En esta investigación se indagó sobre algunas de las representaciones sociales contemporáneas que los habitantes del poblado Santa Cruz Pueblo Nuevo del municipio Tenango del Valle, Estado de México, han construido en torno al desastre ocurrido en 1940 en su localidad, el cual sigue presente en la tradición oral de la población. La perspectiva teórica-metodológica de las representaciones sociales permitió entender el conocimiento que de él tienen los habitantes del lugar. Se identificaron adjudicaciones religiosas y naturales en la comprensión del desastre, así como una mirada prospectiva de sus condiciones físicas y sociales ante un fenómeno natural semejante al ocurrido.
In this research we investigate on some of the contemporary social representations that the inhabitants of the town Santa Cruz Pueblo Nuevo in the municipality Tenango del Valle, State of Mexico have been built around the disaster in 1940 in his town, which is still present in the oral tradition of the population. The methodological perspective of social representation allowed us to understand the knowledge of the inhabitants of the place. We identified natural and religious awards in the understanding of the disaster as well as a prospective look at their physical and social conditions to events similar to the one that occurred.
La identidad personal está atada a un espacio, a lugares. La experiencia geográfica empieza en los lugares, alcanza a los otros a través de espacios y crea paisajes o regiones para la existencia humana (Christpher Tilley, 1994).
La localidad de Santa Cruz Pueblo Nuevo del municipio Tenango del Valle, Estado de México, fue abatida por una inundación en 1940, la cual fue consecuencia del paso de una “cola de agua” (relatan habitantes del lugar) que desató fuertes vientos y dio lugar a una intensa y concentrada cantidad inusual de precipitación en la parte alta de la cuenca del río La Ciénaga, río arriba del poblado. La precipitación formó corrientes de lodo que descendieron por el cauce y que a su paso arrasaron con árboles, rocas y todo tipo de objetos que se encontraban en su trayectoria; el viento arrancó árboles y los techos de las casas. El pueblo quedó destruido y se hizo necesaria su reconstrucción, tanto material como simbólica.
El desastre sigue presente en la memoria colectiva de la población a pesar de los años transcurridos, pero ¿por qué y cómo eso ha sido posible?, ¿qué representa para los habitantes de Santa Cruz Pueblo Nuevo aquel desastre? Con el fin de indagar sobre lo anterior, se empleó la perspectiva teórica-metodológica de las representaciones sociales, la cual permite escudriñar sobre las ideas, imágenes u opiniones que se tienen en torno al evento, así como sus formas de construcción y transmisión.
Inicia el texto con una exposición sobre la perspectiva teórica-metodológica de las representaciones sociales; seguida de algunos datos del contexto físico-natural y social del poblado hoy en día y de 1940; posteriormente se exponen los hallazgos de la investigación, incluyendo una reflexión sobre el tipo de evento hidrometeorológico que pudo haber sido la “cola de agua”; para concluir con algunas reflexiones.
Las representaciones sociales para el estudio de los desastresEn este apartado se presentan algunas ideas acerca del enfoque teórico-metodológico de las representaciones sociales, útil en los estudios de riesgos y desastres. Las representaciones sociales como un enfoque para el análisis de la dimensión simbólica de los riesgos y desastres comienzan a tener eco en la postrimería del siglo xx. Su análisis cobra relevancia ante el hueco teórico que habían dejado las visiones de las Ciencias de la Tierra, así como la de las Ciencias Sociales (que adjudican la construcción de los desastres a los fenómenos naturales y a las condiciones de vulnerabilidad, respectivamente) sobre el porqué de las diferentes respuestas e incluso resistencias de las poblaciones ante la ocurrencia de un desastre, o bien, de las medidas de prevención. Maskrey (1997:24), como un ejemplo de dicha inquietud, escribió: Los encargados de los programas de prevención y manejo de desastres, están perfectamente conscientes de la falta de éxito de los mismos. Sin embargo, conceptualizan el problema erróneamente en términos de la falta de instrumentos de comunicación, gestión y capacitación para hacer llegar las propuestas de la ciencia y tecnología formales a la población. Creemos que el problema debe plantearse al revés: cómo hacer para que la ciencia y la tecnología para la prevención y manejo de los desastres pueda sustentarse sobre y articularse con los imaginarios reales de la población.
Uno de los corolarios que han dejado los estudios de percepción del riesgo y desastres es que las sociedades actúan y hacen un juicio de éstos respecto a sus condiciones geográficas, históricas, sociales, políticas y culturales (en la que prevalecen distintos tipos de conocimientos locales: míticos, religiosos, científicos). Solo algunas poblaciones tienen una percepción del riesgo vinculada a los fenómenos naturales, sin embargo, todas las sociedades tienen relacionada la idea de riesgo a eventos que socialmente son aceptados como tales. Es decir, las poblaciones definen sus propios parámetros de lo que es o no riesgoso (Douglas, 1996). Así entonces, la percepción del riesgo no hace sino referencia a un nivel de representación mental (individualcolectiva) de lo que llamamos riesgo o peligro. Es una <
Esta última noción se entrecomilló debido a que la realidad es sumamente polémica, vista desde las representaciones sociales u otras corrientes sociológicas o antropológicas, ésta es una construcción social.
