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Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía
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Vol. 2017. Núm. 93.
Páginas 203-205 (agosto 2017)
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García de León, A. (2016), El mar de los deseos. El Caribe afroandaluz, historia y contrapunto, Fondo de Cultura Económica, México, 301 pp., isbn 978-607-16-3931-8
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1886
Virginie Thiébaut
Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales Universidad Veracruzana
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Después de su gran obra Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral en Sotavento, 1519-1821 (García de León, 2011), el historiador Antonio García de León, investigador emérito del inah y catedrático de la unam, publica una nueva obra maestra, resultado de una investigación de largo aliento, ya editada por Siglo xxi en una versión preliminar titulada El mar de los deseos. El Caribe hispano musical. Historia y contrapunto (García de León, 2002). El libro que se publica ahora retoma los mismos temas y la misma estructura, pero profundiza ciertos puntos dedicados a las cuestiones culturales; se trata entonces de una versión más completa y documentada.

Si la cultura, y específicamente la música, constituyen el tema central de la obra, la lectura nos revela rápidamente un universo mucho más amplio: en efecto, para abordar las cuestiones culturales, el autor se refiere a una historia social, política, económica, a una historia compleja, con dinámicas globales, regionales y locales, con un entramado de relaciones y redes de interacción, con movimientos incesantes de poblaciones, mercancías, ideas y tradiciones. Como en otras de sus obras, García de León, digno heredero de su maestro Fernand Braudel, hace una historia total, que parte del cancionero, de los versos y las décimas, de los ritmos y las danzas de los fandangos caribeños para relacionarlos con el desarrollo del capitalismo europeo, el establecimiento de la trata esclavista, el trazado de las rutas comerciales y la creación de las ferias, la expansión del contrabando y la piratería, el papel de las milicias y de las armadas, entre otros elementos.

En esta obra multidisciplinaria, los historiadores podrán obtener información sobre el encuentro de varios mundos; los musicólogos encontrarán un análisis detallado sobre la transformación de los instrumentos y la fusión de los lenguajes y de los ritmos que se dio por el contacto entre los continentes, pero la historia del “mar de los deseos” no podría ser total sin ser también una historia geográfica. En efecto, además de ser historiador, lingüista y musicólogo, Antonio García de León revela también en esta ocasión sus talentos de geógrafo, para describir y explicar las cambiantes configuraciones territoriales y las distintas escalas espaciales a tomar en consideración para un estudio completo del Caribe. En el primer capítulo, titulado “El gran Caribe”, el autor diferencia el Caribe nuclear, que resulta de la llegada de los españoles a las Antillas, del Caribe ampliado, que integra las áreas con las cuales la región tenía relaciones comerciales. El primer Caribe está constituido por el mar, las islas y las costas que lo rodean; incluye “regiones inmediatas de la plataforma occidental”, como Luisiana, Florida, la península de Yucatán, partes de la costa atlántica de Centro América, las costas de Colombia y de Venezuela y las Guyanas. El segundo está vinculado con Sevilla, Portobelo (Panamá), Cartagena de Indias —etapa en la ruta a Perú-, y se relaciona también con áreas tan distantes como las islas del océano Atlántico, la costa occidental africana y Filipinas. El autor explica el papel fundamental que tuvo el Caribe, por ser un punto de entrada y salida, y un lugar central de conexiones de diversas índoles entre estas áreas geográficas, desde el inicio de la época colonial, lo que lo volvió el escenario ideal para la “primera globalización del mundo”. Resalta también cómo en España y Portugal y posteriormente en las islas del océano Atlántico —las Canarias, las Azores, Madeira, Cabo Verde— los mestizajes y mezclas que se habían producido anteriormente, en especial con las poblaciones africanas, constituyeron modelos para la conquista española. Los contactos que se establecieron entre los continentes, mediante los movimientos de personas y bienes, permiten explicar por qué el conjunto de esta gran región caribeña fue marcado por las mismas costumbres y tradiciones, la misma música y cultura, a pesar de tener especificidades y conocer variaciones de un área geográfica a otra. Resultado de la influencia de la música barroca y renacentista europea reinterpretada con nuevos elementos del castellano atlántico, africanos e indios, la música que caracterizó el Caribe fue múltiple, pero con elementos de unidad, que formaron un código común y marcaron la singularidad de la región. Se entiende entonces cómo la diversidad geográfica y cultural de las distintas áreas conectadas y engarzadas ha permitido el florecimiento de la gran riqueza musical caribeña.

