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Vol. 2015. Núm. 86.
Páginas 119-121 (abril 2015)
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Javier Delgado, Naxhelli Ruiz
Instituto de Geografía Universidad Nacional Autónoma de México
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Con un tema que, a pesar de la atención reciente (Arias y Woo, 2007; Ruiz y Delgado, 2008; Appendino y Torres, 2008), sigue desafiando las explicaciones fáciles, Adriana Larralde consigue, en buena medida, desmontar los cambios experimentados por los habitantes de tres generaciones en dos localidades de un espacio peculiar, ni rural ni urbano, situado a menos de 100 km de la Ciudad de México en territorio mexiquense.

El interés por la emergencia y conformación del espacio periurbano que da forma al libro, proviene de dos cuestionamientos teóricos, aun sin resolver: uno, los intentos por superar la obsolescencia de la dicotomía rural-urbana y, dos, la incapacidad de los enfoques disciplinarios tradicionales, para explicar la conformación socio-espacial emergente entre uno y otro ámbito. El texto de Adriana Larralde aporta pistas, sugerencias y hallazgos valiosos para esa reconstrucción.

En primer lugar, la autora aborda un análisis detallado de las peculiaridades del mercado laboral en el área periurbana del Valle de Toluca, vistas a través de la movilidad y espacialidad de los habitantes, lo cual constituye el eje central del estudio. Ello se logra mediante aproximaciones particulares a los principales procesos involucrados en ese cambio: mercado y movilidad laboral, estructura y jerarquía urbano-regional. Al mismo tiempo, el trabajo borda intermitentemente cambios de escala, geográfica, temporal y económica, —macro-regional-local—; y aunque todo ello está enunciado en la literatura especializada, pocas veces lo vemos practicado con soltura y rigor metodológico.

Las dos localidades mexiquenses están situadas, una en las cercanías de Atlacomulco (Emilio Portes Gil), y la segunda en la periferia metropolitana, aún no conurbada de Toluca (Santa Catarina). Ambas sirven para ilustrar las vicisitudes que viven los pobladores de pueblos pequeños del México central que transitan de un sistema urbano con alta primacía hacia una mayor difusión en conglomerados rural urbanos emergentes que no acaban por definirse y de ahí el interés en estudiarlos. Los hallazgos de Adriana Larralde podrían encontrarse con algunas variantes casi literalmente en todo el México central, aunque refleja algunas dinámicas sociodemográficas, laborales y de mercados de suelo de muchas áreas metropolitanas y ciudades medias del país. Pero en todas estas regiones aparecen claramente perfilados hinterlands, ya sea desde el punto de vista de la expansión urbana, como de la dinámica periurbana.

En el texto se registran los cambios del mercado laboral en estas localidades, otrora rurales, de los últimos treinta o cuarenta años, desde el empleo local, el auto empleo y el familiar no remunerado al empleo asalariado en la(s) localidad(es) cercanas y en las ciudades más grandes también “cercanas”, Toluca o México. Aunque el cambio al empleo remunerado significó una mejoría sobre el anterior, no necesariamente fue positivo, pues se accedía a los trabajos peor remunerados (albañilería para ellos, trabajo doméstico para ellas), sin prestaciones sociales, ni estabilidad en el empleo. Las narraciones sobre los tiempos de recorrido al empleo contadas a la autora, ilustran las difíciles condiciones en el periurbano que han vivido ya tres generaciones seguidas.

Aquí está un primer aporte interesante del estudio consistente en la carcaterización de estas localidades sui generis. A partir del supuesto de que la nueva ruralidad se caracteriza, entre otras, por la desagrarización del espacio rural (Appendini y Torres, 2008) y mediante una tipología rural-urbana convencional, pero diferenciada por el predominio de empleo agrícola o no agrícola, la autora ofrece una sugestiva clasificación de cuatro tipos de espacios: a) rural-agrícola; b) rural no agrícola; c) urbana agrícola y d) urbana no agrícola. Los hallazgos de la autora alientan a explorar esa tipología en futuras investigaciones y tal vez con otras preguntas de investigación. En efecto, sus resultados son reveladores, pues aunque el porcentaje regional en las dos categorías rururbanas (rural no agrícola y urbano agrícola) era apenas 10.6% en el 2000, representa un total nada despreciable de casi 33 millones de personas.