Debido a que “las percepciones del riesgo se expresan a través de diversos canales, como las representaciones sociales” (Briones s/f:16) se decidió ahondar en estas últimas para ampliar la posibilidad de asociación de ideas, opiniones, imágenes, etc., de la población respecto al desastre ocurrido en 1940, sin predisposición en su vinculación o no con la idea de riesgo; así también se consideró lo que señala Lavell (1996) sobre su utilidad para identificar factores que impiden o propician procesos que van desde la autoprotección hasta la organización social a favor de innovaciones, cambios, etc., en materia de políticas de protección civil.
A continuación se hace una breve revisión de esta propuesta, la cual se ha edificado en un debate primordialmente entre la sociología, la psicología social y la antropología en torno a la construcción social del pensamiento o conocimiento de sentido común de los individuos.
Jean-Claude Abric (2001:11) advierte que se han desarrollado múltiples perspectivas sobre las representaciones sociales, en cuanto a su análisis, funciones, estructuras y sociogénesis, no obstante, se acepta que esta noción se refiere al conocimiento del sentido común, es decir, a “esa visión del mundo que los individuos o grupos llevan en sí y utilizan para actuar o tomar posición”.
El desarrollo de esta teoría puede ubicarse en la psicología francesa de Serge Moscovici, expuesta en su obra fundamental El psicoanálisis: su imagen y su público (1979 [1961]). Dicho autor construye su propuesta debatiendo con las nociones de representación colectiva e individual del sociólogo Émile Durkheim (2000 [1998]), quien las concebía en un terreno social y psicológico, respectivamente, haciendo con ello una escisión entre sociedad e individuo. Durkheim entendía la representación colectiva como una forma de conciencia socialmente construida, universal, estable y capaz de imponerse a los individuos, quienes quedaban entendidos como observadores pasivos de su realidad (Banch et al., 2007: 62-75).
Uno de los pilares de la teoría de Moscovici se fundamenta en superar esta perspectiva dicotómica entre sociedad e individuo, ya que reconoce en éste la capacidad de modificar las representaciones colectivas socialmente estructuradas, aceptando con ello su carácter histórico y dinámico. Banch et al. (2007:68) señalan que frente a la idea durkhemiana de la representación colectiva, Moscovici propone el uso de la noción de representaciones sociales para enfatizar la multiplicidad de éstas al interior de una sociedad o grupo, concibiendo a los individuos activos en su construcción.
El carácter social de las representaciones se debe a que los individuos no se encuentran aislados del mundo, por el contrario, forman parte de una sociedad, de clases, de grupos, los cuales a su vez tienen interacción, así como un carácter cultural e histórico. Jodelet (2000:23) señala al respecto que en lo que se refiere al enfoque de las representaciones sociales, éste toma en cuenta la incidencia que las relaciones sociales concretas en una colectividad dada pueden tener sobre la construcción del conocimiento, relacionando el contenido y el funcionamiento de este conocimiento no solo a interacciones sociales sino también a relaciones entre grupos distintos (clase social, color, etnia, etc.) y a relaciones de poder (político, religioso, de género, entre otras) que repiten propiamente las dimensiones culturales, y bien entendido, incluyen la historia.
Así entonces, una población tiene una actitud hacia los riesgos y desastres detonados por fenómenos naturales, debido a que éstos ya se encuentran representados de cierta manera en la mente y en la cultura. Cabe señalar que las medidas de gestión del riesgo persiguen el ideal de generar una representación de percepción del riesgo (a partir de un conocimiento principalmente elaborado por las Ciencias de la Tierra y la ingeniería) vinculada a la exposición de las vulnerabilidades de las poblaciones a ciertos fenómenos naturales. Esto puede ser posible ya que las representaciones sociales son instituciones que existen antes de su interiorización individual, aunque pueden construirse nuevas a partir de las anteriores o en disputa con ellas. Sin embargo, habría que preguntarnos si esta actitud de las instancias de intervención no está llevando consigo una desvaloración de la pluralidad de conocimientos, de otras racionalidades, o bien, de la pluriculturalidad de una sociedad como la mexicana.
Esta perspectiva teórica también ha permitido comprender la perpetuación de las representaciones sociales del desastre en cuestión por parte de la población debido a que cumplen las funciones que Abric (2001:15-17) identifica de las representaciones sociales: de saber, le sirven a cada individuo para entender y explicar su realidad; de orientación, guían el comportamiento y las prácticas sociales de los sujetos, al mismo tiempo sirven como un sistema de anticipaciones y expectativas previas a su interacción; de forjar identidad, construyen unidad al interior de los grupos; y de justificación de posturas y comportamientos.
En cuanto al método, Moscovici (1979 [1961]:27) señala que “las representaciones sociales son entidades casi tangibles, circulan, se cruzan y se cristalizan sin cesar en (...) una palabra, un gesto, un encuentro”, por lo que para su análisis privilegia el lenguaje verbal. De modo que para la obtención de información se partió del método cualitativo, utilizando entrevistas individuales y grupales semi estructuradas como principal herramienta, con un posicionamiento teórico constructivista. A través de éstas se buscó un acercamiento a las interpretaciones y valoraciones de la población, por ello se privilegió y reconoció su voz; buscamos lo que ésta refleja.
