el barrio; ello les trae recuerdos de sus épocas de juego, de asistencia a la escuela o de visitar a la familia, lo que nos habla de su afecto al barrio.6

Por otra parte, hay una distancia con el pasado mismo del barrio y por tanto con la generación adulta. Para esta parte del grupo de población está presente la dificultad para convivir con los adultos: “No les gusta que se metan en sus cosas, son personas que luchan, y también que se pierden; pues aquí era un lugar de perdición” (Iván Espinosa, entrevistado: 30 de abril de 2011). La opinión se extiende al contexto de sus calles y casas. “No me gusta el barrio, son casas viejas con asfalto muy viejo […] me gustaría que fuera más pintoresco, sin rayones en las paredes” (Floricelda Ramírez, entrevistada: 29 de marzo de 2011). Para estos jóvenes, en ocasiones el barrio se les presenta como maltratado y peligroso, no solo por aspectos sociales sino naturales. Como se dijo, el barrio está asentado en una ladera, por lo que cuando caen aguaceros, las calles y callejones se inundan durante los instantes que baja el agua con fuerza arrastrando objetos y poniendo en peligro a la gente vulnerable (Rogelio Olivier, entrevistado: 28 de mayo de 2011).

El grafities una forma juvenil de marcar el espacio, de apropiarse de él en los términos que expone Claval (1999). Es una manifestación de ocupación espacial y de marcado de territorio. Estas pinturas que se colocan en las bardas de las casas en general se pintan con aerosol (Figura 3). A menudo son ejecuciones sencillas: nombres de pila estilizados, iniciales de alguien o de algo. Otras veces son producto de una habilidad mayor y de una expresividad con más contenido cuyos significados por ahora no se ha podido descifrar. Una de las maneras en la que estos grafitis son percibidos por el grupo adulto, queda sintetizada en la conversación que se tuvo con uno de nuestros informantes: para él, esta manera de “apropiarse del barrio” inspira desconfianza. Hay “gente peligrosa porque se quieren hacer respetar: imponerse”. Y agrega: “Son personas que desagradan pero no significa que es un barrio totalmente peligroso” (Rogelio Olivier, entrevistado: 28 de mayo de 2011). Esto último es revelador de la ambigüedad que priva. Otros entrevistados jóvenes muestran el mismo sentir al hablar de su propio grupo de edad: “Algunos son buena onda, algunos son ayudadores. Algunos son trabajadores igual” (Edgar Rivera Monroy, entrevistado: 28 de mayo de 2011). Violencia y solidaridad parecen ser parte de la experiencia vivida que define los extremos de su identidad.

Figura 3.

El Arbolito, calle con grafitis (foto de José Antonio Ramírez, enero 2011).

(0.12MB).
Conclusiones

Al perder su identidad minera, El Arbolito se convirtió en un barrio como cualquier otro, en uno de los innumerables parches urbanos de los países de América Latina marcados por la marginación y la falta de oportunidades. Pareciera que el centro de gravedad de la identidad arboliteña está en el pasado: en los tiempos en donde la minería estaba en auge y en los que nacieron los abuelos que hoy nos hablan con nostalgia. Es la base sobre la cual se tejieron las relaciones familiares y sociales, donde se creó el lugar quizá en oposición a la ciudad de Pachuca, en donde vivían familias con una mejor posición socioeconómica. En este artículo se ha explorado la vigencia de ese centro de gravedad sin quedarnos en un recuento de geografía histórica. La historia ciertamente es un componente del análisis geográfico y lo es más cuando el enfoque es cultural. No obstante el contenido del trabajo que aquí se ha desarrollado y que forma parte de una investigación más amplia, es decididamente contemporáneo. Nos ha interesado la situación actual y las relaciones sociales al interior de una comunidad separada por aspiraciones distintas de acuerdo con la edad. Nos ha interesado porque el proceso que vive El Arbolito está enclavado en una tendencia global que incrementa las condiciones de marginalidad de las sociedades frágiles como las de este barrio.