Desde la perspectiva metodológica, tal vez valdría la pena continuar una investigación sobre los procesos territoriales en áreas periurbanas a partir de analizar los datos con un umbral distinto a 2 500 habitantes (criterio administrativo), con el cual se ha establecido la división entre localidades rurales y urbanas. Ello, porque además de anteriores propuestas para bajar el límite de 15 mil a 10 mil habitantes para ubicar ese umbral, parece difícil, en nuestro contexto, atribuir un carácter “urbano” a localidades con una población de entre 2 500 y 15 mil habitantes. De cualquier forma y con el umbral empleado por Larralde, el porcentaje de 30% de la población debajo de los 15 mil en 2000, se expresa como un cuestionamiento a fondo de la validez de ese límite. Adicionalmente, al espacializar la tipología que propone la autora e incorporar la fricción de la distancia, demuestra como sigue siendo ésta un factor importante a pesar de las mejoras tecnológicas en el transporte que poco llegan a estos espacios.

Vinculado con esa fricción, medida a través de la movilidad laboral, la autora realiza otra aportación importante al estudio de la dilución de la frontera rural-urbana, que le permite introducir una visión escalar diferente. La diferencia cualitativa entre los distintos tipos de movilidad, permanente (migración), birresidencial y pendular (commuting), distinta además en las tres generaciones exploradas, sirven de base para explorar la conformación de estos espacios periurbanos y superar la primacía antes asignada a la ciudad como principal factor explicativo de los procesos territoriales de la periferia urbana.

El periurbano tiene su propia lógica y el libro lo deja claro. Alrededor de su narrativa, la autora va dejando pistas abiertas hacia otros temas afines, superpuestos, y que requieren tratamiento aparte, para llegar a la ansiada y todavía distante explicación integral del proceso general que se estudia. Los más importantes son: primero, preguntarse por aspectos que están más allá de la racionalidad económica y que, sugiere entonces, buscar en la cultura y la confianza de la economía institucional, cuando lo previsto por la teoría convencional no alcanza para convencer. En segundo término, la autora abre una ventana para comprender el papel que jugaban los recursos naturales, en particular el agua, pues las localidades que se estudian se localizan en una región todavía lacustre apenas hace unos sesenta años, antes de la extracción masiva de agua para la Ciudad de México que modificó profundamente paisajes y relaciones sociales (Albores, 1995). En tercer lugar, se observa la insistencia en el ámbito político, para encuadrar las “nuevas” condiciones económicas en la radical modificación al modelo económico nacional, que desmanteló el Estado benefactor del siglo XX mediante una reestructuración neoliberal, así como sus devastadoras consecuencias en lo económico, social y espacialmente, propias del modelo y no como efectos colaterales sino como características intrínsecas suyas.

Otros hallazgos esbozados al final del texto, que merecen un seguimiento por las implicaciones que posiblemente tengan sobre la reconformación del territorio, fueron resultado de la empatía por los sujetos de estudio, que lejos de lastimar la objetividad del trabajo, permitieron una mirada más cercana, casi íntima de sus percepciones y vivencias. En el texto, se agradece ante la aridez de los estudios convencionales sobre jerarquía y estructura urbano regional. Las insólitas trayectorias nacionales de los vendedores de Portes Gil que llegan a la frontera norte del país y por último, la incipiente mirada sobre la maquila rural, referida solo a los casos de San Felipe del Progreso y San Mateo Atenco, probablemente tengan una magnitud y significación mucho mayor de lo que se asume en el texto.

En síntesis, bienvenida esta ópera prima de Adriana Larralde, realizada con una metodología impecable que consigue combinar explicaciones disciplinares, duras, con preguntas que solo tienen sentido desde una perspectiva social.

Referencias
[Albores, 1995]
Albores B. (1995), Tules y sirenas. El impacto ecológico y cultural de la industrialización en el alto Lerma, El Colegio Mexiquense-Gobierno del Estado de México-Secretaría de Ecología, México.
[Appendinni and Torres, 2008]
K. Appendinni, G. Torres Mazuera.
¿Ruralidad sin agriucultura? Perspectivas multidisciplinarias de una realidad fragmentada.
El Colegio de México, (2008),
[Arias and Woo, 2007]
P. Arias, O. Woo.
¿Campo o ciudad?.: nuevos espacios y formas de vida, Guadalajara.
Universidad de Guadalajara, (2007),
[Ruiz and Delgado, 2008]
N. Ruiz, J. Delgado.
Territorio y nuevas ruralidades: un recorrido teórico sobre las transformaciones de la relación campo-ciudad.
revista EURE, XXXIV (2008), pp. 77-95
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