Las entrevistas permitieron captar el conocimiento y significado que comparten las personas sobre la realidad en estudio, que es definida como un producto histórico, es decir, validada y transformada por los mismos sujetos (Bonilla y Rodríguez, 2005:92). Las entrevistas individuales se hicieron a siete personas (dos mujeres: una de 75 y otra de 84 años; y a cinco hombres con edades de 13, 38, 42, 50 y 77 años), y las grupales a dos conjuntos (un grupo de tres hombres de aproximadamente 50 años y otro grupo de cuatro hombres de 60 años aproximadamente), entre abril y septiembre de 2012. La selección de personas para ser entrevistadas se hizo con base en el criterio de muestreo intensivo y de máxima variedad: el primero permite seleccionar personas con una experiencia determinada (en este caso testigos de la “cola de agua”), mientras que el segundo persigue la mayor heterogeneidad de la muestra con el fin de explorar los aspectos comunes de cada testimonio (Monje, 2011:41). Cabe mencionar que todos los informantes son originarios de la localidad y siempre han vivido ahí. Las entrevistas grupales tuvieron como finalidad recabar testimonios generados a partir de la discusión de temas de nuestro interés que se dio por la interacción de grupos de pobladores de la localidad; la sinergia de la interacción permitió obtener respuestas más profundas a los temas planteados. La cantidad de entrevistas estuvo en función de la obtención de suficiente información para la comparación de testimonios y su mutua corroboración; cuando se llegó al nivel de saturación, se dieron por concluidas. Más adelante se verá la información recabada en las entrevistas.
Breve descripción física-natural y socioeconómica de Santa Cruz Pueblo Nuevo. Ayer y hoyLa localidad de Santa Cruz Pueblo Nuevo se encuentra en el municipio de Tenango del Valle, Estado de México, aproximadamente a 7km de la cabecera municipal (Figura 1). Forma parte de la provincia del Eje Neovolcánico Transversal. Su altitud es de 2 880msnm, de ahí que su clima sea templado subhúmedo con lluvias en verano y precipitación anual de 900mm. El poblado se asienta en un abanico aluvial de un afluente de la cuenca alta del río Lerma, llamado La Ciénaga, que nace en las laderas altas del volcán Nevado de Toluca. Dicho abanico, formado por sedimentos transportados por el río, está rodeado por laderas montañosas de roca ígnea extrusiva y tobas (cetenal, 1976a).
La localidad cuenta con una vegetación de bosque mixto (pinos, oyameles y encinos); en extensiones importantes la vegetación ha dado paso a las actividades agrícolas y, en menor medida, a las ganaderas (cetenal, 1976b). Las características geomorfológicas y climáticas de la cuenca contribuyen a la ocurrencia de inundaciones (un estudio al respecto es el de Flores y Susano, 1995).
En el último censo del inegi (2010), en Santa Cruz Pueblo Nuevo se registraron 1 100 habitantes (50.74% son mujeres y 49.26% son hombres). Más del 75% de la Población Económicamente Activa (pea) se sigue dedicando a la ganadería y a la agricultura, ésta es tanto de riego como de temporal y se realiza predominantemente en el ejido que lleva el mismo nombre. Se cultiva maíz, chile y calabaza, para autoconsumo; mientras que algunos otros productos como jitomates y flores son comercializados en Toluca y el Distrito Federal. El 6.5% de la pea se dedica al sector secundario; y el 14.11%, al terciario. Los ingresos son bajos (casi todos los trabajadores registran menos de cinco salarios mínimos al mes, la mayoría oscila entre uno y dos). No hay población que hable lenguas indígenas; es una población mestiza.
Santa Cruz Pueblo Nuevo tiene tradición agrícola y ganadera, ocupaciones que han cumplido a lo largo del tiempo un papel importante en la reproducción social familiar y comunitaria; sin embargo, esto no debe invisibilizar la actual pluriactividad económica de las familias como estrategia para dicho fin, entre ellas, la migración al Distrito Federal y a Estados Unidos. Así mismo, los habitantes de esta localidad, como en otros espacios rurales, también se desempeñan en labores como docentes, electricistas, plomeros, constructores, panaderos, costureras, tenderos, dueños y administradores de papelerías, bares, billares, abarroterías, etc. (...) A los oficios no agrícolas habituales se suman otros menos tradicionales, que demanda la apropiación de nuevos conocimientos; saberes, en muchos casos, adquiridos en el entorno urbano (Méndez: 2004:30).
Hablar hoy en día de la vida socioeconómica de Santa Cruz Pueblo Nuevo, al igual que de otras poblaciones rurales, implica reconocer que “el campo no puede pensarse sectorialmente, solo en función de la actividad agropecuaria y forestal, sino que debe tomar en cuenta las demás actividades desarrolladas por su población”, tanto a nivel local como regional (De Grammont, 2008:24).
En 1940, según datos del Sexto Censo de Población del Estado de México, la localidad contaba con solo 384 personas, de las cuales el 50.26 eran mujeres y el 49.74 hombres. Antiguamente, según datos del Registro Agrario Nacional (1930), en el área predominaba el bosque, solo pequeñas áreas estaban destinadas a las actividades agropecuarias; actividades a las que se dedicaba prácticamente toda la población. El área urbana ocupaba una pequeña extensión sobre un suelo interrumpido por rocas pequeñas y grandes, y en ella las casas de adobe y techos endebles se encontraban más o menos dispersas.