En futuras investigaciones se tendrá que explorar si estamos ante una confrontación entre edades, ante una ruptura generacional, o si se trata de una época nueva en la que todo el barrio, sin distingos de edad, atraviesa por una crisis de desempleo, de falta de expectativas, de pesimismo. No es difícil pensar que se trata de ambas cosas y de que ninguna de las dos es privativa de El Arbolito. Los otros barrios altos tienen panoramas similares y Pachuca parece estar sumergida, como México entero, en un momento de incertidumbre que si bien los peores signos están en la escala global, sus consecuencias tangibles están a una escala de barrio. Aquí es donde se experimenta la vida con toda su fuerza.

Para terminar, basta con una reflexión sobre la riqueza minera de la región en la que se enclava Pachuca. Un panorama posible para ella sería el de caer en la trampa de la llamada “nueva minería”, aquella que con grandes capitales multinacionales y tecnología de punta está realizando excavaciones a cielo abierto de magnitudes nunca antes vistas y, por lo tanto, regresando a las zonas de minerales que habían sido prácticamente abandonadas pues ahora vuelve a ser redituable trabajar en ellas. Esto está ocurriendo en el norte de México, en San Luis Potosí, Zacatecas, Sonora y muchos otros estados. La nueva minería está interesada y pudiera fijarse de nuevo en las áreas de Pachuca y Real del Monte, con lo cual vendría, junto al espejismo de la generación de empleos, la amenaza de la destrucción ambiental. Será importante ver qué ocurre en los años que están por venir.

Referencias

La hipótesis inicial de esta investigación fue planteada con anterioridad en el 6º Coloquio geográfico sobre América Latina, Universidad de Entre Ríos, Argentina, febrero de 2012. Enunciada de manera sintética, dicha hipótesis propone que el grupo de jóvenes tiene menor apego a los objetos materiales del barrio y al paisaje en sí mientras que el grupo de adultos ha tejido una relación más estrecha con su entorno vital y que ello ha planteado un cierto conflicto entre grupos de acuerdo con la edad.

Tanto para la información del 2000 como para el 2010, se retomó información de un área geoestadística básica (ageb), la cual es la extensión territorial que corresponde a la subdivisión de las áreas geoestadísticas municipales. Dependiendo de sus características, se clasifican en dos tipos: ageb urbana o rural. Para esta investigación se retomaron dos ageb urbanas: 118-Ay 119-4 que comprenden parte de El Arbolito. Lamentablemente los ageb no cubren simplemente el territorio del barrio sino parte de otros. Para evitar algún error mayor se respetan ambas ageb como parte del barrio. Se decidió retomar las ageb por que la información que el inegi muestra por colonia (csince por colonia) es desproporcionada para el 2000 y para el 2010 aún no existe el producto por colonia.

Esta reubicación fue poco clara, pues se les pedía a los habitantes de El Arbolito que justificaran con escrituras que fueran legítimos dueños de las propiedades, en un asentamiento donde hay problemas con la escrituración de las casas. Esto trajo problemas para las familias que habitaban los predios. Otro inconveniente se presentó en el número de habitantes en los terrenos, pues no solo vivían familias nucleares; por el contrario, las familias extendidas son las predominante en los barrios altos. Sumado a lo anterior el gobierno municipal negoció el repartir algunos predios fuera de la ciudad entregando una cantidad limitada de recursos para la construcción de una casa: un terreno de 90 metros cuadrados y 28 000 pesos en materiales para construcción (Alburquerque, 2005). Por otra parte, se murmuraba que se quería desalojar a las personas para construir un funicular con fines turísticos y una vialidad para desahogar el atasco vehicular del centro de la ciudad.

Actualmente los flujos migratorios del barrio hacia otras ciudades tienden a serlo a Tula, Tulancingo, Ciudad Sahagún y Ciudad de México. Existen estudios que indican que este barrio particularmente tiene un flujo constante de población hacia Chicago (Pizarro, 2010). El barrio ha modificado su dinámica en cuanto a los flujos de inmigrantes de varios estados del país. Durante las últimas tres décadas se ha transformado en un expulsor de población.

Esta información sobre el apego al barrio la obtuvimos gracias a: Felipe Martínez, Fernando Arteaga, Armando Cabrera, Fidel Alamilla, Efrén Rivera, José Dolores Aguillón, María Eugenia Callado, Francisco Nava, Magdalena González, Agustín Monzalvo y Enrique Pichardo.

Nuestros informantes para esta parte de este artículo son: Edgar Rivera, Rogelio Oliver, Floricelda Ramírez, Iván Espinosa García y Rogelio Monzalvo.

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