Para aportar más conocimientos sobre la cultura y la música en el Caribe, el autor hace otro análisis geográfico, relacionado con la difusión espacial de las tradiciones musicales; se basa en este caso en escalas local y regional. Explica que los territorios se organizaban con base en los puertos, los cuales constituían puntos nodales, por ser centros mercantiles abiertos al mundo exterior, y por concentrar las principales actividades. Cada puerto estaba rodeado por anillos sucesivos, con actividades agropecuarias (hortalizas, granjas lecheras, cultivos de cereales y azúcar, ganadería extensiva) que permitían surtirlo en todo tipo de alimentos. Esta configuración que se repetía en los principales puertos del Caribe -Veracruz, Cartagena, Portobelo, La Habana— era la misma que existía en los puertos europeos de Sevilla y Cádiz. Los puertos y las zonas interiores rurales estaban en permanente comunicación; en el caso caribeño, estos recibían las influencias musicales y culturales que llegaban a aquellos. Para dar a entender mejor esta organización territorial, el autor precisa que toda vida portuaria —las actividades cotidianas y las fiestas— estaba dividida en dos tiempos: los tiempos de flota, cuando llegaba un navío, y los tiempos muertos. Explica también que existía una jerarquización entre los distintos puertos caribeños y que el papel central que tuvieron evolucionaba con el tiempo, en función del tráfico, de las mercancías y de las finanzas: primero el principal punto de entrada y conexión fue Santo Domingo, después y hasta mediados del siglo xvii fueron los puertos de Cartagena y Portobelo, y posteriormente los de Veracruz y La Habana. Como sea, mientras los puertos siempre estaban en movimiento, y constituían los receptores de todas las novedades, en los territorios internos, más aislados y preservados, se estabilizaron las formas musicales caribeñas que habían nacido de la fusión de varias culturas; estos hinterlands sirvieron entonces de conservatorio musical. Con este acercamiento geográfico, basado en la clásica oposición centro/periferia, el historiador explica cómo se creó el fuerte arraigo de la música tradicional en las tierras campesinas interiores, y cómo estos “nichos culturales” que “compartían un cancionero lirico y musical muy semejante” han adoptado varias formas y varios nombres, según los países (guajiros en Cuba, jarochos en México, llaneros en Venezuela y Colombia, entre otros), que se siguen reproduciendo hasta la actualidad.

Sin duda el principal aporte del libro consiste en combinar lo cultural con lo económico, lo social, lo político, para tener un panorama completo sobre una situación histórica dada. Integrar la cuestión de la configuración territorial para entender la difusión de los sucesos culturales representa un elemento más para la comprensión de un fenómeno complejo. Pero la obra tiene otra especificidad que lo hace incomparable, relacionada con el manejo del idioma y la exposición de las ideas. Con su manera muy particular de contar la Historia, a lo largo del texto Antonio García de León no aborda un tema de manera definitiva, sino que avanza en el relato, mencionando tal o cual aspecto, para retomarlo en un capítulo siguiente, profundizarlo, aportar más explicaciones y detalles, y complementar el análisis. Las explicaciones se esbozan entonces poco a poco, con una gran maestría, gracias a estas pequeñas pinceladas sucesivas, que se agregan de manera progresiva y congruente a los conocimientos anteriores. La musicalidad del texto, la gran congruencia que demuestra la estructura del libro, el vocabulario utilizado, el dominio del idioma, de su ritmo y melodía, hacen de este texto académico una pequeña obra de arte. La historia del “mar de los deseos” se podría comparar con una orquesta filarmónica, en la cual cada instrumento, cada explicación —social, cultural, económica— tiene su lugar y su papel y se interrelaciona con otra, contribuyendo así a la explicación global de un todo armónico.

Referencias
[García de León, 2002]
A. García de León.
El mar de los deseos: el Caribe hispano musical: historia y contrapunto.
Editorial Siglo xxi, Gobierno del Estado de Quintana Roo, (2002),
[García de León, 2011]
A. García de León.
Tierra adentro, mar enfuera. El puerto de Veracruzy su litoral a Sotavento 1519-1821.
Fondo de Cultura Económica, (2011),
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