La historia oral transmitida de generación en generación permite a los habitantes crear y recrear imágenes sobre cómo era el pueblo antes de la inundación. Se habla de un pueblo muy pequeño enclavado en un entorno boscoso. Este entorno se ha perdido, en parte, por el cambio de uso de suelo de forestal a agrícola. Nuestro informante de 77 años de edad, habitante del lugar, recuerda que había 15 casas más o menos, éstas eran de paredes de adobe y, algunas de ellas, tenían techos de paja (Figura 2). Actualmente hay 170 casas y en su construcción predominan los materiales firmes. Aún recuerda que la localidad estaba atravesada por el río y había rocas por doquier. Ahora en cambio, las calles principales están pavimentadas y en ellas quedan pocas rocas. El pueblo tenía como centro una iglesia de madera, “chiquita, nomás un cuartito”, describe otro habitante, misma que quedó semi destruida en el desastre. Por lo regular “bajaba re harta agua, bajaban avenidas por aquí”, destaca otro señor. Hoy, la iglesia (el templo católico) sigue siendo el centro del pueblo, ubicada en una placita, en donde también está el comisariado ejidal y una escuela. El agua del río, ya no “baja” en grandes cantidades por las calles, ésta va encauzada.
Hallazgos de la investigaciónLa interpretación de los datos recabados en las entrevistas permitió ordenar la información en torno a cuatro ejes: la reconstrucción del fenómenos hidrometeorológico; la reconstrucción del pueblo; lo “nuevo” de Santa Cruz Pueblo Nuevo; y la amenaza, la vulnerabilidad y el riesgo.
La reconstrucción del fenómeno hidrometeorológico (la “cola de agua”): sus causas y sus impactosEntre los habitantes de Santa Cruz Pueblo Nuevo se identificaron representaciones sociales comunes sobre el fenómeno meteorológico ocurrido en 1940. La llamada “cola de agua” con más o menos matices fue una constante, así como también fue descrito de manera muy similar en el discurso de los entrevistados. Un testigo de 77 años lo relata con gran precisión: Fue el 28 de junio de 1940 (...) a eso de las 2:30 de la tarde cuando las meras tormentas que se dieron, como cola de agua (...) por ahí por Zaragoza, y otra de este lado, por Tlanixco [Se refiere al poblado San Pedro Tlanixco] (...) se juntaron allá arriba en un lado de la sierra (...) de ahí se descolgó y se vino (...) [los habitantes] oían que venía un rezumbido fuerte y temblaba la tierra (...) una nube, pero fea, pues esa es cola de agua y allá chocaron esas dos nubes.
Sobre la “cola de agua” algunos otros habitantes señalaron: [fue] “como si estuviera cayendo, pus así como una manguera, así una llave abriéndole, cayó allá arriba y se vino en venidor y se llevó todo el pueblo” (entrevista grupal 1). Por su parte, otra testigo de 84 años agrega a la historia: “Era una cosa que se llevaba los árboles, los arrancaba y derechito se iban así caminando.”
Los testimonios sugieren que fue un evento atípico. En ninguno de ellos se encontró familiaridad con la “cola de agua”. Tampoco se encontró que haya vuelto a suceder en Santa Cruz Pueblo Nuevo, pero sí alguna otra vez en poblados cercanos.
Sobre las causas del evento, dos fueron las que se ubicaron en el discurso de los habitantes entrevistados que les permite explicar su origen. Una de ellas, entre la población más joven, que no vivió el fenómeno, la “cola de agua” es parte de la dinámica de la naturaleza; mientras que los testigos vivenciales, personas de edad avanzada, lo asocian a la divinidad. Esto se refleja claramente en el testimonio de otra testigo de 75 años, cuando atribuye la causa del desastre a los pecados: “Según mi papá decía que por los pecados, o sea, como cosa de Dios, porque así pasa. Pero vaya usted a saber”; o en el del testigo de 77 años: “Castigo de Dios porque solo fue en Santa Cruz, en otros lados no pasó nada”. A partir de estos testimonios es útil retomar a Eliade (1974:166), quien señala que en los diferentes contextos culturales en los que aparecen las aguas, en forma de mitos y leyendas sobre inundaciones o de otra forma, conservan invariablemente sus funciones, que consisten en la desintegración, en la abolición de las formas, en “lavar los pecados”, lo impuro, es decir, las aguas son a la vez purificadoras y regeneradoras, incluso en aquellos contextos que no comparten la tradición judeocristiana; y el prototipo de ello es el Diluvio Universal narrado en las Escrituras. Cualquiera de las dos formas de explicar la causa del evento, lo que se observa es una cierta dosis de resignación ante el Dios “intocable” o la Naturaleza “inimputable” (cfr. Lavell, 1996:23).
Sobre los impactos de la “cola agua”, el testimonio del hombre de 77 años los describe: Y sí, había poquitas casitas, pero pues se las llevó. Luego luego que bajó la trumba (...) los animales salían corriendo: reces, puercos, caballos y eso, los que podían salvarse, los que no, por ahí quedarían tapados (...) se murieron, la [una] señora y dos niñas (...) venían árboles parados derechitos, los que arrancó cuando pasó el agua (...) dinero, pistolas, máquinas, todo eso quedó tapado.
En una entrevista grupal alguien mencionó, “(...) harta gente se fue para Tenango [a raíz de la “cola de agua”, la inundación y la destrucción del poblado]” (entrevista grupal 1). Hubo una emigración temporal hacia la cabecera municipal. Sin embargo, al poco tiempo, la gente regresó, en parte porque vieron que el fenómeno no volvía a presentarse.
De acuerdo con los relatos de los habitantes, la “cola de agua” devastó el pequeño poblado, de ahí que ésta se pueda considerar como un fenómeno natural peligroso, con potencial destructivo. El término “cola de agua”, como tal, no aparece en los inventarios de fenómenos naturales hechos por las instituciones gubernamentales del país encargadas del estudio, prevención y mitigación de riesgos y desastres asociados a fenómenos naturales o antrópicos potencialmente peligrosos, es decir, el Sistema Nacional de Protección Civil (sinaproc) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (cenapred).
Cuando los científicos no pueden observar directamente los fenómenos meteorológicos ni por medio de imágenes satelitales y demás instrumentos de la tecnología, pueden recurrir a los testimonios sobre el patrón de daños que se genera y/o sobre lo que se observó en el cielo. En este caso, la información aportada en los testimonios se concentra en las observaciones atmosféricas y, en menor medida, en el patrón de daños. A partir de estas observaciones es que se puede decir que el detonante del desastre probablemente fue un tornado no mesociclónico o no súpercelda; o sea, la descripción de la “cola de agua” que proporcionan los habitantes del poblado, y que se ha transmitido de generación en generación, corresponde a un tornado. A esto hay que aunar que estudios recientes sobre tornados encuentran que la zona donde se ubica Santa Cruz Pueblo Nuevo es propensa a la formación de tornados no mesociclónicos, y el mes en el que ocurrió, es también de los más propensos a su ocurrencia (Avedaño, 2007).
Un tornado se forma cuando dos grandes masas de nubes con diferentes características (densidad, temperatura, humedad y velocidad) chocan. Las nubes comienzan a girar unas sobre otras hasta que se forma una especie de embudo, una columna de aire que gira rápidamente y que está en contacto con el suelo y con la nube cumulonimbos o cumulus.1 La intensidad de los tornados se mide a partir de la velocidad del viento que generan; la escala Fujita Mejorada los clasifica en seis grupos: de efo, con vientos de 105 a 137km/h, que son los de menor intensidad, hasta EF5 que son los que tienen vientos a más de 322km/hr y muy alto potencial destructivo. Los tornados más conocidos son los que se forman en las planicies de Estados Unidos, que alcanzan categorías de intensidad muy altas. Sin embargo, en otros lugares, entre ellos el Estado de México, se generan tornados de menor intensidad, que suelen ser llamados por los habitantes locales como “tromba”, “culebra de agua”, “manga de agua”, “cola de agua”, entre otros nombres. Estas denominaciones, un tanto imprecisas, encubren diferentes tipos de fenómenos meteorológicos poco estudiados y con escasa sistematización en México, como los tornados (Macías, 2001). Los tornados de baja intensidad, débiles, se llaman no súpercelda o no mesociclónicos. Éstos se forman cuando una nube cumulus congestus o cumulonimbus en rápida formación atrae el aire que circula lentamente y de manera giratoria en los niveles inferiores. La rotación lenta preexistente del aire en los niveles bajos puede ser causada por las corrientes formadas por las montañas de los alrededores o por frentes de rachas de aire (Ibid.).
La reconstrucción material y simbólica del pueblo tras la cola de aguaComo ya se señaló, tras la inundación, algunas condiciones naturales del paisaje cambiaron, entre ellas el cauce del río, que se modificó. Antes de 1940 el río atravesaba el poblado en su parte norte en una dirección aproximada de este a oeste; ahora lo atraviesa en esa misma dirección más o menos, pero por la porción sur, y su valle es una “barranca” más profunda, capaz de alojar una mayor cantidad de agua de la que antaño encauzaba el valle.
Sobre la vida social, las autoridades estatales propusieron una reubicación. Sin embargo, como es muy frecuente, en casos de desastre, la gente no la acepta; en caso de hacerlo, suele ser muy cerca a la ubicación original (Aysan y Olivier, 1987:12). Para este poblado, aunque hubo la posibilidad de reubicación, ésta no se realizó por las carencias de agua en el lugar propuesto y por riñas internas entre los reubicados que incluso conllevaron a asesinatos. Pero también por el arraigo de la gente a su lugar de origen. En los términos de Alexander (2000), esto tiene que ver el genius loci (espíritu del lugar) que “ejerce” una especie de inercia geográfica sobre sus habitantes. El genius loci, (“espíritu protector del lugar”, en latín), se refiere al “sentido del lugar”, que se genera a partir de los vínculos que los sujetos sociales tienen con su entorno, con un espacio identificado y apropiado, diferenciado del resto del mundo y por el cual se tienen sentimientos de apego (Stedman, 2003:674).
En Santa Cruz Pueblo Nuevo, después de la inundación, se conservaron la cruz, las campanas y las piedras de la iglesia que quedó semidestruida, mismas que se reutilizaron para reconstruir el nuevo y reubicado recinto religioso; actualmente estas piezas permanecen en la iglesia católica (Figura 2). Esto puede explicarse a partir de la idea de Eliade de que un templo, para una comunidad, es un centro ordenador del espacio tanto físico como sagrado. La experiencia del espacio sagrado es primordial, análoga a la formación del Mundo: construir un templo es la reorganización de un espacio antes caótico (Eliade, 1967); y así se ve en la reconstrucción del espacio después de la inundación, tal como refieren los argumentos, por ejemplo éstos: Arrasó este pueblo, ya no quedó nada. Aquí estaba lleno de piedras... Porque haga de cuenta que aquí eran puras piedras puras piedras, no como ora que ya están las calles bien hechecitas. Y todo quedó lleno de lodo y con más piedras. De esa vez nomás quedaron unas casas y un pedazo de la iglesia, donde estaba la cruz que se trajeron pa acá. O sea, que esa cruz pus ya tiene muchos años y por aquí sigue, está en la Iglesia que hay ahora. (Entrevista a hombre de 42 años.)
En una reconstrucción es vital la recuperación del centro simbólico perdido para poder volver a ordenar la experiencia espacial de las personas y la comunidad. Toda inauguración de un nuevo templo equivale de algún modo a un nuevo inicio, a una nueva vida, pero esto no solamente produce efectos sobre las nociones de temporalidad —en este caso reusando la cruz, las campanas y las piedras— hay una continuidad entre el antes y el ahora, y con el futuro por ser una entrada a lo divino, sino también sobre las espaciales. “El centro como movimiento imprime movimiento a las cosas que le circundan, es el punto de referencia, de origen y de división; establece la diferencia entre izquierda y derecha, arriba y abajo, y le da sentido” (Toscana, 2005:520). Así mismo, de acuerdo con Oliver-Smith (1992), la recuperación psicológica, tanto individual como colectiva, se puede mejorar adhiriendo elementos conocidos y familiares en la reconstrucción: la cruz, las campanas y las piedras en este caso.
Sobre lo nuevo de Santa Cruz Pueblo NuevoCuando se inició el trabajo de campo en la localidad, notamos que algunos pobladores que no presenciaron la “cola de agua” decían que Santa Cruz Pueblo Nuevo se llamaba Santa Cruz antes de la inundación y que “Pueblo Nuevo” había sido agregado al nombre a raíz de la reconstrucción después de 1940. Con base en investigaciones sobre desastres, podría pensarse que el adjetivo “nuevo” como parte del nombre del pueblo se debe a la reconstrucción de éste tras los estragos que causó el evento; el impacto que producen los desastres, potencialmente puede “dividir” el tiempo en un sentido metafórico y puede hablarse de un antes y un después del evento (Hoffman, 2001). No es raro que la reconstrucción o la reubicación de un pueblo dé pie a que se añada este adjetivo al nombre original de la localidad. Si bien hay quienes así lo explican, hay también pobladores (de edad mayor) que lo atribuyen a un pasado más remoto, en el punto en que la localidad se independizó de San Miguel Balderas, pueblo vecino de mayor antigüedad.
Por ejemplo, en una de las entrevistas grupales, lo “nuevo” fue atribuido a la reconstrucción del pueblo: “(…) Lo nuevo viene porque... antes nomás se llama Santa Cruz. Lo nuevo viene porque se rehízo el pueblito otra vez.” En este mismo sentido cometa una informante de 75 años: (…) Antes aquí no más se llamaba Santa Cruz, porque se festeja el día de la cruz, el 3 de mayo. Pero ya luego como se destruyó el pueblo, lueguito que la gente se regresó le empezaron a decir Santa Cruz Pueblo Nuevo.
En cambio, en la otra entrevista grupal alguien explicó: (…) Este pueblo estaba unido a Balderas, era el mismo. Ora ya se desapartó el pueblo de Balderas. Empezaron a hacerse sus cambios del pueblo y ora ya estamos aparte de Balderas porque se partió ya.
Nuestro testigo de 77 años expresó: (…) Cuando yo era ya de cinco años, me acuerdo muy bien lo que pasó, pero ya era Pueblo Nuevo... este pueblo era junto con el de Balderas, sí era el mismo pueblo pues, y se empezaron a pasar unos señores de allá para acá y ya empezaron hacer sus casitas por aquí.
Y nuestra informante de 84 años corroboró lo anterior: (...) Antes al pueblo le decían el Veladero porque decía mi papá que antes toda la gente era de Balderas. aquí era un bosque y aquí cuidaban todo el ganado de los gachupines y que había un velador, por eso era el Veladero. Y ya después, pues el que cuidaba los animales se hizo su casita, entonces de ahí otro se hizo su casita y así... y ya luego le pusieron que Pueblo Nuevo.
Aunque inicialmente nuestro objetivo no era investigar el origen del nombre del pueblo sino encontrar lo que éste significa para los sujetos, nos dimos a la tarea de ir al Registro Nacional Agrario (ran) para revisar el archivo de la localidad. De acuerdo con éste, el poblado se originó en 1908, aunque no existe un acta constitutiva. En 1924, un grupo de 60 vecinos solicitó al presidente, Plutarco Elías Calles, tierras “en donde podamos trabajar para vivir de su cultivo y garantizar nuestra independencia económica”; las tierras solicitadas serían dotadas de la hacienda San Miguel Veladero, colindante con el pueblo. En 1930 se dotó con 727 ha de tierra laborable a 68 ejidatarios; a cada uno, una parcela de cuatro hectáreas. Cabe mencionar que en el archivo del ran, de 1924 a 1937, el nombre de la localidad es “Pueblo Nuevo”, es decir, desde su origen (1908) se habla de lo “nuevo”. Entre 1937 y 1955 no hay información agraria, y en 1956 empieza a aparecer el mismo poblado con otro nombre: “Santa Cruz Pueblo Nuevo”. Es posible que a raíz del rescate de la cruz de la antigua iglesia destruida, y en relación con el proceso de destrucción/reconstrucción del pueblo, se haya cambiado el nombre de éste. Esto cobra sentido si se piensa en los testimonios: para los habitantes mayores, el nombre “Pueblo Nuevo” se debe a un pasado remoto, pero para los habitantes más jóvenes y no tan mayores, el nombre del pueblo cambió a raíz del desastre; es decir, ellos asocian la reconstrucción del pueblo con lo “nuevo”.
Representaciones sociales en torno a la amenaza, la vulnerabilidad y el riesgoEn esta sección se presentan brevemente algunos conceptos científicos/institucionales: amenaza, vulnerabilidad y percepción del riesgo, y cómo éstos se traducen a la realidad de Santa Cruz Pueblo Nuevo. La amenaza es un fenómeno peligroso, en este caso de origen natural, que tiene el potencial de causar daño a la población y sus bienes. El cenapred las denomina “fenómenos perturbadores” y, por su origen, los clasifica en hidrometeorológicos, sísmicos, volcánicos y químicos.2
La vulnerabilidad es la capacidad de una sociedad o fragmento de ella de absorber el impacto de uno o más fenómenos naturales, así como la capacidad de recuperarse en caso de ocurrir dicho impacto. Estas capacidades están dadas por sus características sociales, económicas, políticas y culturales, así como por su grado de exposición al peligro o a las amenazas (Blaikie et al., 1996; Nakawaka y Shaw, 2004).
Desde una perspectiva técnica, el riesgo se entiende como el resultado del producto de una o más amenazas (fuente de peligro) y la vulnerabilidad de la sociedad. También se puede definir desde su representación cognoscitiva, como un estado mental de agentes individuales o colectivos, con posibilidades subjetivas y grados de aceptabilidad que dependen de una serie de variables contextuales vinculadas a estados de creencias o disposiciones gubernamentales del agente (López y Luján, 2000). De ahí se desprende la representación del riesgo, que se refiere a un principio de selección, tanto a nivel individual como colectivo, que atribuye o no peligro a ciertos eventos o factores (Douglas, 1996), en este caso de tipo ambiental. La idea de representación del riesgo refiere a un acto psicosocial culturalmente construido. A través de la representación del riesgo se busca entender las representaciones en las prácticas sociales que organizan el espacio y el tiempo en función del riesgo.
Al respecto, los habitantes de Santa Cruz no temen que algo similar, una “cola de agua” o inundación vuelvan a ocurrir porque, como ya se señaló, con aquella inundación (1940) el cauce del río se modificó: ahora éste pasa por una “barranca” más profunda que es capaz de alojar una mayor cantidad de agua de la que antaño encauzaba el río; además ésta se desazolva con frecuencia. Bajo estas condiciones, los pobladores sienten algo de seguridad, aunque reconocen que la densidad poblacional es mayor y que en caso de que algo similar ocurriera, los daños serían mayores: Fíjese que ahora ya no tanto [se refiere a sentir temor] porque [el caudal] ya baja todo por allá, ya ampliaron la barranca y el río cada año vienen las máquinas a desensolvar [desazolvar], para que no llegue a subir, porque, Dios libre, que ahora sí ya está lleno de casas, que vuelva a subir, encima al pueblo, ya es una mortandad;
algo similar aparece en este otro testimonio: No da miedo que llueva. Porque antes según platican que esa barranca de allá por donde baja el agua, que no estaba, que estaba todo plano, todo parejo. Y de esa vez se hizo la barranca y ya no se ha vuelto a inundar. O sea, sí ya ha bajado mucha agua, pero cabe, ahí cabe (entrevista a hombre de 50 años).
En los testimonios se relata que las casas fueron arrasadas por el viento porque eran de materiales endebles, no como ahora que son de losa y ladrillo. Según los datos de inegi (2010), solo 15.74% de las viviendas no tiene techos de losa. Esto alude directamente a las condiciones de vulnerabilidad de las viviendas y se puede afirmar que el nivel de ésta es menor ahora, dado que las construcciones son más firmes que en 1940, reflexión propia de la población: “Como eran casitas de madera, bueno platican que el agua todavía no llegaba y ya la casa ya se había caído”; “pues sí porque venía como un airazo y que se volaban los tejados” (entrevista a mujer de 84 años).
Sobre el tema de riesgos, durante el trabajo de campo en la realización de las entrevistas, salieron a la luz otros problemas del pueblo. Ahora no hay temor a otra “cola de agua” o la formación de corrientes de agua y lodo tan intensas que den lugar a una inundación similar a la anterior, pero entre los fenómenos naturales peligrosos se encuentran las heladas que afectan los cultivos, fuente primordial de ingresos; se relata en algunos testimonios que llega a haber al año más de 70 días con heladas. Una forma de combatir las heladas ha sido mediante la implementación de invernaderos en épocas recientes, medida que ha impactado de manera positiva en la situación económica de varias familias del pueblo.
Las representaciones sociales identificadas en torno a temas recurrentes (la “cola de agua”, la reconstrucción del pueblo, lo “nuevo” del pueblo, la actual existencia o no de riesgo) que aparecen en los testimonios de los pobladores de Santa Cruz Pueblo Nuevo, se pudieron vincular con cuatro de las funciones que cumplen éstas para los sujetos (de saber, de orientación, de identidad y de justificación). Las representaciones sociales en torno al evento hidro-meteorológico, identificado como “cola de agua” y sus causas, cumplen con la función de saber, en dos sentidos. Por un lado, explican la manera en que la población da sentido y significado al evento (como hecho divino o como parte de la dinámica del planeta). Por otro lado, las descripciones sobre el evento pueden ser “traducidas” a un lenguaje científico y así incorporarse a los inventarios sobre fenómenos naturales peligrosos del cenapred y del sinaproc y corregir la idea de que los tornados no existen en el centro y sur del país.
Las representaciones sociales sobre la reconstrucción material y simbólica del pueblo cumplieron y cumplen con la función de ordenar comportamientos. La reconstrucción del centro del pueblo plasmado en el templo católico, ordenó el espacio tanto material (es el centro cívico, está sobre la calle principal, enfrente de la oficina administrativa, de la escuela, de la clínica) como simbólico: la fundación de un templo significa la fundación del mundo. La cruz y algunas piedras del templo que había antes de la inundación, fueron recuperados para construir el nuevo, elementos que dieron continuidad al pueblo en lo simbólico pero también en lo material.
Las representaciones en torno a lo “nuevo” en la toponimia del pueblo cumplen con la función de identidad al otorgarle a la población un origen común. Se refiere al origen del pueblo, ya sea éste asociado a su fundación (1908) o a su reconstrucción a raíz del desastre (1940). Aunque, de acuerdo con los datos del ran, la localidad se llamaba Pueblo Nuevo desde su origen, y la parte que se modificó fue que se agregó “Santa Cruz”.
Las representaciones sociales en torno al riesgo han cumplido con la función de justificar posturas y comportamientos. La población, al reconocer que la “cola de agua” fue un evento atípico y no sentirse bajo la amenaza de un nuevo evento que dé lugar al desbordamiento del río ni a los vientos intensos, ni vulnerable ante ello, repobló y reconstruyó rápidamente la localidad; incluso el área urbana creció sobre el antiguo cauce del río. Las representaciones en torno al riesgo cumplieron con la función de justificar el repoblamiento en el mismo lugar; y de evitar vivir con el temor de que algo parecido volviera a suceder (Figura 3).
Consideraciones finalesUna comunidad que emerge de una catástrofe es distinta respecto a la que fue antes del evento. El desastre que se vivió en Santa Cruz Pueblo Nuevo (la destrucción del pueblo), representa un acontecimiento importante para la población, que se ha mantenido en la memoria colectiva y que se construye y se reconstruye. Cualquier desastre es un proceso social conformado por experiencias individuales y compartidas que se inserta en el devenir de la comunidad. En trabajo de campo se pudo observar que —todos— los habitantes conocen la historia de la “cola de agua”, y reconocen su efecto en la historia del pueblo, pero tienen distintas explicaciones e interpretaciones de lo ocurrido, es decir, existen diferentes horizontes interpretativos que están relacionados con la edad y acceso a la información de los habitantes.
La perspectiva teórico-metodológica de las representaciones sociales permitió integrar la dimensión subjetiva respecto al conocimiento del desastre que se vivió en Santa Cruz Pueblo Nuevo. Este enfoque nos facilitó observar cómo la “cola de agua”, fenómeno desconocido y atípico, se incorporó en el bagaje de conocimiento del pueblo. La construcción de su representación social permitió a los sujetos convertirla en algo familiar y transmitir la experiencia de generación en generación, de modo que la comunidad, décadas después del desastre, posee una experiencia social del riesgo y del desastre, que probablemente le permitirá, en caso de que algo similar vuelva a suceder, adelantarse a los acontecimientos y actuar sobre la realidad.
Así mismo, mediante esta perspectiva, se accedió al conocimiento que los pobladores construyeron en su vida cotidiana para dar sentido y explicar el desastre, así como para reordenar su espacio material y simbólico. Lo desconocido de la “cola se agua”, se tornó conocido, y de ese modo lograron comprender su nueva realidad.
Las representaciones sociales que se construyeron en Santa Cruz Pueblo Nuevo a raíz del paso de la “cola de agua” son resultado de procesos de significación interactivos que los habitantes de la comunidad desarrollaron al interactuar unos con otros. De acuerdo con los testimonios de los pobladores de Santa Cruz Pueblo Nuevo, no se ha vuelto a presentar una “cola de agua”, pero sí se han presentado en pueblos vecinos. De ahí la importancia de descifrar estos fenómenos, de caracterizarlos e incorporarlos a los inventarios de fuentes de peligro de origen natural. Si bien se sabe que son tornados de baja intensidad, los tornados son de los fenómenos de origen natural con mayor potencial destructivo. Es necesario tener en cuenta que no es el único fenómeno peligroso que se presenta en el pueblo: también están las heladas que afectan los cultivos y con ello la economía de las familias.
Por último, es necesario mencionar que el conocimiento de las representaciones sociales sobre el riesgo y el desastre que los sujetos construyen ayuda a comprender la forma en éstos responderán, actuarán e implementarán estrategias, tanto a nivel individual como familiar y colectivo en situaciones de riesgo y/o desastre.
Se agradece al conacyt por al apoyo económico para la realización de esta investigación a través de los apoyos complementarios (proyecto 119097).